Ficool

Chapter 13 - El gran comedor

Todos voltearon a ver quién había hablado. Era Leon, que había avanzado con paso firme y ojos decididos. Había alzado la voz para despejar el camino.

A Lyon no le importaban ni Lockhart ni Harry Potter; su atención estaba en que nadie bloqueara su paso. Los estudiantes de Gryffindor lo miraron con molestia; algunos fruncieron el ceño porque esa serpiente parecía arruinarles su momento de diversión.

—¿Qué esperan? —volvió a decir Lyon—. Despejen el camino.

Colin, harto y nervioso, intentó seguir tomando fotos pero fue cortado por Leon:

—Solo unas fotos más y termino —dijo Colin con tono desafiante.

Leon lo miró fijamente y respondió sin rodeos:

—No me interesa. Aparta ese Creevey.

Colin se quedó paralizado unos segundos y luego soltó una carcajada nerviosa.

—Ya sé por qué estás molesto —dijo Colin con una sonrisa burlona—. Estás celoso de Harry Potter.

Leon frunció el ceño y le respondió con calma pero firme:

—¿Celoso de él? ¿Y tú quién eres para decirme eso? Además… ¿quién es Harry Potter?

Hubo un silencio incómodo en el Gran Comedor. Los estudiantes de Gryffindor se quedaron boquiabiertos o miraron con odio a Leon; algunos incluso murmuraban entre dientes. Los de Slytherin, en cambio, sonreían divertidos ante la escena.

Ron Weasley fue quien rompió el silencio:

—No sabes quién es él… ¿verdad?

Neville Longbottom asintió lentamente y añadió:

—Todos hemos oído historias sobre él desde que éramos pequeños. Fred nos contó que fue quien derrotó a aquel mago oscuro… ya sabes quién.

George también intervino:

—Es el mejor jugador de Quidditch más joven en toda la historia del torneo —dijo con orgullo.

Leon observó a Harry durante unos segundos y luego soltó una carcajada seca.

—No veo nada especial en él —murmuró con desdén.

El Gran Comedor estalló en susurros sorprendidos y algunos murmullos de indignación. Los estudiantes de Gryffindor lo miraban con odio; algunos apretaban los puños o fruncían las cejas en señal de rechazo. Los de Slytherin, en cambio, sonreían en diversión ante la confrontación.

Leon volvió a hablar, esta vez más alto y claro:

—Además, no me interesa lo que ustedes piensen. Apartense porque estorban.

Ginny Weasley no pudo aguantar más y gritó furiosa:

—¡Eres solo un envidioso! ¡Harry es mil veces mejor que tú! ¡Nunca llegarás a ser alguien!

Leon la miró fijamente y se burló con una sonrisa sardónica:

—No sabía que ya existieran los lamebotas por aquí.

El silencio cayó por unos segundos mientras todos procesaban las palabras duras del Slytherin. La tensión era palpable; algunos chicos de Gryffindor estaban listos para responderle, pero otros simplemente se quedaron callados, sorprendidos por su actitud desafiante.

Todo parecía a punto de estallar en una pelea. Los rostros de los estudiantes estaban tensos, y las palabras de Lyon habían encendido una chispa que amenazaba con convertirse en un incendio. Fred y George Weasley estaban furiosos, sus ojos brillaban con rabia al ver cómo Lyon había insultado a su hermana Ginny. La situación se volvía cada vez más peligrosa.

De repente, la puerta del Gran Comedor se abrió de golpe y apareció la profesora McGonagall, con su expresión severa y su varita en mano. Con pasos firmes, avanzó hacia el centro del salón y levantó la voz:

—¡Basta! ¡Todos dispersados ahora mismo!

En un instante, los estudiantes comenzaron a alejarse, algunos lanzando miradas de reproche o miedo. La tensión se disipó rápidamente, dejando solo ecos de murmullos y susurros.

Lockhart, que hasta ese momento había estado sentado tranquilamente en la mesa de profesores, actuó como si no hubiera visto nada. Se enderezó con una sonrisa forzada y empezó a arreglarse las ropas, fingiendo indiferencia.

Mientras tanto, Lyon se sentó en su lugar con tranquilidad. Comió su almuerzo sin prisa, como si nada hubiera pasado. A su lado, Astoria le contó en voz baja:

—Desde niños hemos oído historias sobre Harry Potter… dicen que es el niño que vivió. Todos crecemos escuchando esa historia.

Draco Malfoy intervino en la conversación con una sonrisa arrogante:

—Sí, san Potter. Gracias a su fama de niño que vivió, entró al equipo de Quidditch desde muy joven. Además —añadió con tono burlón—, McGonagall y Dumbledore parecen tener una debilidad por él. Como muchos otros profesores.

Leon frunció el ceño y preguntó:

—¿Y qué más?

Draco continuó:

—Solo ganó a Slytherin en Quidditch porque tenía el último modelo de escoba… pero las cosas serán diferentes ahora.

Crabbe y Goyle sonrieron satisfechos ante esas palabras; parecía que compartían esa misma opinión.

Pansy intervino entonces con un tono crítico:

—El año pasado, el director nos regaló puntos en el último momento. Nosotros éramos los verdaderos ganadores —dijo con desdén—. Pero él rompe las reglas y les da puntos a los demás. No es justo. Y encima ni siquiera es el mejor alumno; es promedio. En Pociones casi iguala a Logbotton.

Leon escuchaba atentamente todas esas quejas sobre Harry Potter y Dumbledore, claramente molesto por lo que consideraba sabotajes contra su casa y sus compañeros.

Mientras tanto, algunos estudiantes murmuraban entre sí acerca del favoritismo evidente hacia Harry Potter por parte del profesorado. La sensación general era que las reglas parecían cambiar según quién fuera el protagonista del día.

El ambiente seguía cargado de tensión y resentimiento, pero McGonagall mantenía firme su autoridad para evitar que todo terminara en un enfrentamiento abierto.

Justo cuando parecía que la tensión en el Gran Comedor comenzaba a disiparse, se escuchó el característico sonido de las lechuzas. Sus alas batían suavemente mientras volaban por el aire, portando cartas, paquetes y periódicos. La emoción volvió a invadir a los estudiantes al ver cómo cada uno recibía noticias de sus familias: cartas llenas de cariño, paquetes con regalos olvidados, pedidos especiales o simplemente el periódico El Profeta.

Pero entre todos esos mensajes, una lechuza en particular llamó la atención de todos. Era grande y de plumas blancas y grises, y llevaba un sobre rojo brillante atado a su pata. La criatura se estrelló contra la mesa de Gryffindor con un golpe seco, haciendo que todos se volvieran hacia ella sorprendidos.

—¡¿Qué demonios?! —exclamó Ron Weasley, viendo cómo la lechuza agitaba sus alas frenéticamente antes de soltar el sobre.

De inmediato, alguien gritó:

—¡Ron ha recibido un vociferador!

Y en ese momento, comenzó una serie de gritos provenientes del otro lado del comedor. Una voz femenina fuerte y llena de ira resonó en toda la sala:

—¡ROBAR EL COCHE! ¡NO ME HABRÍA SORPRENDIDO QUE TE HUBIERAN EXPULSADO! ¡ESPERA A QUE TE ATRAPE! —la voz era claramente la de una mujer angustiada y furiosa—. ¡NO SUPONGO QUE TE HAYAS PARADO A PENSAR EN LO QUE PASAMOS TU PADRE Y YO ANOCHE CUANDO VIMOS QUE SE HABÍA IDO!

Todos los ojos se dirigieron hacia la mesa de Gryffindor. La voz continuó con tono acusatorio:

—¡Carta DE DUMBLEDORE ANOCHE! Pensé que tu padre moriría de vergüenza. ¡No nos criamos para comportarnos así! Tú y Harry podrían haber muerto.

La tensión en el ambiente creció aún más. La multitud contenía la respiración mientras la voz seguía resonando:

—¡Absolutamente disgustado! Tu padre se enfrenta a una investigación en el trabajo… Es completamente tu culpa. Y si vuelves a meter otro dedo del pie en esa forma, te traeremos directamente de regreso a casa.

Por unos segundos, todo quedó en silencio. Parecía que esa mujer había sido identificada como la madre de Ron Weasley. La intensidad emocional era palpable; algunos estudiantes miraban con asombro o incomodidad.

Luego, la misma voz bajó su volumen hasta volver a un tono normal y dijo con cierta ternura:

—Ah, y querida Ginny… felicidades por entrar en Gryffindor. Tu padre y yo estamos muy orgullosos.

Las risas de burla no se hicieron esperar, alegrando mas el habiente tenso del gran comedor.

 

 

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