Ficool

Chapter 27 - la visita

<< transcurrieron 4 años desde el encarcelamiento de Gorgo, es el inicio del verano del 2010. >>

Los pasos de Baldur retumbaban con un eco apagado sobre la vereda, ahogados por el bullicio urbano y el vaivén incansable del tránsito. Todo sonaba como una sinfonía desordenada, difícil de disfrutar.

Se rascó la nuca con un gesto mecánico y soltó un suspiro tenso. Cada paso era una batalla contra sí mismo, una oportunidad para girar y marcharse.

Sacó el móvil. La pantalla seguía mostrando el mensaje:

― Hola, papá… ¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿no? Me preguntaba si te interesaba venir a casa a comer… y ver a tu nieto.

Baldur tragó saliva. Se sintió extraño, como si su armadura se hubiera agrietado por dentro.

Nueve años. Nueve años desde que su hijo le había cerrado la puerta. Y ahora… lo invitaba a cruzarla de nuevo.

Tokio estaba particularmente ruidosa aquel día. O tal vez eran sus propios oídos amplificando los sonidos, aumentando la sequedad en su lengua.

Se detuvo frente a una casa de diseño moderno, acorde a la ciudad, aunque aún conservaba una calidez tradicional que lo hizo sentir… nervioso.

Extendió la mano y presionó el botón de la pared. El timbre sonó con una melodía delicada, elegante.

—¡Ya voy! —respondió una voz femenina desde adentro.

La puerta se abrió revelando a una mujer de rostro amable y ojos tranquilos. Su piel era delicada, sus movimientos suaves. Llevaba ropa de estar por casa y un delantal blanco, que tenía alguna que otra mancha.

Un leve olor a quemado flotaba en el ambiente.

—¡Señor! ¿Cómo ha estado? —lo saludó con una gran sonrisa—. Disculpe el aroma… estoy tratando de cocinar, pero se me complica cortar la verdura y vigilar la carne al mismo tiempo…

—Hola, Neiko. Saludos. Cuánto tiempo —respondió Baldur, correspondiendo la sonrisa mientras entraba y se sacaba el calzado, con respeto.

—Tranquila… suele pasarnos hasta a los más atentos. ¿Quieres que te ayude?

—No, tranquilo… yo puedo solita —respondió Neiko, moviendo la mano con gentileza.

—Pase, siéntase en casa…

Baldur dio un paso al frente. Sus ojos se elevaron hacia una de las paredes del pasillo, donde colgaban varias fotografías enmarcadas.

Imágenes de su hijo abrazando a Neiko. Instantáneas del pequeño nieto, jugando, sonriendo. Una niña también aparecía en varias de ellas, sumándose a la familia.

Incluso encontró algunas fotos de su difunta esposa, lo que le provocó un nudo en el pecho.

Pero en ninguna de aquellas imágenes… estaba él.

El silencio se volvió más denso. Y la casa, que segundos antes le había parecido cálida, se sintió ahora ajena.

Como si no hubiera dejado un espacio vacío, sino simplemente… uno que fue rellenado.

Baldur se detuvo ante un pequeño altar decorado con flores secas y una vela apagada.

Tomó entre sus dedos una de las fotos allí apoyadas: el retrato de una mujer adulta, serena, con una expresión amable que parecía atravesar el tiempo.

—Es lindo saber que fuiste una buena madre, Misatta… —murmuró con una sonrisa leve, pasando los dedos cerca del cristal, sin llegar a tocarlo.

—¡Disculpe mi torpeza, señor! —se escuchó desde la cocina la voz agitada de Neiko.

—¡Hanabi! ¡Kaaru! ¡Llegó el abuelo!

Baldur parpadeó.

—¿Hanabi? ¿Abuelo? ¿Cuándo…? —preguntó confundido.

—¡¿Takuma no le contó?! —soltó Neiko con angustia—. ¿Ni siquiera por mensaje de texto? Dios… ese hombre. ¡Cuánto lo siento! No tenía idea…

―que se pierda… ― se escucha desde el cuarto de arriba. Haciendo que Baldur baje apenas la cabeza.

―hay no… ese muchacho, también… ― murmura Neiko, liberando sus manos y yendo a las escaleras ― discúlpelo, señor, no fue su intención…

―no puedo culparlo… él también paso por sus decepciones… ― menciono Baldur, mirando el suelo mientras se quitaba el sombrero de bambú.

—Tengo una nieta que aún no conocí… Esto va a ser difícil… —pensó Baldur en silencio, sintiendo cómo su mano, temblorosa, apretaba con fuerza el dogi arrugado.

No se imaginaba atravesar algo así. No ahora. No así.

—Ya están por bajar —avisó Neiko al regresar desde las habitaciones—. Hanabi seguía dormida, y Kaaru estaba practicando.

—¿Y... Takuma? ¿Está en su oficina?

—No, señor… discúlpeme —respondió Neiko, inclinando la cabeza con respeto—. Yo quería que estuviéramos todos juntos, pero… Takuma decidió tomar horas extra en el trabajo para no estar presente.

Baldur la miró, confundido.

—¿Querías...?

—El mensaje lo envié yo… desde el teléfono de mi marido —confesó ella, con la voz apenas temblorosa—. Supuse que, si se lo mandaba yo, usted no querría venir.

Hizo una pausa y bajó aún más la cabeza.

—Lo siento… de verdad.

—¿Por qué me invitaste de igual forma? ¿Por qué no cancelar? Lo habría entendido viniendo de mi hijo...

—Takuma es un caso perdido, pero quiero que sus nietos puedan conectar con usted. Especialmente Hanabi. Ella merece saber quién es su abuelo... y lo que representa.

—¿Un fraude?... Espero que no lo descubra muy tarde. Es horrible la decepción.

La voz llegó desde la escalera, joven, fría y cargada de juicio.

Baldur giró el rostro y lo vio: un adolescente de 13 años, Kaaru, con la espalda recta, los brazos dentro de los bolsillos y los ojos llenos de juicio.

—¡Kaaru, una palabra más y te juro que te...! —advirtió Neiko, asomando apenas la cabeza desde la cocina.

—Está bien, me callo... —murmuró el chico, molesto, frunciendo el ceño mientras se sentaba en la mesa, dejando claro que no pensaba acercarse al visitante.

—¿Cómo has estado, Kaaru? —preguntó Baldur, intentando suavizar el ambiente.

—Mejor que usted, seguro.

¡PAF!

Una pantufla voló por el aire y se estrelló directamente en su frente.

—¡¿Quién te enseñó esos modales!? —gritó Neiko, sin salir de la cocina.

La mirada de Baldur giró hacia la escalera.

Escalón tras escalón, bajaba una niña somnolienta, refregándose un ojo con la mano derecha mientras arrastraba los pies con lentitud.

El corazón del viejo se detuvo un segundo.

Era más grande de lo que había imaginado. A simple vista, debía tener unos ocho años.

Ocho años… Un año después de que Misatta partiera. Un año después de que su hijo cortara todo lazo con él.

—Hola, abuelo... —murmuró la niña, su voz suave, todavía cargada de sueño.

La mirada del viejo se iluminó al ver esa sonrisa inocente, y los ojos adormilados de la niña.

—Es un placer poder conocerte, abuelo… —dijo Hanabi, bajando las manos de su rostro y mirándolo con ternura.

—¿Abuelo?... ¿Ya me conocías? —preguntó él, con un tono incrédulo.

—Mamá me mostró fotos e historias sobre vos —respondió con una inocencia que desarmaba.

Baldur giró la vista hacia Neiko. Ella le sostuvo la mirada y le regaló una sonrisa llena de orgullo. Por primera vez en mucho tiempo, él se permitió sonreír también.

—Qué pena me dan… —murmuró Kaaru, desde la mesa.

¡ZAS! ¡ZAS!

Dos pantuflas surcaron el aire y se estrellaron contra su cabeza. Una venía de la madre. La otra, de su propia hermana.

—¡¿Qué te dije, Kaaru?! —gritó Neiko, indignada.

—¡Incluso papá dice que seas respetuoso con los invitados! —añadió Hanabi, frunciendo el ceño.

Baldur soltó una carcajada, se puso de pie, solo para después arrodillarse delante de su nieta y decirle:

―hola… Hanabi, es un placer y honor poder conocerte. Me llamo Baldur…

―Hola, Abuelo Baldur ― repite con una risa la niña, al escuchar las palabras, Neiko no pudo evitar sonreír y Kaaru giro la mirada a un lado.

Neiko, con una esbelta sonrisa, sirvió la comida sobre la mesa.

—Kaaru, por favor, pon la mesa —pidió con amabilidad.

El chico chasqueó la lengua con fastidio, pero se levantó en silencio para cumplir.

La cena fue tranquila, casi relajante. Baldur conversó con su nuera y nieta sobre cosas cotidianas, reencontrando cierta calidez que no recordaba. Kaaru, por su parte, comió en silencio sin participar.

El okonomiyaki estuvo delicioso esa tarde.

Al terminar, Kaaru se levantó y se dirigía hacia su cuarto.

—Kaaru —llamó Baldur con suavidad—, tu madre me dijo que practicas algo… ¿puedo permitirme preguntar qué es?

El chico se detuvo, lo miró apenas un segundo.

—No. —respondió sin emoción, y subió las escaleras sin volver la vista.

—Perdónelo, señor Baldur —dijo Neiko, suspirando—. No es solo con usted… con mi marido y hasta con Hanabi también es así. Tan joven, y tan rebelde…

—Kaaru está estudiando un estilo de karate llamado Kasutai —comentó Hanabi con naturalidad.

Baldur alzó las cejas, sorprendido.

—Nunca oí ese estilo de karate… Señor Baldur, ¿usted lo conoce? —preguntó Neiko, con la cabeza inclinada con curiosidad.

—Vaya… no me esperaba esa revelación —murmuró el anciano, apoyando los codos sobre la mesa.

—¿Qué es? —preguntó Hanabi, entusiasmada.

—Es un estilo de karate desarrollado en una de las escuelas elementales, el Colegio Fuego, para ser específicos —explicó Baldur—. Es un estilo centrado en la canalización del fuego…

—¡Oh! Kaaru dijo que se quedaría en un dojo durante las vacaciones para entrenar más —añadió Hanabi.

Baldur miró el techo un momento, como buscando recuerdos. Su mirada se volvió pensativa… como si algo se hubiese encendido en su interior.

—Si el Pilar del Agua es un cobarde que no actúa por el bien común... entonces yo me convertiré en el Pilar del Fuego, y te demostraré que sí podemos ser héroes. No cobardes como tú… —había dicho un pequeño Kaaru, con los puños apretados.

—Hanabi y Kaaru siempre mostraron interés por las artes marciales —explicó Neiko—. Takuma nunca estuvo de acuerdo, así que Kaaru entrena a escondidas… y Hanabi solo lee manuales.

—Mi cuarto tiene más muebles que el de Kaaru, corro el riesgo de golpearme —añadió Hanabi con una sonrisa inocente.

—Vaya… son muy aplicados. Salieron a su padre… —comentó Baldur con una sonrisa melancólica.

—¡Abuelo! —interrumpió Hanabi de repente, como si algo importante le cruzara por la mente—. ¡Mamá me contó muchas veces que practicabas Karate todo el tiempo! ¡Tengo un montón de preguntas!

La emoción de la niña descolocó a Baldur por un instante.

—Oh… vaya, claro, dime —respondió, intentando ocultar la sorpresa con una sonrisa.

—Estoy leyendo un libro sobre el estilo Wado-Ryu, y no entiendo qué significa Tai Sabaki. Sé que el estilo trata de esquivar y contraatacar con precisión, pero eso no me queda claro.

Neiko no pudo evitar soltar una risita al ver la expresión pasmada del viejo.

—¡Te dije que estaban interesados en las artes marciales! —exclamó divertida.

Tras soltar una breve risa cargada de entusiasmo, Baldur adoptó una postura didáctica, levantando un dedo como si estuviera a punto de revelar un secreto.

—El término Tai Sabaki viene de un idioma antiguo llamado japonés, y significa "movimiento corporal". —Explicó con una sonrisa cálida—. Se refiere a cómo usamos nuestro cuerpo para evadir ataques con posturas precisas.

Luego, con los ojos brillando, continuó:

—Cuando evadimos correctamente, generamos una energía interna, como si el cuerpo se cargara. Cuanto más esquivamos, más energía acumulamos… y esa energía puede liberarse en un solo contraataque preciso.

Hanabi parpadeó varias veces, confundida, intentando asimilar lo que acababa de escuchar.

—Oh… creo que me fui un poco por las ramas con la explicación —admitió Baldur, llevándose una mano detrás de la cabeza, avergonzado.

—El Tai Sabaki... es simplemente esquivar bien, para contraatacar mejor.

—¡Aaaah! —exhaló Hanabi con una sonrisa al comprender finalmente.

—¿Saben qué? —dijo Neiko con una sonrisa mientras servía rebanadas de pastel—. Hija, aprovechando que tu hermano va a pasar las vacaciones en ese tal Dojo Fuego, ¿por qué no vas al Dojo Agua?

La pregunta encendió el rostro de Hanabi como una fogata, mientras que Baldur se atragantó con su pastel.

—¿Hablas en serio, Neiko? —tosió Baldur, dudando—. ¿Y Takuma? ¿Qué pensará de todo esto?

—¿A quién le importa ahora lo que piense tu hijo, Baldur? —respondió ella con complicidad, bajando la voz y guiñando un ojo—. No es culpa de nadie que no esté aquí para oponerse.

—¡Quiero ir! —gritó Hanabi, saltando en su asiento—. ¡Quiero aprender!

—Ándele, señor —insistió Neiko, riendo—. Quiero que Hanabi siga sus intereses… y que conviva con su ejemplar abuelo.

Baldur sonrió con nerviosismo, mirando su pastel como si buscara respuestas en él.

—Gracias… pero… es un error llamarme "ejemplar" …

Hanabi no tardó en correr a su habitación. En apenas catorce minutos, bajó con su bolso preparado, vestida y lista para el viaje.

—¡Fue fácil! —anunció con una sonrisa—. Todo estaba justo donde debía estar.

Volvió a mirar a su madre, quien le devolvió una sonrisa cómplice.

Baldur no necesitó preguntar nada más. Lo entendió en silencio.Todo ya estaba planeado por Neiko desde el principio.Por primera vez en mucho tiempo, se sintió profundamente agradecido.

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