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Naruto: Entre el Acero y la Sangre

Kobayashi_Alex
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Synopsis
En una aldea que exige sacrificio a los suyos, un niño Uchiha crece entre las ruinas de lo que otros dejaron atrás. El silencio, la disciplina y la pérdida son su punto de partida, pero no su destino. Mientras el mundo ninja se prepara para arder otra vez, el camino de Kaoru lo llevará por senderos inciertos donde ni la sangre ni los lazos familiares bastan para proteger lo que uno ama. Esta es la historia de un cambio. Uno profundo. Uno irreversible. --- Nota del autor: La historia comienza a finales del año 39 de Konoha con la incorporación de nuestro protagonista a la clase de Minato. Kaoru y Mikoto tienen 10 años Minato y kushina tienen 8 Esta historia avanza con un ritmo pausado al comienzo, enfocándose en el desarrollo emocional, personal y técnico de varios personajes. Cada encuentro, cada vínculo y cada herida deja una marca en el protagonista, moldeando lentamente al ninja en el que está destinado a convertirse. En esta historia voy a intentar se coherente y rellenar algunos huecos argumentales de la historia canon de naruto, todo a partir de la influencia de este nuevo personaje Uchiha Kaoru.
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Chapter 1 - Capítulo 1

La brisa matinal acariciaba los tejados del distrito Uchiha, donde el silencio era norma. A esa hora, el sol apenas comenzaba a colarse entre los cerezos y faroles de piedra, tiñendo el suelo de luz dorada.

Kaoru caminaba en dirección a su casa con una bolsa de arroz bajo el brazo. Acababa de volver del mercado. Su madre le había pedido algunos ingredientes para la sopa, esa que solía preparar cuando sus fuerzas se lo permitían. Últimamente pasaba más tiempo acostada, pero ya no era tan grave como antes.

A sus diez años, Kaoru parecía mayor. No por su estatura ni por su voz, sino por su forma de mirar. Su expresión era tranquila, pero sus ojos amatistas guardaban una calma que no venía de la paz, sino del control. Caminaba con las manos relajadas, pero atento a todo lo que lo rodeaba.

Al doblar una de las calles del distrito, sus pasos se detuvieron por un instante.

A través de una reja abierta, en uno de los patios de entrenamiento del clan, una niña lanzaba kunais contra un tronco. Llevaba un lazo rojo atado en el cabello oscuro. Sus movimientos eran firmes, precisos. Había algo metódico en ella, como si cada lanzamiento tuviera un peso más allá del blanco. A su lado, de pie bajo el alero, un hombre la observaba sin decir palabra. Tenía los brazos cruzados y el ceño apenas fruncido.

Uno de los kunais se desvió. No por mucho, pero lo suficiente para que ella se quedara quieta, observando el error. No dijo nada. Recogió otro, y lanzó de nuevo.

Kaoru la observó en silencio unos segundos más, luego desvió la mirada y siguió su camino. Nunca la había visto antes, pero algo en esa escena —la tensión contenida, la disciplina, el silencio entre padre e hija— le resultó familiar.

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El aula estaba llena de ruido. Niños y niñas de entre ocho y diez años llenaban el espacio con charlas, bromas y risas. Kaoru se sentó en su pupitre de siempre, al lado de la ventana. Desde allí, el sol entraba con suavidad, y el cielo se veía claro.

Afuera, la aldea comenzaba su rutina. Dentro, el bullicio era constante.

—Ese es Kaoru Uchiha —murmuró una niña a su compañera—. Es guapo, pero frío. Nunca habla con nadie.

—Dicen que es fuerte… pero igual no le gana a Minato.

Kaoru no apartó la vista de la ventana. Escuchaba, sí, pero no respondía. Ya sabía lo que decían. Que era distante. Que tenía una mirada extraña. Que parecía mayor. Y, sobre todo, que nunca sonreía.

Nada de eso le importaba.

Su atención se desvió apenas hacia el centro del aula. Minato Namikaze reía con otros niños. Su energía era difícil de ignorar. Tenía un aire despreocupado, brillante. Todo el mundo gravitaba a su alrededor. Kaoru no entendía cómo lo lograba. No lo envidiaba, pero tampoco podía dejar de observarlo con cierta curiosidad.

La puerta se abrió y el murmullo se apagó.

—Silencio —ordenó el hombre que entró, sin alzar la voz.

Tenía el cabello oscuro recogido y una mirada firme. Su bandana de Konoha estaba ligeramente ladeada. Llevaba un parche de tela en el brazo con el símbolo del clan Sarutobi.

—Mi nombre es Tadaka Sarutobi. Seré su instructor a partir de hoy.

El aula quedó en silencio absoluto. El hombre caminó hasta el centro y comenzó a hablar sobre el origen de la academia, el uso del chakra, y los principios básicos de disciplina shinobi. No levantaba la voz. No necesitaba hacerlo.

Kaoru lo escuchaba, pero al mismo tiempo pensaba en la noche anterior. Había entrenado hasta tarde, en el claro detrás de su casa. Practicaba con sellos, equilibrio, y con lo poco que su padre había dejado escrito antes de morir en la guerra. No lo recordaba. Solo sabía de él por palabras ajenas, por la expresión de su madre cuando lo mencionaba.

Al terminar la clase, Minato le dirigió una mirada al pasar. Apenas una inclinación de cabeza, amigable. Kaoru no respondió, pero tampoco la ignoró.

Al salir del aula, el aire estaba tibio y el cielo despejado. El ruido de los entrenamientos en el patio llegaba desde el otro lado del edificio, pero Kaoru caminó en dirección contraria. Cruzó el pasillo con las manos en los bolsillos, como si no tuviera prisa, aunque su mente no estaba en reposo.

Cada día era parte de una construcción invisible. Y él tenía claro que no podía quedarse atrás.