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Chapter 10 - Cap 10 - El Diablo en los Detalles: Una Historia de Supervivencia y Traición

Este fanfiction se actualiza primero en Wattpad —> 2-3 capítulos por semana —> En Wattpad, está hasta el capítulo 36 —> Al principio puede resultar extraño, pero a medida que avanzan los capítulos, la calidad mejora significativamente. Por ejemplo, el capítulo más reciente: 36 —> Fanfiction en español en ambas plataformas —> Enlace de Wattpad si quieres ir en la sipnosis.

...

[Cambio de POV: ???]

¿Alguna vez has pensado o creído en el infierno? Si no, bueno... yo sí. Pensé en él, creí en él, y ahora llevo meses viviendo en él.

No siempre fue así. El mundo era normal. Yo era normal: una persona más en el mundo que vivía su vida a su manera. Ahora sigo viviendo a mi manera, pero no para sobrevivir en un mundo normal y llegar vivo al final del semestre de la universidad. Ahora sobrevivo para no convertirme en comida o en el juguete roto de alguien más.

Todo comenzó cuando algún tipo de virus se propagó por el país, desatando un infierno en las calles con gente comiéndose a otra. El ejército se movilizó para intentar contener la ola, pero al final cayó, y con su caída, esas cosas ganaron. No había nada que las detuviera.

En ese momento, yo estaba viendo las noticias en mi casa cuando todo estalló. Recuerdo claramente el momento en que transmitieron un video en vivo—periodistas siendo desgarrados por el estómago, devorados desde la cara—todo en directo. Eso confirmó que nada era una broma.

Al principio, mi ciudad—la más cercana a Atlanta, donde se originó todo—fue sellada. Nada entraba, nada salía. Nos ordenaron no salir de casa hasta que se resolviera la situación. La mayoría obedeció; nadie quería ser comido, y yo era uno de ellos. A los que les valió y se fueron... bueno... nunca más se supo de ellos.

La primera semana de cuarentena fue tolerable. Antes de que todo colapsara, había ido a comprar y estaba bien surtido. Pensé que todo terminaría rápido y volveríamos a nuestras vidas. Pero en algún momento, un infectado entró—o quizás ya estaba aquí—y comenzó una masacre, arrastrando consigo a muchos más convertidos por él.

Para entonces, el internet ya llevaba dos días caído, y la luz se fue durante el alboroto y nunca volvió. Era de día cuando sucedió el brote dentro de la urbanización, así que muchos tuvieron tiempo de bloquear todas las entradas a sus casas. Yo no fui la excepción.

Aquellos que vivían en casas a nivel de suelo, por así decirlo, tuvieron que activar el turbo; la muerte podía llegarles primero debido a la facilidad de acceso. Los que vivíamos en departamentos, especialmente en pisos superiores, lo tomamos con más calma. Obviamente, no me fui a dormir y desperté dos días después para sellar el departamento. Bloqueé la puerta con un sillón, me tomé un vaso de agua, y me fui a descansar pensando que se resolvería rápido.

Qué pensamiento más idiota.

Por la noche, me desperté para orinar. Afuera, las sirenas sonaban sin cesar y las explosiones retumbaban en todas direcciones. Sonaba como un campo de guerra. Salí corriendo de la habitación y me dirigí hacia la pequeña zona para tender la ropa. Al abrir la puerta, vi el edificio de enfrente envuelto en llamas. La gente caía desde sus ventanas al suelo, pero luego se levantaban como si nada, moviéndose de manera extraña, aturdidos. Debido a la oscuridad, no podía ver bien, pero ver cómo se levantaban incluso después de caer de varios pisos, o cómo se arrastraban de manera antinatural, me dejó claro que nada era normal.

Dondequiera que mirara, había caos. Regresé adentro, me senté en el sofá restante y miré al techo. En ese momento, solo pude pensar: ¿Cuándo se fue todo a la mierda? Hace unas semanas, todo iba bien. Y de un día para otro, estalló un campo de guerra. Esa noche, no pude volver a dormir.

...

La mayor parte de la comida que tenía era carne, pero se echó a perder por la falta de electricidad. Solo me quedé con las verduras y algo de fruta. Me las arreglé con lo que tenía durante unos días, pero llegó un momento en que se acabó y tuve que salir. De lo contrario, me moriría de hambre, y no quería eso.

Caminé con cuidado por las calles, yendo a tiendas y supermercados cercanos, pero todo estaba vacío; solo quedaban cosas que no necesitaba. Tuve que ir más lejos, y en algún momento, me topé con un grupo de supervivientes. Me ofrecieron unirme a ellos, y viendo cómo estaban las cosas, pensé que era mejor estar acompañado que solo.

Fui con ellos y me llevaron a un grupo de quince personas—dieciséis conmigo. Siete mujeres, cinco hombres, dos niños y una niña. Entre ellos, una familia y una madre soltera; los demás estaban solos. Era un grupo extraño. En las películas, los grupos de supervivientes siempre son amigos o se vuelven cercanos con el tiempo, pero estos no; como mucho, eran conocidos que se llevaban bien.

Estuve con ellos por un tiempo, y nada fue diferente. Todo consistía en salir, buscar provisiones y regresar al mini campamento que teníamos. Para no arriesgar vidas, siempre salían dos hombres primero a revisar si había algún peligro. Pero en una salida, uno de los dos murió, y por una maldita moneda—literalmente, la echamos a suertes—tuve que reemplazarlo.

Éramos todos de la ciudad, pero en nuestra zona ya no había nada que tomar, así que tuvimos que salir hacia otras áreas. En mi primera salida de reconocimiento, me encontré accidentalmente con otro grupo. Ellos, al igual que nosotros, eran saqueadores. La diferencia fue que el grupo en el que yo estaba no le hacía daño a nadie, pero estos... estaban arrastrando el cuerpo de mi compañero como si fuera un muñeco de trapo barato atado a una cuerda. Su cara estaba hinchada y morada, con varias partes rotas y le faltaban dientes.

Todos llevaban armas grandes y se reían como locos. Me asusté; intenté retroceder, pero tropecé con algo y caí de espaldas. En el proceso, hice ruido, y al momento, me rodearon. Eran cuatro. Tres de ellos se acercaron y me apuntaron. El último, que claramente era el líder, se acercó lentamente con una sonrisa desagradable. Se paró a mi nivel y me escupió. Su sonrisa nunca abandonó su rostro mientras me miraba como si fuera la mayor mierda del mundo. Luego puso su mano sobre mi hombro—un agarre firme, casi doloroso—y señaló a mi compañero.

"Él es tu socio, ¿verdad?".

Me quedé helado de miedo, pero un fuerte apretón en mi hombro me hizo reaccionar y asentir con la cabeza.

"Ya veo... eso es bueno. ¿Pero cómo te lo explico?... ¡Ah!... ya lo sé. Ves su cara... sí, la que parece una mierda... bueno... nosotros... te haré algunas preguntas y espero que, a diferencia de él, sí respondas. ¿Está bien?".

El tipo se rascó la barbilla y luego se dio un golpe en la palma, como si acabara de tener una idea brillante. Luego señaló a mi compañero y, con una sonrisa aún más amplia, finalizó.

Asentí salvajemente, y el hombre sonrió aún más, dándome unas palmaditas en el hombro como si fuéramos viejos amigos.

"Qué genial, chico. Me gustas. ¿Qué te parece? ¿Te unes a nosotros? Estábamos buscando un nuevo amigo de aventuras, y si aceptas, puede que salgas con vida. ¿Qué te parece? No es un mal trato; yo aceptaría".

Me ayudó a levantarme y me rodeó el cuello con el brazo, en un gesto que pretendía ser camaradería pero que solo transmitía opresión. Me guió hacia donde yacía mi compañero, que me miraba con una mezcla de odio y desprecio.

"Pero necesito hacerte un examen. Si apruebas y respondes bien, podrás unirte a la familia".

Sacó una pequeña pistola y me la entregó en la mano. Mis dedos temblaban al contacto del metal frío.

"¿Qué haces con esto?, te preguntas... Ves la cabeza de ese tipo. Quiero que se la vueles. Solo jala el gatillo, y la bala hará lo demás. Mira... no es difícil". Se encogió de hombros con indiferencia.

¡Este tipo está loco!

Mi frente empezó a sudar profusamente, y la mano que sostenía el arma tembló de manera incontrolable. Sentí algo frío y metálico en la parte posterior de mi cabeza; miré hacia atrás y vi el cañón de otra pistola apuntando directamente entre mis ojos. "No necesito maricones en mi grupo. Así que decide: él... o tú...".

Sin darme cuenta, casi por reflejo, levanté la mano y apunté hacia el suelo donde yacía mi compañero. Miré rápidamente hacia él cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo. Él simplemente me miró con un desprecio absoluto, y sudé aún más.

"Eso es todo... ahora dispara".

Escuché el clic distintivo del seguro siendo liberado detrás de mi cabeza, y mi rostro debió ponerse aún más pálido. Cerré los ojos y me disculpé internamente, luego, apretando con fuerza el agarre, apreté el gatillo...

...Nada. El arma estaba descargada.

"....¡Eres un hijo de puta muy grande! ¡Ver que estás dispuesto a disparar a los tuyos!... Eres una mierda...".

El líder extendió la mano y tomó el arma de mi mano. Caí de rodillas, aliviado y devastado al mismo tiempo. En ese momento, entendí que casi había matado a una persona... mi mente se quedó en blanco hasta que el hombre se acercó a mi compañero, quien me miraba con la expresión que el tipo había descrito: como el hijo de puta y la mierda que era.

"No podía arriesgarme a que me metieras un tiro en la cabeza a mí o a los demás, hijo... pero no te preocupes, ya me mostraste de qué estás hecho...".

¡BANG...!

El disparo resonó en el silencio del lugar. Mi compañero se desplomó, y yo me oriné los pantalones.

"Ahora te haré algunas preguntas... me gustas... no quiero matarte... pero... eso no depende de mí... sino de ti. Si no respondes lo que quiero... entonces... ¿Dónde están los demás? ¿Cuántos son? ¿Qué armas tienen? Responde, y podrás vivir un día más. Nada difícil...".

Una vez más, fui un cobarde. Y hablé.

...

Meses, años... dejé de contar el tiempo en este infierno. Desde el momento en que me uní a este grupo, hice todo lo posible por seguir con vida. Fui testigo de lo que le hacían a los más débiles. Los hombres capturados hacían el trabajo sucio y eran carne de cañón. Las mujeres... a veces pienso que tal vez fue mejor para mí morir esa vez... pero mi cobardía no lo permitió entonces, y no lo permite ahora. Nunca participé activamente en sus "juegos", pero los veía, los oía. A veces, quería dispararles a todos mientras estaban distraídos en sus porquerías, pero el miedo—siempre el maldito miedo—no me dejaba.

Los cuatro que me reclutaron se convirtieron en mis compañeros, como dijo el hombre. Él era el líder de todo el grupo, y su palabra era ley. Comencé a viajar con ellos. Saqueando, infiltrándome en pequeños grupos y, cuando menos lo esperaban, los traicionaba igual que con los demás. Hice muchas cosas para sobrevivir. Cosas de las que no estoy orgulloso.

Y hoy fue lo mismo.

En una búsqueda en áreas más alejadas de la ciudad, encontré rastros de un grupo que no era el nuestro y se lo informé al jefe. Íbamos camino a comprobarlo cuando nos topamos con un hombre rubio y una niña de no más de doce o trece años. Estos cuatro nunca dejarían pasar una oportunidad para "liberarse". Solo podía lamentarme por esos dos. Otro infierno se iba a desatar, pero esta vez, no como yo lo creía.

"JAJA... mira eso, Randall... premio doble, JEJE....".

El comentario burlón del líder, seguido de risas cómplices, selló el destino de aquellos dos desgraciados. Y yo, una vez más, no haría nada para evitarlo. Porque en este infierno, solo los cobardes sobreviven.

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