El sábado por la tarde, las calles estaban vivas con el bullicio de la ciudad. Kenji ajustó la correa de su estuche de bajo mientras caminaba hacia el pequeño café donde darían su primer show como banda. No era un lugar lujoso, pero el ambiente cálido, con mesas de madera, luces amarillas colgando del techo y una tarima mínima, le daba un aire íntimo, casi familiar.
Ishikawa ya estaba afinando la batería. Iura corría cables y preguntaba por tercera vez si su guitarra estaba bien conectada.
—Si la pruebas una vez más va a explotar —bromeó Ishikawa.
—¡Eso es lo que quiero! Que explote… de emoción —respondió Iura con entusiasmo contagioso.
Kenji se subió al pequeño escenario y dejó su bajo en el soporte. Luego caminó hacia la entrada. Afuera, ya habían llegado algunos de sus compañeros: Sengoku y Remi se acomodaban en una mesa junto a Yuki, que parecía más arreglada de lo habitual. Kyoko llegó de la mano de Sota, y detrás de ellos apareció Miyamura, con una leve sonrisa y el cabello recién peinado. Incluso Sawada había venido, sentándose en una esquina discreta, aunque sus ojos no se despegaban de Kenji ni un segundo.
Sakura entró poco después, vestida con un abrigo azul oscuro y una bufanda que le daba un aire encantadoramente otoñal. Buscó a Kenji con la mirada y, al verlo, sonrió en silencio.
El ambiente estaba listo.
Kenji regresó al escenario. Tomó el bajo con naturalidad, como si el instrumento fuera una extensión más de su cuerpo. Miró a Iura y asintió. El guitarrista hizo lo mismo. Ishikawa golpeó las baquetas tres veces. Y la música comenzó.
La primera canción era una improvisación instrumental, algo que habían ensayado decenas de veces, pero que aún dejaba espacio para la libertad. Iura se movía con energía por el escenario, sus dedos recorriendo el mástil con destreza, mientras Ishikawa mantenía el ritmo con precisión quirúrgica. Kenji se mantenía centrado, marcando la línea del bajo con firmeza, su mirada perdida en el público, como si buscara algo.
La segunda canción fue una cover de una banda japonesa clásica, y el público comenzó a moverse, algunos incluso coreando el estribillo. Kenji miró de reojo a Kyoko, que seguía el ritmo con los dedos sobre la mesa, mientras Miyamura le decía algo al oído. Sakura aplaudía al compás, y Sawada no apartaba los ojos de él, con una expresión difícil de descifrar entre admiración y nostalgia.
Entonces llegó la última canción.
Kenji tomó el micrófono.
—Gracias por venir —dijo, su voz grave y suave—. Esta última canción es nuestra. Se llama "Voces sin nombre". Trata de encontrar sentido en medio del ruido… y de seguir adelante cuando todo parece no encajar. Va para todos los que se sienten un poco fuera de lugar, incluso cuando están rodeados de gente.
Hubo un silencio breve. Un suspiro colectivo.
Y luego comenzó.
"Entre acordes sin nombre y pasos sin rumbo,he buscado en rostros ajenos lo que perdí en mí.Pero hay fuego en cada voz, y aunque el eco mienta,esta historia es mía, y quiero escribirla así."
Kenji cantaba con el alma, su voz profunda vibrando en las paredes estrechas del café. El bajo marcaba un pulso constante, como un latido. Iura lo acompañaba con un riff melódico que parecía subir por una escalera emocional, mientras Ishikawa contenía la energía en cada compás.
En el público, los rostros estaban atentos, conmovidos. Kyoko lo miraba como si no reconociera del todo al hermano que tenía enfrente. Miyamura lo observaba con respeto sincero. Sakura tenía las manos sobre el pecho, y su expresión era casi transparente. Sawada mantenía la mirada baja, pero sus mejillas estaban rojas. Yuki cerraba los ojos, escuchando cada palabra como si fuera escrita para ella.
La canción terminó sin explosiones. Solo con un último acorde sostenido. Y un silencio absoluto.
Hasta que estallaron los aplausos.
El local entero se levantó en ovación. Aunque fueran apenas unas decenas de personas, el estruendo fue suficiente para hacer temblar algo dentro de Kenji. No por ego, sino por otra cosa. Por esa rara sensación de haber tocado algo real, de haber creado un vínculo invisible entre ellos y él.
Después del show, el grupo se reunió en una mesa del café, ahora con vasos de soda y platos de curry. Todos hablaban a la vez, entre risas y comentarios.
—¡Yo sabía que funcionaría! —gritó Iura—. ¡Somos un fenómeno!
—Relájate, productor —bromeó Ishikawa.
Sakura se acercó a Kenji, que estaba un poco apartado, viendo hacia la ventana.
—Fue increíble —le dijo.
Kenji la miró, algo cansado, pero sonriendo de verdad.
—Gracias por venir.
—¿Cómo no iba a venir? Esta noche fue… especial.
Él asintió. Luego bajó la voz.
—¿Sabes lo más raro? Por primera vez desde que estoy en este mundo… sentí que era mío. Como si no solo estuviera dentro de una historia ajena. Como si esta vida… también pudiera escribirse con mis propias líneas.
Sakura lo miró un momento sin decir nada. Luego respondió:
—Entonces escríbela. Pero no te olvides de incluir a los que queremos estar en ella.
Kenji sostuvo su mirada. Y aunque no lo dijo, supo que esa era una promesa que pensaba cumplir.
Esa noche, en su habitación, Kenji volvió a abrir su libreta. Debajo de la letra de la canción, escribió una nueva frase.
"No soy el héroe de esta historia. Pero soy el que decide no ser un espectador."
Cerró el cuaderno y se recostó, los audífonos en el cuello, la mirada fija en el techo.
Y por primera vez en mucho tiempo, se durmió sonriendo.