Ficool

Crónicas del Caos y del Corazón

DarkLeaves
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Chapter 1 - Prólogo: El Inicio

La verdad, no sabía ni por qué había aceptado ir a esa fiesta. No estaba de humor para nada, pero mis amigos no me dejaron opción. "Tienes que relajarte, hermano," dijo Juan mientras me daba una palmada en la espalda. "Hoy no hay excusas, ¡es tu noche!"

Era una semana especial: todo el equipo había trabajado como nunca antes, y gracias a mis esfuerzos, aunque no lo dijera en voz alta, nos habían dado una semana de vacaciones. Pero yo no pensaba en eso. Para mí, las vacaciones eran solo una nueva oportunidad para hundirme en mis pensamientos y responsabilidades. Hasta que, de repente, todo mi grupo decidió que yo necesitaba algo más. Algo "divertido". Algo que no podía rechazar.

"¡No puedes seguir viviendo en esa burbuja, hombre!" insistió Carla, la jefa de marketing con una sonrisa que parecía decir más de lo que sus palabras implicaban.

Así que, aquí estaba, en un bar con luces brillantes, música demasiado alta y copas que me empujaban una y otra vez, como si mi destino ya estuviera sellado. Mis amigos no eran precisamente los más moderados en cuanto a bebidas, pero esta vez se pasaron. De alguna forma, me convencieron para que empezara con un shot, luego otro, luego una cerveza. "¡Vamos, estás tan tenso! Tienes que soltarte un poco," insistió Juan, mientras me llenaba el vaso nuevamente.

Y claro, me dejé llevar. La primera copa fue fácil. La segunda, un poco menos. Para la tercera, ya no sabía ni qué estaba diciendo. Reí más de la cuenta, me burlé de un par de historias que no tenían sentido, y luego, entre carcajadas, me vi rodeado de caras conocidas. Mis amigas… ellas.

Ahí estaba Valeria, la que siempre me hacía reír con sus bromas sarcásticas y su forma tan directa de hablar. "¿Cómo estás, campeón? ¿Te has olvidado de los problemas ya?" dijo mientras se acercaba, su mirada traviesa brillando bajo las luces del bar. Me tocó el hombro y, en un movimiento rápido, me obligó a tomar otro trago. "Venga, no seas aguafiestas, toma otro," dijo, con una sonrisa que no pude rechazar.

A su lado estaba Mariana, la más tranquila del grupo, pero con una risa contagiosa que siempre me hacía sentir más relajado de lo que debería. "Ay, papito, estás tan estresado, necesito verte sonreír," me dijo mientras se inclinaba hacia mí y me ofrecía un vaso lleno de algo que ya no estaba seguro si era tequila, vodka o un cóctel inventado por ella. "Te lo juro, esto te va a hacer olvidar todo," añadió con una risa nerviosa.

Luego, estaba Laura, la más misteriosa de todas, siempre tan impredecible. "¿No crees que ya es hora de dejar de ser tan serio?" dijo, tomando mi copa con un movimiento suave y obligándome a beber de un solo trago. "A disfrutar, cariño, a disfrutar," susurró, casi como si fuera un juego.

Y por último, estaba Sofía, la amiga que siempre parecía tener la respuesta para todo. Se sentó junto a mí y, mientras las demás reían y charlaban, me miró fijamente. "Te lo dije, ya era hora de que vinieras a esta fiesta. No sé cómo no te habías dado cuenta de lo que te estabas perdiendo."

Con cada trago, las risas se volvían más exageradas, los recuerdos más borrosos, y las conversaciones más absurdas. En algún momento, me vi riendo por cosas que no entendía, abrazando a las chicas como si fueran viejas amigas (lo cual, de alguna forma, lo éramos). Me sentí como un niño otra vez, libre, sin preocupaciones.

Lo que no sabía era que, en medio de todo eso, el caos comenzaba a tomar forma. Recuerdo a Valeria empujándome hacia el centro de la pista de baile, mientras Mariana me sujetaba de la cintura para que no cayera. "¡Venga, papá, a moverse!" me gritaba entre risas, y no pude evitar sonreír como un idiota, sintiéndome como si realmente estuviera haciendo algo épico. Como si la pista de baile fuera un escenario, y yo, el protagonista de la película.

Lo siguiente que supe es que estaba dando vueltas sin rumbo, como un trompo descontrolado, con las chicas riendo alrededor de mí. ¿De qué estábamos hablando? No lo sabía. ¿Estaba haciendo el ridículo? Probablemente. Pero el alcohol me había soltado, ya no sentía vergüenza. Solo diversión. Y mis compañeros del trabajo, que estaban a un costado, no perdían la oportunidad de burlarse.

"¡Miren a este! ¿No es el jefe más serio del lugar?" gritó Juan, entre carcajadas, mientras levantaba su copa. "¡Miren cómo se suelta! ¡Yo también quiero un trago de lo que está tomando!"

Carla, que estaba en su versión más desinhibida, levantó su celular y comenzó a grabar. "¡Este video va directo al grupo de trabajo! ¡Esto nunca lo vamos a olvidar!" decía, entre risas. No pude evitar mirar a la cámara y hacer una cara ridícula, como si en ese momento fuera el más feliz del mundo. Y claro, el alcohol me hizo pensar que estaba siendo el alma de la fiesta. Tal vez lo era, pero también era el payaso, el que estaba haciendo el ridículo frente a todo el mundo.

Pero lo peor vino cuando Sofía se acercó a mí, mientras me tambaleaba de un lado a otro. "¿Seguro que no te has olvidado de las consecuencias de tus acciones, campeón?" me susurró al oído, mientras me apretaba el brazo con un toque juguetón. La miré fijamente, tratando de enfocar mis ojos borrosos. "Tú eres la peor," le dije, y ella se rió, dándome una palmada en la espalda.

"Lo peor es que te gusta, ¿verdad?" me soltó con una mirada traviesa.

Me quedé en silencio un segundo, sin saber si era una broma o si estaba siendo más directo de lo que yo pensaba. Pero como si nada, las chicas comenzaron a rodearme, cada una de ellas con una actitud distinta, pero igual de intensas. Valeria volvió a empujarme hacia el centro del lugar.

"¡Vamos, papá, a bailar como si no hubiera mañana!"

No podía pensar con claridad, solo sabía que las risas de todos me daban un calorcito agradable. Pero también había algo raro. Algo que no podía ubicar en mi cabeza. La noche parecía haber tomado un giro extraño, como si el tiempo se hubiera distorsionado.

Lo siguiente que pasó fue aún más extraño. Las chicas me hicieron sentarme en una mesa, mientras se reían entre ellas. Mariana, la más calmada del grupo, me miraba con una sonrisa de complicidad.

"¿Cómo va eso, campeón? Ya tienes más fotos tuyas en esta noche que en todo el año," dijo, mientras me pasaba otro trago.

"Relájate, hoy es tu noche."

Mi mente ya estaba completamente borrosa. Y como si el universo estuviera jugando con mi suerte, todo parecía confuso, como un sueño surrealista. Cada una de ellas se acercó por turno, no sé si con bromas o con cosas más serias, pero al final lo único que recordaba era una mezcla de voces, risas, y el sonido del DJ mezclando canciones.

A lo lejos, veía a mis amigos del trabajo riendo a carcajadas. "¡Miren al gran hombre de la oficina! ¡Quién lo diría! ¿Quién se lo iba a creer?" decía Juan, mientras chocaba su vaso contra el mío, como si estuviéramos celebrando algo grande. "¡Esto va directo a la historia!"

La noche continuó en ese extraño vaivén, entre risas y más tragos. Los recuerdos eran borrosos, pero los momentos, aunque nublados por el alcohol, parecían grabados a fuego. Y, por supuesto, en medio de todo, las chicas seguían siendo el centro de atención. Pero no lo sabía, no en ese momento, lo que había pasado. No entendía el qué ni el cómo.

Solo cuando la mañana siguiente me desperté, con la cabeza dando vueltas y un cuerpo que parecía haberse partido en mil pedazos, fue cuando entendí que la fiesta no había sido solo una excusa para "divertirme". Había sido el punto de no retorno.

Pero claro, como todo en esta vida, las consecuencias tardan en llegar. Y en ese preciso momento, todo parecía un simple accidente. Pero lo que realmente estaba por venir... eso no lo veía ni en mis peores pesadillas.