El amanecer del día decisivo llegó con un aire pesado, casi solemne. Kenji se levantó antes que el sol, con el corazón latiendo como un tambor en su pecho. Frente al espejo, se ajustó el traje negro que Kyosuke le había preparado. El reflejo le devolvió una imagen que no parecía la de un estudiante común: era la de alguien a punto de pelear por todo lo que ama.
Bajó las escaleras y encontró a Kyosuke sentado, bebiendo café con la tranquilidad de un general antes de la guerra.
—Llegó el día —dijo su padre sin levantar la vista del periódico.
—Y no pienso perder —respondió Kenji, con una chispa ardiente en los ojos.
Kyosuke sonrió, plegando el diario.
—Buena actitud. Pero recuerda: no basta con tener la razón… hay que saber presentarla. Y ahí es donde entramos nosotros.
Kenji asintió, absorbiendo cada palabra. Hoy no se trataba solo de ganar el juicio; se trataba de demostrar que nadie iba a manipularlos jamás.
En el otro extremo de la ciudad, el equipo se preparaba con una sincronización caótica que solo ellos podían lograr. Marin apareció con un conjunto rojo escandaloso, gafas gigantes y una carpeta llena de stickers.
—¡Hoy brillaremos más que la justicia misma! —declaró, levantando la carpeta como si fuera la espada de un héroe.
—¿No crees que deberías vestirte un poco más… formal? —preguntó Sakura, con un vestido sencillo y elegante, mientras revisaba los documentos por tercera vez.
—¡La moda ES formalidad para el alma! —respondió Marin, posando dramáticamente.
Iura, en cambio, llevaba una mochila llena de snacks "por si el juicio se alarga" y un cartel enrollado que decía "Reiji = MALOS MODALES".
Sawada los observaba desde un rincón, con las manos en los bolsillos y una expresión que decía "no puedo creer que pertenezca a este circo". Pero cuando Kenji llegó, sus ojos se suavizaron apenas, aunque nadie más lo notó.
La sala del tribunal estaba abarrotada. Entre periodistas curiosos, padres de familia y murmullos nerviosos, el ambiente se sentía como una final de campeonato. Reiji entró primero, impecable, con una sonrisa venenosa que parecía decir "ya gané". Sus abogados lo seguían como sombras.
Kenji respiró hondo antes de cruzar la puerta. Cada paso sonaba más fuerte que el anterior. A su lado, Kyosuke proyectaba una calma intimidante. Detrás, el escuadrón improvisado se acomodaba como podía, Marin lista para grabar cada momento (aunque el juez la mataría si la veía).
Cuando el juez golpeó el mazo, el murmullo murió al instante.
—Audiencia final del caso Nakamura vs. Hori. Ambas partes presentarán sus pruebas definitivas. Después de esta sesión, se dictará sentencia.
El juez clavó la mirada en Kenji.
—¿Está preparado?
Kenji se puso de pie, ajustando la corbata con una seguridad que no sabía que tenía.
—Más que nunca, su señoría.
Kyosuke abrió con la elegancia de un depredador.
—Presentamos tres piezas clave:
Peritaje digital que demuestra la falsificación de las pruebas introducidas por la defensa.
Declaración voluntaria de un testigo que fue presionado para mentir, junto con pruebas que demuestran el chantaje.
El contrato fraudulento original recuperado de la oficina del señor Nakamura.
Un murmullo recorrió la sala. Reiji frunció el ceño, pero recuperó la compostura rápidamente.
—Impresionante —dijo, levantándose con sonrisa fría—. Pero temo que subestiman mi capacidad de prever movimientos.
Kenji lo fulminó con la mirada.
—¿Qué demonios tienes planeado, Reiji?
Reiji chasqueó los dedos, y uno de sus abogados se puso de pie con una carpeta gruesa.
—Presentamos evidencias que cuestionan la integridad del demandante. Imágenes y mensajes que sugieren que el señor Hori planeaba crear una "empresa paralela" para sabotear mi reputación.
Las imágenes aparecieron en la pantalla: montajes burdos que mostraban a Kenji con Marin frente a una computadora, con frases como "Pronto será nuestro".
—¡Eso es Photoshop nivel meme! —gritó Marin, levantándose—. ¡Hasta yo puedo hacerlo mejor!
El juez golpeó el mazo.
—¡Silencio en la sala!
Kenji apretó los dientes. Sabía que eran falsas… pero en manos equivocadas, esas imágenes podían sembrar dudas.
Kyosuke se levantó con calma asesina.
—Su señoría, esas pruebas son un insulto a la inteligencia de esta corte. Solicitamos un análisis inmediato de metadatos.
El juez asintió, pero Reiji sonrió como si esperara esa jugada.
—Adelante. Pero mientras lo hacen… —se inclinó ligeramente hacia Kenji, con voz apenas audible—, recuerda que no importa si ganas hoy. Siempre puedo atacar a los que están detrás de ti.
Kenji sintió cómo la rabia le quemaba las venas. Estaba a punto de responder cuando algo inesperado sucedió.
Kakeru Sengoku se levantó. El silencio fue absoluto.
—Su señoría… —dijo, con voz temblorosa pero firme—, quiero cambiar mi declaración.
El juez lo miró con severidad.
—¿Es consciente de lo que implica retractarse en esta etapa?
—Sí —respondió Kakeru, apretando los puños—. Mentí en la audiencia anterior. Y lo hice porque el señor Nakamura amenazó con arruinar la vida de mi padre si no lo ayudaba.
El estallido en la sala fue inmediato. Los periodistas sacaron cámaras, Marin gritó "¡¡¡LO SABÍA!!!", y Reiji palideció por primera vez.
Kenji lo miró… y sonrió.
El juez ordena un receso para verificar la nueva declaración y las pruebas restantes. Reiji abandona la sala con el ceño fruncido, mientras Kenji se acerca a Kakeru, colocando una mano firme en su hombro.
—Bien hecho —dice, y Kakeru asiente con lágrimas en los ojos.
Pero justo cuando todo parece encaminarse a la victoria, Kenji recibe un mensaje en su móvil:
"Si crees que esto termina aquí, estás equivocado. Tengo una última carta… y no dudaré en usarla."
Firmado: Reiji.
Kenji aprieta el teléfono, la mirada ardiendo con una determinación que asusta incluso a los que están cerca.
El receso fue un torbellino de murmullos y flashes de cámaras. Marin aprovechó para hacer un "en vivo" en redes sociales, hablando como si fuera comentarista deportiva:
—¡¡Amigos, estamos en la recta final!! ¡Nuestro héroe Kenji está rompiendo esquemas y Reiji… bueno, Reiji está sudando más que yo en verano con cosplay!
Iura apareció detrás, con las manos llenas de galletas.
—¡Yo predije esto desde el principio! #JusticiaKawaii es invencible.
Marin lo empujó fuera del cuadro, susurrando con furia:
—¡Iura, deja de arruinar mi transmisión épica!
Mientras tanto, Kenji se apoyaba contra la pared, observando a Sengoku. El chico estaba sentado, con la cabeza baja, todavía temblando por la confesión. Kenji se acercó y colocó una mano firme en su hombro.
—Gracias por decir la verdad.
Sengoku levantó la vista, con ojos rojos.
—Lo siento, Kenji… te fallé.
—No —respondió Kenji, con voz baja pero llena de fuerza—. No me fallaste. Él te puso en jaque. Lo importante es que diste el paso correcto.
Sawada, que había estado escuchando desde un rincón, apartó la mirada con una expresión imposible de descifrar.
De regreso en la sala, el ambiente estaba cargado de electricidad. El juez retomó su asiento y anunció con voz firme:
—Hemos revisado la nueva declaración y aceptaremos la retractación del testigo. Ahora, continuaremos con el análisis de las pruebas presentadas por la defensa.
Un técnico forense ingresó con un informe y lo entregó al juez. El murmullo creció cuando el magistrado frunció el ceño y leyó en voz alta:
—"Se confirma que las imágenes introducidas como evidencia han sido manipuladas digitalmente. Los metadatos indican creación hace 72 horas y modificaciones múltiples."
Un murmullo indignado estalló. Reiji se mantuvo inmóvil, pero su mandíbula se tensaba con cada palabra.
—En consecuencia —continuó el juez—, dichas pruebas quedan anuladas y la parte demandada será investigada por intento de fraude procesal.
Kyosuke se levantó, con esa calma letal que helaba la sangre.
—Gracias, su señoría. Ahora, con su permiso, presentaremos el contrato original recuperado de la oficina del señor Nakamura, que prueba el intento de coacción a un menor.
El documento apareció en pantalla. El juez lo revisó y asintió, su expresión volviéndose aún más severa.
Reiji apretó los puños bajo la mesa, sus uñas clavándose en la piel. Marin no pudo contenerse y gritó:
—¡¡¡Y ASÍ SE HACE!!! ¡QUE ARDA EL MAL!
El juez golpeó el mazo con tanta fuerza que el sonido resonó como un cañonazo.
—¡Silencio en la sala o la retiro!
Marin se hundió en su asiento, murmurando:
—Valió la pena…
Mientras Kyosuke aplastaba los argumentos de los abogados rivales con una lógica que parecía cuchillas, Iura intentó "aliviar la tensión" sacando su cartel y agitándolo como si estuviera en un concierto:
"REIJI = MALOS MODALES"
El juez lo vio.
—Iura Shuu, ¿quiere que lo saque esposado?
Iura tragó saliva y se sentó en cámara lenta, como un niño regañado. Marin grabó todo. En segundos, #ReijiMalosModales empezó a ser tendencia.
Parecía que la victoria estaba asegurada… hasta que Reiji se levantó, con una sonrisa torcida.
—Impresionante, señor Hori. Pero me temo que aún queda una carta sobre la mesa.
Sacó un sobre grueso y lo colocó frente al juez.
—Esto es un acuerdo firmado por los padres del demandante, reconociendo mi autoridad para actuar como su representante artístico.
Kenji sintió cómo el mundo se detenía por un segundo.
—¿Qué…?
Kyosuke tomó el documento y lo revisó con velocidad quirúrgica. Su rostro se endureció.
—Kenji… esto tiene la firma de tu madre.
El corazón de Kenji se desplomó. Recordó aquel día semanas atrás, cuando Yuriko le pidió que confiara en ella… ¿era posible que Reiji la hubiera engañado también?
El juez frunció el ceño.
—Si este documento es legítimo, las cosas cambian drásticamente.
Reiji sonrió, con los ojos brillando de triunfo.
Kenji apretó el puño bajo la mesa, la sangre martillando en sus sienes.
Kyosuke se inclina hacia su hijo, susurrando con calma:
—Escúchame, Kenji. Esto no se acaba aquí. Tenemos una última jugada… y es hora de arriesgarlo todo.
Kenji lo mira, la determinación regresando como fuego en sus venas.
—Entonces, vamos a ganar. Cueste lo que cueste.