Ficool

Chapter 9 - Ceremonia de selección II

Entonces el sombrero se movió.

Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:

"Hace tal vez mil años

que me cortaron, ahormaron y cosieron.

Había entonces cuatro magos de fama

de los que la memoria los nombres guarda:

El valeroso Gryffindor venía del páramo;

La bella Ravenclaw, de la cañada;

del ancho valle procedía Hufflepuff la suave;

y el astuto Slytherin, de los pantanos.

Compartían un deseo, una esperanza, un sueño:

idearon en común acuerdo un atrevido plan de estudios

para educar jóvenes brujos.

Así nació Hogwarts, este colegio.

Luego, cada uno de aquellos cuatro fundadores

fundó una casa diferente

para los diferentes caracteres

de su alumnado:

Para Gryffindor

el valor era lo mejor;

para Ravenclaw,

la inteligencia

y para Hufflepuff el mayor mérito de todos

era romperse los codos.

El ambicioso Slytherin

ambicionaba alumnos ambiciosos.

Estando aún con vida

se repartieron a cuantos venían

pero ¿cómo seguir escogiendo

cuando los cuatro estuvieran muertos

y en el hoyo?

Fue Gryffindor el que halló el modo:

me levantó de su cabeza,

y los cuatro en mí metieron algo de su sesera

para que pudiera elegirlos a mi manera a la primavera.

Ahora ponme sobre las orejas.

No me equivoco nunca:

echaré un vistazo a tu mente

¡y te diré de qué casa eres!"

Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su

canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra

vez.

La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.

—Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el

taburete para que os seleccionen —dijo—"¡Astoria Greengrass!"

Astoria se acercó y le puso el sombrero.

¡SLYTHERIN! El sombrero apenas le rozó el pelo cuando gritó.

¡Leon Wool! Llamo la profesora Mcgonagall

Leon se acercó y se puso el sombrero.

¡SLYTHERIN!

Un murmullo entre los estudiantes se extendió. Algunos lo miraron con recelo, otros con curiosidad. Entre ellos, Astoria Greengrass, una estudiante de Slytherin mayor, se levantó con una sonrisa cálida y se acercó a Lyon.

—Felicidades —le dijo mientras le estrechaba la mano—. Bienvenido a nuestra casa.

Leon le devolvió la sonrisa tímidamente. Sin embargo, varios estudiantes lo miraban con recelo o desdén; no era común ver a alguien sin linaje puro o familiaridad en Slytherin.

La selección continua cuando la profesora siguió llamando a los estudiantes para la selección

.

.

.

—¡Luna Lovegood!

—¡RAVENCLAW!

—¡Ginny Weasley!

—¡GRYFFINDOR!

Cuando la selección termino, el director Albus Dumbledore repitió las normas que tiene la escuela, mientras algunos estudiantes mayores sonríen al escuchar estas advertencias en especial unos gemelos.

"que comience el banquete" dijo Dumbledore, para que después las mesas de se llenaran de comida.

Un joven mayor, de cabello oscuro y ojos astutos, se acercó entonces y le preguntó en voz baja:

—Oye… ¿Wool? Nunca había oído ese apellido aquí. ¿De dónde vienes?

Leon frunció el ceño un momento y respondió sin ocultar nada:

—Viene del orfanato donde crecí. No sé mucho más… No tengo apellido claro; solo Wool.

El silencio cayó por unos instantes. Los ojos de los demás estudiantes se fijaron en él con una mezcla de sorpresa y desconfianza. En Slytherin, todos sabían que los nacidos de muggles o huérfanos no eran comunes ni bien vistos; menos aún si no tenían un linaje claro o conexiones familiares poderosas.

Pero esa revelación pareció no importarle a Astoria, quien sonrió comprensiva.

—No te preocupes —dijo ella—. Aquí todos somos iguales cuando estamos dentro del castillo.

Los estudiantes de Slytherin comenzaron a comer mientras lanzaban miradas furtivas hacia Leon. Él intentaba concentrarse en la comida, pero no podía evitar sentir las miradas sobre él como agujas punzantes.

Al terminar la cena, los prefectos comenzaron a guiar a los primeros años hacia sus salas comunes. Leon caminó junto a Astoria y otros compañeros por pasillos oscuros y escaleras que crujían bajo sus pasos hasta llegar al sótano donde se encontraba la sala común de Slytherin.

Allí estaba el prefecto Montague, un estudiante mayor que había preguntado antes por su apellido. Se volvió hacia ellos y dijo con voz firme:

—La contraseña para entrar es: sangre pura.

Con esa frase, las puertas se abrieron lentamente revelando una sala decorada con tapices verdes y plata, estatuas antiguas y un ambiente misterioso pero acogedor.

Una vez dentro, Montague reunió a todos los primeros años en círculo alrededor de una chimenea brillante.

—Bienvenidos a Slytherin —dijo con tono serio—. Aquí aprenderán a ser astutos, ambiciosos… pero también aprenderán quiénes son realmente cuando estén listos para ello.

Leon observaba atentamente a sus nuevos compañeros mientras escuchaba esas palabras por primera vez en Hogwarts. Sabía que aquel sería solo el comienzo de muchas pruebas… pero también sentía que algo grande estaba por comenzar para él.

Montague levantó una mano para captar la atención de todos los primeros años. La sala común quedó en silencio expectante.

—Para demostrar que realmente pertenecen a Slytherin —dijo con voz firme—, realizaremos una segunda prueba. Un duelo mágico. Aquí no solo se trata de poder, sino también de astucia y coraje.

Los estudiantes se miraron entre sí, algunos con nerviosismo, otros con entusiasmo. Las chicas fueron las primeras en enfrentarse en duelos rápidos y habilidosos, mostrando hechizos precisos y defensas sólidas. Todos aplaudieron sus destrezas, y algunos incluso lanzaron comentarios admirados.

Luego fue el turno de los chicos. La mayoría parecía tener confianza; algunos lanzaron hechizos sencillos pero efectivos, demostrando control y rapidez.

Pero cuando llegó el turno de Leon, todos los ojos se posaron en él. Montague lo miró con interés y asintió hacia un estudiante mayor que se acercaba con paso confiado: era Samuel Burke, un alumno de quinto año conocido por su gran tamaño y su carácter desafiante.

Leon sintió cómo su corazón latía más fuerte. Se puso en posición frente a Burke, que le sonrió con una expresión burlona.

—¿Estás listo? —preguntó Burke con tono desafiante.

—Sí —respondió Leon con determinación.

 

 

 

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