Ficool

Chapter 16 - clases de vuelo

Después de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, los estudiantes de Slytherin guardaron sus libros en sus habitaciones y se dirigieron hacia los terrenos del castillo, emocionados por la próxima lección de vuelo. La brisa fresca y el cielo despejado prometían una tarde llena de aventuras.

Al llegar, vieron que los estudiantes de Gryffindor ya estaban allí, algunos montando en sus escobas con entusiasmo. Ellos les lanzaron miradas de pocos amigos, especialmente Ginny Weasley y Colin Creevey, quienes parecían tener una expresión de desdén hacia los Slytherin. Lyon sintió casi un odio contenida hacia ellos, pero trató de mantener la calma.

Unos minutos después, llegó la profesora Rolanda Hooch, con su expresión seria pero profesional. Los saludó con un gesto y luego les pidió que se colocaran al costado de sus escobas.

Leon observó las escobas con cierta decepción. Parecían que nunca las habían hecho mantenimiento; algunas tenían ramas sueltas y estaban cubiertas de polvo. Levantó la mano para preguntar:

—¿Estas escobas pueden volar? —su voz temblaba ligeramente por la duda.

La mayoría empezó a reírse o a burlarse discretamente, en especial Ginny y Colin, quienes intercambiaron miradas burlonas. La profesora Hooch explicó con paciencia:

—Siempre renovamos los hechizos sobre ellas. Y sí, pueden volar si siguen mis instrucciones. Solo necesitan confiar en ellas.

Luego, les indicó:

—Coloquen su mano sobre la escoba y digan "¡Arriba!".

El campo se llenó rápidamente con gritos y ánimos diversos. Algunos lograron levantar sus escobas a la primera: Ginny, Astoria y otros más. Pero Lyon no tuvo tanta suerte; su escoba simplemente daba vueltas en el mismo lugar sin levantarse del suelo.

La profesora Hooch frunció el ceño y dijo:

—Díganlo con energía.

Tras unos treinta minutos de intentos fallidos, todos tenían sus escobas en las manos, aunque algunos todavía no lograban elevarse del suelo.

Entonces, Hooch volvió a hablar:

—Mantengan las escobas firmes, elévense un metro o dos y luego bajen inclinándose suavemente. ¿Preparados?

Contaron hasta tres… dos… uno… Algunos se elevaron fácilmente; otros todavía luchaban por mantenerse en el aire. Leon seguía en ese grupo.

La profesora dio más consejos para volar mientras supervisaba a los estudiantes que ya estaban en el aire para asegurarse de que no se alejaran demasiado. Pero Lyon todavía no podía despegar; cada intento parecía frustrante.

Las burlas comenzaron a sonar a su alrededor. Entonces, Astoria se acercó con una sonrisa amable.

—¿Quieres ayuda? —preguntó suavemente.

Leon asintió agradecido. Ella le indicó que debía relajarse y dejarse llevar por la escoba. Pero él negó con la cabeza:

—No puedo… mi mente me dice que esta vieja escoba se descontrolará.

Astoria lo entendió al instante: sus pensamientos estaban afectando su control sobre la magia. Le explicó:

—Son tus pensamientos los que están en conflicto con la escoba. Como es una creación mágica, siente lo que tú sientes. Confía en mí: si algo pasa, te atraparé.

Leon respiró profundo y decidió confiar en ella. Cerró los ojos un momento y dijo mentalmente:

—¡Elevate!

Y entonces, la escoba empezó a vibrar rápidamente bajo sus pies y se elevó unos metros del suelo. Lyon sintió cómo su nerviosismo aumentaba al principio; la escoba tambaleaba peligrosamente mientras él intentaba mantener el equilibrio.

Pero justo cuando parecía que iba a perder el control, una mano cálida se posó sobre su hombro: era Astoria, quien había llegado a su lado justo a tiempo para estabilizarlo.

 

Con esa presencia tranquilizadora, Leon logró calmarse aún más. Su mente se relajó y la escoba también dejó de tambalearse tanto.

Finalmente, tras varios intentos y mucho esfuerzo, Lyon consiguió completar la tarea: despegar del suelo y aterrizar suavemente bajo las instrucciones finales de Hooch.

Mientras descendía lentamente, sintió una mezcla de alivio y orgullo por haber superado esa dificultad gracias a la ayuda de Astoria y a confiar en sí mismo.

Al llegar al Gran Comedor, las habilidades de vuelo de Lyon se hicieron rápidamente evidentes, pero no por buenas razones. Los gemelos Weasley, con su característico sentido del humor, comenzaron a relatar una versión exagerada y cómica de lo que había ocurrido en la clase de vuelo.

—¡Y entonces, casi se cae! —exclamó Fred con una sonrisa traviesa—. Pero fue salvado por Astoria, que volaba como una profesional. ¡Parecían una pareja en el aire!

George añadió entre risas:

—Sí, y Leon parecía estar a punto de terminar en el suelo, pero Astoria lo atrapó justo a tiempo. ¡Qué romántico!

Los gemelos continuaron dramatizando la escena con gestos exagerados y risas contagiosas. Algunos estudiantes empezaron a reírse también, disfrutando del relato divertido y un poco burlón. Otros simplemente miraron con diversión o indiferencia.

Leon los ignoró por completo, concentrándose en su comida. Sin embargo, Astoria estaba sonrojada por la atención y la forma en que los gemelos habían interpretado la escena; claramente le avergonzaba esa atención pública.

Daphne Greengrass frunció el ceño desde su lugar en la mesa. En sus pensamientos, se decía que debía hablar con Astoria pronto. No podía permitir que Lyon, un muggle y huérfano, siguiera siendo parte de esa situación. Sus padres no aceptarían a alguien como él; era una sangre sucia y eso no podía quedar así.

Mientras tanto, algunos estudiantes de Slytherin empezaron a burlarse discretamente de Lyon. Sabían que la familia Greengrass nunca aceptaría a un "sangre sucia" ni a un huérfano como él. Se miraron entre sí con sonrisas maliciosas y murmullos que decían cosas como: "Va a ser divertido cuando tu familia te ponga en tu lugar".

Leon, ajeno a toda esa tensión y burlas, levantó la mano para dirigirse a Gemma Farley, la prefecta de su casa.

—¿Hay alguna forma de enviar una carta a Londres? —preguntó con interés.

Gemma le sonrió amablemente y respondió:

—Sí, en la Torre Oeste —también conocida como la Torre de las Lechucerías— hay varias lechuzas disponibles para que los estudiantes puedan enviar cartas o paquetes.

Leon asintió agradecido y se quedó mirando con una sonrisa tranquila toda la comida sobre la mesa: platos llenos de comida deliciosa y colorida que parecía aún más apetecible después de todo lo ocurrido ese día.

Leon comió con calma, más despacio que la mayoría de los estudiantes de Slytherin. Mientras otros devoraban sus platos rápidamente, él saboreaba cada bocado, disfrutando del sabor y la tranquilidad del momento. Cuando terminó su plato, Astoria, que ya había terminado de comer, le indicó con una sonrisa que era hora de irse.

—Vamos, Leon —le dijo suavemente—. Es hora de que terminemos por hoy.

Pero Leon solo levantó la vista y le respondió con una sonrisa tranquila:

—Todavía voy a comer un poco más. Tú ve adelante.

Astoria asintió comprensivamente y se levantó de la mesa para dirigirse hacia donde la esperaba su hermana Daphne, quien le hizo una señal discreta para que se acercara.

Mientras tanto, Leon permaneció en su lugar, casi el último en la mesa de Slytherin. Su atención no estaba en los demás estudiantes; en cambio, sus ojos estaban fijos en los postres que había estado bajando discretamente cada vez que nadie lo miraba. Había tomado varios dulces y pequeños bocados de pastel y fruta, guardándolos cuidadosamente en su ropa o en bolsillos invisibles para los demás.

Su plan era llevar todos esos postres a su habitación para después enviárselos a su hermana Anya. Pensaba en ella con cariño y quería sorprenderla con algo dulce y especial desde el castillo.

Desde las sombras cercanas, un hombre vestido completamente de negro observaba todo con atención. Sus ojos oscuros brillaron ligeramente al notar cómo Lyon guardaba comida sin llamar la atención. Se quedó allí unos momentos más, curioso por ese comportamiento inusual en un estudiante y especialmente intrigado por cómo alguien tan joven podía tener esa astucia para esconder comida.

El hombre permaneció quieto, analizando la escena con interés mientras Leon seguía concentrado en su plan secreto, ajeno a las miradas que lo acechaban desde las sombras.

 

 

More Chapters