Ficool

Chapter 40 - El inicio del final

―Esta ciudad es muy distinta a lo que era Terra… ― murmuró Garuda, de pie sobre la azotea más alta que encontró, con la mirada perdida en el horizonte.

El viento golpeaba su rostro, pero lo único que sentía era un vacío furioso en el pecho.

―Han pasado años… ya ni siquiera recuerdo cómo era Terra antes de ser destruida… ― masculló, apretando los dientes. De pronto alzó la voz, como si quisiera que todo el mundo lo escuchara. ― ¡Pero esto es una estupidez! ¡¿Dónde está el castillo del rey!?

Su voz retumbó en la oscuridad.

― ¡Debería haber un trono esperándome! ― gruñó con repudio, sus palabras cargadas de soberbia y dolor.

Miró a su alrededor: todo estaba apagado, silencioso, sin gloria ni esplendor. Solo las luces de las calles parpadeaban, frías, incapaces de rendirle homenaje.

―Devuélveme mi cuerpo… ― rogó la voz de Oliver desde lo profundo de su mente.

―Cállate, mocoso… ― lo cortó el semidiós, forzando el apagado de su conciencia como si apagara una lámpara. ―Este enano es molesto y… fácil de someter.

La bestia levantó la vista hacia el reloj colocado sobre la fuente. Eran las 3:42 de la madrugada.

Hizo el cálculo, sonriendo para sí.

Habían pasado apenas una hora y dieciocho minutos desde que arrebató el cuerpo de Oliver.

―Y nadie ha venido a plantarme cara… ― gruñó con desprecio. ― Humanos patéticos. Ni siquiera percibieron mi presencia.

Gorgo avanzaba en dirección a Garuda, mientras Max y Baldur seguían rastreando a Hanabi.

La técnica Radar de Max, perfeccionada en los últimos cuatro años, ahora se extendía en un radio de veinte metros a la redonda, apuntando a todo posible escondite improvisado.

Gorgo, con la piel erizada por lo que intuía que vendría, caminaba con un temple imperturbable sobre el asfalto.

Alzó la vista y, entre los edificios oscuros, distinguió la silueta salvaje del semidiós, erguido en lo alto de una azotea.

Cuando sus miradas se cruzaron, los ojos carmesí de la bestia se encendieron como brasas hambrientas, fijándose únicamente en él.

—Este es el plan… Gorgo, quiero que vayas a buscar a Garuda e intentes plantarle cara —le pidió Max, minutos atrás.

—No quiero sonar quejoso, pero… ese infeliz me noqueó de un solo golpe. ¿Estás seguro de esto? —replicó Gorgo.

—Baldur y yo buscaremos a Hanabi. Tú solo intenta resistir. Apenas la localicemos, iré a ayudarte, mientras Baldur la rescata.

—No estoy seguro si yo…

—Garuda sabe que su debilidad es la cola. Lo que no sabe, es que nosotros lo sabemos. Cuando esté a punto de derrotarte, atácale ahí. Lo obligarás a ponerse a la defensiva.

—¿Y cómo sabemos que su debilidad es la cola?

—Me baso en el comportamiento de los Senkaynes en su forma Gouron. Cuando se transforman, protegen la cola más que el resto del cuerpo.

—Bueno, esperemos que ningún mente sucia escuche esto… si no se sentiría cochino —rió incómodo Gorgo.

Las miradas serias de Max y Baldur lo hicieron bajar la cabeza. —Lo siento…

Max suspiró. —Es cierto, no hay garantías. Pero lo que sí debe ocurrir, es que la forma salvaje desaparezca al perder la cola.

Gorgo apoyó su mano en el hombro del muchacho. Max sintió el temblor en ella; la mirada del grandulón se clavó en la suya.

—Haré lo que pueda… —dijo con voz nerviosa.

—"Lo que pueda…" —repitió Gorgo ahora, mirando a Garuda desde abajo. —Menos mal que vine jugando con el traje en el camino…

En lo alto de la azotea, la bestia sonrió.

—¡Gorgo! —soltó Garuda, con una mueca de diversión salvaje.

—¡Dime, Metal Gorgo! —gritó, alzando el brazo.

El cañón integrado se desplegó con un chasquido metálico, y sin más vacilación un proyectil de plasma salió disparado directo hacia Garuda.

La bestia apenas ladeó la cabeza; la sonrisa se le borró al sentir el calor de la explosión a centímetros.

Con una velocidad brutal, Garuda contraatacó con una patada descendente. El impacto chocó con una barrera de energía que el propio traje generó al instante.

Gorgo abrió los ojos como platos. —Me merezco un Óscar por deducir las funciones del traje en pocos minutos… —bufó al aire, incrédulo pero emocionado por tener, por primera vez, una oportunidad real de pelear.

En su visor, un número rojo parpadeaba.

«Menos del 40% de batería… pronto quedará solo esto» —pensó, apretando el puño.

—Siento tu olor a miedo, Gorgo… —se burló Garuda, lanzando otra patada demoledora. Aun con la barrera activa, la fuerza del impacto lo hizo retroceder varios metros, los pies arrastrando chispas contra el asfalto.

—No lo sé… —gruñó Gorgo con media sonrisa—. No fui al baño en toda la noche…

El cañón en su brazo rugió, disparando un haz de plasma directo al semidiós.

—¡Mocoso… si todavía estás ahí adentro! —bramó entre jadeos, apretando los dientes—. ¿¡Podrías tú mismo pelear contra el "dios" de tu mundo!?

El proyectil de plasma impactó de lleno en el pecho de Garuda. El semidiós soltó un gruñido gutural mientras la carne se chamuscaba, dejando una quemadura oscura que comenzó a cerrarse lentamente ante la mirada incrédula de Gorgo.

—¿Qué es esta tecnología…? —masculló Garuda, palpando la herida que sanaba con lentitud.

—No tengo idea… —replicó Gorgo, intentando sonar desafiante mientras desplegaba de golpe una cuchilla desde el traje—. Solo desperté con ella.

El brillo metálico llamó su atención… y lo delató. La mirada de Gorgo se desvió por instinto hacia la cola del monstruo. El movimiento no pasó desapercibido: Garuda, como si hubiera leído sus pensamientos, giró el torso y protegió su cola con su propio cuerpo.

Sus ojos carmesí chispearon de furia.

—¿Osas mirarme así después de sacar una cuchilla…? —rugió, ofendido, con la voz reverberando como un trueno—. ¡Te arrancaré las entrañas, humano!

Gorgo corrió con todo el cuerpo cargado de furia, embistiendo directo contra Garuda. Pero el semidiós, ligero como una sombra, lo evadió con un salto felino y, en pleno aire, le propinó una patada en la espalda. El impacto retumbó, aunque la barrera energética del traje absorbió el daño con un resplandor eléctrico.

—¿Así son las cosas, Gorgo? —escupió Garuda, cayendo con gracia salvaje—. ¿¡Usarás la tecnología por encima de tu fuerza sobresaliente!? ¡Me repugnas!

—¡Ya cállate y devuelve al mocoso! —rugió Gorgo, girando sobre su eje. Su puño derecho salió disparado como un martillo y se hundió en el abdomen del semidiós antes de que pudiera tocar el suelo.

El cuerpo de Garuda fue lanzado hacia atrás, arrastrando aire y polvo en su trayectoria. Apenas sus pies tocaron el asfalto, el simio divino giró sobre sí mismo en una pirueta fluida, recuperando la compostura con la elegancia de un depredador en su terreno.

Entonces Gorgo lo vio. La garganta de Garuda comenzó a iluminarse desde dentro, como si una hoguera carmesí estuviera encendiéndose en sus entrañas.

Antes de que Garuda pudiera liberar lo que ardía en su garganta, Gorgo lo bombardeó con una ráfaga de cañonazos de plasma. El semidiós se vio obligado a esquivar, apagando la energía interna con un gruñido frustrado. Cuando quiso encenderla otra vez, Gorgo ya estaba encima suyo.

[Batería del traje: 37%]

El puño del boxeador impactó de lleno, obligando a la cabeza de Garuda a girar violentamente hacia la derecha. Antes de que pudiera reaccionar, recibió un rodillazo brutal en la mandíbula.

Sorprendido, el simio divino respondió con tres golpes veloces, pero la barrera absorbió el impacto sin dejarlo pasar. El contragolpe no tardó: un puño directo al pecho lo lanzó de espaldas contra el suelo. Garuda se incorporó con una mueca de rabia contenida, los ojos cargados de furia.

[Batería del traje: 32%]

<< El combate se balanceaba entre ventajas y desventajas. Gorgo era un enemigo extraño: cada golpe recibido lo acercaba más a su fuerza máxima, aumentando su potencia con cada segundo que aguantaba. En ese momento apenas alcanzaba un 46% de la fuerza total de Garuda… pero el golpe inicial que lo había noqueado aún le daba una ventaja considerable. >>

<< Del otro lado, Garuda sufría heridas superficiales. El plasma quemaba su piel, pero la sanaba con facilidad. Lo que realmente lo envenenaba era la repulsión: golpear una barrera energética no le transmitía dolor, no le daba placer ni emoción. Para un dios del combate, pelear contra un muro invisible era una ofensa. >>

[Batería del traje: 29%]

Con un rugido, Garuda lanzó una ráfaga de puñetazos feroces, descargando toda su frustración contra la barrera. Su único deseo era atravesarla y sentir al fin el contacto de carne contra carne.

<< Al ser un contrincante que necesitaba recibir golpes para crecer en poder, la barrera que lo protegía era, al mismo tiempo, su condena. Lo mantenía a salvo… pero también lo estancaba, reduciendo su progreso a cero. >>

Gorgo tomó entonces una decisión arriesgada. Cuando el semidiós lanzó un puñetazo demoledor, apagó la barrera en el último instante. El golpe lo alcanzó de lleno en el rostro, haciéndole crujir la mandíbula.

El ardor recorrió su cuerpo como un relámpago, y en ese mismo instante la barrera se reactivó, envolviéndolo otra vez.

—¿Qué…? —balbuceó Garuda, mirando incrédulo su propio puño. Por un instante, había sentido carne bajo los nudillos. Carne real.

El ardor característico del suero se encendió de inmediato, recorriendo cada músculo como electricidad viva.

Gorgo acomodó la mandíbula con firmeza, sintiendo la fuerza incrementar en su cuerpo, y una nueva confianza brilló en sus ojos.

Todo era cuestión de aguantar…

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