Ryuusei sintió el peso de la antigüedad en cada hoja amarillenta de los documentos que sostenía. Se los entregó a la Muerte, quien los recibió con una expresión inescrutable, sus dedos huesudos examinando los pergaminos con una atención perturbadora. El aire en el templo abandonado era gélido, y el silencio de la Muerte se sentía más pesado que cualquier sonido.
Hasta ahora, Ryuusei había seguido sus órdenes sin cuestionar, pero algo en esta misión le hacía sentir incómodo. No era el robo, ni el peligro. Era la sensación de que algo vital le estaba siendo ocultado.
—¿Por qué estos documentos son tan importantes para ti? —preguntó, con la mirada fija en la oscura silueta frente a él. La voz de Ryuusei era firme, pero la desconfianza era palpable en cada sílaba.
La Muerte permaneció en silencio por un momento, hojeando los papeles con sus dedos huesudos. Su presencia era opresiva, como un vacío que absorbía toda la luz.
—Estos documentos contienen secretos que ningún mortal debería conocer —respondió con voz profunda, un sonido que resonaba en la mente de Ryuusei—. Son rastros de un pasado olvidado, un pasado donde los heraldos supremos no siempre fueron los únicos servidores de la muerte.
Ryuusei frunció el ceño, su mente procesando la nueva información. Era un pedazo de historia que nunca se les había revelado.
—¿Quieres decir que hubo otros antes de nosotros?
—Hubo muchos antes de ustedes —respondió la Muerte, deteniéndose en una de las páginas que mostraba símbolos extraños—. Algunos intentaron desafiar el equilibrio, otros lo protegieron con sus vidas. Pero estos documentos contienen información sobre un grupo en particular… uno que casi destruyó el orden entre la vida y la muerte.
El peso de sus palabras se sintió como un eco en la habitación. Ryuusei cruzó los brazos, sintiendo esa desconfianza creciendo en su interior. Los otros heraldos no habían dicho nada sobre la historia del Inframundo. La Muerte era un ser que ocultaba todo a sus propios siervos.
—Si son tan peligrosos, ¿por qué estaban simplemente guardados en una bóveda? ¿No sería mejor destruirlos?
La Muerte sonrió levemente, un gesto que en su rostro sin vida resultaba perturbador. —Algunas verdades no pueden ser borradas tan fácilmente. Además, hay cosas que todavía necesito confirmar.
Ryuusei sintió que la conversación estaba girando en círculos. La Muerte nunca respondía directamente. Su propósito era un misterio, una sombra que solo se hacía más oscura con cada pregunta.
—Está bien… pero hay algo más que me molesta. ¿Por qué Haru, Kenta y Daichi no participaron en esta misión?
La Muerte lo miró fijamente, su mirada vacía, pero con una intensidad que hizo que Ryuusei se sintiera desnudo.
—No era necesario. Tú y Aiko fueron suficientes para recuperar los documentos. Su capacidad de infiltración es superior.
Ryuusei apretó los dientes. La respuesta sonaba lógica, pero no se sentía correcta. Había una fisura en la historia, un detalle que no encajaba.
—¿Y por qué llamaron solo a Aiko después? ¿Por qué no a mí?
Un silencio tenso llenó la sala. La Muerte bajó la mirada a los documentos por un instante antes de responder, como si estuviera sopesando sus siguientes palabras con cuidado.
—¿Acaso desconfías de ellos? —preguntó con calma, una voz que parecía burlarse de él.
Ryuusei tragó saliva, el nudo en su estómago se hizo más grande. Habían sobrevivido juntos. ¿Por qué iba a desconfiar?
—No lo sé —admitió, sintiendo que la admisión era una traición a sí mismo—. Pero no tiene sentido. Algo no encaja. Siempre hacemos las misiones juntos, y ahora de repente ellos la llaman a ella y no a mí. No me gusta.
—¿O quizás temes lo que puedas descubrir? —intervino la Muerte, observándolo con una intensidad que hizo que Ryuusei sintiera su corazón acelerarse.
—¿Qué quieres decir? —preguntó con suspicacia, sus músculos tensándose.
—Tal vez Aiko sabe algo que tú no —respondió la Muerte, dándole la espalda mientras examinaba un pergamino con mayor detenimiento—. O tal vez ellos te ocultan algo.
Las palabras se clavaron en la mente de Ryuusei como dagas afiladas. Él confiaba en sus compañeros... ¿verdad? Habían luchado juntos, sangrado juntos, sobrevivido juntos. No tenía razón para dudar de ellos. Pero entonces, ¿por qué esta sensación no lo dejaba en paz? ¿Por qué la Muerte, el ser que los manipulaba a todos, le estaba susurrando dudas?
—Si tienes algo que decir, hazlo de una vez —gruñó, sintiendo la frustración crecer en su interior.
—¿Están planeando traicionarme?
La Muerte se dio la vuelta, y el brillo vacío en sus ojos era casi divertido.
—El destino de los Heraldos siempre ha estado marcado por la traición, Ryuusei. Los Heraldos Supremos son la encarnación de mi voluntad, pero tu camino es el de un Heraldo Bastardo. Solo tienes una persona en la que confiar. Y ni siquiera de esa persona puedes estar seguro.
Ryuusei sintió un escalofrío. La Muerte no se estaba burlando. Estaba plantando una semilla, una semilla de desconfianza que podía pudrirse en su mente. ¿Era posible que Aiko estuviera ocultándole algo?
—No... ella no lo haría —murmuró Ryuusei.
—¿Estás seguro? —La Muerte caminó alrededor de él, su silueta espectral se sentía como una jaula.
—Aiko tiene un poder latente que tú no puedes comprender. Un poder que la hace especial, incluso para mí. ¿Quizás Haru, la lógica, ha descubierto su potencial y quiere usarla para su propio beneficio?
Las palabras de la Muerte se sentían como un veneno. La Muerte dejó los documentos sobre la mesa con un golpe sordo.
—No hay nada más que decir —dijo con tranquilidad—. Las respuestas que buscas no están aquí, Ryuusei. Están allá afuera. Ve y descúbrelas por ti mismo.
Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Era posible que la Muerte estuviera manipulándolo? ¿O acaso estaba realmente tratando de advertirle algo? Sus pensamientos se enredaban en su cabeza, confundiéndolo más de lo que ya estaba.
Su instinto le decía que se fuera, que encontrara a Aiko y descubriera qué estaba pasando en realidad.
Dio un paso atrás y miró hacia la salida.
—Voy a ver qué está pasando.
La Muerte sonrió, su voz sonando casi divertida.
—Buena suerte, Ryuusei. Espero que encuentres las respuestas que buscas.
Sin responder, Ryuusei salió apresurado, su mente llena de dudas y su corazón latiendo con inquietud. Dejó a la Muerte atrás, su figura se desvanecía en la oscuridad del templo. Corrió por las calles de Tokio, su teletransportación haciéndolo aparecer y desaparecer en un destello de luz.
Su mente no podía dejar de pensar en las palabras de la Muerte. "Tal vez Aiko sabe algo que tú no". La paranoia se apoderó de él, pero no podía permitirse dudar de la única persona en la que confiaba.
Debía llegar al lugar donde Aiko y Haru se iban a encontrar. Debía descubrir la verdad, antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que la Muerte no hacía nada sin un propósito. Y si lo estaba enviando a este encuentro, era porque quería que él fuera testigo de algo. ¿Una traición? ¿Una revelación? No lo sabía.
La noche oscura se sentía más fría que nunca. El aire se sentía más pesado. Y Ryuusei, el Heraldo Bastardo, se sintió más solo que nunca. Algo estaba mal… y debía descubrir qué era antes de que fuera demasiado tarde.