Ficool

Chapter 35 - Hogar

El taxi se detuvo con un chirrido en medio de una zona residencial abandonada. El conductor apenas se atrevió a mirarlos por el retrovisor antes de despedirse apresuradamente. Cerró las puertas con prisa y arrancó de vuelta, como si huir de aquel lugar fuera más importante que su paga.

El panorama no era alentador: casas tapiadas con tablas, calles llenas de baches y charcos de agua estancada, muros resquebrajados y ventanas rotas. El aire olía a humedad y abandono.

León arqueó una ceja, observando la desolación. ¿Aquí vive mi padre? Sus ojos buscaron algún indicio que confirmara dónde estaban. Lo encontró en un viejo cartel oxidado, apenas legible, que decía:

Spinner's End.

Por su parte, Anya tenía un brillo en los ojos, como si todo aquello fuera el escenario perfecto para una aventura.

—¡Mira, León! —susurró emocionada—. Hay un río cerca, podríamos pescar… o tú podrías hacer una pista de hielo… ¡o papá podría sacar un submarino de la nada!

León la miró de reojo, entre incrédulo y divertido, mientras Snape avanzaba sin inmutarse por las calles grises.

Tras veinte minutos de caminata, se detuvo frente a una casa tan deteriorada como el resto.

—Llegamos. Pueden pasar.

León contempló la fachada: pintura descascarada, ventanas sucias y tejas a punto de caer. Frunció el ceño, pensando que quizás era una ilusión, y que una vez dentro, el lugar se transformaría en algo digno de Slytherin: elegante, sobrio, con chimeneas y decoraciones imponentes.

Anya, en cambio, observó la casa con una sonrisa radiante.

—¡Papá, tu casa es genial y misteriosa! Como… como una guarida secreta.

Tanto Snape como León pensaron al unísono: ¿De qué habla?

Al cruzar el umbral, la realidad se impuso. La sala estaba abarrotada de estanterías hasta el techo, repletas de libros en perfecto orden. Había tantos volúmenes que la estancia parecía más una biblioteca que un hogar.

Anya dio unos pasos, mirando todo con asombro. Luego su rostro se tensó.

—Papá… ¿y el televisor?

—No tengo televisor —respondió Severus con toda naturalidad.

La niña cayó de rodillas, con una expresión de tragedia pintada en la cara.

—¡Noooooo!

León se llevó una mano a la frente, reprimiendo una risa.

—A todo esto… ¿dónde vamos a dormir? —preguntó, volviéndose hacia su padre.

Snape, agradecido por el cambio de tema, respondió con un dejo de orgullo:

—En el segundo piso. Hay habitaciones para cada uno de ustedes.

Anya, que un segundo antes parecía desconsolada, se levantó de golpe y empezó a saltar de alegría.

—¡Al fin! ¡Al fin tengo una habitación propia! ¡Una habitación propia! ¡Papá, eres genial!

Snape se quedó inmóvil, desconcertado. Esa palabra aún le resultaba ajena, casi imposible… papá.

Los tres subieron al segundo piso. Las habitaciones eran pequeñas, apenas con una cama y un escritorio. León observó en silencio y asintió: lo básico era suficiente para él.

Anya, en cambio, puso las manos en la cintura.

—¡La habitación necesita color, vida… y pósters!

Severus, imperturbable, solo respondió:

—Mañana compraremos las cosas que necesites.

Dicho eso, bajó al primer piso, dejándolos explorar.

León se acercó a Anya y le preguntó en voz baja:

—¿Qué opinas de él?

Ella no dudó en contestar:

—No es "él", es papá, hermano. Aunque parece frío, sí que se preocupa por nosotros. ¿Viste cómo me tomó de la mano para caminar hasta aquí?

León soltó una sonrisa irónica.

—En Hogwarts no es exactamente así… —murmuró, recordando al temido profesor de Pociones.

—Bueno, como sea, a ordenar nuestras habitaciones —añadió antes de retirarse a la suya.

Horas después, Snape los llamó desde abajo.

—¡Bajen a cenar!

Cuando entraron en la sala, notaron un cambio: varios estantes habían desaparecido, revelando un comedor sencillo, pero acogedor. Anya y León se sentaron, y Snape les sirvió la cena.

Al dar el primer bocado, Anya soltó un grito de alegría:

—¡Está delicioso!

León, desconfiado, probó también… y se sorprendió de que realmente era cierto.

—Padre, esto está muy bueno. Y… lo siento, pensé que no sabías cocinar.

Severus alzó una ceja y respondió con calma:

—Cocinar es una necesidad básica. Si no supiera, me habría muerto de hambre hace mucho.

En su interior, sin embargo, reconoció que había algo de orgullo en aquella simple habilidad que nadie esperaba de él.

Mientras comían, Snape repasó los planes para el día siguiente:

—Mañana iremos a comprar muebles para sus habitaciones y actualizaremos sus documentos de identidad.

—¡Se está olvidando de algo! —intervino Anya levantando la mano como si estuviera en clase—. ¡Necesitamos pintar las habitaciones! ¡Hay que llamar a un pintor!

Snape negó levemente con la cabeza.

—No es necesario.

Con un simple movimiento de varita, la taza frente a ellos cambió de color tres veces seguidas.

León pensó con ironía: Presumido.

Anya, en cambio, casi se cae de la silla de la emoción.

—¡Papá, el techo píntalo de azul cielo con reflejos de mar! ¡Y las paredes de distintos colores! La de enfrente de rosa, la del lado derecho azul… no, rojo… ¡no, verde! ¡Tal vez amarillo! ¡O morado!

Severus se quedó mirándola en silencio, con pesar. La niña será un caos para elegir los colores.

León aprovechó para preguntar lo que tenía en mente desde que cruzaron el umbral de la casa:

—Padre, ¿puedo usar magia aquí?

Recordaba claramente la advertencia al final del curso: estaba prohibido usar magia fuera de la escuela, y el rastro lo delataría.

Snape lo miró con seriedad.

—Sí, puedes. Este hogar está registrado a mi nombre. El Ministerio verá que hubo magia, pero no sabrán si fui yo… o tú.

León sonrió satisfecho.

—Excelente.

—¡Hermano, usa tu varita ahora, ya! —dijo Anya, emocionada.

León sacó su varita y murmuró:

—Lumos.

La punta se encendió suavemente, bañando la sala en un resplandor cálido.

Anya lo miraba como si contemplara un milagro. Sus ojos brillaban, incapaces de apartarse de aquella pequeña chispa de luz.

—¡Es genial! —exclamó—. ¿Puedes mostrarme todos los hechizos que aprendiste en la escuela?

León sonrió, disfrutando de su asombro.

—Claro, no te preocupes. Te enseñaré todo lo que aprendí.

En silencio, añadió para sí mismo: Y también podría enseñarle a preparar pociones. Algunas no necesitan magia para liberar las propiedades de los ingredientes.

Apagó la luz con un suave Nox, y luego miró hacia Snape.

—Padre… si conseguimos una televisión, ¿funcionaría aquí?

Snape parpadeó, sorprendido por la pregunta. Su mente trabajó rápidamente: no era León quien pedía eso. Era por Anya.

—La magia interfiere con los artefactos muggles —explicó—. Debido a la concentración mágica en el ambiente.

—Pero… —replicó León con calma— si es por la concentración mágica, aquí solo hay una casa. No debe haber tanta, ¿verdad?

Anya seguía la conversación como un partido de tenis, sus ojos iban del rostro de León al de Snape, esperando una respuesta definitiva.

Severus entrecerró los ojos.

—La casa tiene protecciones. Encantamientos para impedir que entren personas no invitadas o cosas peores. Aunque levantara algunos, no habría garantía de que funcionara.

León frunció el ceño, pensativo. Concentración mágica… De pronto, un recuerdo lo golpeó.

—Padre, cuando viajé por primera vez en el Autobús Noctámbulo, recuerdo que, a pesar de toda la magia que llevaba encima, los postes de luz en las calles seguían funcionando.

Snape lo miró con atención, como si midiera su razonamiento.

—Eso ocurre por el tiempo de exposición, y la distancia respecto al artefacto muggle —aclaró—. El autobús nunca permanece lo suficiente en un lugar como para causar un fallo total. Además, su movilidad reduce el efecto acumulativo.

León sonrió de medio lado, su mirada chispeante.

—Entonces… ¿y si hacemos un sótano fuera de la casa y lo conectamos con un túnel?

Snape comprendió de inmediato la referencia: la Cámara Secreta de Slytherin.

—Ingenioso… —dijo con voz grave—. Y, sí, podría funcionar.

Anya dio un pequeño salto en la silla, incapaz de contenerse.

—¡Eso significa que podré ver mis dibujos animados! ¡Eres un genio, hermano!

Snape suspiró. Por primera vez en mucho tiempo, se encontraba en una discusión doméstica que nada tenía que ver con pociones ni con Hogwarts.

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