Ficool

Chapter 33 - Ritmo y Promesas

La tarde en Katagiri estaba impregnada de ese tono cálido que solo el inicio de la primavera podía ofrecer. Kenji caminaba por el pasillo del tercer piso, tarareando en voz baja el coro de la última canción que habían practicado. A pesar de los constantes gritos de Marin sobre "estrategias de marketing" y el caos que había dejado Iura al intentar bailar con la batería en el ensayo anterior, había algo que no podía sacarse de la mente: la sensación de que todo empezaba a tomar forma.

Cuando dobló la esquina, vio a Sakura esperándolo junto a la ventana. Tenía la carpeta de música abrazada contra el pecho y los ojos puestos en el patio, donde las flores de cerezo comenzaban a desplegarse. Por un segundo, la imagen fue tan tranquila que contrastó brutalmente con el ruido que siempre lo rodeaba.

—Kenji —dijo ella al verlo, con esa voz suave que parecía encajar perfectamente con la luz dorada del atardecer—. ¿Tienes un minuto?

—Para ti, siempre —respondió él, con una sonrisa ligera, mientras se acercaba.

Sakura titubeó un poco, bajando la mirada antes de hablar.

—Es sobre la próxima presentación de la banda… Encontré unas partituras que podrían ayudarnos a darle un toque único, pero la tienda está al otro lado del distrito. Iba a ir sola, pero pensé que… quizá podrías acompañarme.

Kenji arqueó una ceja, divertido.

—¿Me estás invitando a una cita disfrazada de trabajo?

Sakura se sonrojó de inmediato, agitando las manos.

—¡N-no es una cita! Solo… pensé que sería más fácil si alguien me ayudaba a elegir.

Kenji rió suavemente.

—Está bien, vamos. Pero si Marin se entera, probablemente me haga firmar un contrato de exclusividad.

La tienda de música era un paraíso para cualquier amante del sonido: paredes cubiertas de guitarras relucientes, estantes repletos de partituras, auriculares colgando como joyas y un aroma a madera y cuerdas nuevas que llenaba el aire. Sakura entró con una sonrisa tímida, mientras Kenji la seguía con las manos en los bolsillos.

—Siempre quise venir aquí —dijo ella, recorriendo las estanterías con los dedos—. Tiene una colección increíble.

Kenji la observó en silencio por un momento. Había algo hipnótico en la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba de música, como si el mundo entero desapareciera y solo quedaran las notas.

—¿Sabes? —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Me alegra que estés en la banda.

Sakura levantó la vista, sorprendida.

—¿Por qué?

Kenji sonrió, apoyándose en un piano cercano.

—Porque cuando tocas, parece que todo tiene sentido. Es… fácil olvidarse del ruido.

Sakura se sonrojó, bajando la mirada hacia la partitura que sostenía.

—Gracias… Yo también me alegro. De que… estés tú.

Antes de que el momento pudiera volverse más intenso, una voz estridente cortó el aire.

—¡¡¡AHÍ ESTÁN, MI RADAR DEL AMOR NO FALLA!!!

Kenji se giró de golpe para encontrarse con Marin entrando a la tienda como un vendaval, cámara en mano, grabando en ángulo dramático. Detrás de ella, Iura cargaba una bolsa enorme que decía "Accesorios para idols", jadeando como si hubiera corrido una maratón.

—¡Kenji y Sakura en la tienda de música más aesthetic del distrito! ¡Fans, esto es oro puro! —gritó Marin, mientras apuntaba la cámara directo al rostro sonrojado de Sakura.

—¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO AQUÍ?! —Kenji casi gritó, intentando tapar el lente con la mano.

—¡Creando contenido exclusivo para nuestras redes, obvio! —replicó Marin con una sonrisa felina—. ¡Hashtag: BandaConCorazón!

Iura, ajeno al caos, agitó la bolsa frente a Kenji.

—¡Mira, traje pulseras brillantes para todos! ¡Y un sombrero con orejas para ti, frontman!

Kenji se llevó una mano a la frente, exhalando un suspiro largo.

—Este es un secuestro creativo.

Después de un forcejeo digno de una comedia absurda, lograron calmar a Marin lo suficiente para que guardara la cámara. Aun así, insistió en tomar "unas cuantas fotos" porque, según ella, "el feed necesita energía romántica para atraer público".

Kenji, resignado, terminó posando con Sakura frente a un mural lleno de vinilos antiguos. Ella sonreía nerviosa, sosteniendo la partitura, mientras Marin gritaba indicaciones como si dirigiera una sesión de moda en París.

—¡Más cerca, más cerca! ¡Que parezca natural, pero con tensión! ¡Kenji, mira a Sakura como si fuera tu inspiración musical eterna!

—Marin, ¿quieres que el personal de la tienda nos eche? —gruñó Kenji, aunque no pudo evitar reír al ver a Iura intentando hacer "poses cool" detrás de ellos.

Sawada apareció justo en ese momento, apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

—Vaya, vaya… Así que esta es la "misión de partituras", ¿eh? —dijo con tono ácido.

Kenji levantó la mirada, encontrándose con esos ojos que siempre parecían desafiarlo.

—Sawada… ¿Qué haces aquí?

Ella se encogió de hombros.

—Pasaba cerca. Escuché a Marin gritar desde la otra cuadra y vine a confirmar que no estaban robando un banco.

Marin levantó la mano, sonriente.

—¡Casi, estamos robando corazones!

Sawada soltó una carcajada suave, algo inusual en ella.

—Bueno, mientras no me obliguen a posar con orejas de gato, todo bien.

Kenji sonrió, y por un instante, entre el bullicio, sintió algo extraño: como si cada una de ellas empujara su mundo en direcciones diferentes, y él no quisiera elegir ninguna todavía.

Cuando finalmente salieron de la tienda, el cielo estaba pintado de tonos naranjas y violetas. Marin caminaba al frente, revisando las fotos en su cámara con una sonrisa diabólica, mientras Iura cantaba un tema improvisado sobre "el amor y las partituras robadas". Sakura caminaba a su lado, sosteniendo la bolsa con las partituras nuevas, y Sawada los seguía, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte.

Kenji se quedó atrás por un momento, sacando su móvil. Una notificación iluminó la pantalla: "Nuevo video publicado: #KenjiSenpaiYLaMusa". El corazón le dio un vuelco al ver la miniatura: él y Sakura, sonriendo frente al mural.

Sus labios se curvaron en una sonrisa resignada.

—Esto se va a descontrolar —murmuró.

Pero mientras caminaba para unirse a ellos, sintió algo más fuerte que la preocupación: emoción. Por la música, por las risas, por la vida que estaba construyendo paso a paso.

Porque esa era su promesa. Y pensaba cumplirla.

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