Como era de esperar, la noticia de los carteles apareció rápidamente en boca de todos. Los profesores, alarmados por la posible infracción a las reglas del castillo, comenzaron a buscar a los responsables. Sin embargo, tras investigar entre los estudiantes más traviesos y bromistas, no lograron encontrar a nadie que admitiera haber puesto los carteles o tener alguna relación con ellos. Los días pasaron y, poco a poco, la historia se convirtió en una simple anécdota; tanto profesores como alumnos consideraron que había sido solo una broma sin importancia.
Finalmente, los carteles desaparecieron por completo y el asunto quedó olvidado… hasta la noche de Halloween.
El Gran Comedor se transformó en un escenario mágico y aterrador: calabazas flotantes iluminaban el lugar con su luz anaranjada, creando un ambiente misterioso y festivo. Sin embargo, lo que llamó la atención de Lyon fue que nadie parecía disfrazado. La mayoría de los estudiantes estaban vestidos con ropas normales o sencillas; no había disfraces típicos ni niños pidiendo dulces en las esquinas.
Leon observaba pensativo mientras Astoria se acercaba a él con curiosidad.
—¿Por qué estás tan pensativo? —le preguntó ella—. Es solo Halloween. No es tan importante.
Lyon frunció el ceño ligeramente y respondió:
—Es una tontería, pero esperaba que celebraran disfrazándose para pedir dulces.
En ese momento, Pansy intervino con una sonrisa burlona y voz cargada de sarcasmo.
—Disfrazarse… eso es ridículo —declaró—. ¿Para qué molestarse? Además, no tiene sentido celebrar algo que no significa nada para gente como tú.
Los demás estudiantes rieron ante sus palabras. Pansy disfrutaba provocando a Astoria y a Leon con su actitud arrogante.
—¡Pansy! —gritó Astoria molesta—. No tienes por qué ser tan desagradable.
Pero Leon levantó una mano para detenerla y le dijo con calma:
—No me importa lo que diga ella. Cada uno celebra a su manera.
Luego, cambiando de tema, Astoria comentó:
—Hablando de cosas importantes… ¿Crees que tenemos alguna oportunidad de ganar la Copa de las Casas este año?
Leon sonrió ampliamente mientras miraba el reloj de los puntos de las casas, donde slytherin iba a la cabeza.
—Eres una máquina para ganar puntos —le dijo—. En realidad, si fuera por mí, diría que soy un robot.
Astoria lo miró confundida.
—¿Un robot? ¿Qué es eso?
Leon se encogió de hombros y empezó a explicar:
—Un robot es una máquina creada para realizar tareas automáticamente. Por medio de circuitos y chips.
Astoria quedó sorprendida ante esa explicación.
—Vaya… ¡Qué impresionante! Los muggles han creado algo así sin magia… eso sí que es ingenioso.
La fiesta de Halloween continuó entre risas y conversaciones animadas. Pero justo cuando parecía que todo volvía a la normalidad, todos en el comedor se quedaron quietos al mirar hacia la pared frente a ellos. Sus ojos se fijaron en algo inesperado: un gato colgado en una lámpara suspendida del techo, moviéndose lentamente como si estuviera observando todo con atención.
Nadie sabía exactamente cómo había llegado allí.
Leon, junto con los demás estudiantes, observaba el mensaje que aparecía en la pared. La intriga crecía en todos sus rostros al leer las palabras:
"LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABRIDA. ENEMIGOS DEL HEREDERO, CUIDADO."
Un silencio tenso se apoderó del Gran Comedor. Entonces, alguien, con voz temblorosa pero clara, pronunció el mensaje en voz alta:
—¡La cámara de los secretos ha sido abierta! ¡Cuidado, enemigos del heredero!
De inmediato, Draco Malfoy se adelantó con una expresión maliciosa y añadió con desprecio:
—Los próximos serán los sangre sucia.
Muchos estudiantes de Slytherin intercambiaron miradas llenas de intención y miradas desafiantes hacia Lyon y otros que no compartían su opinión. Algunos lanzaron miradas maliciosas a Lyon, como si lo acusaran de estar involucrado en aquella amenaza.
En contraste, Astoria parecía preocupada. Sus ojos reflejaban inquietud y duda ante la gravedad de la situación.
Pero justo en ese momento, los gritos desesperados de Filch interrumpieron la tensión. Corría por el pasillo casi llorando, con un rostro angustiado y pálido. En sus brazos sostenía a su gata, la señora Norris, petrificada y sin movimiento.
—¡Mi gata! —gritaba—. ¡Mi señora Norris!
Todos se volvieron hacia él con sorpresa y preocupación. Entre el caos, Harry Potter fue señalado rápidamente por Filch como el culpable.
—¡Es él! —exclamó Filch con furia—. ¡Harry Potter es responsable!
El joven mago dio un paso atrás, alarmado por la acusación. Filch avanzó peligrosamente hacia él mientras extendía su mano en señal de agresión.
—¡Matadlo! —gritó Filch— ¡Que pague por lo que ha hecho!
Pero antes de que pudiera alcanzarlo, una voz calmada pero firme resonó en el pasillo:
—¡Argus! —era el director Dumbledore
Filch se detuvo abruptamente y bajó la mano, mirando a Dumbledore con furia contenida.
—¡Pero mi gata…! —balbuceó entre lágrimas.
Dumbledore se acercó lentamente y puso una mano tranquilizadora sobre su hombro.
—La señora Norris no está muerta; solo petrificada —explicó—. Podemos encontrar una cura para ella. No hay necesidad de justicia ciega ahora mismo.
Luego dirigió su mirada a todos los presentes y ordenó con autoridad:
—Prefectos, lleven a los estudiantes a sus salas comunes inmediatamente. Harry Potter, Ron y Hermione quédense aquí conmigo.
Mientras los estudiantes comenzaban a caminar por los pasillos bajo supervisión, murmuraban entre sí acerca de lo ocurrido: ¿Era Harry realmente responsable? ¿Qué significaba todo esto para Hogwarts? La tensión era palpable en cada paso que daban.
Al día siguiente, en la clase de Herbología con la profesora Sprout, el ambiente era tenso y silencioso. Los estudiantes apenas prestaban atención a las explicaciones de la profesora; todos estaban preocupados por los sucesos recientes en Hogwarts. La sombra del incidente con la gata petrificada y las amenazas en la pared aún pesaba sobre ellos.
La profesora Sprout, que notaba la inquietud en sus alumnos, observó cómo algunos se miraban entre sí con nerviosismo. Finalmente, uno de los estudiantes levantó tímidamente la mano.
—¿Qué sucede, Smith? —preguntó ella con tono amable pero curioso.
—¿Sabe usted qué es la Cámara de los Secretos?
La profesora Sprout lo miró sorprendida. Todos los ojos se dirigieron hacia él, esperando su respuesta. Ella sintió cómo la atención se concentraba en esa pregunta y decidió aprovechar ese momento para contarles una historia que había escuchado desde niña.
Con un suspiro profundo, comenzó a hablar:
—La leyenda de la Cámara de los Secretos es una historia antigua que forma parte del pasado de Hogwarts. Salazar Slytherin no estuvo de acuerdo con los otros fundadores del castillo respecto a algo muy importante: la pureza de sangre y aceptar a los nacidos de muggles en Hogwarts. Como los demás fundadores estaban en contra de él en este asunto, Slytherin decidió abandonar la escuela.
—Antes de irse, según cuenta la leyenda, Slytherin creó una cámara secreta dentro del castillo —continuó—. Esa cámara sería su refugio y también el hogar de un monstruo terrible. La leyenda dice que ese monstruo tenía como misión purgar a aquellos que no eran dignos según los ideales de Slytherin.
Los estudiantes escuchaban atentos mientras ella seguía explicando:
—Solo el heredero de Slytherin podría abrir esa cámara y controlar al monstruo que allí reside. Durante siglos, muchos intentaron encontrarla sin éxito; se dice que nadie logró descubrir dónde está exactamente. La historia también cuenta que aquel que abra la cámara desatará un gran peligro para todos en Hogwarts.
Sprout hizo una pausa y miró a sus alumnos con expresión seria.
—Es solo una leyenda antigua —añadió—, pero ha sido parte del misterio y las historias del castillo durante mucho tiempo. Nadie sabe si hay algo real detrás de ella… o si todo esto solo es un cuento para asustar a los niños.
Mientras tanto, en el fondo del aula, Leon escuchaba atentamente aquella historia.