Ficool

Chapter 39 - División, parte 2

—Despierta… —ordenó una voz áspera, acompañada de una patada en su pierna.

—Vamos, grandote. Quiero respuestas…

Los párpados de Gorgo temblaron antes de abrirse. La primera imagen que lo recibió fue Max, tambaleante frente a él. Estaba destrozado: su piel cubierta de sangre seca, moretones y cortes que parecían mantenerlo de pie solo por pura terquedad.

—Muchacho… —murmuró Gorgo, incorporándose de un salto como si la inercia aún lo gobernara.

De inmediato escaneó su entorno. Nada. Ni rastro de la batalla. Solo el silencio del bosque quebrado… y en la corteza de un árbol cercano, un manchón oscuro y viscoso: la única prueba de que Richarzon había estado allí.

—Tu atención a mí… ¿Dónde se llevaron a Hanabi? —exigió Max, alzando la mano. Una esfera de energía vibraba en su palma, lista para estallar.

—¿Hanabi? ¿Hablas de la nieta de Baldur?... —respondió Gorgo con cautela.

—¿De quién más estaría hablando? —escupió Max, apretando los dientes.

—Yo no lo sé… —admitió Gorgo, bajando la cabeza—. Me tenían manipulado con un traje…

—¿¡Eh?! ¿De qué hablas?…

—No estaba actuando por voluntad propia… pero quien sí sabe es Richarzon.

—¿Y dónde diablos está ese tal Richarzon?…

—Estaba conmigo hace un momento… —señaló el rastro oscuro en el tronco cercano.

Max se acercó lentamente. El olor metálico lo golpeó primero; después lo vio. No era solo sangre: entre la corteza húmeda se distinguían trozos de carne… y un dedo, aun con la uña incrustada.

—¿Eso es tuyo?… —susurró Gorgo.

—No… —contestó Max, con un nudo en la garganta.

El silencio pesó un instante, hasta que Max preguntó:

—¿Ustedes se encontraron con Garuda?…

—¿Un hombre con rasgos de animal? Sí… —confirmó Gorgo, con el pulso temblando.

—Era evidente… —murmuró Max, alzando la cabeza hacia el firmamento. Las estrellas titilaban, indiferentes.

—¿Cómo algo tan hermoso puede generar tanto caos?… —suspiró, apretando la mandíbula hasta que crujió.

Gorgo lo miraba en silencio, hasta que Max soltó:

—Me enteré de que tu hermano se convirtió en algo salvaje… ¿Cómo está ahora?

—Bueno… al parecer te acaba de dar una paliza y le reventó la mano a tu amigo…

—¿Qué?… ¡¿Ese era el niño?! —los ojos de Gorgo se abrieron como platos.

—Sí.

—¡Pero si parecía de más de veinte años! —exclamó, incrédulo.

Max lo fulminó con la mirada, cerrando la esfera de energía en su mano como si fuera un candado.

—No me voy a poner a responder preguntas.

—Oye… ya sé que todo esto es muy complicado para ti… ¡Permíteme ayudarte!

—¿Dejarme ayudar por quien intentó matarme años atrás? —escupió Max con veneno en la voz.

—¿Y si mejor te mato aquí y me quito una molestia de encima? Después de todo… no puedes darme información útil. Eres peso muerto.

Gorgo no se movió.

—Entiendo las diferencias que tuvimos… y si quieres, mátame tú. Pero hazlo después de que haya ayudado a tu hermano.

Max frunció el ceño.

—¿Por qué demonios te importa Oliver?

—Porque alguien tiene que preocuparse por él… aunque sea yo.

Ese golpe emocional lo desarmó por un segundo. La esfera de ki se disipó en su mano.

—Está bien… pero también te encargarás de encontrar a Hanabi.

En el dojo Agua, Max tocó la casilla de Oliver y Gouten. Todo estaba cerrado como había ordenado.

—Gouten, ¿todo está bien ahí dentro?

—¡Max! —suspiró el niño, aliviado—. ¡¿Cómo están Oliver y Hanabi?! ¡¿Están bien?!

Max apretó los dientes.

—Gouten… no te mentiré. Hanabi fue secuestrada y Oliver… Oliver se convirtió en Gouron.

Un silencio denso se apoderó del aire. De pronto, Gouten rugió con tanta furia que los vidrios estallaron en mil pedazos. El suelo vibró bajo sus pies.

—¡¡Maldita sea!!

Gorgo pegó un salto hacia atrás, con el corazón en la boca.

Sentado en la mesa, con la mente ardiendo de pensamientos, Baldur golpeaba con los nudillos en seco, buscando una salida que no encontraba.

Agobiado por su propia desesperanza, solo le quedaba una pregunta sin respuesta:

¿Por qué su nieta? ¿Por qué Oliver?

La puerta del Dojo se abrió. Max entró con paso firme, y detrás de él apareció Gorgo.

Baldur alzó la mirada. En cuanto sus ojos se cruzaron con el intruso, todo explotó.

Max apenas alcanzó a hacerse a un lado. Una brutal pulsación de agua estalló desde Baldur, arrojando a Gorgo por los aires, expulsándolo fuera del Dojo.

El grandulón se estrelló contra el suelo con violencia, sin tiempo de poner las manos para amortiguar.

Cuando intentó incorporarse, Baldur ya estaba encima, descargando un puñetazo demoledor en su abdomen.

Gorgo tosió en seco. No era capaz de sentir el dolor, pero su cuerpo le gritaba que, si no se defendía, ese viejo lo mataría en ese mismo instante.

No alcanzó a reaccionar. Un movimiento fluido, como una ola desatada, le estampó el rostro contra la corteza de un árbol.

―¡Señor Baldur, deténgase! ―gritó Max, sacudiéndose el shock del momento.

Pero no hubo respuesta. Solo los impactos secos, una lluvia de puños reventando la carne de Gorgo.

Max corrió y se interpuso, aferrando el brazo de Baldur. Fue tan rápido que apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos, resignado a recibir el golpe reflejo.

No sintió nada. Abrió un ojo con miedo… y allí estaba: el nudillo de Baldur detenido a centímetros de su rostro.

―Lo… lo siento… ―murmuró el anciano, con la voz quebrada, abrazándolo de golpe. Max pudo sentir el temblor en el cuerpo del viejo, sacudido por la impotencia.

―No era mi intención, Max… ―susurró Baldur, la voz quebrada y temblorosa.

―Está aquí para ayudarnos… ―aclara Max, señalando a Gorgo con un gesto firme.

―Lo siento… ―continuó Baldur, los ojos brillando con una mezcla de culpa y cansancio, casi a punto de derramar lágrimas.

―Descuide, Don… ―le tranquilizó Max, tosiendo con esfuerzo, intentando mantenerse firme―. Me lo merecía…

Baldur se tomó un momento para respirar. Max pudo sentir cómo el viejo comenzaba a calmarse. Se apartó lentamente, pero aun con las manos temblando, se aferró a los hombros de Max y lo miró a los ojos, casi suplicándole.

― ¿Tienes alguna forma de regresar a Oliver a la normalidad? ―preguntó Baldur, con voz cargada de esperanza y preocupación.

―Me temo que hay que cortarle la cola a Oliver… ―respondió Max, con firmeza.

― ¿Cola? ―repitió Gorgo, claramente confundido.

― ¿Podrías dejar de hacer preguntas? ―lo reprendió Max, exasperado.

― ¡Esto es demasiado nuevo para mí! ―exclamó Gorgo, levantando las manos.

―No somos humanos… venimos de otro planeta. Quédate con esa información como la única respuesta que te daré… ―sentenció Max, con un aire de autoridad que dejó claro que no habría más explicaciones por el momento.

― ¿cortarle la cola no significará limitar su potencial Senkayne?... ― le pregunta Baldur a Max.

―me temo que Oliver deberá progresar de otra forma… ¿Cómo íbamos a saber que Oliver le daría paso a la reencarnación de Garuda?...

Max guardó silencio por un momento. Pensando una solución, miro a Baldur con la mirada iluminada y sonrió confiado.

―encontrar a Hanabi será cosa sencilla… puedo usar la técnica de "Radar" en distintos puntos de la ciudad para sentir el ki de las personas cercanas… ― le menciona Max.

―Hanabi apenas está dominando el ki, pero su cantidad es ligeramente superior a la media, será fácil de diferenciar… ― termina de explicarle.

― eso es aliviador… ― menciona Baldur…

―coordinemos bien el plan… y asegurémonos de salvarlos a todos…

Caminando con dificultad por la acera, Richarzon gruñía de dolor. Su mano, envuelta en un torniquete improvisado, dejaba ver la herida abierta, la carne desgarrada y, en un instante macabro, el hueso asomando. Cada paso era un recordatorio de la brutalidad que acababa de vivir.

Al llegar a la escuela cerrada, empujó la puerta principal y descubrió la escena: los guardias de seguridad yacían muertos junto a la entrada, un disparo en la frente para cada uno. La calma siniestra del lugar lo envolvía.

Con pasos pesados subió hasta el tercer piso. Al entrar en la oficina del director, lo primero que llamó su atención fue la serenidad inquietante de Do'cientos, sentado en su silla como si nada hubiese pasado. En una esquina, Hanabi estaba atada a una silla, con la boca cubierta por una venda, incapaz de gritar.

― ¿Y Gorgo? ―preguntó Do'cientos con voz fría, sin siquiera mostrar preocupación por la herida sangrante de Richarzon.

―Libre… esa cosa rompió el casco del traje Handling… y Gorgo volvió a ser él mismo… ― confesó Richarzon con voz temblorosa.

―No pude convencerlo de que viniera conmigo… y ahora está del lado de nuestros enemigos… ― añadió, con un dejo de impotencia.

Do'cientos soltó un largo suspiro de resignación, dejando que el silencio llenara la habitación por unos segundos.

―Ve a la enfermería para que te atiendan esa herida… ― indicó con frialdad.

―Y recuerda… ― continuó el empresario, clavándole una mirada vacía y sin emoción ― tú serás quien deba enfrentarse a Gorgo.

―Sí… ― murmuró Richarzon, soltando un bufido mientras giraba para marcharse, escoltado por los hombres del jefe hacia la enfermería.

―Mierda… Gorgo, eres un estúpido… ― masculló para sí mismo. ―Acabas de sentenciar nuestra rivalidad…

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