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Ese mismo día por la noche, el ambiente en la granja era inusualmente liviano. Todos se habían reunido alrededor de una fogata para celebrar el regreso de Sofía. Habían encendido una parrilla de carbón y asaban la carne de un venado que habían cazado. El rubio, sin embargo, era el único que permanecía algo apartado, recostado contra un árbol en la periferia del claro. Sostenía una cerveza a medio beber que le habían ofrecido, y observaba con una mezcla de curiosidad y desconcierto la escena de alegría colectiva.
No lograba comprender cómo podían bajar la guardia con tanta facilidad. Aunque entendía la felicidad por el retorno de Sofía, eso no justificaba la completa falta de vigilancia. Por ejemplo, el viejo francotirador-que debería estar en un punto alto, escaneando los alrededores-estaba comiendo venado tan campante, sin un ápice de preocupación.
¿Cómo demonios siguen vivos?, se preguntó Naruto mentalmente. No solo no cubrían sus huellas, sino que su protocolo de seguridad era casi inexistente. Aun así, una parte de él-a regañadientes-comprendía la necesidad de estos respiros, de estos momentos de normalidad robada en un mundo que se había vuelto un infierno. Claro que lo entendería mejor si al menos estuvieran detrás de unos muros altos.
Los observó una última vez y cerró los ojos. Estas reuniones, estas celebraciones de cualquier pequeña victoria, siempre lo habían incomodado profundamente. No era culpa suya; se había criado en la marginación. Aunque no era el Naruto original, había vivido la misma soledad, el mismo rechazo. Estaba acostumbrado a la compañía de su propia sombra. Verse ahora rodeado de un grupo de personas felices, ruidosas y despreocupadas le producía una sensación de desapego, de no pertenencia.
Había acogido a Sofía como se acoge a un cachorro abandonado en la calle: porque no tenía nada mejor que hacer y porque ella era una sola persona, una niña que necesitaba ayuda. Una carga manejable en su mundo normalmente solitario.
Abrió los ojos al percibir pasos acercándose. Era el Sheriff, Rick, con un plato de comida en una mano y una vela encendida en la otra, dirigiéndose hacia él con una sonrisa que pretendía ser amistosa pero no ocultaba del todo la cautela.
"No eres de los que les gusta estar rodeado de mucha gente, ¿verdad?", le dijo Rick, deteniéndose a unos metros de distancia.
"No mucho", admitió el rubio. "Prefiero verlos que participar con ellos... Rick, ¿verdad?... Sin ofender, pero tu grupo es un poco ingenuo"
Rick, que se había sentado a su lado y comenzado a comer tranquilamente una tira de carne, se detuvo. Miró al rubio, luego al grupo que celebraba, y finalmente soltó una risa baja, casi para sí mismo, antes de continuar comiendo.
"Sí... no lo puedo negar", reconoció. "Pero eso es lo que los mantiene como son, y no como salvajes tratando de sobrevivir a cualquier costo... Como Sheriff, he visto muchas cosas. Tal vez no las peores, pero suficientes. Sé que un mundo sin ley es un paraíso para los delincuentes que siguen vivos, eso lo sé bien. Pero aun así... cuando miro a esta gente... me doy cuenta de que todavía hay personas buenas. Grupos que intentan sobrevivir de manera justa. Y espero que este grupo siga así... No sé qué haría si viera a mi hijo saqueando a otros"
El rubio escuchó en silencio, sin interrumpir. Su mirada se paseó por el grupo: Sofia sonriendo junto a su madre (Carol), un niño pálido-Carl, supuso-intentando jugar con ella bajo la atenta mirada de su propia madre (Lori); el chico asiático (Glenn), el viejo francotirador (Dale) y el hombre de color (T-Dog) conversando animadamente; una chica de cabello semirrubio (Andrea) con una sonrisa triste observando la felicidad ajena. Un poco más allá, en la casa, distinguió a otro grupo-los dueños de la granja, los Greene-comiendo en una mesa exterior y observando a los recién llegados con visible reticencia. La única excepción parecía ser Maggie, la hija de Hershel, que lanzaba miradas furtivas a Glenn.
"Tampoco veo nada malo en celebrar", concedió el rubio finalmente. "Pero al menos debería haber un vigía, especialmente de noche"
Rick asintió, reconociendo el error tácitamente. Se prometió a sí mismo no volver a descuidar eso.
"Por cierto...", prosiguió Rick. "¿Piensas quedarte? Si es así, tendrás que hablar con Hershel. Él es el dueño de la finca y apenas logramos que nos dejaran quedarnos mientras mi hijo se recupera... pero no sé si a ti te permitirá quedarte"
El rubio analizó sus palabras por un momento, su mirada evaluadora posándose en el anciano Hershel, quien comía tranquilamente con su familia, también aparentemente ajeno a cualquier peligro exterior. Suspiró internamente. ¿Con qué clase de gente me he topado?
"Creo que iré a hablar con el viejo", dijo, levantándose. "Fue un placer hablar contigo, Rick"
Rick se puso de pie también.
"Igualmente... por cierto, Hershel es un poco, umm... ¿cómo decirlo?..."
"¿Cabeza dura?", intervino el rubio con una leve sonrisa.
"Bueno... no lo diría así... pero sí. Es un poco DIFÍCIL. Y si quieres quedarte, tendrás que tener cuidado al hablar, si no quieres que saque la escopeta, claro"
"Jeje... entonces seguiré tu consejo"
La breve conversación terminó. El rubio se dirigió hacia la casa principal con paso decidido, mientras Rick regresaba con su familia. Al rubio no le importaba si interrumpía o no la cena del anciano. Tenía que establecer su posición, y lo haría ahora.
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