Ficool

Chapter 1 - Capítulo 1: ¿Dónde estoy?

Mi cabeza… 

¿Dónde estoy? 

Cuando abrí los ojos, me encontré en un callejón angosto, húmedo, cubierto de sombras que parecían tragarse la poca luz que escapaba de unos carteles parpadeantes. El olor era una mezcla entre moho, basura vieja y lluvia estancada. Todo era desconocido. No sabía si era de día o de noche. 

Sentía que me faltaba el aire, como si acabara de salir de un coma. Me dolía todo el cuerpo, sobre todo la cabeza, como si mil voces me hubieran gritado al oído al mismo tiempo. Me llevé una mano a la frente y noté que temblaba. 

—¿Qué es este lugar…? 

Me incorporé lentamente, aún mareado. Cada paso que daba sentía que el suelo se movía. Mis ojos, nublados por el desconcierto, apenas lograban enfocar. Fue entonces cuando lo vi: un cartel iluminado por un neón azul. En él, caracteres que no entendía del todo, pero que me eran familiares. 

—¿Eso es… japonés? 

Me acerqué con cuidado. Lo reconocía. No porque lo entendiera, sino porque lo había visto antes, en libros, en subtítulos, en dibujos animados que solía ver por las noches cuando escapaba del ruido de mi barrio. 

—¿Estoy en Japón…? 

La idea me golpeó como un cubo de agua fría. Yo, que nunca había salido de mi país. Yo, que apenas tenía para el pasaje de bus, que caminaba cada día entre calles polvorientas, edificios con grietas y promesas rotas. Yo, que ni siquiera tenía pasaporte. 

¿Y ahora estaba aquí? 

No podía ser. 

Escuché un ruido. 

Unas pisadas. Leves, pero firmes. 

Giré lentamente la cabeza y, entre la penumbra, algo se movía. Al principio pensé que era un perro grande, luego creí ver un hombre, pero cuando se acercó un poco más, lo que vi me quitó el aliento. 

Era una criatura con forma humanoide, cubierta de pelaje oscuro, con una musculatura marcada y una postura felina. Su rostro era mezcla de pantera y humano, con colmillos expuestos y ojos brillantes, como brasas encendidas. 

Me quedé paralizado. Un escalofrío me recorrió la espalda. 

La criatura caminó hacia mí, lenta, estudiando cada uno de mis movimientos. Yo retrocedí, sin saber qué hacer. Tropecé con una bolsa de basura, caí de espaldas y solté un quejido. 

—¿Ho… konnichiwa…? —dije, torpemente, con una voz temblorosa. No sabía si lo había pronunciado bien. No sabía si eso siquiera servía de algo. 

El ser se detuvo por un segundo. Me observó. Y luego rugió. 

Un rugido que no sonaba humano ni animal. Era como un eco de rabia pura que hizo vibrar las paredes del callejón. Sentí que mis huesos se encogían del miedo. Mis piernas reaccionaron por instinto. 

Corrí. 

Corrí como si el infierno me respirara en la nuca. Tropecé varias veces, esquivé cajas, salté un charco, giré una esquina sin mirar. Lo escuchaba detrás de mí, sus pasos, su respiración, su fuerza. 

No era más rápido que yo. Era obvio que estaba jugando conmigo. Pero era más constante. No se cansaba. No dudaba. Y cada vez estaba más cerca. 

Vi una puerta entreabierta a la izquierda. Una reja oxidada con candado roto. Entré sin pensar. Crucé pasillos oscuros, escaleras de concreto húmedo, habitaciones vacías llenas de polvo. Subí a un segundo piso y busqué algo, cualquier cosa, donde esconderme. 

Había un armario viejo, sin puertas. No servía. Un baño también sin puerta. Ni pensarlo. 

Pero entonces vi un espacio entre la pared y un armario empotrado. Estrecho. Oculto. Me metí como pude, conteniendo la respiración. El corazón me retumbaba en el pecho. Estaba seguro de que la criatura podía oírlo. 

Los pasos llegaron. 

La criatura había entrado al edificio. 

Escuché cómo se arrastraban sus garras por la pared, cómo olfateaba el aire, cómo gruñía… buscando. Sentí su presencia pasar por la habitación en la que me escondía. En un instante, se detuvo justo al otro lado del mueble. 

Mi cuerpo entero se tensó. 

No me moví. Ni un milímetro. 

Pasaron segundos eternos. 

Y luego, el silencio. 

Los pasos se alejaron. 

More Chapters