Ficool

Chapter 36 - lado bestial.

No hubo tiempo para contemplar nada.

Con una velocidad imposible, el ser que antes fue Oliver arrastró a Richarzon por el suelo, dejando surcos en la tierra, hasta destrozar el tronco de un árbol con su espalda.

El impacto hizo crujir sus huesos; un chorro caliente de sangre escapó de sus labios en un tosido seco.

Oliver alzó la mirada al cielo y soltó un rugido que partió el silencio de la noche.

—Mierda… esto es malo… —murmuró Richarzon, ahogado en dolor. Arrastrándose para alejarse de la Bestia que ahora lo acechaba.

Gorgo embistió a la Bestia, y ambos chocaron con los restos del automóvil. Al despegarse, fragmentos de cristal yacían incrustados en la espalda de Oliver. Sin inmutarse, la criatura le encajó un golpe seco en el casco, reventando el metal como si fuera plástico.

La grieta provocada permitió a la retina de Gorgo ver directamente fuera del casco, cambiando el curso de la batalla.

Su ojo se abrió sorprendido; su mente se dividía. Tenía el impulso de seguir atacando, pero él se negaba.

El momento de duda fue compensado por otra arremetida de Oliver, quien rugió, regalándole un impacto que terminó de hacer añicos el casco.

El impulso se perdió con la ruptura total del casco, que liberó a Gorgo por completo del traje Handling.

Gorgo se quedó paralizado al verse cara a cara con la criatura frente a él. Recién había vuelto a su cuerpo y estaba frente a algo espeluznante.

—¡Gorgo! ¡Sal de ahí! —le exigió Richarzon desde el suelo, provocando que su amigo reaccionara justo a tiempo, agachándose para evadir por centímetros un tercer zarpazo de Oliver.

Agarró a Gorgo por los hombros, clavándole las garras de los cinco dedos en cada uno y trepando su cuerpo.

Solo se escuchó un gruñido de dolor de Gorgo, quien vio cómo la Bestia abría grande la boca, dejando ver cómo su garganta se iluminaba.

Cada parte de su cuerpo le gritaba: "¡Peligro!".

Pudo responder rápido con un cabezazo, justo en la nariz del ser.

Richarzon se colgó de los hombros del monstruo y lo atrajo al suelo de un tirón.

La criatura rodó sobre el suelo, enroscando su cola en el tobillo de Richarzon, un movimiento fuerte que bastó para desplomarlo.

Oliver saltó; sus ojos carmesí brillaron en el cielo mientras descendía para golpear a Richarzon en el suelo.

El puño del monstruo impactó de forma repentina contra otro, logrando provocar el retroceso de Oliver.

—¡Oliver, escúchame...! —le gritó una voz joven—. ¡Soy yo! ¡Max, tu hermano! —

Max y Baldur habían llegado al lugar gracias al escándalo provocado, enterándose de todo a medida que se acercaban.

Gorgo ayudó a Richarzon a ponerse de pie, ambos observando cómo los ojos de Max eran del mismo color que los de Oliver.

Max estaba usando el modo Kyado para hacerle frente a la descomunal fuerza que Oliver había adquirido en su forma de Gouron.

—¡Señor Baldur, usted corra! ¡Evite que se lleven a Hanabi! —le exigió Max.

—¡Yo me encargo de Oliver! —respondió Baldur, asintiendo agradecido.

Se elevó en el aire, echando vuelo para seguir al auto que se llevaba a su nieta.

—¡Oliver! ¡Contrólate! —le exigió Max—.

—¡Contrólate antes de que provoques un desastre...!

Los ojos de Oliver miraban fijamente a Max, con una furia grabada en la retina.

Oliver se lanzó al ataque, pero fue recibido por el puño de Max en medio de la cara. Lo agarró de la muñeca, lo atrajo unos centímetros y le metió un codazo en el pecho.

Oliver reculó con gruñidos secos, mientras Max le propinaba un golpe en cada oreja, provocándole un dolor ensordecedor.

—¡Oliver! ¿¡Me escuchas!? —le preguntó Max, con voz tensa—.

Pero solo recibió un grito como respuesta.

Max tragó saliva y titubeó, sintiendo el peso de la situación.

Oliver gruñó con fuerza y lanzó otro grito. El vidrio incrustado en su espalda salió disparado, acompañado de hilos de sangre que se secaron antes de caer al suelo, evaporados por el calor que desprendían.

Las heridas se cerraron con facilidad, lo que provocó un impacto inmediato en Max.

—Se supone que la forma de Gouron no puede dar regeneración al usuario… —murmuró, incrédulo.

La garganta de Oliver se iluminó. Un rugido ensordecedor liberó un poderoso rayo de energía que Max tuvo que evadir a toda prisa. El rayo fulminó gran parte del bosque en una sola descarga.

—¡Santa mierda! —gritaron Gorgo y Richarzon mientras comenzaban a correr para alejarse del peligro. Sabían que eran hormigas en un campo de elefantes.

—¡Quiero mi cuerpo de nuevo! —gritó Oliver, desde lo más profundo de su mente. Forcejeaba contra la esfera de color rojo que intentaba consumirlo.

—¡Suéltame! —vociferó con furia el niño.

Alzó la mirada y vio dos enormes ventanas que representaban la visión de sus ojos al exterior. A través de ellas, contempló cómo su cuerpo, fuera de control, le estaba dando una paliza a Max. La pelea empezaba a inclinarse a favor de la criatura que lo dominaba.

—Oliver… ¿¡qué te pasa?! —exclamó Max, sujetándose la nariz sangrante.

Ya no podía distinguir la forma de Gouron del aspecto de Oliver; algo volvía distintas a ambas, y ese detalle inquietaba profundamente al Senkayne.

Una risa turbia perturbó la mente de Oliver. El chico no se dio la oportunidad de buscar su origen; la esfera insistía en devorar su conciencia.

«Es una pena lo que le sucedió al planeta… La tragedia de mis hermanos me deja un hueco en el pecho… me duele de verdad», clamó una voz con un duelo tan falso como venenoso.

«Me alegra que algunos hermanos Senkaynes hayan sobrevivido a la catástrofe que provocó Lord Dakaroth. Su acto es imperdonable… y merece morir.»

—¿Quién…? —suspiró Oliver, logrando por fin zafarse de la esfera que intentaba aprisionarlo.

Max consiguió conectar un golpe directo en su rostro.

—¡Oliver! ¡Regresa! —le exigió—. ¡Contrólalo!

Esas palabras desataron una reacción poderosa en Oliver. La esfera roja se alejó de él, y esta vez fue el propio niño quien la tomó con ambas manos, comenzando a comprimirla con toda su fuerza, doblegándola poco a poco.

«Espera… ¡No hagas eso! —suplicó la voz—. Si lo haces, ¡te reprimirás!»

—¡No me importa! —gritó Oliver, sin preocuparse por descubrir a quién pertenecía esa voz.

La esfera fue reducida al tamaño de un balón de fútbol.

Afuera, Max vio cómo la criatura dejaba de actuar sin sentido. Los ojos carmesí volvieron al color natural de Oliver, y su respiración se calmó. Su hermano se quedó expectante, impactado.

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Max sonrió, aliviado.

—¿Qué hay, hermanito? —dijeron los labios de Oliver… pero no era su voz.

Los rasgos bestiales comenzaron a desvanecerse, dejando un cuerpo más humano, aunque con la complexión de un hombre de unos veinte años, cabello más largo y algunos vestigios de bestia. La voz que habló era grave y áspera.

La expresión de Max se tornó de horror.

—¿Qué está pasando…? ¿Oliver?

—¿Qué? ¿Qué está pasando? —preguntó el niño desde dentro, viendo confuso a través de sus propios ojos.

La esfera roja, aun en sus manos, cambió de forma hasta volverse ovalada. En su interior se delineó la figura de un hombre con casi los mismos rasgos que un Gouron.

«¡Tranquilo! ¡Toma una siesta, mocoso!» Dijo con una sonrisa torcida.

—¡¿Quién demonios eres?! —espetó Oliver, erizado de pies a cabeza.

No tuvo tiempo de reaccionar: los dedos del ser se posaron en su frente, y una sensación extraña lo atravesó. Sintió cómo se desconectaba de su cuerpo y era arrastrado dentro de la esfera roja, sucumbiendo por completo al instinto.

Max solo pudo observar cómo el cuerpo de Oliver reía con malicia, mirándolo con burla.

—Q-qué… ¿Qué está pasando? —susurró, sintiendo algo romperse en su pecho.

Lo que tenía delante no era Oliver. Tampoco una bestia Gouron.

Era algo más… algo que nunca se creyó posible.

El renacimiento de la conciencia de Garuda.

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