Ficool

Chapter 28 - amanecer extraño

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La luz del sol ya se filtraba entre las cortinas, iluminando el rostro de Gouten.

Medio dormido, giró el cuerpo para evitar el rayo directo. Se frotó los ojos con desgano… hasta que sintió algo peludo rozándole el abdomen.

Levantó la cabeza, y vio a Oliver profundamente dormido. Luego miró hacia la ventana, reconociendo que el día era brillante. Al girarse de nuevo…

...una cola, larga y serpenteante, se deslizaba cerca de su espalda.

—Buen día… —murmuró Gouten, entre un bostezo y el desconcierto.

—¿Buen día? —repitió, frunciendo el ceño.

Al ver otra vez la cola moviéndose, su expresión cambió en un segundo.

—¡OLIVER! ¡SE METIÓ UN ANIMAL!

El grito fue tan fuerte que despertó a Oliver de un salto, con los ojos desorbitados.

—¿¡Qué diablos pasa!? —gritó Oliver, aún con la voz ronca del sueño.

—¡El animal se me quiere meter en el trasero! —chilló Gouten mientras tiraba de la cola con fuerza—. ¡No se suelta! ¡Duele!

Al ver al supuesto animal, Oliver pegó un grito y corrió a ayudar.

Gouten, desesperado, se quitó la camiseta y se bajó un poco el pantalón.

—¡Gouten, espera! —exclamó Oliver, deteniéndose en seco al ver la espalda de su primo—. Esa cola… no está metida.

—¿¡Eh!?

—Sale de tu cintura...

Se miraron por un segundo, congelados.

Y luego, sin decir nada más, ambos salieron corriendo del cuarto, a los gritos:

—¡¡¡MAAAAX!!!

Los secos golpes de una azada rompían la quietud del ambiente.

Una gota de sudor cayó sobre la tierra removida. Una mano áspera se limpió la frente, dejando un rastro de tierra.

Un zumbido agudo, molesto, se coló por sus oídos.

Max, arando el huerto, chasqueó la lengua con fastidio.

Se rascó el oído con el meñique, como si eso fuera a callar el ruido. No funcionó.

—¿De dónde viene ese ruido fastidioso? —gruñó, frunciendo el ceño.

Giró la cabeza y los vio.

Oliver y Gouten venían corriendo colina abajo, a los gritos, agitando los brazos como si el diablo los persiguiera.

Max se irguió. Cerró los puños instintivamente.

—¿Qué demonios…? —murmuró, listo para lo peor.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó Max desconcertado, mirando el camino por donde habían llegado, buscando una amenaza.

Pero entonces la vio.

Una larga cola se agitaba nerviosa desde la parte trasera de Gouten.

—¡Me salió una cola! —gritó Gouten, pálido.

—¡Me estoy volviendo un chango! ¡No quiero ser un mono! —chilló, pedaleando en el aire y tirándose la cola como si pudiera arrancársela.

Max la miró unos segundos, y de pronto soltó una carcajada.

—¿¡De qué te reís, payaso!? —le gritó Gouten, furioso.

—¡Me estoy convirtiendo en macaco!

—Ya… deja de gritar. Es normal en nosotros —comentó Max con calma, secándose el sudor de la frente con la muñeca.

—¿Eh? —soltaron al unísono Oliver y Gouten, completamente desconcertados.

—¿Cómo que normal? —preguntó Gouten, soltándose la cola como si aún dudara de su existencia.

—Es natural que nos crezca una cola entre los 7 y 10 años —explicó Max—. Es como nuestra entrada a la pubertad… nuestro lado bestial empieza a desarrollarse.

—Ver que te salió cola me tranquiliza más que si no la tuvieras —confesó Max—. Primero, significa que aún llevamos el gen Senkayne activo. Y segundo… la cola es una herramienta de potencial

—¿Normal, dices? —insistió Gouten, aún incrédulo—. ¿Y tú cola?

Max guardó silencio por unos segundos. Luego, aflojó su cinturón y estiró el pantalón por detrás. Una cola musculosa emergió, moviéndose con calma.

—Un guerrero Senkayne elige si usa su cola en batalla o no. En mi caso… la considero una desventaja.

― ¡¿Por qué nunca nos contaste esto?! ¡nos abrías ahorrado un susto! ― le reclama Gouten.

—Se me olvidó… —responde Max con una sonrisa inocente.

—¡Tenés 19 años de idiota, Max! —grita Gouten, molesto.

—¿Qué clase de poderes trae la cola? —pregunta Oliver, tocándose la parte baja de la espalda— ¿Y por qué a mí no me ha salido todavía?

—Nunca dije que da poderes… al menos no como ustedes imaginan.

—La mitología de los Senkaynes habla de tres dioses: Tamiashiki, dios de la mente; Omnios, dios del poder; y el gran Gouron, dios bestia. Según la leyenda, fuimos creados por Gouron, moldeados a su imagen… pero con una forma más refinada. Así se percibía él: como una bestia pensante.

—Por eso heredamos su mayor símbolo: la cola. Un recordatorio de nuestro origen.

—Pero la cola no es solo un adorno. Es un don neutral. Puede beneficiarte o destruirte. Es una señal de que también somos bestias, y como decía el dios: "somos bestias, pero no por eso debemos actuar como tales".

—Dominar la cola es más que saber moverla. Es dominar el instinto que trae con ella. Solo al lograrlo… podes acceder a su verdadero poder: la furia Kyodaina, o como me gusta llamarlo, el Modo Kyado.

—¿Y qué pasa si no dominamos ese instinto? —pregunta Gouten, más serio.

—Entonces, hasta que lo hagan… van a dormir en sus cuartos con la persiana y cortinas cerradas. Nada de luz nocturna.

—¿Eh? ¿Por qué? —preguntaron los dos al unísono.

—Porque si ahora, sin entrenamiento, entran en contacto con la luz de las estrellas… se van a transformar en la verdadera forma del gran Gouron. Un ser bestial, sin control, una amenaza viviente.

—¿Verdadera forma?... Ah… ya entiendo —dice Oliver, razonando—. Dijiste que fuimos creados a su semejanza, como él se veía a sí mismo. Un humanoide con cola. Pero bajo las estrellas… adoptamos su forma real: un monstruo primitivo.

—Exacto —asintió Max—. Gouron no era una bestia sin control… pero nuestra cola sí lo es, si no sabemos dominarla.

Mira a su hermano.

―y en cuanto a ti, no te preocupes… solo es cuestión de tiempo que te crezca… no sobre pienses en ello… ― le aclara Max a Oliver.

―si… está bien― murmura Oliver, notando como todo se calmaba gracias a la explicación y palabras de Max.

—Cambiando de tema… ¿qué estás haciendo? —pregunta Gouten, mirando la tierra arada y la azada a un costado.

—Quiero trabajar para ganar dinero… pero cuando llegamos a este mundo, no me esforcé en entrar a la primaria ni a la secundaria… así que no tengo las bases para una universidad, ni para conseguir un buen trabajo —explica Max.

—Ya veo… entonces te toca jugar al granjero y al verdulero —se burla Gouten con una sonrisa.

—Reíte si querés, mocoso… y disfruta de tu niñez mientras puedas —le responde Max con tono serio—. Baldur me dijo que cuando tengan edad, los va a hacer trabajar conmigo. También los meterá en la secundaria.

—Pero… no hicimos la primaria —señala Oliver.

—Baldur les está enseñando lo esencial en casa. Es como si hicieran la primaria ahí —dice Max, rascándose la nuca, aunque sin sonar muy convencido.

—Cambiando de tema… ¿cómo van los entrenamientos con Baldur? ¿Qué es lo más nuevo que aprendieron?

—Em… —balbucea Oliver, pensativo.

—¿Y si peleamos y te mostramos lo que sabemos? —sugiere Gouten, entusiasmado.

—Ni siquiera desayunaron… —los interrumpe Max—. Hagamos un duelo después de que coman algo. Ya me aburrí de tanto arar tierra…

—¡Sí, me parece bien! —dice Oliver, sonriendo.

—¡Sería fenomenal! —agrega Gouten, echando a correr rumbo a la casa.

—¡Ey, espérame! —grita Oliver, siguiéndolo al trote.

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