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Chapter 23 - capitulo 23

Capítulo 23: 6 de octubre de 2012

La alarma del móvil vibró suavemente bajo la almohada. Eran las 6:30 de la mañana y, por alguna razón, me sentía más descansado que el día anterior. Tal vez había sido la emoción de haber llegado por fin a Madrid, o el simple hecho de estar en una cama real, sin la humedad del orfanato ni los ronquidos de Marko.

Me levanté, me duché sin apuro y bajé a desayunar al comedor del módulo residencial de Valdebebas. A esa hora había pocos jugadores despiertos. Uno de ellos, un chico delgado con ojos intensos y el pelo en punta, me saludó con una inclinación de cabeza mientras servía cereales en un bol.

—¿Nuevo, no? —me dijo mientras se sentaba frente a mí.

—Sí, Luka Vuković. Vengo de Croacia.

—Te vi ayer. Jugás por izquierda, ¿no? Buen cambio de ritmo.

—Gracias. ¿Vos?

—Sergio Molina. Interior. Si te moves bien por la banda, seguro nos vamos a entender.

Asentí con una media sonrisa. Era una buena señal: alguien que se tomaba el fútbol en serio, que observaba. Comimos en silencio los siguientes minutos. Él revisaba su móvil; yo repasaba mentalmente lo que quería mejorar ese día. El pase rápido en primera. Los centros con precisión. Comunicación sin necesidad de palabras.

Ya en el campo, el sol brillaba bajo, apenas por encima del horizonte. El césped estaba impecable, y solo caminar por él me hacía sentir parte de algo más grande. A lo lejos, vi al entrenador de los juveniles, Luis Miguel Ramis, conversando con uno de los asistentes. Cuando me acerqué al grupo, noté que algunos ya estaban trotando en rondas.

—¡Vuković! —llamó Ramis—. Vení un momento.

Me acerqué de inmediato.

—Buen trabajo ayer. Te vi cómodo con el balón. Hoy vamos a trabajar con más táctica. Quiero que entiendas cómo se mueven tus compañeros, que te empieces a integrar en la dinámica del equipo.

—Sí, míster.

—Y tranquilo. Acá no buscamos que brilles en cada jugada. Queremos que pienses, que elijas bien cuándo arriesgar.

Asentí de nuevo. Me gustaba su forma de hablar: directa, sin palabrería. Parecía alguien justo.

El entrenamiento fue intenso, pero gratificante. Empezamos con rondos de presión, luego ejercicios tácticos en media cancha. Me colocaron como extremo izquierdo, en un 4-3-3 clásico. En un ejercicio de posesión, Sergio Molina me marcó un pase perfecto en diagonal. Lo controlé de primera, levanté la cabeza y metí un centro al segundo palo que terminó en gol. Algunos compañeros aplaudieron. Ramis simplemente tomó nota en su libreta.

Después de la sesión matutina, pasamos al gimnasio por media hora. Fue ahí donde intercambié algunas palabras con otro jugador, Jaime, un central robusto con cara de pocos amigos, pero que resultó ser simpático.

—¿Del Dinamo Zagreb, venís?

—No, del NK Adriatic.

—¿Y cómo llegaste acá?

—Digamos que me vieron en el momento justo —respondí, eludiendo el tema con elegancia.

Al terminar la jornada, nos dieron la tarde libre. Decidí salir a caminar un rato por las inmediaciones del complejo. Me perdí un poco en las calles tranquilas de Valdebebas, observando las viviendas modernas, el cielo amplio y despejado, y la sensación constante de que todo esto era apenas el comienzo.

Volví justo antes del anochecer y me detuve en una pequeña sala común. Había un televisor, algunos sillones y hasta una consola de videojuegos. Un par de chicos jugaban FIFA. Me ofrecieron un joystick.

—¿Te animás, croata?

—Dale. Pero no vale llorar cuando pierdan.

Jugamos un par de partidos. Me relajé por primera vez desde que había llegado. Entre risas, bromas y goles virtuales, sentí que empezaba a encajar. No como una máquina, no como un proyecto... como alguien que merecía estar ahí.

Ya en mi habitación, solo y con la luz tenue, abrí el sistema. El panel flotó frente a mí, discreto, silencioso. Revisé las pestañas de estado, mis mejoras físicas, y el mensaje anterior aún parpadeaba en una esquina:

[Habilidad activa: Aumento de resistencia física e íntima. Mejora estética permanente aplicada a pareja sexual.]

Suspiré. Casi parecía irreal. Pero todo lo que me rodeaba lo era también.

Y estaba listo para más.

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