Ficool

Chapter 32 - Futuro indeseable.

Max caminaba entre árboles. Por alguna razón, era de noche. Solo el brillo distante de las estrellas iluminaba el sendero, mientras las sombras crecían bajo la maleza.

A medida que avanzaba, llamas brotaban del suelo, encendiendo una angustia que lo obligó a correr con desesperación.

Al llegar a un claro rodeado de fuego, se encontró con una figura imponente, de espaldas. El ser tenía rasgos híbridos: una mezcla de hombre lobo, simio y león. Su identidad era confusa, distorsionada por la luz oscilante de las llamas.

—La forma de Gouron… —murmuró Max, retrocediendo, en guardia.

La criatura se giró. Sus ojos irradiaban maldad. Lentamente, su cuerpo adoptó una forma más humana, aunque conservaba partes del pelaje, músculos marcados y una cabellera salvaje.

—No… —exhaló Max, paralizado—. No puede ser… el peor de los escenarios… la reencarnación de la mente de G…

Pero antes de poder reaccionar, el ser lo atravesó con un golpe directo al pecho.

Max despertó de un salto. Sudoroso. Agitado. Respirando como si hubiera corrido una maratón en medio del infierno.

—Era Gouten… —murmuró, llevándose una mano a la boca—. No hay duda… era Gouten…

Se quedó en silencio unos segundos, procesando lo que había visto.

—Todo va a salir mal si no le enseño a dominar el instinto… desde ya mismo.

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Golpes fuertes retumbaron contra la puerta de la casilla, arrancando a Gouten y Oliver de su sueño.

—¿Qué…? —murmuró Gouten, aún con los ojos entrecerrados, mientras se levantaba.

Con pasos descalzos, se acercó a la puerta, retiró el seguro y la abrió. Pero apenas giró el picaporte, una mano firme lo sujetó de la muñeca.

—¿¡Eh!? ¡Oye! —exclamó, sobresaltado—. ¡¿Qué rayos, Max?!

—¡Arriba, vagos! —ordenó Max con tono severo, entrando como un vendaval—. Oliver, vas a entrenar con Baldur.

Giró entonces hacia Gouten, y su mirada se volvió aún más seria.

—Y tú entrenarás conmigo… para dominar el instinto salvaje que despierta esa cola.

Gouten alzó una ceja, confundido… y divertido.

—¿Te das cuenta de lo raro que suena todo eso de "la cola"? —preguntó, conteniendo una risa.

Max lo fulminó con la mirada.

—¡Deja las estupideces y sígueme!

Oliver vio cómo Max se alejaba, arrastrando a Gouten con él, y lo dejaba solo en la habitación.

—Qué extraño… —murmuró, aún con los ojos pesados por el sueño.

Poco después, se presentó en la casa principal. Abrió la puerta y caminó hasta la cocina, donde se encontró a Baldur y Hanabi en pleno desayuno.

—Buenos días… —saludó con voz adormilada.

—Buenos días —respondieron al unísono el abuelo y la nieta.

—¿Y Gouten? —preguntó Baldur, levantando una ceja.

—Se fue a entrenar con Max —respondió Oliver con naturalidad.

—¿Pero sin desayunar? —replicó el anciano.

—Supuestamente el entrenamiento requiere estar en ayuno…

—Ustedes sí que son curiosos… —comentó Baldur, volviendo a sorber su té.

—¿Qué entrenamiento? ¿Por qué en ayuno? ¿De qué están hablando? —interrumpió Hanabi, inclinándose hacia ellos con los ojos brillando de curiosidad.

Baldur se atragantó con el té, mientras Oliver comenzaba a zapatear nerviosamente, comprendiendo que quizás había dicho de más.

—Gouten y Max están… más atrasados que Oliver —improvisó Baldur, desviando la mirada—. Y necesitan practicar en ayuno para no vomitar durante el… entrenamiento extremo que van a tener.

—¡¿Entonces por qué yo estoy desayunando!? ¡No quiero quedarme más atrás! —protestó Hanabi, poniéndose de pie sobre su silla.

—Tú no necesitas el ayuno —contestó Baldur rápidamente, levantando las manos como si calmara a una fiera—. Empezaremos con calma… Más aún contigo, que todavía no conoces lo que es una práctica real.

Hanabi frunció el ceño, desconfiada. Baldur solo suspiró, mientras retomaba su taza, decidido a cambiar de tema antes de que lo acorralaran aún más.

—¿Por qué tengo que entrenar sin desayunar? ¿Qué sentido tiene eso? —preguntó Gouten, mientras seguía a Max por un sendero escondido del bosque.

—¿Qué hace un animal cuando tiene hambre? —le respondió Max, sin dejar de caminar, lanzándole una mirada por sobre el hombro.

—Qué pregunta estúpida… —bufó Gouten—. Obvio que busca comida.

—Puedes quejarte todo lo que quieras —dijo Max con tono sereno, casi filosófico—. Pero escúchame bien, Gouten. Nosotros, los Senkaynes, somos animales. Bestias. Guerreros salvajes… El objetivo de este entrenamiento no es hacernos más fuertes. Es aprender a controlar la cola. Reprimir lo salvaje. Dominarlo… y usarlo a voluntad.

Gouten lo miró, esta vez con algo más que simple fastidio.

Entonces, Max se detuvo.

En un instante, sus pupilas se tornaron rojo carmesí, su musculatura se tensó, y sus colmillos se alargaron con una ferocidad latente. A pesar de todo, su respiración seguía controlada. Sus ojos fijos. Su voz, estable.

—Esto… es la Furia Kyodaina. Un símbolo de nuestra bestia… controlada.

—Wow… —exhaló Gouten, sin poder apartar la vista.

—Un momento… —interrumpió Gouten, frunciendo el ceño—. Tú fuiste el primero que peleó contra Gorgo hace cuatro años… ¿por qué no usaste la Furia Kyodaina?

Max guardó silencio por un segundo. Luego desvió la mirada al suelo y respiró hondo.

—Fui arrogante —admitió—. No aceptaba que Gorgo fuera un igual… o incluso superior a mí. Pensé que lo dominaría sin necesidad de usar todo mi poder. Y cuando por fin acepté que debía liberar la furia… fue demasiado tarde. Me inyectaron un sedante y caí.

Gouten abrió los ojos, sorprendido. Max levantó la mirada y se acercó.

—Prométeme que no cometerás ese error. Gorgo, Baldur… y muchos otros son la prueba viva de que los humanos no son inferiores a nosotros.

—¿Recuerdas cuando te dije que eras más fuerte que un hombre promedio? —continuó Max, con voz firme—. Olvida eso. Bórralo de tu cabeza. Hoy por hoy, eres igual… o incluso menos. No te lo digo para rebajarte, sino para que seas cauto. Tu arrogancia a veces se desborda… y esa actitud podría jugarte muy en contra.

—Sí… —murmuró Gouten, impresionado—. ¿Cuándo empezamos?

—Esa es la actitud —respondió Max con una sonrisa leve.

—Baldur ya te enseñó lo básico sobre el dominio del Ki —comenzó a explicar mientras caminaban—. En Terra, entrenábamos mientras lidiábamos con el hambre, concentrando el flujo de energía a lo largo de la cola… porque en nuestro orgullo, meditar era para débiles. Pero ahora dejaremos ese orgullo de lado. Tal vez encontremos un camino más… eficiente.

—Literalmente, nuestros entrenamientos con Baldur eran solo meditación… aunque no sé cómo sería hacerlo con hambre —confesó Gouten.

—¿Recuerdas lo que dijo Oliver? Sobre la esfera dorada y blanca que vio durante la meditación…

—Sí, pero… yo nunca vi ninguna esfera cuando meditaba.

—Baldur explicó que la esfera dorada representa una conexión pura con el Ki —continuó Max—. Pero nosotros, los Senkaynes, nacemos con un control natural. Somos criaturas creadas para la guerra. No necesitamos encontrar la esfera dorada.

—¿Entonces Oliver no dominaba el Ki hasta su pelea con Gorgo?

—Exacto —asintió Max—. Pero ese no es tu caso. En tu meditación no verás una esfera dorada, sino una esfera roja. Ese será tu objetivo: encontrarla… y atraparla.

—¿En serio hacían eso mientras peleaban?

—Sí. Llevábamos el cuerpo al límite, obligándonos a adquirir el poder a la fuerza… mientras alguien intentaba matarnos. Pero ahora, meditando, tu mente será libre para enfocarse en encontrarla… sin un idiota golpeándote hasta matarte.

Gouten sonrió con alivio.

—Agradezco el cambio.

Baldur y Hanabi se encontraban sentados sobre dos troncos cortados, con los ojos cerrados, inmóviles. La respiración de ambos era suave, constante. El silencio del bosque acompañaba la escena como una melodía muda.

Tal como lo hicieran Oliver y Gouten el primer día, ahora era el turno de Hanabi.

—Abuelo… —susurró la niña sin abrir los ojos—. ¿Qué es lo que debo encontrar con los ojos cerrados?

—Lo sabrás cuando lo veas —respondió Baldur con serenidad, su tono tan firme como compasivo.

A unos metros de allí, Oliver practicaba por su cuenta. Repetía con precisión las posturas del estilo "Shorin-Ryu", su tercer estilo bajo la guía del maestro Baldur.

—Maestro… —llamó Oliver con voz baja, respetando la atmósfera de meditación—. Perdón por interrumpir el silencio, pero… ¿cómo cree que voy?

—Siendo sincero, Oliver… —respondió Baldur sin abrir los ojos—. Aprendes los estilos con gran velocidad… eres como una esponja. Podría comenzar a enseñarte un cuarto estilo ahora mismo… pero no voy a adelantar el entrenamiento sin Gouten presente.

—Ya veo… —murmuró Oliver, bajando un poco la mirada, pero aceptando la respuesta con calma.

—Pero podrías perfeccionar los estilos que ya dominas —añadió Baldur con serenidad—. Practicar su refinamiento nunca está de más… incluso meditar. Intenta encontrar tus propios métodos para entrenar… forjar un estilo propio.

—¿Un estilo propio…? —repitió Oliver en voz baja, pensativo—. ¿Cómo se hace eso…?

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