Capítulo 2 — Bestias
Han pasado dos meses… y, en vez de entender más este lugar, cada día desconozco más cosas.
Resulta que hay más criaturas como esa. No era solo una pantera. Hay muchas más… de distintas especies, rondando por la noche, llenándome de miedo y desconfianza.
Y no son mitad humanos como llegué a pensar al principio. No… son algo completamente distinto, como si fueran versiones animales con forma humanoide. Antropomórficas, sí, pero demasiado reales, demasiado vivas… y aterradoras.
Todo esto me hace suspirar con frustración cada vez que miro por la calle.
Me hacen recuerdar a un viejo compañero que estaba mal de la cabeza… alguien que, si estuviera en mi lugar, probablemente estaría feliz, corriendo hacia esas criaturas como si fueran algo fascinante… incluso si eso significara que lo devoraran.
Y ahora hay otra cosa que me cuesta explicar… algo que me pasó desde aquel ataque.
Desde que desperté en ese callejón, siento que mi mente ha cambiado. Es como si pudiera pensar con más claridad, como si mi cerebro procesara ideas más rápido. No me volví más inteligente, no soy un genio, pero… es como si alguien hubiese instalado una especie de “GPU” en mi cabeza.
Ahora puedo manejar varias ideas al mismo tiempo, mientras no sean muy complejas, y si repito ciertos conceptos varias veces, los entiendo más fácil.
Por ejemplo… de alguna manera, ahora entiendo japonés. No de forma perfecta, pero sí lo suficiente para captar palabras, frases, señales. No tengo idea de cómo. Solo sucedió.
Pensé que podría desarrollar esta habilidad con el tiempo, entrenarla… pero no he conseguido avances reales.
Y eso me desespera. Me frustra. Me ilusioné, pensé que este cambio mental me ayudaría… pero nada.
A veces siento que voy a estallar, que quiero gritar de rabia, pero me contengo…
No puedo arriesgarme a hacer ruido y atraer a esas bestias.
Lo más extraño de todo es que estas criaturas no son solo carnívoras. También he visto herbívoras. Y parece que no se llevan bien entre ellas. No sé si será miedo, desconfianza o algo más profundo, como una especie de discriminación. No lo sé. Todo aquí es diferente. La comida, la forma en la que se mueven… todo.
Y sin embargo, algunas cosas no tienen sentido.
Vi una ardilla teniendo una cita con un león. Sí, un león. No entiendo cómo funciona esta sociedad.
Hasta ahora, he logrado sobrevivir haciéndome pasar por un vagabundo.
Pero incluso eso es peligroso.
Hace poco vi algo que me puso los pelos de punta.
Estaba intentando dormir cerca de un callejón cuando escuché un grito. Me levanté de inmediato. No iba a correr riesgos innecesarios. Me alejé lo suficiente como para no ser visto… pero no tanto como para dejar de oír. Necesito información.
—¡Esperen, no sean así! ¡No les hice nada!
—Sabes muy bien lo que hiciste… y sus consecuencias. Acaben con él.
—¡No! ¡Espera! ¡Aaaaahhh!
Desde la sombra, vi algo a lo lejos. Un grupo de bestias… leones con traje. Por la forma en que actuaban, me recordaron a los Yakuza.
El que gritaba era otra bestia carnívora. Lo dejaron tirado ahí, con el cuello desgarrado.
Si no fuera porque tengo tanta hambre, habría vomitado en ese instante.
Tragué saliva. Sentí el estómago revuelto, pero no podía darme el lujo de perder nada.
Así que… entre náuseas y miedo, pensé:
“Así que entre ellos también se matan…”
Esperé largo rato a que se fueran.
Cuando me aseguré de que no había nadie cerca, me acerqué con cautela al cuerpo.
Revisé sus pertenencias. Encontré una billetera, algo de dinero, una identificación y unas cuantas tarjetas.
Nada más. Ojalá llevaran armas, pero no… usan sus garras.
Si yo tuviera unas…
Desde ese día, he seguido sobreviviendo como sea: buscando en la basura, mendigando lejos de las zonas con más movimiento. No me expongo más de lo necesario.
Solo quiero comida y un refugio. Cómo extraño tener un techo sobre mi cabeza…
Pero lo que no sabía…
Era que todo eso estaba a punto de cambiar.
Y no para bien.
Lo que venía después sería más salvaje, más peligroso… y más real de lo que jamás imaginé.