El sol de la mañana en la Academia Shuchiin parecía brillar con una luz diferente. Para Miyuki Shirogane, no era solo el amanecer de un nuevo día, sino el comienzo de una nueva era. Kaguya había aceptado su confesión, y ahora, eran oficialmente una pareja. Pero en lugar de la euforia que había imaginado, se sentía abrumado por una variable que su lógica no podía calcular: los nervios.
Mientras caminaba por los pasillos, se sentía como un impostor. Sus manos sudaban. Su mente, que podía resolver las ecuaciones más complejas y descifrar las estrategias de sus oponentes, ahora se preguntaba una cosa: ¿Qué le digo a Kaguya? ¿Cómo la saludo? ¿Tomo su mano? La ausencia de un guion, de una estrategia, lo hacía sentir inusualmente vulnerable.
En la oficina del consejo, Kaguya Shinomiya estaba sentada en su escritorio, radiante. No había ni un rastro de su habitual frialdad o de la armadura que había usado durante meses. Cuando Miyuki entró, ella levantó la vista, y una sonrisa genuina iluminó su rostro. Era una sonrisa que Miyuki había anhelado ver, y al verla, sus nervios se calmaron, solo un poco.
—Buenos días, Miyuki —dijo Kaguya, su voz era un susurro cálido.
—Buenos días, Kaguya —respondió Miyuki, sintiendo que un peso se le quitaba de encima.
Justo en ese momento, el tesorero, Ren Ishigami, entró a la oficina. Su rostro era una máscara de indiferencia. Él, el catalizador de todo este drama, era el único que parecía no haberse dado cuenta de la nueva dinámica. Se sentó en su escritorio y activó su tablet.
El Sistema zumbó en la mente de Ren.
[Misión Doble: Aceptar los nuevos contratos. Objetivo 1: Ayudar al sujeto Hitori Gotō a resolver un problema con su sistema de sonido. Objetivo 2: Expandir los horizontes del manga "Ijiranaide, Senpai!" a través de un nuevo arco argumental. Recompensa total: 800,000¥. Sugerencia: Abordar la segunda misión de inmediato. ]
Ren levantó la vista. Las nuevas misiones se sentían como una respuesta a su pregunta anterior. El "algoritmo del corazón" de Miyuki y Kaguya se había resuelto. Ahora, el Sistema lo estaba empujando hacia un nuevo territorio, un nuevo juego.
Ren se levantó. Miyuki y Kaguya lo miraron, sorprendidos. Él no solía levantarse de su asiento a menos que fuera una emergencia.
—Tengo que ir al Club de Arte —dijo Ren.
Miyuki, sintiéndose más seguro, preguntó: —¿A qué vas al Club de Arte, Ishigami?
—Tengo un proyecto —respondió Ren.
Cuando Ren llegó al Club de Arte, el lugar era un remanso de calma. Un chico, Naoto Hachiouji, estaba sentado, dibujando las últimas viñetas del manga, que se encontraba en una fase semi-beta. A su lado, Hayase Nagatoro lo molestaba juguetonamente, su sonrisa burlona era una obra de arte por sí misma.
Ren se acercó a ellos, con la tablet en la mano.
—El manga está estancado —dijo Ren, su voz monótona y directa.
Naoto y Nagatoro lo miraron, sorprendidos.
—¿Estancado? —preguntó Naoto. —Creí que iba bien.
—Las métricas indican que el interés de la audiencia está disminuyendo —dijo Ren. —Necesitamos expandir el universo. Introducir un nuevo arco que atraiga a una audiencia más amplia. Tengo un algoritmo para un nuevo arco argumental. Un arco de aventura.
Nagatoro se sonrojó, pero su sonrisa burlona no se desvaneció.
—¿Así que quieres que el senpai se meta en una aventura, Senpai? —dijo Nagatoro, usando el nombre de Naoto para referirse a Ren.
Ren ignoró el comentario y continuó. [Análisis de la situación: Sujeto, Hayase Nagatoro. Nivel de Sarcasmo: Alto. Nivel de Intención: Nulo. Sugerencia: Presentar los términos del contrato. ]
—Será una expansión del contrato —dijo Ren. —Yo proveeré el algoritmo para la historia. Ustedes proveerán el arte y el guion. El 50% de las ganancias seguirá siendo para ustedes.
Nagatoro y Naoto se miraron. La idea era absurda, pero la seriedad de Ren era palpable. Naoto, que siempre había soñado con un manga de aventura, vio una oportunidad. Nagatoro, por su parte, solo veía una nueva forma de molestar a su senpai.
—Aceptamos, Ishigami —dijo Naoto.
Ren asintió.
Y así, mientras Miyuki y Kaguya exploraban el nuevo y desconocido territorio de su relación, Ren, el tesorero de la lógica, se embarcaba en sus propias misiones, con la intención de resolver las variables del mundo real.
Capítulo 20: El Algoritmo Creativo y el Jugador de Juegos Basura
El Club de Arte, que antes era un santuario de la creatividad sin restricciones, se había convertido en una oficina de producción. Ren Ishigami se sentó frente a Naoto Hachiouji y Hayase Nagatoro, su tablet brillaba con las métricas de su manga, "Ijiranaide, Senpai!", que ya tenía una base de seguidores leales en línea. El algoritmo había funcionado, y ahora era el momento de pasar a la siguiente fase.
—El manga está en una fase estable —explicó Ren, su voz era monótona—. La audiencia ha respondido bien al arco de la familiaridad. Pero las métricas de retención indican que necesitamos una nueva variable para mantener el interés. He creado un algoritmo para un nuevo arco argumental.
Naoto, que había estado dibujando los últimos bocetos con una confianza que antes no tenía, lo miró con curiosidad. —¿Un nuevo arco? ¿De qué tratará, Ishigami?
—Un arco de aventura —respondió Ren, sin inmutarse—. Una historia paralela donde los personajes, en un mundo de fantasía, tienen que superar una serie de desafíos, mientras mantienen la dinámica de su relación.
Nagatoro se sonrojó, pero su sonrisa burlona no se desvaneció. —Así que el senpai se va a convertir en un héroe, ¿Senpai?
Ren ignoró el comentario y continuó. [Análisis de la situación: Sujeto, Hayase Nagatoro. Nivel de Sarcasmo: Alto. Nivel de Intención: Nulo. Sugerencia: Presentar los términos del contrato. ]
—Será una expansión del contrato —dijo Ren—. Yo proveeré el algoritmo para la historia. Ustedes proveerán el arte y el guion. El 50% de las ganancias seguirá siendo para ustedes. El objetivo es que, al final del arco, el manga haya duplicado su base de seguidores.
Nagatoro y Naoto se miraron. La idea era absurda, pero la seriedad de Ren era palpable. Naoto, que siempre había soñado con un manga de aventura, vio una oportunidad. Nagatoro, por su parte, solo veía una nueva forma de molestar a su senpai.
—Aceptamos, Ishigami —dijo Naoto.
Ren asintió. La primera misión estaba en marcha.
Justo cuando la reunión terminaba, el Sistema de Ren zumbó con una nueva alerta.
[Alerta: Nuevo objetivo. Sujeto: Hitori Gotō. Problema: Sistema de sonido defectuoso. Nivel de Urgencia: Alto. Nivel de Dificultad: Bajo. Recompensa: 10,000¥. Sugerencia: Abordar la misión de inmediato. ]
Ren se levantó y se dirigió a una sala de música. Allí, una chica con cabello rosado y una mirada ansiosa, Hitori Gotō, estaba luchando con un amplificador. Los cables estaban desordenados, y el sonido que salía era una cacofonía de estática.
—El problema es la conexión —dijo Ren, su voz era tan tranquila que hizo que Hitori se sobresaltara. —El cable XLR está en mal estado. Lo más probable es que tenga un pin dañado.
Hitori se quedó sin palabras. Había pasado horas tratando de resolver el problema sin éxito. Ren, con una precisión quirúrgica, examinó el cable, diagnosticó el problema y, con un par de herramientas, lo reparó. El sonido que salió del amplificador ahora era claro, sin una pizca de estática.
Hitori lo miró con asombro. —¡Muchas gracias! ¿Cómo... cómo lo sabías?
—Es un problema común —dijo Ren, con un encogimiento de hombros—. Es una variable que puede ser resuelta.
Hitori, con un rubor en sus mejillas, agradeció a Ren, quien, con un simple "De nada", se alejó. Para él, era solo una misión completada. Pero para Hitori, había sido una salvación.
Mientras caminaba de regreso al Club de Tecnología, la mente de Ren se enfocó en el sujeto que el Sistema le había asignado. Ren había estado observando a este estudiante desde la distancia. Era un chico que no tenía un club, que se la pasaba en la biblioteca, leyendo revistas viejas de videojuegos.
Su nombre era Sunraku. A diferencia de la mayoría de los jugadores, Sunraku no jugaba juegos populares o de última generación. Su fascinación era por los juegos "basura", los juegos mal hechos, los juegos que nadie quería jugar. En ellos, él encontraba un valor oculto, una lógica que otros no veían. Su obsesión, su única obsesión, era Minecraft. No jugaba para construir castillos o ciudades, sino para explorar. Su objetivo era encontrar el punto más alejado del mundo, un lugar donde el código se rompía, donde el mundo generaba errores y glitches. En esos errores, él encontraba la belleza, la imprevisibilidad que los juegos perfectos no podían ofrecer.