Ficool

Chapter 28 - Heredero capturado

Tom gritó desesperado:

—¡Noooooooo!

Reconociendo lo que Leon había arrojado en ese instante crucial, sus ojos se abrieron de par en par: era su diario personal.

El hechizo de muerte impactó contra esa protección improvisada: una maldición asesina que parecía absorberse en las páginas del diario. Desde él empezó a salir una sustancia negra viscosa que se expandió rápidamente por el suelo y las paredes cercanas. La sustancia parecía viva, retorciéndose y formando formas extrañas mientras se desvanecía en la nada.

Mientras tanto, la figura de Tom comenzó a agrietarse desde dentro hacia afuera; su cuerpo empezó a fragmentarse en partículas brillantes de luz que flotaron lentamente hacia arriba como si fueran cenizas mágicas. La explosión luminosa llenó toda la sala en un destello cegador antes de desaparecer por completo.

El silencio quedó instalado tras aquella batalla épica. Solo quedó el eco lejano del crujido del suelo agrietado y las partículas de luz dispersándose lentamente en el aire.

Los gritos de alegría de Leon resonaban en la sala, llenando el aire con un alivio desesperado.

—¡Me salve! ¡Me salve! —exclamaba entre risas nerviosas, con una mezcla de euforia y agotamiento.

Pero sus festejos fueron interrumpidos por unos sonidos que llamaron su atención: eran llantos, suaves pero desesperados. Giró la cabeza y vio a Ginny Weasley, que corría hacia él con expresión angustiada y ojos llenos de lágrimas.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? —preguntó ella con voz temblorosa, mientras se acercaba rápidamente.

Leon, aún tambaleándose por el esfuerzo y las heridas, empezó a caminar hacia ella sin decir palabra. Pero justo cuando parecía que iba a llegar hasta su lado, perdió el equilibrio y se tambaleó peligrosamente. Ginny intentó sujetarlo para evitar que cayera, pero Leon reaccionó con rapidez y, en un movimiento brusco, le golpeó con fuerza en la nuca.

Ginny cayó al suelo inconsciente, quedando tendida allí mientras preguntaba débilmente:

—¿Por qué…?

Leon se quedó allí unos segundos, mirándola con una expresión fría y dura. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y determinación.

—No me he olvidado de ti, heredera de Slytherin —susurró con voz ronca—. Tú eras parte de esto también.

Luego, sin fuerzas para mantenerse en pie, Leon cayó al suelo. Su cuerpo se desplomó pesadamente sobre el suelo frío. La escena era dantesca: el suelo empezó a teñirse lentamente de rojo oscuro, como si la sangre brotara desde sus heridas abiertas o desde alguna herida invisible que no podía cerrar del todo.

Jajaja —se rio Leon entre dientes—. Parece que cerrar las heridas con hielo no dura demasiado…

Y así, también él quedó inconsciente en medio del caos y la sangre que empezaba a cubrir el suelo.

Todo el hielo en la cámara secreta se disolvió.

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Una hora antes, Penélope Clearwater corría sin detenerse por los pasillos de Hogwarts, su respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Los cuadros, sorprendidos por su apresurada carrera, la miraban con expresiones de confusión y preocupación. Incluso Peeves, flotando cerca del techo, la observaba con una sonrisa burlona y un silbido travieso.

Finalmente, llegó a la sala de profesores y abrió la puerta de golpe, haciendo que todos los presentes se giraran hacia ella. La profesora McGonagall, que estaba revisando unos papeles en su escritorio, frunció el ceño y le dirigió una mirada severa.

—¿Qué modales son estos, señorita Clearwater? —reprochó con tono firme—. Esta es la sala de profesores.

A su lado estaban el profesor Snape, con su expresión habitual de desdén, y la profesora Sprout, que parecía algo sorprendida por la entrada abrupta de Penélope.

Penélope recuperó el aliento y se enderezó ligeramente, intentando controlar su respiración acelerada. Con determinación en los ojos, dijo:

—¡He descubierto quién es el heredero! ¡Es Ginny Weasley!

Un silencio tenso llenó la sala mientras todos procesaban sus palabras. La revelación parecía tener un peso enorme en aquel momento. McGonagall levantó una ceja, claramente sorprendida.

—¿Ginny Weasley? —preguntó lentamente—. ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

Es verdad, profesora —confirmó Penélope con urgencia—. Ginny es la heredera. Leon y yo la vimos escribir un mensaje en la pared. ¡Debemos atraparla rápido! Ahora mismo, Leon la está vigilando.

Estas palabras hicieron que los tres profesores se levantaran de inmediato. La profesora McGonagall frunció el ceño, claramente preocupada.

—¿Por qué dices que la señorita Weasley es la heredera? —preguntó con tono serio—. Sabes que es de Gryffindor, no de Slytherin.

La profesora Sprout asintió en silencio, compartiendo la misma duda.

Penélope respiró hondo y respondió con convicción:

—Los Weasley también son sangre pura. ¿Por qué no podrían ser herederos de Slytherin? Además, al estar en Gryffindor, esa es su mejor coartada.

McGonagall quedó con la boca abierta, incapaz de cerrar su asombro ante aquella revelación tan inesperada.

Sin perder tiempo, corrieron hacia el lugar donde Penélope había visto el mensaje en la pared. Pero al llegar allí, su corazón se hundió: Leon no estaba. La joven estaba aterrorizada por lo que podía haberle pasado.

La profesora McGonagall y la profesora Sprout miraron el mensaje en la pared con preocupación profunda. La tensión crecía en el aire.

De repente, Snape llamó la atención de todos con una voz grave:

—Aquí hay una flecha —dijo señalando una línea dibujada en la pared que apuntaba hacia otra dirección.

Penélope, con esperanza renovada, exclamó:

—Debe ser Leon. ¡Debemos seguirla!

Y sin dudarlo más, los cuatro comenzaron a correr tras las flechas, atravesando pasillos y escaleras hasta llegar al baño de Myrtle la Llorona. Pero allí no estaba Leon; solo silencio y un aire pesado de inquietud.

Los profesores comenzaron a explorar el baño. Snape se agachó para examinar si encontraba alguna señal o pista adicional. De repente, algo llamó su atención: en una tubería del lavabo había grabada una serpiente entrelazada.

El profesor se levantó lentamente y abrió el grifo del lavabo… pero no salió agua alguna. En ese momento, lo comprendió: aquello era una pista, un símbolo oculto.

Con expresión seria, Snape volvió a mirar a los demás y dijo:

—Señorita Clearwater, vaya a traer al profesor Flitwick. Necesitamos su ayuda —ordenó con autoridad—.

Penélope asintió rápidamente y respondió:

—¡Lo haré, profesor! —y salió corriendo del baño para cumplir con la orden.

Mientras ella desaparecía por el pasillo, los otros permanecieron allí unos instantes más, evaluando lo que aquel símbolo podía significar y preparándose para lo que vendría a continuación.

Snape frunció el ceño y ordenó con voz firme:

—Minerva, llama a Dumbledore.

La profesora McGonagall asintió sin dudar y sacó su varita. En ese momento, en el baño apareció una figura plateada con forma de gato, que flotó lentamente sobre el suelo. La gata se acercó a McGonagall, quien le susurró unas palabras en un tono suave y urgente. La criatura maulló una última vez y desapareció atravesando las paredes del baño, dejando un rastro de brillo plateado.

Severus lanzó varios hechizos para revelar la entrada secreta: "Alohomora", "Aparecium", "Desilusión"… pero nada funcionaba. La puerta permanecía cerrada e impenetrable.

La profesora Sprout frunció el ceño y dijo:

—Tal vez, Severus, necesitamos una contraseña.

Snape, con una sonrisa irónica, replicó:

—¿Y cuál crees que sería?

Sprout sabía que era casi imposible averiguar la contraseña secreta sin más pistas. La tensión aumentaba en el ambiente.

—¡Todos aléjense! —ordenó Snape de repente—.

Las dos profesoras retrocedieron unos pasos mientras él levantaba su varita y gritaba:

—Bombarda!

Un estallido ensordecedor llenó el baño. Los lavabos y las paredes de azulejos cayeron en pedazos, esparciendo fragmentos por todas partes. Myrtle, que regresaba de su paseo por los pasillos, se quedó sorprendida ante la escena caótica.

—¡No destruyan mi baño! —gritó con desesperación—. ¡Eso es mío!

Pero los profesores la ignoraron por completo. Con un esfuerzo coordinado, Snape ordenó:

—¡Ayúdenme a despejar esto!

Y entonces, todos lanzaron hechizos de Bombarda más potentes. El lugar quedó completamente destruido; los restos de los lavabos revelaron un agujero profundo en el suelo, oscuro y misterioso.

Snape tomó la iniciativa como líder:

—Vamos —dijo con determinación—. ¡Adelante!

Saltaron al agujero uno tras otro; las profesoras usaron sus varitas para descender suavemente al suelo desde lo alto. Al mirar a su alrededor, descubrieron huesos dispersos por el suelo y una larga piel de serpiente enrollada entre los restos.

A pesar del horror que les producía aquella escena macabra, sabían que no podían detenerse ahora. Debían rescatar a Ginny Weasley y a Wool

Con paso decidido, avanzaron en la oscuridad hacia lo desconocido.

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