Ficool

Chapter 22 - capitulo 22

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Capítulo 22: 5 de octubre de 2012

Me desperté antes de que sonara la alarma.

Eran las 6:12 de la mañana. Afuera todavía estaba oscuro, aunque un tenue reflejo azulado comenzaba a asomarse por la ventana de la residencia. El aire era fresco, seco, distinto al de Split. Había dormido bien, sin pesadillas, sin sobresaltos. Tal vez por el cansancio del viaje, tal vez por la sensación de que algo nuevo, por fin, había comenzado.

La habitación era sobria, blanca, limpia. Cama individual, escritorio, armario, un baño privado y una pequeña estantería vacía. Aún no tenía casi nada conmigo, pero tampoco lo necesitaba. Todo lo que importaba lo llevaba encima: mi cuerpo, mi cabeza… y el sistema.

Me levanté y fui directo a la ducha. Agua fría. Siempre empezaba así. Activaba la circulación, aclaraba las ideas, me mantenía alerta. Cuando salí, me vestí con el chándal de entrenamiento que me habían dejado preparado la noche anterior. Blanco, con detalles grises, el escudo del Real Madrid bordado en el pecho.

Una sonrisa leve se me escapó al verlo en el espejo.

No era vanidad. Era constatación. Estaba aquí. Por fin.

A las 7:30 bajé al comedor. Algunos chicos ya estaban desayunando. Había variedad: fruta, yogur, cereales, pan, embutidos, leche, zumo. Servido en bandejas de autoservicio, pero bien presentado. El club cuidaba los detalles. Me serví lo justo: un par de tostadas con pavo, plátano, yogur natural, y un vaso de agua.

En la mesa más cercana había cuatro chicos riendo entre ellos, todos alrededor de mi edad. Me miraron de reojo, pero no dijeron nada.

Yo tampoco.

Comí en silencio, escuchando sus bromas, analizando sus voces, su lenguaje corporal. Uno de ellos, más alto y rubio, hablaba como si ya se sintiera superior. Otro parecía callado pero muy atento. El tipo que absorbe información sin abrir la boca.

No me presenté. Ya habría tiempo.

A las 8:00, un coordinador del club vino a buscarme: un hombre de unos cincuenta años, traje oscuro, gafas rectangulares, tono cortés.

—Luka, ¿listo?

—Sí.

—Ven conmigo. Te presentaremos al cuerpo técnico y a tus compañeros.

Salimos de la residencia por un camino asfaltado y cruzamos dos campos de entrenamiento. El sol ya iluminaba toda la ciudad deportiva, con ese brillo limpio y sin nubes tan típico de Madrid en otoño.

Entramos a un pequeño edificio. En el interior, todo olía a césped, caucho, linimento. Un lugar de fútbol real.

Allí me presentaron al entrenador del Juvenil C: Tristán Celador.

—Así que tú eres el chico croata —dijo estrechándome la mano con firmeza—. Bienvenido. Aquí no nos fijamos en el nombre que tienes en la camiseta, sino en cómo entrenas. Y espero que vengas con ganas.

—Muchas —respondí sin titubear.

Él asintió, como si eso bastara por hoy.

Luego me presentó al resto del staff: el preparador físico, el entrenador de porteros, el segundo entrenador, el fisio. Todos con una actitud profesional, sin demasiadas sonrisas, pero sin desprecio. Era obvio que querían ver de qué estaba hecho antes de formarse una opinión.

El entrenamiento empezaría a las 9:00, así que me llevaron al vestuario. Allí estaban los otros jugadores, ya cambiándose. El ambiente era ruidoso, lleno de bromas, música de reguetón saliendo de un móvil, zapatillas por el suelo.

Uno de los chicos se me acercó. Moreno, delgado, con sonrisa fácil.

—¿Eres Luka, no? El croata.

—Sí.

—Yo soy Javi Muñoz. Mediocentro. Me dijeron que juegas arriba.

—Delantero —afirmé.

—Perfecto. A ver si nos entendemos bien.

Le estreché la mano con firmeza. De los que valía la pena tener cerca, pensé. Inteligente y sin necesidad de alardear.

Salimos al campo unos minutos antes. Césped impecable, perfectamente trazado. Una joya de campo.

El calentamiento fue exigente. Zancadas, aceleraciones, técnica individual. El preparador físico no regalaba ni un minuto. Luego empezamos rondos, posesiones y pequeños partidos en espacios reducidos.

En todo momento notaba las miradas. No eran hostiles, pero sí de evaluación. Estaban viendo si era "otro fichaje internacional de vitrina" o alguien que podía ganarse el puesto.

Yo no hablaba. Solo jugaba.

Y cada vez que tocaba el balón, procuraba hacerlo bien: control limpio, pase seguro, desmarque inteligente. Sin complicaciones. Sin adornos. Solo eficacia.

Después de una hora y media, nos mandaron al vestuario.

—Buen primer día —me dijo Celador, al pasar junto a mí—. Pero aquí el trabajo nunca se detiene.

—Lo sé —respondí sin mirar abajo.

Me duché con rapidez y volví a la residencia. El resto del día fue ocupado con revisiones médicas, charla de bienvenida con uno de los psicólogos del club, y una breve reunión con el tutor académico que llevaría mi escolaridad a distancia. El club se encargaba de todo. Comidas, estudios, transporte. Solo tenía que cumplir.

A las 19:00 salí a trotar un rato por la pista de la ciudad deportiva. No lo necesitaba físicamente, pero sí mentalmente. El cuerpo tranquilo, el cerebro ordenado.

Activé el sistema por unos minutos.

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[Entrenamiento realizado] – 1 punto de experiencia ganado

[Nuevas estadísticas desbloqueadas]

Velocidad: 12/100

Resistencia: 14/100

Técnica: 11/100

Inteligencia táctica: 13/100

Carisma: 10/100

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Todavía estaba en niveles bajos. Pero eran reales. Medibles. Mejorables.

Cerré el sistema y observé el cielo de Madrid, ahora teñido de naranja y violeta.

Una ciudad desconocida. Un club legendario. Un grupo de compañeros nuevos.

Y una oportunidad única.

No iba a malgastarla.

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