Ficool

Chapter 5 - Para mi cinco años en el futuro, esta es la verdad.

Es raro, ¿no? Hace apenas unos días mi única preocupación era terminar las tareas del colegio; ahora estoy aquí, en este lugar que ni siquiera sé cómo describir. Todo es una simulación. Todo lo que he vivido, lo que he sentido, lo que creí real... es mentira.

La vida comenzó hace seis años, según lo que dijo Stan. Si todo empezó cuando teníamos siete (o cuando "deberíamos" tenerlos) y ahora tenemos trece, entonces el mundo que conocí fue creado hace solo seis. Todo lo anterior, cada recuerdo, cada objeto, cada sentimiento, fue implantado para que creyéramos en la mentira. Eso es lo que nos dicen.

Y no solo recuerdos: también objetos. Cosas que nos acompañaron desde pequeños, recuerdos físicos de "momentos" que nunca ocurrieron. Todo cuidadosamente puesto para que nada pareciera sospechoso.

Stan y Susie... al menos parecen amables. Pero cada vez que pregunto algo importante, me responden con palabras enredadas, con metáforas que no entiendo. Y cuanto más hablo con ellos, más siento que me están ocultando algo.

Suspiré y miré el cielo. No era un cielo normal.

Había cambiado de color desde la última vez que salimos. Un azul profundo, tan bajo que parecía que podías tocarlo si estirabas la mano. No era un azul vivo; era opaco, denso, como una tela pesada que cubría todo. Scott caminaba a mi lado, en silencio, con las manos en los bolsillos.

—Edd, deja de pensar tanto —murmuró al fin, casi sin mirarme—. Si seguimos dándole vueltas a esto, vamos a volvernos locos.

No respondí. Seguimos caminando tras Stan, que avanzaba a paso firme por un sendero de piedras blancas. A lo lejos se veía algo como un puente flotante, hecho de bloques que levitaban lentamente.

—¿Dónde estamos yendo ahora? —pregunté al fin, rompiendo el silencio.

Stan giró apenas la cabeza, sus ojos blancos brillando bajo la capucha.

—A un sitio que quizás les ayude a entender. Pero no esperen respuestas fáciles. Aquí, las respuestas cuestan caro.

Sus palabras me pusieron la piel de gallina. Miré a Scott, pero él solo frunció el ceño.

—¿Qué sitio? —pregunté de nuevo.

Stan se detuvo frente a nosotros y señaló el horizonte.

El puente levitante terminaba en lo que parecía una construcción antigua, una especie de templo con símbolos brillando en azul. A su alrededor flotaban figuras geométricas que se deformaban lentamente, como si estuvieran hechas de humo sólido.

—Ese lugar —dijo Stan—. Ahí podrán preguntar lo que quieran... si se atreven.

Un escalofrío recorrió mi espalda. No sé si quiero entrar.

—¿Y ahora qué? ¿Pasamos y ya?

—No, idiota, quedémonos afuera esperando a que lleguen las sombras de las que hablaban.

—¡HEY!, espero que entiendas que estoy tan preocupado por esto como tú, Edd. Estamos iguales. Sigo pensando en todo lo que dijeron... y para empezar, ¿Qué se supone que hay ahí arriba?

Scott señaló el puente flotante.

—Dijeron que es un oráculo. Es alguien que te dice qué pasa en el futuro o algo así... no recuerdo bien.

Y era verdad, mi máximo acercamiento a uno había sido en un videojuego viejo, Magic Rampage. Supongo que no hay otra opción, ahí estábamos yo y Scott caminando a lo desconocido sin saber que encontraremos. En teoría estamos aquí para saber como regresar a nuestro mundo...¿Verdad?

Ahora mismo, sinceramente no creo mucho en eso, Stan ha estado sospechoso desde que lo conocimos ayer. De hecho todo ha estado raro. TODO.

De repente, nos dimos cuenta de que debajo del puente flotante había una corriente de aire que empujaba hacia arriba, como si fuera un elevador invisible. Pero honestamente, no quería ser yo quien lo probara primero.

—¿Deberíamos subir con esto? —preguntó Scott, adelantándose un poco—. Porque no estoy muy seguro.

—Si lo vamos a hacer, al menos inténtalo tú primero.

—¡¿Qué?! Para empezar, no sé si lo recuerdes, pero estamos aquí por tu culpa. Tú fuiste el genio que decidió investigar a esas siete palomas, y por ti estamos atrapados aquí.

—Oh, claro, mi culpa, —respondí con sarcasmo—. Como si tú no hubieras dicho "sí, sigamos a las palomas con imanes pegadas a la antena de TV", ¿no?

De repente y sin darme cuenta. Una ráfaga más fuerte de aire salió desde el centro del puente flotante. La presión nos levantó el cabello y soltó un sonido agudo, como si alguien silbara desde arriba.

—Bueno... creo que esa cosa se impacientó —dije, dando un paso hacia atrás.

Scott me miró con cara de "ni lo pienses", pero justo cuando iba a decir algo, el suelo tembló levemente y una corriente nos levantó de golpe.

—¡¿EDD, QUÉ HICISTE AHORA?! —gritó mientras flotábamos sin control hacia el puente.

—¡NADA, TE LO JURO!

La corriente nos empujó con tanta fuerza que terminamos aterrizando de golpe sobre la superficie del puente. No dolió tanto como esperaba, pero aún así me quedé tirado unos segundos, mirando el cielo.

El tono azul del cielo parecía ahora más bajo, más pesado. Como si el aire estuviera vivo, observándonos.

Y en medio de todo eso... una figura se formaba al final del puente, quieta, esperándonos.

—Dime que eso es Stan disfrazado —murmuró Scott.

Yo tragué saliva.

—No... eso no se parece a Stan.

Esa cosa se seguía acercando a nosotros hasta que decidí frenarla justo donde estaba.

—¡¡QUIETO AHORA MISMO!! —grité—. ¡Lo que sea que seas, o te voy a...!

Me quedé en blanco. ¿Qué se supone que iba a hacer? ¿Atacarlo como en esos juegos raros? No creo que un empujón me fuera a servir de mucho. Antes de que pudiera seguir balbuceando, la cosa habló.

—Niño, te diré dos cosas —dijo con una voz rasposa que sonaba a metal viejo y viento—.

—¡Esa cosa está hablando! —vociferó Scott, más asustado que yo.

La figura se rió, un sonido que no fue exactamente una risa.

—Primero: sí, ustedes son Edd y Scott, ¿no es así? —dijo, como si leyera un letrero con nuestros nombres— Segundo: si quisiera hacerles daño, ya lo habría hecho. Domino la magia de una forma que ustedes no entenderían. No por nada soy un oráculo. Si quisiera, este puente caería y yo sería el único en pie. Pero no tengo intención de construir otro puente ni de matar niños hoy. Así que, ¿Por qué no vienen conmigo y les explico todo?

La respuesta me dejó sin palabras. En realidad... ¿Qué otra opción teníamos? Miré a Scott; su cara era un poema de "no me metas en esto" y "tampoco quiero quedar como cobarde".

—¿Y cómo sabemos que no nos vas a engañar? —dijo Scott, intentando sonar firme, pero su voz tembló en la última palabra.

—Porque no me interesa mentirles ahora —respondió el oráculo con desdén—. Me interesa observar. Aprender. Y ustedes son interesantes. Además, los verdaderos peligros de aquí no vienen del oráculo que pregunta, sino de lo que se esconde cuando nadie mira.

Un escalofrío subió por mi espalda. Todo sonaba a exaltación de villano, pero había algo en su tono que no era puro teatro: sabía demasiado.

—Bueno —dije al final, intentando que sonara como alguien decidido.

El oráculo emitió otro sonido que podría ser risa o un tic.

—Vengan. Cruce por el puente no es para cobardes. Pero no se preocupen: las respuestas cuestan. Siempre cuestan.

Tomamos aire y avanzamos. La corriente que antes nos impulsó ahora sostenía el puente como si fuera una cinta transportadora. Los bloques flotantes crujían al pasar. A cada paso el azul del cielo parecía más bajo, presionando contra nuestros rostros.

El oráculo no se movía; esperaba. Y entonces, sin previo aviso, el aire alrededor del oráculo vibró y una puerta luminosa apareció frente a el. No había puerta antes: el puente terminaba en nada, y ahora —como si alguien la hubiera dibujado en el aire— surgió una entrada circular que giraba y plegaba luz.

—¿Qué carajos...? —murmuró Scott, con la misma fingida valentía de siempre.

—No había puerta —contesté— y ahora hay una. Perfecto. Todo normal.

El oráculo nos miró con una calma insoportable.

—No entren si no quieren saber —dijo—. Pero sepan esto: no harán preguntas aquí. Yo les diré lo que deben oír.

Eso me heló más que su tono solemne. No poder preguntar significaba dejar nuestro destino a sus palabras.

Avanzamos con cuidado. Cuando pisé la luz, el mundo perdió sus bordes por un instante: el puente quedó detrás, el viento se alzó como una voz, y en un parpadeo estábamos dentro. No otra parte del puente, ni otra cámara, sino una habitación completamente distinta: paredes curvas de cristal translúcido, tableros con símbolos y en el centro una plataforma redonda donde el oráculo se colocó como si fuera el corazón del lugar.

Stan apareció, se había quedado abajo del puente, al parecer el ya conocía el lugar, pero solo nos observaba y se quedo en una esquina de la habitación.

 En el centro había una plataforma redonda donde el oráculo se colocó como si fuera el corazón del lugar.

El oráculo se volvió hacia nosotros y, por primera vez, no pareció una figura burlona. Había seriedad en su postura.

—No tienen permiso para preguntar —repitió—. Lo que voy a mostrarles no necesita interrogantes. Si lo escuchan, comprenderán. Si lo niegan, lo vivirán de todas formas.

Scott abrió la boca para decir algo, pero se contuvo. Yo respiré hondo y me preparé para lo que fuera que él —o lo que sea que el oráculo— decidiera revelar.

El silencio llenó la sala. Las pantallas parpadearon. El oráculo posó sus manos sobre el centro de la plataforma y cerró los ojos, como si encendiera un aparato invisible.

—Entonces —dijo, y su voz resonó en la sala—, escuchen.

Comenzó a generar un aura color verde alrededor del oráculo. El viento se levantó con una fuerza que casi nos arranca del suelo; tuve que aferrarme al piso con ambas manos, y Scott hizo lo mismo, cerrando los ojos para no ser arrastrado. Stan, en cambio, seguía inmóvil, observando con la calma de quien ya lo ha visto todo... aunque algo en su postura cambió, apenas perceptible.

Entonces, el oráculo gritó.

—¡AAHHH! ¡¿QUÉ ES ESTO?! ¡DETÉNGANLO AHORA!

El tono fue tan desgarrador que sentí cómo me recorría un escalofrío por toda la espalda. Por un segundo creí que era parte del proceso, que esto debía pasar... hasta que vi a Stan correr hacia él.

En ese instante supe que algo estaba realmente mal.

Stan tiro al oráculo al suelo, todo se detuvo.

Entonces, el oráculo habló. Su voz, normalmente calmada, temblaba.

—Esto... es horrible. Perdóname —dijo—. Esta vez... no puede ser confidencial.

Antes de que pudiera reaccionar, sacó algo que brillaba: una trompeta hecha de un metal extraño. La levantó, y un sonido atronador llenó el aire. Y entonces aparecieron ellos. Dé la nada en los extremos de la habitación, guardias, casi como caballeros, con armaduras azul intenso que reflejaban la luz del aura. Se acercaban con pasos firmes, implacables.

—¡Edd! —gritó Stan, intentando alcanzarme—.

Pero no hubo tiempo. Sentí un par de manos enormes agarrarme por los brazos, levantándome del suelo. ¡Me estaban arrastrando! Pateé, forcejeé, pero era inútil. ¡No podía moverme!

Scott retrocedió, completamente petrificado.

—¡¿Qué pasa?! —balbuceó, sin saber si correr o quedarse.

El oráculo bajó la trompeta y me miró, luego desvió la mirada hacia Scott y Stan.

—A ustedes no —dijo con gravedad—. Más tarde todos recibirán una carta explicando por qué Edd es un peligro, voy a informar de esto al rey para un juzgado apropiado.

No entendí nada, y el miedo me dejó casi sin aliento. Scott se abrazó a sí mismo, temblando, mientras Stan estaba congelado, sin saber cómo reaccionar.

Me arrastraban por el suelo, los pies golpeando contra piedras y grietas, mis manos intentando aferrarse a cualquier cosa. Sentí cada golpe, cada tirón, como si mi cuerpo fuera un saco de harina.

—¡¿QUE SUCEDE!! —grité, mientras veía cómo Stan frenaba a Scott de venir a ayudarme. ¿Me traiciono? Mi corazón latía tan rápido que me dolía el pecho. Todo parecía girar y distorsionarse a mi alrededor, y no podía hacer nada.

—Confíen en mí —susurró el oráculo, y su voz atravesó mi miedo como un frío absoluto—.Necesito evitar que suceda...

Y así me llevaron, mientras mis gritos se perdían en el aire pesado, y Scott se quedaba allí, aterrorizado, sin saber qué hacer.Es raro, ¿no? Hace apenas unos días mi única preocupación era terminar las tareas del colegio; ahora estoy aquí, en este lugar que ni siquiera sé cómo describir. Todo es una simulación. Todo lo que he vivido, lo que he sentido, lo que creí real... es mentira.

La vida comenzó hace seis años, según lo que dijo Stan. Si todo empezó cuando teníamos siete (o cuando "deberíamos" tenerlos) y ahora tenemos trece, entonces el mundo que conocí fue creado hace solo seis. Todo lo anterior, cada recuerdo, cada objeto, cada sentimiento, fue implantado para que creyéramos en la mentira. Eso es lo que nos dicen.

Y no solo recuerdos: también objetos. Cosas que nos acompañaron desde pequeños, recuerdos físicos de "momentos" que nunca ocurrieron. Todo cuidadosamente puesto para que nada pareciera sospechoso.

Stan y Susie... al menos parecen amables. Pero cada vez que pregunto algo importante, me responden con palabras enredadas, con metáforas que no entiendo. Y cuanto más hablo con ellos, más siento que me están ocultando algo.

Suspiré y miré el cielo. No era un cielo normal.

Había cambiado de color desde la última vez que salimos. Un azul profundo, tan bajo que parecía que podías tocarlo si estirabas la mano. No era un azul vivo; era opaco, denso, como una tela pesada que cubría todo. Scott caminaba a mi lado, en silencio, con las manos en los bolsillos.

—Edd, deja de pensar tanto —murmuró al fin, casi sin mirarme—. Si seguimos dándole vueltas a esto, vamos a volvernos locos.

No respondí. Seguimos caminando tras Stan, que avanzaba a paso firme por un sendero de piedras blancas. A lo lejos se veía algo como un puente flotante, hecho de bloques que levitaban lentamente.

—¿Dónde estamos yendo ahora? —pregunté al fin, rompiendo el silencio.

Stan giró apenas la cabeza, sus ojos blancos brillando bajo la capucha.

—A un sitio que quizás les ayude a entender. Pero no esperen respuestas fáciles. Aquí, las respuestas cuestan caro.

Sus palabras me pusieron la piel de gallina. Miré a Scott, pero él solo frunció el ceño.

—¿Qué sitio? —pregunté de nuevo.

Stan se detuvo frente a nosotros y señaló el horizonte.

El puente levitante terminaba en lo que parecía una construcción antigua, una especie de templo con símbolos brillando en azul. A su alrededor flotaban figuras geométricas que se deformaban lentamente, como si estuvieran hechas de humo sólido.

—Ese lugar —dijo Stan—. Ahí podrán preguntar lo que quieran... si se atreven.

Un escalofrío recorrió mi espalda. No sé si quiero entrar.

—¿Y ahora qué? ¿Pasamos y ya?

—No, idiota, quedémonos afuera esperando a que lleguen las sombras de las que hablaban.

—¡HEY!, espero que entiendas que estoy tan preocupado por esto como tú, Edd. Estamos iguales. Sigo pensando en todo lo que dijeron... y para empezar, ¿Qué se supone que hay ahí arriba?

Scott señaló el puente flotante.

—Dijeron que es un oráculo. Es alguien que te dice qué pasa en el futuro o algo así... no recuerdo bien.

Y era verdad, mi máximo acercamiento a uno había sido en un videojuego viejo, Magic Rampage. Supongo que no hay otra opción, ahí estábamos yo y Scott caminando a lo desconocido sin saber que encontraremos. En teoría estamos aquí para saber como regresar a nuestro mundo...¿Verdad?

Ahora mismo, sinceramente no creo mucho en eso, Stan ha estado sospechoso desde que lo conocimos ayer. De hecho todo ha estado raro. TODO.

De repente, nos dimos cuenta de que debajo del puente flotante había una corriente de aire que empujaba hacia arriba, como si fuera un elevador invisible. Pero honestamente, no quería ser yo quien lo probara primero.

—¿Deberíamos subir con esto? —preguntó Scott, adelantándose un poco—. Porque no estoy muy seguro.

—Si lo vamos a hacer, al menos inténtalo tú primero.

—¡¿Qué?! Para empezar, no sé si lo recuerdes, pero estamos aquí por tu culpa. Tú fuiste el genio que decidió investigar a esas siete palomas, y por ti estamos atrapados aquí.

—Oh, claro, mi culpa, —respondí con sarcasmo—. Como si tú no hubieras dicho "sí, sigamos a las palomas con imanes pegadas a la antena de TV", ¿no?

De repente y sin darme cuenta. Una ráfaga más fuerte de aire salió desde el centro del puente flotante. La presión nos levantó el cabello y soltó un sonido agudo, como si alguien silbara desde arriba.

—Bueno... creo que esa cosa se impacientó —dije, dando un paso hacia atrás.

Scott me miró con cara de "ni lo pienses", pero justo cuando iba a decir algo, el suelo tembló levemente y una corriente nos levantó de golpe.

—¡¿EDD, QUÉ HICISTE AHORA?! —gritó mientras flotábamos sin control hacia el puente.

—¡NADA, TE LO JURO!

La corriente nos empujó con tanta fuerza que terminamos aterrizando de golpe sobre la superficie del puente. No dolió tanto como esperaba, pero aún así me quedé tirado unos segundos, mirando el cielo.

El tono azul del cielo parecía ahora más bajo, más pesado. Como si el aire estuviera vivo, observándonos.

Y en medio de todo eso... una figura se formaba al final del puente, quieta, esperándonos.

—Dime que eso es Stan disfrazado —murmuró Scott.

Yo tragué saliva.

—No... eso no se parece a Stan.

Esa cosa se seguía acercando a nosotros hasta que decidí frenarla justo donde estaba.

—¡¡QUIETO AHORA MISMO!! —grité—. ¡Lo que sea que seas, o te voy a...!

Me quedé en blanco. ¿Qué se supone que iba a hacer? ¿Atacarlo como en esos juegos raros? No creo que un empujón me fuera a servir de mucho. Antes de que pudiera seguir balbuceando, la cosa habló.

—Niño, te diré dos cosas —dijo con una voz rasposa que sonaba a metal viejo y viento—.

—¡Esa cosa está hablando! —vociferó Scott, más asustado que yo.

La figura se rió, un sonido que no fue exactamente una risa.

—Primero: sí, ustedes son Edd y Scott, ¿no es así? —dijo, como si leyera un letrero con nuestros nombres— Segundo: si quisiera hacerles daño, ya lo habría hecho. Domino la magia de una forma que ustedes no entenderían. No por nada soy un oráculo. Si quisiera, este puente caería y yo sería el único en pie. Pero no tengo intención de construir otro puente ni de matar niños hoy. Así que, ¿Por qué no vienen conmigo y les explico todo?

La respuesta me dejó sin palabras. En realidad... ¿Qué otra opción teníamos? Miré a Scott; su cara era un poema de "no me metas en esto" y "tampoco quiero quedar como cobarde".

—¿Y cómo sabemos que no nos vas a engañar? —dijo Scott, intentando sonar firme, pero su voz tembló en la última palabra.

—Porque no me interesa mentirles ahora —respondió el oráculo con desdén—. Me interesa observar. Aprender. Y ustedes son interesantes. Además, los verdaderos peligros de aquí no vienen del oráculo que pregunta, sino de lo que se esconde cuando nadie mira.

Un escalofrío subió por mi espalda. Todo sonaba a exaltación de villano, pero había algo en su tono que no era puro teatro: sabía demasiado.

—Bueno —dije al final, intentando que sonara como alguien decidido.

El oráculo emitió otro sonido que podría ser risa o un tic.

—Vengan. Cruce por el puente no es para cobardes. Pero no se preocupen: las respuestas cuestan. Siempre cuestan.

Tomamos aire y avanzamos. La corriente que antes nos impulsó ahora sostenía el puente como si fuera una cinta transportadora. Los bloques flotantes crujían al pasar. A cada paso el azul del cielo parecía más bajo, presionando contra nuestros rostros.

El oráculo no se movía; esperaba. Y entonces, sin previo aviso, el aire alrededor del oráculo vibró y una puerta luminosa apareció frente a el. No había puerta antes: el puente terminaba en nada, y ahora —como si alguien la hubiera dibujado en el aire— surgió una entrada circular que giraba y plegaba luz.

—¿Qué carajos...? —murmuró Scott, con la misma fingida valentía de siempre.

—No había puerta —contesté— y ahora hay una. Perfecto. Todo normal.

El oráculo nos miró con una calma insoportable.

—No entren si no quieren saber —dijo—. Pero sepan esto: no harán preguntas aquí. Yo les diré lo que deben oír.

Eso me heló más que su tono solemne. No poder preguntar significaba dejar nuestro destino a sus palabras.

Avanzamos con cuidado. Cuando pisé la luz, el mundo perdió sus bordes por un instante: el puente quedó detrás, el viento se alzó como una voz, y en un parpadeo estábamos dentro. No otra parte del puente, ni otra cámara, sino una habitación completamente distinta: paredes curvas de cristal translúcido, tableros con símbolos y en el centro una plataforma redonda donde el oráculo se colocó como si fuera el corazón del lugar.

Stan apareció, se había quedado abajo del puente, al parecer el ya conocía el lugar, pero solo nos observaba y se quedo en una esquina de la habitación.

 En el centro había una plataforma redonda donde el oráculo se colocó como si fuera el corazón del lugar.

El oráculo se volvió hacia nosotros y, por primera vez, no pareció una figura burlona. Había seriedad en su postura.

—No tienen permiso para preguntar —repitió—. Lo que voy a mostrarles no necesita interrogantes. Si lo escuchan, comprenderán. Si lo niegan, lo vivirán de todas formas.

Scott abrió la boca para decir algo, pero se contuvo. Yo respiré hondo y me preparé para lo que fuera que él —o lo que sea que el oráculo— decidiera revelar.

El silencio llenó la sala. Las pantallas parpadearon. El oráculo posó sus manos sobre el centro de la plataforma y cerró los ojos, como si encendiera un aparato invisible.

—Entonces —dijo, y su voz resonó en la sala—, escuchen.

Comenzó a generar un aura color verde alrededor del oráculo. El viento se levantó con una fuerza que casi nos arranca del suelo; tuve que aferrarme al piso con ambas manos, y Scott hizo lo mismo, cerrando los ojos para no ser arrastrado. Stan, en cambio, seguía inmóvil, observando con la calma de quien ya lo ha visto todo... aunque algo en su postura cambió, apenas perceptible.

Entonces, el oráculo gritó.

—¡AAHHH! ¡¿QUÉ ES ESTO?! ¡DETÉNGANLO AHORA!

El tono fue tan desgarrador que sentí cómo me recorría un escalofrío por toda la espalda. Por un segundo creí que era parte del proceso, que esto debía pasar... hasta que vi a Stan correr hacia él.

En ese instante supe que algo estaba realmente mal.

Stan tiro al oráculo al suelo, todo se detuvo.

Entonces, el oráculo habló. Su voz, normalmente calmada, temblaba.

—Esto... es horrible. Perdóname —dijo—. Esta vez... no puede ser confidencial.

Antes de que pudiera reaccionar, sacó algo que brillaba: una trompeta hecha de un metal extraño. La levantó, y un sonido atronador llenó el aire. Y entonces aparecieron ellos. Dé la nada en los extremos de la habitación, guardias, casi como caballeros, con armaduras azul intenso que reflejaban la luz del aura. Se acercaban con pasos firmes, implacables.

—¡Edd! —gritó Stan, intentando alcanzarme—.

Pero no hubo tiempo. Sentí un par de manos enormes agarrarme por los brazos, levantándome del suelo. ¡Me estaban arrastrando! Pateé, forcejeé, pero era inútil. ¡No podía moverme!

Scott retrocedió, completamente petrificado.

—¡¿Qué pasa?! —balbuceó, sin saber si correr o quedarse.

El oráculo bajó la trompeta y me miró, luego desvió la mirada hacia Scott y Stan.

—A ustedes no —dijo con gravedad—. Más tarde todos recibirán una carta explicando por qué Edd es un peligro, voy a informar de esto al rey para un juzgado apropiado.

No entendí nada, y el miedo me dejó casi sin aliento. Scott se abrazó a sí mismo, temblando, mientras Stan estaba congelado, sin saber cómo reaccionar.

Me arrastraban por el suelo, los pies golpeando contra piedras y grietas, mis manos intentando aferrarse a cualquier cosa. Sentí cada golpe, cada tirón, como si mi cuerpo fuera un saco de harina.

—¡¿QUE SUCEDE!! —grité, mientras veía cómo Stan frenaba a Scott de venir a ayudarme. ¿Me traiciono? Mi corazón latía tan rápido que me dolía el pecho. Todo parecía girar y distorsionarse a mi alrededor, y no podía hacer nada.

—Confíen en mí —susurró el oráculo, y su voz atravesó mi miedo como un frío absoluto—.Necesito evitar que suceda...

Y así me llevaron, mientras mis gritos se perdían en el aire pesado, y Scott se quedaba allí, aterrorizado, sin saber qué hacer.

More Chapters