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Mushoku Tensei: Crónicas del Caminante del Mundo Roto

Kobayashi_Alex
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Synopsis
Morí joven, sin nombre en los libros ni gloria que contar. Solo un tipo cualquiera con buenos reflejos y mala suerte. Lo siguiente fue… despertar en brazos de una mujer con orejas puntiagudas que no entendía una sola palabra que decía. Ahora me llaman Alerion Zakhal Dragonroad. Nací en un mundo lleno de magia, espadas, monstruos, dioses, reglas absurdas… y oportunidades para romperlas. ¿Qué hago aquí? No lo sé del todo. Pero si voy a vivir una segunda vida, pienso disfrutarla a mi manera: explorando ruinas olvidadas, probando técnicas locas, coleccionando basura mágica y metiéndome en problemas donde nadie me llamó. No soy un héroe. No tengo una misión. Pero si el mundo ya está roto... ¿por qué no recorrer cada grieta antes de que alguien lo arregle?
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Chapter 1 - Capítulo 1 (Prólogo)

Hoy por fin es el día de mi viaje a Japón.

No es la primera vez que salgo del país, pero sí es la primera vez que siento que hago algo solo para mí. Algo egoísta, impulsivo y… emocionante.

Haré un recorrido de dos meses. Tokio, Kioto, Osaka, templos antiguos, tiendas de tecnología, ramen de verdad. Siempre he querido hacer esto.

Me costó una discusión absurda con mi ex. Bueno, ahora ex. Cinco años de relación tirados por la borda por un boleto de avión. En realidad, fue más complejo que eso… pero la pelea final fue por el viaje.

Y sí, sé cómo suena. Pero después de trabajar tanto, estudiar ingeniería, ayudar a mi tía, ahorrar hasta el último centavo... necesitaba esto.

No soy un mal tipo. Solo tengo prioridades distintas.

Termino de meter los últimos cables en la mochila. Me aseguro de llevar el adaptador de corriente, una batería externa, medicamentos, tres pares de medias extra por si acaso.

Lo que nadie me dijo de viajar es que uno empaca no por necesidad, sino por ansiedad.

—Alex, ¿ya comiste algo? —me llama la tía desde la cocina.

—Voy a picar algo en el aeropuerto. No te preocupes.

—Toma esto al menos —me ofrece un tupper con croquetas de jamón y un pan con tortilla.

No sé cómo lo hace. Siempre tiene comida lista. Siempre.

La abrazo antes de irme. Ella me estruja los brazos con esa mezcla de cariño y preocupación que solo tienen las mujeres que ya han pasado por demasiado.

---

El taxi huele a vainilla artificial. El conductor habla poco. Me gusta eso.

Durante el trayecto al aeropuerto reviso mis redes por costumbre. Una notificación. Mi ex subió una historia: una copa de vino, una pierna bronceada, el pie de foto dice “libre otra vez”.

Sonrío.

No sé si por despecho, alivio o porque mi cerebro produce dopamina en momentos raros.

El aeropuerto es un caos ordenado. Las pantallas digitales me confunden al principio, pero al final todo fluye. Paso seguridad. Me quito los zapatos. Me tocan el cinturón.

Una oficial me pregunta algo. Yo solo levanto los brazos y sonrío. El lenguaje universal del turista confundido.

En la sala de espera me invade el sueño. No dormí bien anoche. La ansiedad. Las listas mentales.

Pero cuando finalmente me acomodo en el asiento del avión, y escucho los anuncios en japonés, algo en mí se relaja.

Estoy yendo. Lo logré.

No sé si voy a encontrarme, escapar o simplemente huir del tedio. Pero voy.

---

Japón es... otra cosa.

No solo es limpio, ordenado, brillante. Es como si alguien hubiera tomado un videojuego de mundo abierto y activado todos los filtros culturales posibles.

Mi primera impresión real la tengo en la estación de Shinjuku.

Miles de personas caminando al mismo ritmo, esquivándose sin mirarse.

Y yo, con 1.88, mochila al hombro, camiseta de anime y cara de niño perdido, llamando la atención como si fuera parte de un programa de cámara oculta.

“¿Dónde estoy?”

“Sigue las líneas de colores.”

“¿Qué línea era para Akihabara?”

“¿Por qué todo está en kanji?”

“¿Eso fue una maid?”

“¿Por qué esa niña tiene una espada de espuma?”

“...¿Me están filmando?”

Después de un par de tropiezos, llego a mi primer destino: Akihabara. El paraíso otaku. Tiendas infinitas. Gente disfrazada. Cafés temáticos. Luz, ruido y cultura pop condensada.

No entiendo mucho, pero no necesito entender.

Me dejo llevar. Entro en una tienda donde venden figuras. Veo una de Arthuria Pendragon o mas conocida como Saber de la saga Fate, con espada y todo. El cartel dice: Limited edition.

La reconozco al instante. Controlo mi impulso de gastar el dinero destinado a comida para dos días. Me río. “Qué casualidad.” Mientras sigo intentando convencerme de que los seres humanos pueden sobrevivir varios días sin comer.

Termino en una tienda más discreta, con letreros rojos y escaleras angostas. Un dependiente me saluda en inglés torpe.

—Welcome! Are you... interested... adult?

Yo me congelo.

La sección prohibida. El santuario del pecado ilustrado. Manga +18.

Lo sabía. Tenía que venir aquí. No por perversión... por cultura general.

Miro a ambos lados. Nadie me conoce. Nadie me juzga.

Tomo un tomo con portada moderada. Chicas con orejas de gato en situaciones... bueno.

Estoy por pagar cuando una señora de edad considerable se pone detrás de mí en la fila.

Nos cruzamos miradas.

Miro el manga.

Ella también.

Trago saliva.

—Bag, please —digo.

—Opaquebag, yes —responde el vendedor con una sonrisa de complicidad.

—First time?

Asiento.

Me voy con mi vergüenza envuelta en plástico negro.

---

Los días siguientes me dejo absorber por todo: templos silenciosos, bosques húmedos, baños termales.

Como udon. Como sushi. Como cosas que no sé nombrar.

Me pierdo en Kioto. Me mojo bajo la lluvia en Osaka.

Intento ligar con una turista francesa y me rechaza con una cortesía elegante que me dolió más que cualquier insulto.

Tomo fotos. Grabo videos. Me río solo.

Tengo pensamientos aleatorios que van y vienen sin contexto. A veces me quedo mirando un cartel sin entenderlo solo porque me gusta cómo está escrito.

Siento algo dentro de mí. No sé qué es. No es felicidad, pero se le parece.

---

Último día en Tokio

El cielo está nublado, pero el aire huele a humedad y comida callejera. Son las siete de la noche. Voy sin apuro por la avenida, disfrutando de la sensación de estar lejos de todo. Último día. Última caminata.

Tres adolescentes caminan delante de mí desde hace un rato. Los reconozco del tren. Parecen estudiantes, tienen esta energía, menos cautela. Ríen, se empujan entre ellos, hablan en un japonés rápido con algunas frases en inglés.

La chica se da vuelta, nota mi presencia. Me observa con curiosidad.

—Hey —dice ella, con un acento bastante neutro—. ¿Hablas inglés?

—Sí, bastante —respondo con una sonrisa.

Los otros dos se giran. Uno lleva gafas, el otro parece más atlético, de esos que intentan mantener siempre el control. Ella da un paso hacia mí.

—Shizuka. Él es Takuya, mi novio —dice señalando al delgado con expresión seria—. Y él es Daiki.

—Alex. De Florida —respondo, levantando ligeramente la mano.

—¿Primera vez en Japón?

—Sí. Me estoy despidiendo. Vuelo de regreso mañana.

—Cool. Nosotros vivimos aquí, pero queríamos pasear un poco. Día libre del instituto.

—¿Y hablas inglés tan bien?

—Mi papá es traductor. Me obligó a ver películas sin subtítulos desde los cinco.

—Suena brutal. Ojalá mi inglés fuera tan bueno como tu inglés japonés.

Ella ríe.

—No creo que funcione así —responde.

Durante unos minutos caminamos juntos. Conversación ligera. Hablamos de cosas sin importancia: comida, lugares turísticos, diferencias culturales. Takuya, el novio, se muestra cortés pero distante. Parece que no le gusta que su novia esté hablando tanto conmigo.

En un momento, él le dice algo en japonés con tono bajo. Ella responde con rapidez, y la atmósfera cambia. No entiendo la conversación, pero el lenguaje corporal es claro: él está molesto. Ella levanta las cejas y luego baja la mirada. Él no la toma del brazo, pero se acerca mucho, demasiado.

No es mi asunto. Bajo la mirada y finjo revisar mi celular.

Unos metros más adelante, llegamos a una intersección. Ellos siguen caminando en línea recta. Yo espero la luz verde para doblar a la derecha.

—Suerte con tu vuelo, Alex —dice Shizuka, sonriendo otra vez, como si nada hubiera pasado.

—Gracias. Que tengan buen paseo.

Nos separamos.

Me detengo un momento para revisar el mapa del metro. Estoy calculando cómo llegar al mercado de Ameyoko cuando algo raro capta mi atención en el rabillo del ojo.

Un hombre. No, un tipo enorme. Gordo, con la ropa desalineada y el rostro lleno de sudor. Está del otro lado de la calle. Corre. Corre con urgencia. Mira hacia el grupo. Hacia Shizuka, Takuya y el otro chico.

Mi cuerpo reacciona antes que mi mente.

Al fondo, suena una bocina larga.

Una alarma.

Giro la cabeza.

Un camión. A toda velocidad. Las luces están encendidas. No parece frenar.

¡No jodas!

Muevo las piernas antes de pensarlo. Estoy cerca. Ellos están en medio del cruce. El camión se los va a llevar puestos. El gordo aún está lejos.

Si me apuro... llego.

Corro. Directo. Grito algo, no sé qué.

Primero Takuya. Está más cerca. Lo empujo con el hombro. Cae rodando al lado de la acera.

Shizuka está al otro lado, a apenas dos metros. Extiendo el brazo para tomarle la mano.

—¡Vamos!

Ella reacciona. Sus dedos tocan los míos.

Y justo entonces…

El gordo. El tipo que venía corriendo. Se lanza hacia Daiki, el tercero, y logra empujarlo fuera del camino.

Pero tropieza.

Y choca contra nosotros.

Lo último que veo es a Shizuka cayendo conmigo al suelo. El tipo gordo sobre mi costado.

Las ruedas. El ruido.

Y el instante en que el mundo se vuelve puro caos.

—Fuck...

Oscuridad.

---

Ruido.

Húmedo. Viscoso. Carne. Calor.

No tengo forma. No tengo brazos. No tengo piernas.

Estoy... siendo empujado.

Algo me envuelve. Algo me succiona. Hay presión, hay dolor. Me ahogo. Me desespero.

Luz.

Un chillido agudo me perfora los oídos. No sé si lo escucho... o si yo lo produzco.

Frío.

Demasiado frío.

Luego... contacto.

Manos. Una manta. Un olor nuevo.

Una voz. Femenina. Suave, grave. Extraña. Palabras que no comprendo.

Abro los ojos. O intento hacerlo. Todo esta muy borroso.

Hay una mujer. Su silueta se recorta contra la luz de una vela. Cabello largo. Verde oscuro. Ojos almendrados. Orejas... puntiagudas.

¿Una elfa?

No. No puede ser. Estoy soñando.

Otra voz. Masculina. Risa contenida. Se acerca. Manos grandes me sostienen por debajo de los brazos. Me levantan. Me envuelven.

"Qué extraño..."

Mi cerebro intenta analizar, pero no puede.

Todo es confuso. Borroso. Como si estuviera viendo el mundo a través del agua.

Un nombre resuena en el aire. Varias veces. No lo entiendo.

Alerion.

Zakhal.

Dragonroad.

Voces suaves. Voces profundas. Ruidos apagados.

Me esfuerzo por hablar, pero sólo sale un quejido ridículo.

Intento recordar cómo llegué aquí.

Sólo tengo fragmentos. Un camión. Un grito. Un gordo.

Y luego...

Oscuridad.

Y ahora... esto.

Un mundo nuevo.

Un cuerpo nuevo.

Un idioma que no entiendo.

Un rostro amable que me sostiene.

Una sensación extraña de seguridad... y de pérdida.

Y lo único que alcanzo a pensar antes de caer dormido otra vez es:

...Fuck.