Al finalizar la clase de transformaciones, la profesora McGonagall volvió a ponerse de pie frente a los estudiantes, con su expresión seria pero justa. Sus ojos azules brillaban con intensidad mientras hablaba.
—Como siempre, espero que hayan aprendido algo importante hoy —comenzó—. La magia de las transformaciones requiere paciencia, concentración y respeto por las fórmulas y teorías que hemos visto. Pero también es fundamental entender que no se trata solo de hacer un hechizo y esperar resultados inmediatos.
Hizo una pausa para asegurarse de captar la atención de todos.
—Por ello, como tarea para casa, deberán escribir un ensayo de cuatro pergaminos sobre lo que hemos tratado hoy. Quiero que expliquen en sus propias palabras los conceptos básicos del arte de transformar, incluyendo las precauciones necesarias y las fórmulas principales. También quiero que reflexionen sobre por qué es importante seguir las instrucciones al pie de la letra y no forzar transformaciones más complejas sin preparación adecuada.
Se acercó a cada uno con su varita en mano y añadió con tono firme:
—Este ejercicio les ayudará a comprender mejor los fundamentos y a prepararse para tareas más avanzadas en el futuro. Recuerden: la práctica hace al maestro, pero solo si se hace con cuidado y respeto por la magia.
Luego, con un movimiento de varita, llenó la pizarra con líneas adicionales de notas y consejos útiles para el ensayo.
—Tienen una semana para entregarlo —concluyó—. Espero ver trabajos bien elaborados y reflexivos.
Los estudiantes asintieron, algunos tomando nota rápidamente en sus pergaminos. Leon sintió una mezcla de entusiasmo y responsabilidad; sabía que aquel ejercicio sería clave para mejorar sus habilidades y entender mejor el arte complejo de las transformaciones.
Mientras salían del aula, Astoria le sonrió y le dijo:
—podemos hacer la tarea juntos en la biblioteca, tengo pensado invitar también a Tiffany, Bernadett, Melissa, son mis compañeras de cuarto, se que te llevaras bien con ellas también.
-claro acepto león.
Los estudiantes de Slytherin subieron por los pasillos del castillo en dirección al tercer piso, donde tenían su próxima clase de Encantamientos. Sin embargo, al llegar a un punto en el que las escaleras parecían dividirse y cambiar de posición constantemente, se detuvieron en seco.
Desde abajo, algunos estudiantes de otras casas intentaban subir, pero las escaleras se movían rápidamente, haciendo que muchos tropezaran o se quedaran atrapados en medio del pasillo. La escena parecía sacada de una prueba de paciencia y destreza.
—¿Qué hacemos? —preguntó uno de los chicos de Slytherin, visiblemente frustrado.
Pero Leon, observando atentamente el patrón en cómo se movían las escaleras, levantó una mano y dijo con confianza:
—¡Esperen un momento!
Algunos miraron con duda, otros simplemente se quedaron quietos por curiosidad para ver qué haría Leon. Él empezó a analizar el movimiento: parecía que las escaleras seguían un patrón cíclico, como si respondieran a una especie de código o ritmo.
Leon respiró profundo y gritó con determinación:
—¡Ahora!
Y en ese instante, todos los estudiantes de Slytherin comenzaron a subir rápidamente por las escaleras siguiendo la dirección que él señalaba. Como líder natural en ese momento, Leon guiaba a sus compañeros con confianza. La estrategia funcionó; lograron avanzar sin tropezar ni quedar atrapados.
En pocos minutos, llegaron al tercer piso. Astoria lo miró asombrada y le dijo:
—¡Eso fue increíble! ¡Nunca había visto algo así!
Lyon sonrió ligeramente y respondió:
—Lastimosamente… parece que esas escaleras sienten cuando los estudiantes pasan con facilidad. Como si les gustara hacernos sufrir un poco más.
Astoria asintió pensativa.
—Sí… parecen jugar con nosotros. Pero tú supiste leer el patrón y encontrar la forma de avanzar. Eso demuestra que no solo basta con magia; también hay que tener paciencia y observación.
Leon soltó un suspiro satisfecho y miró hacia adelante, preparado para enfrentar lo que viniera en esa clase de Encantamientos.
Al llegar al aula de Encantamientos, los estudiantes se quedaron sorprendidos al ver que el profesor Filius Flitwick estaba parado sobre su mesa, con una sonrisa amable y un brillo travieso en sus ojos. La sala ya estaba llena de estudiantes de Ravenclaw, que charlaban animadamente mientras esperaban el inicio de la clase.
—¡Adelante, por favor! —les indicó el profesor Flitwick con una voz alegre y enérgica.
Los alumnos entraron rápidamente, tomando asiento en sus lugares habituales. El pequeño profesor se levantó con gracia y se presentó ante todos.
—Soy Filius Flitwick, y hoy aprenderemos uno de los hechizos más básicos pero fundamentales en magia: el encantamiento levitatorio —dijo, haciendo una pequeña reverencia—. Con este hechizo, una bruja o un mago puede hacer que las cosas vuelen al agitar su varita. Es una gran forma de probar tu habilidad mágica, tu control de la varita y, sobre todo, tu paciencia.
Flitwick movió su varita con destreza y pronunció claramente:
—Wingardium Leviosa —mientras señalaba una pluma cerca a él. La pluma empezó a elevarse lentamente en línea recta, siguiendo el movimiento de su varita.
Luego bajó su varita y escribió en el aire con un dedo la pronunciación correcta del hechizo: Wingardium Leviosa. También demostró el movimiento correcto de la varita: un suave movimiento circular acompañado del gesto de "agitar y golpear" con la muñeca.
—Primero —dijo— practicarán solo el movimiento de la varita sin recitar todavía el hechizo. Solo concéntrense en hacer ese movimiento correcto.
Después de una hora practicando solo eso, comenzaremos a decir las palabras mágicas.
Los estudiantes comenzaron a imitarlo, moviendo sus varitas con cuidado para dominar el gesto. Algunos lograron hacer que pequeñas plumas flotaran unos segundos antes de que cayeran al suelo. Otros luchaban por mantener la concentración.
Tras aproximadamente una hora de práctica enfocada en el movimiento, Flitwick anunció:
—Muy bien, ahora intenten recitar el hechizo completo. Pero recuerden: ¡no olviden ese bonito movimiento de muñeca! ¡Agitar y golpear! Y también es muy importante pronunciar correctamente las palabras mágicas. No olviden lo que le pasó al mago Baruffio cuando dijo "ese" en lugar de "efe". Terminó tirado en el suelo con un búfalo en el pecho —añadió con una sonrisa traviesa.
Varios estudiantes intentaron repetir el hechizo varias veces. Algunos lograron levantar pequeñas plumas durante unos segundos; otros aún tenían dificultades. Sin embargo, después de unos minutos más, Leon y Astoria lograron hacer levitar sus plumas con éxito. Luna Lovegood también consiguió levantar su pluma sin problemas mayores.
A medida que pasaba el tiempo, más plumas comenzaron a flotar por todo el salón, creando un espectáculo colorido y divertido. El aula se llenó del sonido suave del viento provocado por las plumas moviéndose en diferentes direcciones.
El profesor Flitwick caminaba entre los alumnos ofreciendo consejos adicionales a quienes todavía no lograban controlar bien el hechizo. Finalmente, tras casi toda la clase practicando intensamente, todos lograron levitar sus plumas durante unos segundos.
—¡Muy bien! —exclamó Flitwick—. Han hecho un trabajo excelente hoy. Para nuestra próxima clase deberán escribir un ensayo largo sobre cómo funciona este hechizo y qué precauciones deben tener al usarlo. Recuerden: ¡la práctica constante es clave!
Al terminar la lección, los estudiantes salieron del aula felices y orgullosos por haber conseguido levitar sus primeras plumas mágicas.
Todos los estudiantes bajaron apresuradamente al primer piso, dirigiéndose al Gran Comedor para almorzar. La campana había sonado hacía unos minutos y el aroma de la comida llenaba el aire. Sin embargo, al llegar a la entrada del comedor, se encontraron con una sorpresa: el camino hacia sus mesas estaba bloqueado por un grupo de estudiantes que parecían muy interesados en algo.
Entre ellos, Colin Creevey, un alumno de primer año, estaba tomando fotos frenéticamente. Pero no era cualquier foto; apuntaba su cámara hacia Harry Potter y Gilderoy Lockhart, quienes estaban posando con una sonrisa exagerada para las cámaras. Colin no paraba de hacer clic, capturando cada momento.
De repente, Draco Malfoy gritó burlón desde atrás:
—¡Miren todos! ¡Potter va a repartir autógrafos! ¡Corran o no conseguirán uno!
Algunos estudiantes de Slytherin rieron con malicia. Colin le respondió sin dejar de disparar fotos:
—Solo estás… —pero fue interrumpido por alguien que levantó la voz con autoridad.
—¡Retírense de ahí! —gritó una figura imponente—. Solo estorban.