El mundo es raro ¿A que si?
James
James estaba en la tienda de videojuegos tratando de devolver uno que no le sirvió, esto debido a que sin querer al salir de la tienda el juego en físico que venía en un disco cayó y el disco terminó muy dañado, salió disparado de la caja y acabó rayado con el suelo.
—Quisiera devolver este juego, aunque si puedo cambiarlo por uno igual mejor.
—Eso es imposible, no aceptamos eso por las políticas de la empresa, lo sentimos mucho pero no hay nada que hacer.
—¿Qué? Y que hay de la garantía que me dijeron.
—No se de que habla.
—Ayer vine por este juego y me dijeron que tenía garantía si algo sucedía, es mas usted me atendió, no se porque no lo recuerda.
James se giró a la estantería donde encontró el juego el día anterior y señalo ya molesto.
—Ahí estaba usted cuando le pregunté si tenía algún tipo de garantía si se dañaba.
El vendedor no respondió, se quedó completamente inmóvil.
—Oiga ¿Que sucede? Solo necesito mi juego y ya.
—Yo, eh...
El vendedor se quedó quieto, seguido de esto comenzó a mirar a todas las direcciones descontroladamente, como si quisiera encontrar algo.
—¿S-Señor?
—¡NO ME PREPARARON PARA ESTO!
¡SWITCH!
El vendedor desaparece dejando una serie de partículas color morado que caen al suelo.
James esta en shock.
De vuelta a Edd
—¿Quién es usted?
El tipo que teníamos enfrente estaba cubierto casi por completo. No sabíamos dónde estábamos, ni Scott ni yo. Y todo se volvía más confuso por segundos.
—Yo soy el guardián de esta zona. Tranquilos. Sé que esto parece extraño, pero ustedes son los primeros que han llegado hasta aquí.
Scott me miró y luego, nervioso, preguntó:
—¿Los primeros?
—Así es. Digamos que... hubo errores en su programación que les permitieron descubrir esto.
Sentí un escalofrío en la espalda. Mis piernas temblaban. El aire parecía más denso de pronto.
—¿Programación?.. —pregunté, con la voz quebrada.
—Oh, sí. Pero tranquilos. Pronto van a comprenderlo todo. Solo síganme por ahora.
No sabía si estaba volviéndome loco o si esto era real. Y honestamente... ninguna de las dos opciones me tranquilizaba.
Scott y yo lo seguimos porque no teníamos nada más que hacer. Era eso, o quedarnos ahí esperando que algo peor pasara.
—Oiga, no entiendo nada de esto... ¿Cómo funciona? —preguntó Scott.
—Pronto lo sabrán. Ahora intentamos salir del Dreamscape. Este lugar es apenas la entrada principal.
Quise preguntar algo, pero las palabras no salían. Sentía la garganta seca. Hasta que por fin, grité:
—¡¿PUEDES EXPLICAR QUÉ ES TODO ESTO DE UNA BUENA VEZ?!
El hombre se detuvo. Sus ojos brillaron en blanco desde debajo de su capucha.
—Uf, demasiado agresivo, ¿no crees? Edd
—¿Cómo sabes mi nombre? —le pregunté, con el corazón latiéndome en los oídos.
—Oh... ¡Cierto!
Seguimos caminando mientras en el cielo flotaban figuras geométricas que parpadeaban en tonos de neón. Algunas palomas cruzaban el aire... palomas con alas semitransparentes, digitales.
—Miren. No se preocupen por nada. Solo entiendan esto: su mundo... es una prueba.
—¿Prueba? —repitió Scott.
—Ajá. Su mundo fue diseñado para observar y mejorar el verdadero mundo: este, el Dreamscape.
—¿Qué...? —murmuré, sintiéndome cada vez más fuera de mí.
—Su mundo no fue creado hace millones de años. No. Lo fabricamos cuando ustedes tenían siete.
No podía moverme. Las palabras entraban y salían sin sentido. Me sentía hueco. Como si todo lo que había vivido... no fuera nada.
Scott intervino:
—¿Qué quiere decir? ¿Que nuestros recuerdos...?
—Son falsos. Les implantamos memorias. Creamos pruebas físicas que los respaldaran. Queríamos que lo creyeran todo. Hay personas que aparecieron con 78 años... y toda su infancia fue creada por nosotros.
Mi respiración se volvió pesada. Sentía que mi cabeza se rompía en pedazos. No podía procesarlo. Todo lo que recordaba... ¿era mentira? ¿Mis padres? ¿Mi casa? ¿Mi perro? ¿Las navidades?
—¡Eso no puede ser! —gritó Scott—. ¡Yo fui al zoológico a los cinco con mis abuelos! ¡Tengo un gorro que me compraron esa vez!
—Obviamente incluimos objetos para validar sus recuerdos. Si no, todo caería por su propio peso.
Yo... entendí. Pero no quería. No podía aceptarlo. Quería taparme los oídos. Llorar. Gritar. Vomitar.
—Entonces... ¿esto es lo real? —dije apenas, con la voz rota.
—Más o menos. Y sí, esto cambia todo. Pero debían descubrirlo... aunque no de esta forma.
—¿Y ahora qué? —logré decir—. ¿Cómo se supone que viva después de esto? Nada tiene sentido. Nada es real...
—Lo sé. Pero por ahora, vayan a la ciudad. Busquen un lugar donde pasar la noche. No salgan. No llamen la atención. Nos veremos luego.
—¿QUÉ? ¡Eso es todo! —gritó Scott, desesperado—. ¿¡Nos sueltas una bomba y luego te vas!?
—Lo lamento. Tengo que reunirme con un viejo amigo. Mi nombre es Stan. Recuerden eso.
Y con un destello, Stan desapareció.
Scott, contra todo pronóstico, tomó la iniciativa.
—Edd, tenemos que seguir. No podemos quedarnos quietos.
—¿Ahora tú eres el que quiere avanzar? ¿El loco eres tú ahora?
—¿Y prefieres quedarte aquí esperando?
No. No prefería eso. Así que caminamos.
Sin rumbo.
En un mundo real... que nunca fue nuestro.
Henry
Era alguien tranquilo, Henry iba caminando por la calle, pasando por una alcantarilla, estaba yendo a la escuela un tanto preocupado, pues dos compañeros de su misma escuela de un salón delante del suyo habían sido reportados como desaparecidos por no llegar a su casa el día de hoy, ya era turno de los estudiantes de la tarde y Henry era uno, fue a la escuela dudoso porque tenía un poco de miedo el igual.
Por la mente de él pasaba "Porque no cancelar las clases hoy, desaparecieron dos alumnos" estos dos alumnos eran Edd y Scott.
Henry notó un ruido extraño de una de las alcantarillas cercanas a el, sonaba como una cuerda de bajo muy distorsionada que cada vez se ponía mas ruidosa.
Henry caminó con mucho cuidado a la alcantarilla para ver si a alguien se le cayó su teléfono y estaba sonando, o si quizás era alguien arreglando la alcantarilla, a fin terminó revisando.
Henry notó una pequeña abertura por arriba del cemento que cubría la parte de adelante de la acera, la trató de observar cuando.
¡SWUSH!
Algo salió de la alcantarilla, una mano demasiado grande ¡TOMÓ a Henry y lo arrastró a la alcantarilla!
—¿Que carajo! ¡AYUDA!
Pero nadie respondió, Henry descubrió sin querer otra entrada para el Dreamscape, lastimosamente ahora había otro alumno desaparecido... El.
De vuelta a Edd
No sabía qué hacer ahora. Caminaba por la ciudad junto a Scott, sin rumbo. No hablábamos, solo avanzábamos como si eso fuera suficiente. Las luces en el cielo seguían parpadeando en formas geométricas, algunas tan brillantes que se reflejaban en el suelo metálico bajo nuestros pies.
A lo lejos, vi lo que parecía una tienda. Era la primera estructura que parecía funcional entre tanto silencio.
—Scott —dije, rompiendo la quietud—. Eso parece una tienda. Pregunta si sabe de algún lugar donde podamos quedarnos esta noche... si es que aquí a eso le dicen hotel.
—Vamos los dos —respondió él sin pensarlo—. No pienso ir solo. No aquí.
Y tenía razón. En este sitio, incluso el silencio pesaba.
Nos acercamos. La tienda era extrañamente normal: un letrero medio torcido, una vitrina con objetos brillantes que no entendía. Dentro, una mujer con una capucha cubriéndole casi todo el rostro organizaba unas cajas. Su cabello castaño asomaba en mechones desordenados.
Scott habló primero. Su voz sonaba tensa.
—Disculpe... ¿sabe dónde podríamos hospedarnos por esta noche?
La mujer se giró, y su reacción fue lo último que esperábamos.
—¡Oh, por dios! ¡Ustedes son humanos! ¡Edd y Scott!
Me congelé.
—¿Qué dijo?
—Lo siento, sí —dijo con entusiasmo, como si fuéramos celebridades—. Soy Susie. Están hablando con la persona correcta. Puedo hospedarlos aquí mismo. Esta tienda tiene habitaciones para visitas, nunca se usan... ¡pero ustedes lo valen!
No entendía nada. ¿Cómo sabía quiénes éramos?
—¿Cómo sabe nuestros nombres? ¿Cómo nos conoce?
—¿Nunca les dijeron? Ustedes son una leyenda aquí. Se sabía que un día llegarían. Dos jóvenes que descubrirían la verdad sobre la simulación. Bueno... creo que originalmente era solo uno, pero ¡da igual! ¡Ya están aquí!
Mi mente daba vueltas. Todo se sentía cada vez más irreal. Scott me miró, sin decir nada, solo me señaló con la cabeza que siguiéramos.
El cielo se oscureció. Pero no como cuando atardece en casa. Era como si el gris se apoderara de todo, como una tela pesada cayendo sobre el mundo.
—Acomódense —dijo Susie mientras nos guiaba hacia un pequeño cuarto dentro de la tienda—. Voy a cerrar con llave. La dejo aquí en el escritorio si la necesitan.
Y se fue.
Scott cayó rendido sobre una colchoneta sin decir una palabra. Supongo que estaba agotado, física y mentalmente. Pero yo no podía dormir. Mi mente no paraba. Las palabras del guardián... el vendedor que desapareció... y ahora esto.
Me acosté un momento, mirando el techo, pero algo fuera del cuarto hizo un sonido leve. Pensé que era el viento, o algo moviéndose en la calle... pero el sonido volvió. Más fuerte.
Me senté. Scott seguía dormido.
Tomé la llave del escritorio, con cuidado de no hacer ruido. Abrí la puerta lentamente. El aire afuera estaba frío, cargado. Cada paso que daba sentía que debía detenerme, pero aún así seguí.
—Estúpido —me dije a mí mismo en voz baja—. Estás en un lugar que no conoces. Algo te va a pasar.
Y aún así, avancé hacia el ruido.
Entonces lo vi.
Una figura caminaba por la acera, sola, con paso rápido y decidido. Llevaba una chaqueta oscura y una bufanda gris deshilachada que le cubría parte del rostro. Su cabello era desordenado, casi del mismo tono que el mío. No me había visto todavía.
—¿Hola? —llamé con algo de duda.
La figura se detuvo, giró apenas la cabeza. Me observó unos segundos antes de hablar.
—¿Tú... también estás atrapado aquí?
Su voz era grave, seca, pero algo en su forma de hablar me resultó inquietantemente familiar. Como si ya lo hubiese escuchado antes. Tal vez solo me recordaba a mí mismo cuando estaba enojado.
—No exactamente. Acabo de llegar, supongo —le respondí, sin saber si eso tenía algún sentido.
El tipo se acercó. Sus ojos eran oscuros, casi sin brillo.
—Soy Igor —dijo sin más—. Llevo un par de días vagando por esta ciudad de locos. Dormía en un almacén abandonado, pero hoy me echaron unas sombras raras de ahí.
—¿Sombras?
—Sí, no sé cómo explicarlo. Solo sé que no quiero estar allá afuera esta noche.
Se acercó un poco más, directo. Casi sin pedirlo, lanzó la pregunta:
—¿Tienes dónde quedarte? ¿Puedo entrar contigo?
Lo miré, dudando. No era que confiara en él, pero algo me decía que dejarlo fuera no era buena idea. Parecía agotado. No tenía ropa para este clima, y aunque su tono era seco, no sonaba peligroso. Solo... roto.
—Sí... supongo que puedes quedarte esta noche —le dije—. Pero mantén la calma, mi amigo está dormido y no quiero despertarlo.
—Tranquilo —murmuró—. Solo quiero un poco de calor y silencio.
Le señalé una esquina con una manta doblada.
—Puedes dormir ahí. Hablamos mañana, si quieres.
—Seguro —dijo él, ya tirándose sin siquiera acomodarse bien—. No hace falta hablar tanto.
Me recosté otra vez. Ahora había dos respiraciones en la habitación. La de Scott, más tranquila, y la de Igor, un poco agitada.
Me giré hacia la pared, cerrando los ojos, aunque no lograba dormir.
Solo me repetía a mí mismo algo, una y otra vez.
"Lo explicaré mañana. Mañana todo tendrá más sentido."
Aunque en el fondo sabía que eso no era verdad.