Ficool

Chapter 30 - Fin de año escolar

Dumbledore sonrió levemente.

—No es un diario común, ¿verdad?

—No, profesor. Me respondía como si estuviera vivo… y me mostró que el monstruo de Slytherin era Aragog. Creo que Tom se equivocó al culpar a Hagrid.

El director negó lentamente.

—No, Harry. Tom no se equivocó al culpar a Hagrid.

Harry abrió la boca, sorprendido.

—Pero… ¿cómo?

—Este diario es un artefacto mágico que pertenece a Voldemort —explicó Dumbledore con calma—. Antes de llamarse así, su verdadero nombre era Tom Ryddle. Él era el heredero de Slytherin.

Harry parpadeó incrédulo.

—Hace cincuenta años tenía mis sospechas, pero no contaba con pruebas. Ahora, con este diario, todas quedan confirmadas. Parece que controló a la señorita Weasley para atacar a los estudiantes… pero afortunadamente fue rescatada por los profesores.

En ese momento, la puerta de la oficina se abrió. Lucius Malfoy entró, seguido de cerca por un elfo doméstico.

Harry se incorporó de golpe al reconocerlo.

—¡Dobby! ¿Sirves a los Malfoy?

El elfo no respondió, bajando la cabeza. Lucius, como si Harry no existiera, se dirigió directamente a Dumbledore.

—¡Vaya! —dijo Malfoy, con sus fríos ojos fijos en el director—. Ha vuelto. El consejo escolar lo suspendió de sus funciones, pero usted ha considerado conveniente regresar.

Dumbledore sonrió con serenidad.

—Verá, Lucius, he recibido una petición de los otros once miembros del consejo para que regresara. Además, la profesora McGonagall me informó que un par de alumnos había desaparecido… así que mi presencia era necesaria.

—¿Así que… ha puesto fin a los ataques? —preguntó Malfoy con aire despectivo—. ¿Ha encontrado al culpable?

—Lo hemos encontrado —contestó Dumbledore con una leve sonrisa.

—¿Y bien? —insistió Lucius bruscamente—. ¿Quién es?

—El mismo que la última vez, Lucius —respondió Dumbledore con calma—. Pero esta vez Lord Voldemort actuaba a través de otra persona, por medio de este diario.

Levantó el cuaderno negro, agujereado en el centro, y lo sostuvo a la altura de la vista, observando a Malfoy con atención.

Harry, en cambio, no apartaba los ojos de Dobby. El elfo parecía comportarse de manera extraña: miraba fijamente a Harry, señalaba el diario y luego al señor Malfoy, para acto seguido golpearse la cabeza con sus propias manos.

—Ya veo… —dijo Malfoy lentamente.

—Un plan… inteligente —comentó Dumbledore, con voz desapasionada, sin dejar de mirar a Lucius a los ojos—. Gracias al trabajo conjunto de los profesores, rescatamos a los dos estudiantes de la Cámara de los Secretos y, curiosamente, encontramos este diario. Con el testimonio de Harry, sé que este objeto tiene voluntad propia y es capaz de controlar a las personas. Esto demuestra la inocencia de la señorita Weasley, quien ahora se recupera en la enfermería junto al señor Wool. Ha sido un esfuerzo conjunto entre profesores y estudiantes… ¿no cree, Lucius?

Lucius frunció el ceño.

—¡Nos vamos, Dobby! —gruñó.

Abrió la puerta con violencia y, cuando el elfo se acercó, le dio una patada que lo lanzó por el pasillo. Un grito de dolor resonó en la distancia.

Harry reflexionó un instante y una idea se formó en su mente.

—Profesor Dumbledore, ¿puedo devolverle el diario al señor Malfoy?

—Por supuesto, Harry —respondió el director con calma—. Pero date prisa, recuerda que el banquete te espera.

Harry tomó el diario y salió del despacho a toda prisa.

En la enfermería, León abrió lentamente los ojos. A su lado, sentado en una silla, estaba el profesor Snape, con su habitual expresión imperturbable.

—Wool —dijo con voz grave—, ¿qué ocurrió después de que te separaras de la señorita Clearwater?

León respiró hondo y comenzó a narrar: cómo había seguido a Weasley hasta el baño del segundo piso, pero fue atacado por la espalda y perdió el conocimiento, despertando ya en la Cámara Secreta. Contó cómo Weasley y su extraño libro invocaron a un mago de Slytherin, y cómo había luchado contra él.

Mientras hablaba, Snape lo observaba con intensidad. León sintió la presión de aquella mirada y, al bajar los ojos, interrumpió la legilimencia que intentaba penetrar en su mente.

—Pero, profesor… —continuó León, con frustración en la voz—, perdí. No pude derrotar a Tom. Era demasiado fuerte.

Apretó los puños.

—Solo me salvé porque tomé ese libro mágico como escudo, y Tom lo destruyó por accidente.

Snape no apartó la mirada.

—No serás débil siempre, Wool. Estudia. Mejora. Y verás lo fuerte que puedes llegar a ser.

León estuvo a punto de reír por lo extraño que sonaba aquel intento de consuelo viniendo de Snape, pero se contuvo.

El profesor se levantó.

—Debo terminar la cura para los alumnos petrificados.

Las puertas de la enfermería se abrieron y una figura pequeña y decidida entró corriendo: Astoria Greengrass. Sin pensarlo, fue directa hacia él.

—¡Qué bueno que estás bien! —exclamó—. Todo el colegio sabe ahora que Weasley era la heredera de Slytherin.

León la miró, todavía algo aturdido por todo lo que había pasado.

—¿En serio… todos lo saben? —preguntó con voz baja.

Astoria asintió, sentándose en el borde de la cama.

—Sí. Desde que te trajeron aquí, no se habla de otra cosa. Todos dicen que fuiste tú quien ayudó a detenerla.

León suspiró y apartó la mirada hacia la ventana.

—No fue así. No pude detener a Tom… solo tuve suerte.

Astoria frunció el ceño.

—¿Suerte? ¿Llamas suerte a meterte en la Cámara Secreta y salir vivo? León, enfrentaste algo que ninguno de nosotros podría imaginar. Eso no es suerte… eso es valentía.

Él no respondió de inmediato. Apretó las sábanas con las manos, recordando el rostro frío y seguro de Ryddle, y el miedo que sintió al darse cuenta de que estaba a punto de morir.

—Aun así… fui demasiado débil.

Astoria lo observó en silencio por un momento y luego sonrió con suavidad.

—Entonces tendrás que hacerte fuerte. Y yo voy a ayudarte.

León la miró sorprendido.

—¿Tú?

—Claro —respondió ella con determinación—. No pienso dejar que el chico que derrotó a la heredera de Slytherin ande por ahí sintiéndose menos de lo que es.

Por primera vez desde que despertó, León dejó escapar una risa breve, casi tímida.

—Gracias, Astoria.

Ella se levantó.

—Descansa. Cuando salgas de aquí, tenemos mucho trabajo que hacer.

 

León la vio alejarse, y aunque todavía sentía el peso de la derrota, algo en sus palabras encendió una chispa dentro de él. Quizá… no todo estaba perdido.

Esa noche, el Gran Comedor estaba lleno hasta el último asiento. Las velas flotaban en lo alto, iluminando con su cálida luz las largas mesas repletas de estudiantes que murmuraban expectantes.

En el estrado, Dumbledore se puso de pie, su mirada recorriendo a todos los presentes antes de hablar.

—Estimados alumnos, esta noche quiero relatar lo sucedido… y disipar cualquier duda.

El murmullo se apagó por completo.

—El culpable de los recientes ataques —continuó— no fue un estudiante por voluntad propia, sino un artefacto oscuro dejado por Lord Voldemort. Ese objeto controló a la señorita Ginny Weasley, obligándola a actuar contra su voluntad.

Un silencio inquieto recorrió la sala.

—Gracias a la ayuda de León Wool y Penélope Clearwater, junto con la intervención de varios profesores, logramos rescatarla —prosiguió Dumbledore—.

Luego, su voz adquirió un matiz más serio.

—En cuanto al monstruo de la Cámara Secreta… gracias a las pistas de los estudiantes que fueron petrificados, descubrimos que se trataba de un basilisco.

Un murmullo nervioso estalló en el salón, acompañado de miradas asustadas.

—Pero no se preocupen —añadió el director, con una sonrisa tranquilizadora—. La criatura ya no representa una amenaza. Algunos de ustedes incluso han deducido su debilidad.

Nadie respondió, aunque Hermione, Ron y Harry se miraron con complicidad.

De repente, una voz infantil rompió el silencio:

—¡El canto del gallo! —exclamó Astoria Greengrass desde la mesa de Slytherin.

—Correcto, señorita Greengrass. Veinte puntos para Slytherin —dijo Dumbledore, sonriendo abiertamente.

Un aplauso se escuchó en la mesa verde.

—Y, como celebración por haber superado este peligro… —continuó el director con un brillo travieso en los ojos—, declaro que los exámenes de fin de curso quedan… cancelados.

La respuesta fue inmediata: gritos, risas y vítores resonaron en todo el salón. Incluso los profesores intercambiaron sonrisas discretas.

—En cuanto a la Copa de las Casas… —añadió Dumbledore—, creo que ya tenemos un ganador… aunque algunos lo considerarán discutible.

Todas las miradas se giraron hacia el gran reloj de arena de puntos. Slytherin encabezaba la tabla.

Pero nadie celebro todavía, porque recordaban todavía los puntos que repartio Dumbledore a Gryffindor.

Pero Dumbledore no dijo nada solo movio su mano y el gran comedor quedo decorado con el estandarte de slytherin.

Los minutos pasaron, pero Dumbledore ya no hablo entonces lo comprendieron Slytherin gano.

La mesa de Slytherin estalló en vítores y aplausos.

 

More Chapters