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Chapter 4 - capitulo 3

Capítulo 3: Fragmentos de un Sueño Ajeno

La conciencia llegó como un choque brutal y húmedo. Un primer jadeo que quemó unos pulmones que no sabía que tenía. Un frío cortante que se clavó en una piel que nunca había sentido. El mundo era una explosión de sensaciones sin nombre: presión, sonido, frío, una luz cegadora tras unos párpados que se negaban a abrirse del todo.

¿Qué…? ¿Dónde…?

El pensamiento fue un destello de puro pánico, una chispa de "yo" en medio de una tormenta de estímulos caóticos. Intentó gritar, pero de su garganta solo salió un quejido débil y patético. Intentó moverse, pero sus brazos y piernas respondieron con un espasmo inútil, apretándose contra un cuerpo diminuto y aterradoramente débil.

¿Esto es un sueño? ¿Una pesadilla? Pero todo era demasiado vívido. La aspereza de la tela áspera que lo envolvía. El olor metálico y dulzón que flotaba en el aire—¿sangre?—mezclado con un humo acre de hierbas. El sonido de voces graves y urgentes, palabras que sonaban como martillazos contra su frágil cráneo.

Atrapado. Estaba atrapado dentro de algo… de alguien que no era él. El pánico creció, un animal ciego pateando contra los barrotes de una jaula de carne y hueso.

Lo movieron. Unos brazos temblorosos lo elevaron. Una voz ronca, rota por algo que sonaba a llanto, habló cerca de su oído. "—…heredero…un príncipe…"

Las palabras eran casi incomprensibles, pero dos de ellas se destacaron, nítidas y extrañas en medio del caos. Príncipe. Heredero. Palabras de cuento. De… de esas series. Esas que veía a veces. ¿Juego de Tronos? ¿La Casa del Dragón? Una punzada de reconocimiento absurdo le atravesó la confusión.

No. No puede ser. Es una coincidencia. Son palabras normales.

Pero entonces, la misma voz ronca, cargada de una emoción que él podía sentir en el temblor de los brazos que lo sostenían, pronunció un nombre. Un nombre que le sonó grotescamente familiar, sacado directamente de un título de episodio.

"—…Jaehaerys… Se llamará Jaehaerys Targaryen."

Targaryen. El nombre resonó como un campanazo en el vacío de su mente.No era un nombre normal. No era Juan o Pedro. Era ese nombre. El de un viejo rey de esa serie. Un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del aire lo recorrió.

Esto no está bien. Esto no es un sueño.

El terror se volvió más agudo, más lúcido. Lo llevaron a otro sitio. El aire olía a flores podridas y cera. La luz era tenue, parpadeante. Cantos tristes llenaban el espacio. Una ceremonia. Una sensación de pérdida tan densa que casi se podía paliar.

Y entonces, el calor.

Una oleada de fuego que hizo que todo el mundo contuviera la respiración. Un sonido que no era humano, un rugido siseante y poderoso que estremeció el aire. A través de sus ojos infantiles, borrosos y sin focar, el mundo se tiñó de dorado y naranja. Un fuego glorioso y terrible consumía algo en el centro de la sala.

Dragón. La palabra surgió de lo más profundo de su memoria pop,un susurro aterrado. Tienen dragones. En serio tienen dragones.

Y una voz. Joven, clara, temblorosa pero llena de una autoridad devastadora, gritó una palabra que le heló la sangre. "—¡Dracarys!"

Dracarys. Otra.Otra palabra de esa serie. La palabra para el fuego. La palabra de muerte. Ya no había duda. La coincidencia era imposible. Estaba dentro de uno de esos shows. Había nacido en él. Era un bebé en un mundo de pesadilla lleno de gente con nombres rimbombantes y dragones que escupían fuego.

Una figura se acercó a ellos. Plateada y oscura. Una niña. Sus ojos, del color de una amatista, estaban secos y brillaban con una furia fría. Él la sintió mirarlo. No con curiosidad, ni con cariño. Sino con una amargura tan profunda que era tangible. Él era… ¿qué era él para ella? ¿Por qué ese odio?

La niña habló. Sus palabras, un susurro venenoso, fueron directas al hombre que lo cargaba, pero él las escuchó claramente. "—Esto es lo que tanto querías,¿verdad? Tu heredero varón."

La pieza final del rompecabezas encajó con un click sombrío en su mente. Él era el "heredero varón". El hijo. El príncipe. El que había causado… esto. Lo que fuera "esto". Él era el reemplazo. La causa del dolor de esa niña de ojos violeta.

El calor de las llamas comenzó a apagarse, dejando solo un frío penetrante que se le metió en los huesos. El sonido de los sollozos era el único acompañamiento.

Ya no había confusión, solo un horror claro y cristalino. No solo estaba atrapado en un cuerpo que no era suyo. Estaba atrapado en una historia. Una historia que, por las pocas pistas que tenía, olía a traición, fuego y sangre. Y él, un recién nacido llamado con un nombre antiguo, era sin quererlo el centro de todo.

No sabía las reglas. No conocía a los jugadores. Solo sabía que el tablero era mortal y que ya estaba en juego. Y lo único que podía hacer, absolutamente impotente, fue romper a llorar.

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