La tensión en Hogwarts parecía disiparse tras los sucesos de los últimos días. Desde la noche en que apareció el mensaje en la pared, nada más había ocurrido. La mayoría pensaba que todo había sido solo una broma o una coincidencia, y la escuela volvía a su rutina habitual.
En la sala común de Slytherin, Leon y Astoria estaban sentados conversando tranquilamente cuando de repente entró Marcus Flint, con su expresión seria pero decidida. Los estudiantes se quedaron en silencio al verlo.
—¡Atención! —exclamó Flint—. Quiero informarles que nuestro primer encuentro de Quidditch será este fin de semana contra Gryffindor.
Los estudiantes estallaron en vítores y aplausos. La noticia llenó el ambiente de entusiasmo. Muchos ya tenían en mente las nuevas escobas Nimbus 2001 que habían conseguido gracias a un regalo especial.
—Ahora sí que les devolveremos el favor —dijo Draco con una sonrisa orgullosa—. Todo gracias a mi padre.
—Draco, lo harás genial —le dijo Pansy animándolo—. Estoy segura de que ganaréis.
Varios estudiantes se acercaron para felicitar a Draco por las nuevas escobas y por la oportunidad de enfrentarse a Gryffindor con mejores recursos. Lyon, por su parte, sonrió al escuchar las noticias; sabía que esa victoria sería importante para ellos.
Al día siguiente, en la noche, en una habitación alejada del bullicio habitual, algo extraño ocurrió. De repente, un pequeño ser apareció ante ellos: un elfo doméstico vestido con una máscara blanca que cubría su rostro.
Los estudiantes se sobresaltaron al verlo aparecer de la nada, pero el elfo levantó sus manos en señal de paz y saludó con voz suave:
—Saludos. Soy sirviente de la casa de apuestas de los Caballeros Negros.
Todos lo miraron sorprendidos. El elfo continuó:
—Mi maestro me envió para informarles que este fin de semana tendrá lugar un partido muy importante: Slytherin contra Gryffindor en Quidditch. Muchos se miraron entre sí con incredulidad. Algunos pensaron que era una broma o una invención, pero otros estaban impresionados por cómo alguien podía saber tanto sobre los eventos internos del castillo.
—¿Y qué pasa si alguien quiere apostar? —preguntó uno de los estudiantes con curiosidad.
El elfo sacó una pequeña tarjeta brillante y se la entregó a quien preguntara.
—Aquí tienen un recibo —dijo—. Pueden apostar con galeones, sickles y knuts. Al final del partido, podrán reclamar sus ganancias o perder lo apostado.
Algunos dudaron al principio, pero otros no resistieron la tentación y comenzaron a hacer apuestas entre ellos. La emoción crecía rápidamente mientras todos guardaban sus recibos en sus bolsillos o escondían las pequeñas tarjetas con cuidado.
Luego, el elfo se despidió cortésmente y desapareció tan misteriosamente como había llegado.
Lo sorprendente fue que esta misma escena se repitió en diferentes habitaciones y pasillos por toda Hogwarts: pequeños seres vestidos con máscaras blancas aparecían ofreciendo apuestas sobre el partido del fin de semana. La emoción crecía entre los estudiantes, quienes imaginaban las ganancias potenciales sin sospechar que quizás estaban siendo víctimas de alguna estafa o manipulación oculta.
Algunos estudiantes no podían entender cómo aquella casa de apuestas tenía tanta información sobre los eventos internos del castillo… ni quién estaba detrás de aquella red secreta que parecía estar mucho más conectada con Hogwarts de lo que cualquiera imaginaba.
El día del gran partido había llegado. La multitud en las gradas rugía con entusiasmo, y las tribunas de Slytherin y Gryffindor estaban llenas de expectación. Lyon y Astoria se encontraban en las gradas de Slytherin, animando fervorosamente a su equipo. Astoria le entregó un banderín con el emblema de Slytherin, y Leon, aunque pensaba que era un poco tonto, aceptó resignado al ver la sonrisa entusiasta de ella.
De repente, los equipos comenzaron a sobrevolar el campo, elevándose en el aire mientras los espectadores gritaban y agitaban sus banderas. La profesora Hooch se acercó a los jugadores y dio la señal:
—Cuando toque el silbato —dijo—: tres… dos… uno…
El silencio se hizo en toda la grada. Entonces, con un estruendoso bramido, la multitud empezó a animar a sus equipos. Los catorce jugadores se elevaron rápidamente hacia el cielo gris plomizo, listos para comenzar.
Potter ascendió más alto que ningún otro, aguzando la vista en busca de la pequeña esfera dorada: la Snitch dorada. Mientras tanto, Malfoy se acercó peligrosamente a Potter con una expresión desafiante.
Por otro lado, Pucey, Flint y Montague lanzaron un ataque rápido contra Gryffindor, intentando impedirles avanzar. Las Nimbus 2001 mostraron su superioridad en el aire; las escobas de Gryffindor no podían seguirles el ritmo. Pansy gritaba animando a Draco con entusiasmo; Crabe y Goyle sostenían una pancarta con su nombre y coreaban su apoyo.
Leon observaba todo con atención, pero no pudo evitar murmurar para sí mismo:
—¿Qué está haciendo ese estúpido de Malfoy?
Sus palabras llamaron la atención de quienes estaban cerca. Astoria le susurró preocupada:
—Leon… lo dijiste en voz alta.
Pansy escuchó eso y se volvió furiosa:
—¿Quién te crees que eres, sangre sucia? —le gritó—. No tienes derecho a insultar a Draco.
Leon le sonrió irónicamente y respondió con calma:
—Lo que digo es cierto. Y eso es… —pero fue interrumpido por Pansy, quien le dijo enfadada que no era digno de usar su nombre.
—Bien —dijo Lyon con una sonrisa sardónica—. Chica obsesionada. Si digo que Malfoy es estúpido es porque está detrás de Potter en lugar de buscar la Snitch. Como si fuera una chica enamorada… Pero no es ironico mientras Malfoy persigue a Potter, tú persigues a Malfoy. ¿Y quién te persigue a ti?
Un silencio incómodo cayó sobre la tribuna tras esas palabras. Pansy parecía estar a punto de golpearlo, pero Daphne y Tracey rápidamente la detuvieron antes de que pudiera hacer algo impulsivo.
Astoria le susurró a Lyon que debería disculparse por lo que dijo. Él solo respondió con una sonrisa irónica:
—Lo siento, alumna de segundo año de Slytherin.
Daphne comentó que quizás Lyon estaba burlándose o provocando intencionadamente, pero él replicó que solo podía decir esas cosas porque no quería que usaran su nombre para insultarlo.
La tensión parecía calmarse cuando alguien gritó desde otra parte del campo:
—¡Malfoy! ¡Deja ya esa Snitch! ¡Está detrás tuyo!
Todos miraron confundidos en esa dirección y vieron un resplandor brillante cerca del suelo. Algunos que tenían binoculares lograron distinguir claramente cómo la pequeña Snitch dorada brillaba intensamente justo detrás de Malfoy.
Gritaron para llamar su atención e intentar que reaccionara, pero él seguía concentrado en Potter sin notar nada más.
Entonces ocurrió algo inesperado: Potter se lanzó en dirección a Malfoy con determinación absoluta. En ese momento todos comprendieron lo que estaba sucediendo: Potter había visto la Snitch.
Malfoy, sorprendido al ver cómo Potter volaba en su dirección, se quedó paralizado por un momento. Pensó que Potter iba a atacarlo o a intentar quitarle la Snitch, así que se asustó y se apartó rápidamente, temeroso de lo que pudiera suceder. Sin embargo, el impacto esperado nunca llegó. Potter simplemente pasó cerca de él, acelerando con determinación hacia la pequeña esfera dorada.
El comentarista en las gradas no pudo contener su emoción y gritó con entusiasmo:
—¡Potter ha visto la Snitch! ¡La atrapa! ¡Gryffindor gana el partido!
En ese instante, toda la tribuna de Gryffindor estalló en vítores y aplausos, celebrando con euforia la victoria de su equipo. Los jugadores y los seguidores saltaron y gritaron de alegría, levantando sus varitas en señal de triunfo.
Pero en la tribuna de Slytherin, el ambiente era completamente diferente. Allí solo reinaba un silencio tenso y pesado. Los ojos de los espectadores se clavaban con odio en Malfoy, quien había quedado sorprendido y algo avergonzado por su reacción. La expresión en su rostro mostraba una mezcla de incredulidad y frustración.
Leon, desde su lugar en las gradas, observaba todo con una sonrisa satisfecha. Sabía que esa victoria significaba mucho para el
—La apuesta —pensó—. La mayoría de las ganancias ahora van hacia mí.
Mientras tanto, en la tribuna de Slytherin, algunos miraban con desdén a Malfoy por su aparente desconcentración durante el momento crucial del partido. Otros simplemente permanecían en silencio, procesando lo ocurrido.
El ambiente después del partido era una mezcla de celebración para Gryffindor y tensión para Slytherin.