Día cuatro: Lunes 14 de abril
Dormí poco.
No es para menos. Anoche Scott y yo vimos con nuestros propios ojos que la paloma no solo era falsa, era un maldito aparato pegado al poste con un imán. No era un dron, no era un juguete. Era algo más... algo bien hecho. Demasiado bien hecho.
Scott me escribió como diez veces en la madrugada.
"Bro, ¿quién haría algo así?"
"¿Y si nos están viendo a nosotros?"
"¿Y si esto es algo ilegal?"
Casi le bloqueo.
Yo también estaba nervioso, pero tenía que pensar con claridad. A las 8:00 me alisté rápido porque hoy teníamos que ir a la escuela a las 9 por un evento que organizaron.
Algo de deportes, ni me enteré bien. Solo sé que saldríamos a la 1:30.
Antes de salir, fui al lugar donde había caído el poste anoche.
Ya no estaba. Limpio. Ni rastro.
Ni una sola paloma.
Scott apareció en la esquina a las 8:32 con una mochila y una linterna (¿una linterna a esa hora? Nadie sabe). Lo vi con ojeras, como si tampoco hubiese dormido nada.
—No hay rastro de nada, Edd.
—Lo sé... y eso me asusta más.
—¿Y si nos vieron?
—¿Quién? ¿Las palomas?
—No jodas, Edd, hablo en serio.
Nos quedamos en silencio. Luego se me ocurrió algo:
—¿Y si buscamos más postes como ese?
Scott me miró, y sin decir nada, asintió.
—Cuando salgamos de clases, vamos directo.
—Perfecto.
Así que ahora estoy escribiendo esto en medio de un partido aburrido de fútbol entre los de último grado.
No dejo de pensar en lo de ayer.
Scott está dos bancas más allá. No ha dejado de mirar por a la nada en todo este tiempo.
Creo que estamos metidos en algo grande.
Muy grande.
Entramos a la siguiente clase sin poder sacarnos de la cabeza lo que vimos. Literalmente... una maldita paloma falsa. ¿Qué significa eso? ¿Quién las hizo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? Mi cerebro iba a mil por hora, pero la realidad volvió a interrumpirme... con el peor de los personajes posibles.
El mismísimo Gael.
Un pedazo de simio con mochila.
—Edd, ¿tienes la tarea de mate? No hice nada la semana pasada y quiero ver si el profe la firma.
—Hermano, eso era la semana pasada, este profe no revisa nada que no sea del día anterior... y a veces ni eso. Además, hoy hay examen, menos va a mirar tu basura.
Pero estaba tan metido en el tema de las palomas que no me di cuenta cuando el imbécil agarró mi libreta sin permiso. Intenté detenerlo de la forma más amable posible —lo cual es básicamente inútil con Gael—, es como intentar razonar con un tiburón...
sordo.
Terminamos haciendo un pequeño desastre justo cuando entró el profesor. Resultado: Gael expulsado de la clase y sentado afuera como perro regañado.
Durante el examen, Scott me pasaba papelitos con preguntas sobre qué íbamos a hacer al salir. "¿Investigamos más?" "¿Lo dejamos por ahora?" "¿Y si nos están vigilando?"
Yo, por supuesto, quería más. Saber más. Ver más. Entenderlo todo.
En una de esas, el profesor nos atrapo pasándonos una de las notas, la leyó rápido y luego soltó una risa:
—¿Y esto? ¿Van a agarrarse a golpes a la salida o qué?
La clase se rió, Scott fingía hacerlo.
Yo no.
No porque me molestara el chiste, sino porque mi cabeza seguía en otro lado.
Pensando en cámaras, postes, palomas que no vuelan...
Y en qué carajos nos íbamos a meter ahora.
Luego de esa clase vino el receso, y como era de esperarse, Scott y yo nos reunimos para planear qué carajo íbamos a hacer con todo esto.
—Edd, esto es una locura. Nunca había visto algo así.
—¿¡Tú crees que yo sí?! Estamos en la misma. Mira todas esas aves y dime si no te vuela la cabeza pensar que podrían ser una maldita mentira.
Dirigí la vista hacia una paloma que reposaba justo encima de una barra de metal, esa que divide las mesas de la cafetería con el estacionamiento.
Nos observaba. Y no era paranoia.
Estaba seguro de que esa paloma nos estaba vigilando.
¿Acaso saben lo que estamos haciendo?
—Scott... ten cuidado con lo que vas a decir.
Intenté disfrazar la conversación como si estuviéramos discutiendo. Scott me miró confundido.
—¿Qué? ¿Y el plan? ¿Qué vamos a hacer?
Scott, por lo general, es alguien relajado, casi indiferente. Pero hoy... hoy era distinto. Estaba tenso. Asustado, quizás.
Traté de hacerle señas sin que la paloma lo notara. Esperé justo al momento en que el ave giró levemente la cabeza, apuntando hacia un hongo crecido junto al tronco de un árbol. Fue ahí cuando señalé disimuladamente con el pulgar.
Scott lo captó al instante.
—Vámonos ya. Saliendo de clases, hay que hacer esto de una buena vez.
La siguiente materia era Historia. Íbamos caminando de regreso al salón cuando me crucé con alguien... raro.
Scott se adelantó con prisa, así que no lo notó.
Pero yo sí.
Un tipo... extraño. No del tipo "este seguro es raro y ya", no. Este tipo tenía algo más.
Miraba nervioso hacia todos lados, como buscando algo.
Y cuando me vio, se detuvo y me sostuvo la mirada.
Diez segundos. Fijos.
—Oye tú... ¿cómo te llamas?
Le pregunté, esperando una razón que explicara su rareza.
—Ah... soy Arthur.
No le creí. No lo dijo con convicción. Y sin decir nada más, se dio la vuelta y caminó hacia la cafetería. Desapareció entre los demás como si nada.
Durante Historia se me ocurrió una idea.
Si realmente nos estaban vigilando... nos iban a seguir al salir.
Así que... ¿y si simplemente nos íbamos ahora mismo?
De improviso. Sin aviso.
Tal vez así podríamos despistarlos.
—Maestra, ¿puedo ir al baño?
—Sí, Edd. Pero no te tardes.
Mientras salía del aula, con cuidado tomé mi mochila sin que nadie me notara. O eso pensé. Una compañera me vio, pero fingí que no.
No había tiempo para dudas.
Me escondí en uno de los cubículos del baño y desde ahí, le mandé un mensaje a Scott:
"Di que te sientes mal. Haz que te dejen salir. Te espero afuera."
Segundos después, la respuesta:
—Edd... ¿qué? Oye, si vas a planear esto espero que salga bien porque...
—Hazlo YA.
Un apocalipsis pasaba por mi cabeza. ¿Cómo carajos llegamos a esto?
Me encontré con Scott en el patio escolar. Apenas me vio, se acercó con prisa, respirando entrecortado.
—Bien, ya estoy aquí. Los maestros me vieron pero no dijeron nada. Creen que me voy a ir porque me siento mal. Vienen por mí ahora mismo.
—No. No podemos esperar. Vámonos ya.
—¿Qué...? Edd, esto es lo más imbécil que has dicho en mucho tiempo. ¿Quieres que nos vayamos así nada más? La única salida es...
Sí. Hay una puerta abierta debido a que están remodelando la cancha trasera. Un portón enorme, sin vigilancia, y justo ahora, abierto.
—Scott, vámonos ya.
—¡Es una locura! Es... Es...
—Lo sé. Pero si nos quedamos, nos van a atrapar. Y si ya saben lo que estamos haciendo... podrían hacernos algo peor. ¿Qué crees que pasará si salimos a la hora normal, con ellos esperándonos?
Scott se quedó helado. Tomamos nuestras mochilas y salimos corriendo por la puerta trasera. Uno de los albañiles nos gritó algo, pero no nos alcanzó. A fin de cuentas, no le pagaban para correr tras adolescentes.
Durante todo el camino, Scott repetía lo mismo:
—Es una locura, es una locura, es una locura...
—Scott, si sigues diciendo eso, voy a buscar un palo y golpearte con él en la cabeza.
—No puedes culparme. ¡Oye... esto es demente!
—Sí, una locura. Ya lo sé —respondí sarcásticamente, aunque por dentro estaba igual de nervioso que él—. Mira, no quiero estar en esto más que tú, pero si no investigamos, nunca vamos a entender nada.
Scott me miró con seriedad, frenando un poco el paso.
—¿Y si descubrimos que es cierto? ¿Que todo es falso? ¿Qué hacemos después?
—No lo sé. Supongo... decirle a alguien.
La verdad es que ni siquiera lo había pensado.
Llegamos al poste donde vimos las palomas el día anterior. Ya no estaban, pero algo nos llamó la atención. El suelo bajo el poste era diferente... como si no encajara del todo con el resto. Una loseta un poco más nueva, ligeramente más elevada... y con marcas que parecían hechas a mano. Me agaché a inspeccionar y noté una rendija fina, imperceptible si no te fijabas bien.
—Scott... esto no es normal.
Pasé la mano sobre la rendija hasta que sentí algo metálico bajo la tierra. Un pequeño hueco con algo que parecía una tapa. Ayudándome con una rama, levanté la loseta falsa y descubrimos una compuerta oxidada, camuflada con el mismo color del concreto.
—Es como una entrada secreta —murmuró Scott.
Abrimos la compuerta. Una escalera de metal descendía a la oscuridad.
—¿Vamos? —pregunté.
—Después de todo esto, ya ni sé por qué pregunto.
Bajamos con cuidado. Todo olía a polvo viejo y metal oxidado. Abajo había un pasillo oscuro, con paredes cubiertas de cables gruesos, paneles y luces apagadas. Era como si estuviéramos en el centro de algo enorme... pero escondido.
—¿Qué es esto... una base subterránea? —susurró Scott.
Avanzamos por el pasillo hasta llegar a una sala pequeña con una consola antigua y varias palancas. Todo parecía apagado... salvo una pequeña luz roja que parpadeaba lentamente.
—No toques nada —dije, justo cuando Scott ya estaba tirando de una de las palancas.
—¿¡Scott qué hiciste!? —grité, pero fue tarde.
El suelo debajo de nosotros se partió. Literalmente, se desquebrajó en mil piezas como si estuviéramos sobre una ilusión. Caímos.
Caímos.
Pero no era una caída normal. No había gravedad real. No había fin. Era como si estuviéramos descendiendo a través de una pantalla que se estiraba, se fragmentaba, y volvía a armarse.
Y entonces... el mundo cambió.
Despertamos en un lugar imposible. Un plano alterno. Las paredes flotaban, el cielo era negro con estrellas fijas, y el suelo se movía como si respirara. Todo tenía esa estética glitch, como si fuera un juego mal renderizado, una mezcla entre una pesadilla digital y algo sacado de un cómic animado.
Era como si estuviéramos dentro de algo que no debía existir.
—Edd... ¿Qué es este lugar?
No supe qué responder. Pero algo era seguro.
Ya no estábamos en nuestro mundo.
Frente a nosotros había una especie de palmera... pero distorsionada. Gigantesca. No parecía real. Los colores que la cubrían eran como luces LED mezcladas en una tormenta: morado eléctrico, verde neón y un celeste que brillaba entre las hojas. El tronco era tan ancho como una casa pequeña, y las hojas, largas y ondulantes, parecían flotar más que moverse.
Todo se sentía... digital. Como si alguien hubiese creado esta versión alternativa del mundo con una estética de videojuego experimental.
Avanzamos por un gran pasillo que nacía justo al lado de la palmera. Sus paredes tenían patrones pixelados, como si no hubieran cargado bien.
—Edd... ¿Dónde estamos? —Scott apenas podía respirar.
—No lo sé. Pero debemos avanzar. Tal vez haya alguien que nos pueda decir qué está pasando.
—¿Eres idiota? Si esto es un experimento o... lo que sea, no van a darnos la bienvenida con un mapa y una guía turística.
—¿Y tienes una mejor idea? ¡Estoy ansioso por escucharla, genio!
Scott bufó, pero no respondió. Estaba tan perdido como yo.
Caminamos por ese pasillo durante varios minutos hasta que vimos una puerta de luz morada, como hecha de neón líquido. Encima de ella, flotando en el aire como si nada, un letrero:
"DREAMSCAPE".
Las letras se movían ligeramente, como si estuvieran respirando.
—Esto es falso —dijo Scott, casi susurrando—. Todo esto... siento que no debería existir.
Su cuerpo se tambaleó, y por un segundo pensé que se desmayaría, pero le di un leve golpe en el brazo para que reaccionara.
—¡Hey! No te vayas a ir ahora, por favor.
Dentro de la sala había una mesa metálica. Encima de ella, planos... pero no de una estructura normal. Eran planos de una paloma.
Una maldita paloma.
Pero abierta como si fuese una máquina. El interior mostraba con detalle: un micrófono oculto, una cámara colocada justo en donde irían sus ojos, un pequeño altavoz, un reproductor de sonidos pegado a su garganta y dos imanes potentes en las patas. Un símbolo extraño junto a una parte de su pecho decía: "Forma de carga".
—Mierda, Scott...
Fue lo único que pude decir.
Mis manos temblaban.
De repente, escuchamos pasos. Muy suaves, pero se acercaban. Scott alzó la vista con rapidez, y yo me giré hacia el origen del sonido.
Alguien se aproximaba desde el pasillo.
Sombras flotaban a su alrededor. Su silueta era alta, delgada, vestía un abrigo largo con detalles que brillaban en un patrón de glitch azul. Su rostro no se distinguía bien, parecía pixelado o cubierto por algún tipo de máscara estática.
La figura se detuvo a unos metros de nosotros.
—Están... despiertos —dijo con una voz distorsionada—. Qué curioso.
Scott dio un paso atrás.
—¿Quién eres?
El ente se inclinó levemente hacia un lado, como si observara con curiosidad.
—Ustedes son... los primeros.
—¿Los primeros en qué? —pregunté.
La figura alzó la mano lentamente y señaló los planos de la paloma.
—En ver lo que no debían. Bienvenidos al Dreamscape.
El suelo volvió a vibrar ligeramente. Las luces parpadearon. Todo temblaba como si ese simple encuentro estuviera rompiendo una regla.
Y entendí algo.
Habíamos cruzado un punto sin retorno.Día cuatro: Lunes 14 de abril
Dormí poco.
No es para menos. Anoche Scott y yo vimos con nuestros propios ojos que la paloma no solo era falsa, era un maldito aparato pegado al poste con un imán. No era un dron, no era un juguete. Era algo más... algo bien hecho. Demasiado bien hecho.
Scott me escribió como diez veces en la madrugada.
"Bro, ¿quién haría algo así?"
"¿Y si nos están viendo a nosotros?"
"¿Y si esto es algo ilegal?"
Casi le bloqueo.
Yo también estaba nervioso, pero tenía que pensar con claridad. A las 8:00 me alisté rápido porque hoy teníamos que ir a la escuela a las 9 por un evento que organizaron.
Algo de deportes, ni me enteré bien. Solo sé que saldríamos a la 1:30.
Antes de salir, fui al lugar donde había caído el poste anoche.
Ya no estaba. Limpio. Ni rastro.
Ni una sola paloma.
Scott apareció en la esquina a las 8:32 con una mochila y una linterna (¿una linterna a esa hora? Nadie sabe). Lo vi con ojeras, como si tampoco hubiese dormido nada.
—No hay rastro de nada, Edd.
—Lo sé... y eso me asusta más.
—¿Y si nos vieron?
—¿Quién? ¿Las palomas?
—No jodas, Edd, hablo en serio.
Nos quedamos en silencio. Luego se me ocurrió algo:
—¿Y si buscamos más postes como ese?
Scott me miró, y sin decir nada, asintió.
—Cuando salgamos de clases, vamos directo.
—Perfecto.
Así que ahora estoy escribiendo esto en medio de un partido aburrido de fútbol entre los de último grado.
No dejo de pensar en lo de ayer.
Scott está dos bancas más allá. No ha dejado de mirar por a la nada en todo este tiempo.
Creo que estamos metidos en algo grande.
Muy grande.
Entramos a la siguiente clase sin poder sacarnos de la cabeza lo que vimos. Literalmente... una maldita paloma falsa. ¿Qué significa eso? ¿Quién las hizo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? Mi cerebro iba a mil por hora, pero la realidad volvió a interrumpirme... con el peor de los personajes posibles.
El mismísimo Gael.
Un pedazo de simio con mochila.
—Edd, ¿tienes la tarea de mate? No hice nada la semana pasada y quiero ver si el profe la firma.
—Hermano, eso era la semana pasada, este profe no revisa nada que no sea del día anterior... y a veces ni eso. Además, hoy hay examen, menos va a mirar tu basura.
Pero estaba tan metido en el tema de las palomas que no me di cuenta cuando el imbécil agarró mi libreta sin permiso. Intenté detenerlo de la forma más amable posible —lo cual es básicamente inútil con Gael—, es como intentar razonar con un tiburón...
sordo.
Terminamos haciendo un pequeño desastre justo cuando entró el profesor. Resultado: Gael expulsado de la clase y sentado afuera como perro regañado.
Durante el examen, Scott me pasaba papelitos con preguntas sobre qué íbamos a hacer al salir. "¿Investigamos más?" "¿Lo dejamos por ahora?" "¿Y si nos están vigilando?"
Yo, por supuesto, quería más. Saber más. Ver más. Entenderlo todo.
En una de esas, el profesor nos atrapo pasándonos una de las notas, la leyó rápido y luego soltó una risa:
—¿Y esto? ¿Van a agarrarse a golpes a la salida o qué?
La clase se rió, Scott fingía hacerlo.
Yo no.
No porque me molestara el chiste, sino porque mi cabeza seguía en otro lado.
Pensando en cámaras, postes, palomas que no vuelan...
Y en qué carajos nos íbamos a meter ahora.
Luego de esa clase vino el receso, y como era de esperarse, Scott y yo nos reunimos para planear qué carajo íbamos a hacer con todo esto.
—Edd, esto es una locura. Nunca había visto algo así.
—¿¡Tú crees que yo sí?! Estamos en la misma. Mira todas esas aves y dime si no te vuela la cabeza pensar que podrían ser una maldita mentira.
Dirigí la vista hacia una paloma que reposaba justo encima de una barra de metal, esa que divide las mesas de la cafetería con el estacionamiento.
Nos observaba. Y no era paranoia.
Estaba seguro de que esa paloma nos estaba vigilando.
¿Acaso saben lo que estamos haciendo?
—Scott... ten cuidado con lo que vas a decir.
Intenté disfrazar la conversación como si estuviéramos discutiendo. Scott me miró confundido.
—¿Qué? ¿Y el plan? ¿Qué vamos a hacer?
Scott, por lo general, es alguien relajado, casi indiferente. Pero hoy... hoy era distinto. Estaba tenso. Asustado, quizás.
Traté de hacerle señas sin que la paloma lo notara. Esperé justo al momento en que el ave giró levemente la cabeza, apuntando hacia un hongo crecido junto al tronco de un árbol. Fue ahí cuando señalé disimuladamente con el pulgar.
Scott lo captó al instante.
—Vámonos ya. Saliendo de clases, hay que hacer esto de una buena vez.
La siguiente materia era Historia. Íbamos caminando de regreso al salón cuando me crucé con alguien... raro.
Scott se adelantó con prisa, así que no lo notó.
Pero yo sí.
Un tipo... extraño. No del tipo "este seguro es raro y ya", no. Este tipo tenía algo más.
Miraba nervioso hacia todos lados, como buscando algo.
Y cuando me vio, se detuvo y me sostuvo la mirada.
Diez segundos. Fijos.
—Oye tú... ¿cómo te llamas?
Le pregunté, esperando una razón que explicara su rareza.
—Ah... soy Arthur.
No le creí. No lo dijo con convicción. Y sin decir nada más, se dio la vuelta y caminó hacia la cafetería. Desapareció entre los demás como si nada.
Durante Historia se me ocurrió una idea.
Si realmente nos estaban vigilando... nos iban a seguir al salir.
Así que... ¿y si simplemente nos íbamos ahora mismo?
De improviso. Sin aviso.
Tal vez así podríamos despistarlos.
—Maestra, ¿puedo ir al baño?
—Sí, Edd. Pero no te tardes.
Mientras salía del aula, con cuidado tomé mi mochila sin que nadie me notara. O eso pensé. Una compañera me vio, pero fingí que no.
No había tiempo para dudas.
Me escondí en uno de los cubículos del baño y desde ahí, le mandé un mensaje a Scott:
"Di que te sientes mal. Haz que te dejen salir. Te espero afuera."
Segundos después, la respuesta:
—Edd... ¿qué? Oye, si vas a planear esto espero que salga bien porque...
—Hazlo YA.
Un apocalipsis pasaba por mi cabeza. ¿Cómo carajos llegamos a esto?
Me encontré con Scott en el patio escolar. Apenas me vio, se acercó con prisa, respirando entrecortado.
—Bien, ya estoy aquí. Los maestros me vieron pero no dijeron nada. Creen que me voy a ir porque me siento mal. Vienen por mí ahora mismo.
—No. No podemos esperar. Vámonos ya.
—¿Qué...? Edd, esto es lo más imbécil que has dicho en mucho tiempo. ¿Quieres que nos vayamos así nada más? La única salida es...
Sí. Hay una puerta abierta debido a que están remodelando la cancha trasera. Un portón enorme, sin vigilancia, y justo ahora, abierto.
—Scott, vámonos ya.
—¡Es una locura! Es... Es...
—Lo sé. Pero si nos quedamos, nos van a atrapar. Y si ya saben lo que estamos haciendo... podrían hacernos algo peor. ¿Qué crees que pasará si salimos a la hora normal, con ellos esperándonos?
Scott se quedó helado. Tomamos nuestras mochilas y salimos corriendo por la puerta trasera. Uno de los albañiles nos gritó algo, pero no nos alcanzó. A fin de cuentas, no le pagaban para correr tras adolescentes.
Durante todo el camino, Scott repetía lo mismo:
—Es una locura, es una locura, es una locura...
—Scott, si sigues diciendo eso, voy a buscar un palo y golpearte con él en la cabeza.
—No puedes culparme. ¡Oye... esto es demente!
—Sí, una locura. Ya lo sé —respondí sarcásticamente, aunque por dentro estaba igual de nervioso que él—. Mira, no quiero estar en esto más que tú, pero si no investigamos, nunca vamos a entender nada.
Scott me miró con seriedad, frenando un poco el paso.
—¿Y si descubrimos que es cierto? ¿Que todo es falso? ¿Qué hacemos después?
—No lo sé. Supongo... decirle a alguien.
La verdad es que ni siquiera lo había pensado.
Llegamos al poste donde vimos las palomas el día anterior. Ya no estaban, pero algo nos llamó la atención. El suelo bajo el poste era diferente... como si no encajara del todo con el resto. Una loseta un poco más nueva, ligeramente más elevada... y con marcas que parecían hechas a mano. Me agaché a inspeccionar y noté una rendija fina, imperceptible si no te fijabas bien.
—Scott... esto no es normal.
Pasé la mano sobre la rendija hasta que sentí algo metálico bajo la tierra. Un pequeño hueco con algo que parecía una tapa. Ayudándome con una rama, levanté la loseta falsa y descubrimos una compuerta oxidada, camuflada con el mismo color del concreto.
—Es como una entrada secreta —murmuró Scott.
Abrimos la compuerta. Una escalera de metal descendía a la oscuridad.
—¿Vamos? —pregunté.
—Después de todo esto, ya ni sé por qué pregunto.
Bajamos con cuidado. Todo olía a polvo viejo y metal oxidado. Abajo había un pasillo oscuro, con paredes cubiertas de cables gruesos, paneles y luces apagadas. Era como si estuviéramos en el centro de algo enorme... pero escondido.
—¿Qué es esto... una base subterránea? —susurró Scott.
Avanzamos por el pasillo hasta llegar a una sala pequeña con una consola antigua y varias palancas. Todo parecía apagado... salvo una pequeña luz roja que parpadeaba lentamente.
—No toques nada —dije, justo cuando Scott ya estaba tirando de una de las palancas.
—¿¡Scott qué hiciste!? —grité, pero fue tarde.
El suelo debajo de nosotros se partió. Literalmente, se desquebrajó en mil piezas como si estuviéramos sobre una ilusión. Caímos.
Caímos.
Pero no era una caída normal. No había gravedad real. No había fin. Era como si estuviéramos descendiendo a través de una pantalla que se estiraba, se fragmentaba, y volvía a armarse.
Y entonces... el mundo cambió.
Despertamos en un lugar imposible. Un plano alterno. Las paredes flotaban, el cielo era negro con estrellas fijas, y el suelo se movía como si respirara. Todo tenía esa estética glitch, como si fuera un juego mal renderizado, una mezcla entre una pesadilla digital y algo sacado de un cómic animado.
Era como si estuviéramos dentro de algo que no debía existir.
—Edd... ¿Qué es este lugar?
No supe qué responder. Pero algo era seguro.
Ya no estábamos en nuestro mundo.
Frente a nosotros había una especie de palmera... pero distorsionada. Gigantesca. No parecía real. Los colores que la cubrían eran como luces LED mezcladas en una tormenta: morado eléctrico, verde neón y un celeste que brillaba entre las hojas. El tronco era tan ancho como una casa pequeña, y las hojas, largas y ondulantes, parecían flotar más que moverse.
Todo se sentía... digital. Como si alguien hubiese creado esta versión alternativa del mundo con una estética de videojuego experimental.
Avanzamos por un gran pasillo que nacía justo al lado de la palmera. Sus paredes tenían patrones pixelados, como si no hubieran cargado bien.
—Edd... ¿Dónde estamos? —Scott apenas podía respirar.
—No lo sé. Pero debemos avanzar. Tal vez haya alguien que nos pueda decir qué está pasando.
—¿Eres idiota? Si esto es un experimento o... lo que sea, no van a darnos la bienvenida con un mapa y una guía turística.
—¿Y tienes una mejor idea? ¡Estoy ansioso por escucharla, genio!
Scott bufó, pero no respondió. Estaba tan perdido como yo.
Caminamos por ese pasillo durante varios minutos hasta que vimos una puerta de luz morada, como hecha de neón líquido. Encima de ella, flotando en el aire como si nada, un letrero:
"DREAMSCAPE".
Las letras se movían ligeramente, como si estuvieran respirando.
—Esto es falso —dijo Scott, casi susurrando—. Todo esto... siento que no debería existir.
Su cuerpo se tambaleó, y por un segundo pensé que se desmayaría, pero le di un leve golpe en el brazo para que reaccionara.
—¡Hey! No te vayas a ir ahora, por favor.
Dentro de la sala había una mesa metálica. Encima de ella, planos... pero no de una estructura normal. Eran planos de una paloma.
Una maldita paloma.
Pero abierta como si fuese una máquina. El interior mostraba con detalle: un micrófono oculto, una cámara colocada justo en donde irían sus ojos, un pequeño altavoz, un reproductor de sonidos pegado a su garganta y dos imanes potentes en las patas. Un símbolo extraño junto a una parte de su pecho decía: "Forma de carga".
—Mierda, Scott...
Fue lo único que pude decir.
Mis manos temblaban.
De repente, escuchamos pasos. Muy suaves, pero se acercaban. Scott alzó la vista con rapidez, y yo me giré hacia el origen del sonido.
Alguien se aproximaba desde el pasillo.
Sombras flotaban a su alrededor. Su silueta era alta, delgada, vestía un abrigo largo con detalles que brillaban en un patrón de glitch azul. Su rostro no se distinguía bien, parecía pixelado o cubierto por algún tipo de máscara estática.
La figura se detuvo a unos metros de nosotros.
—Están... despiertos —dijo con una voz distorsionada—. Qué curioso.
Scott dio un paso atrás.
—¿Quién eres?
El ente se inclinó levemente hacia un lado, como si observara con curiosidad.
—Ustedes son... los primeros.
—¿Los primeros en qué? —pregunté.
La figura alzó la mano lentamente y señaló los planos de la paloma.
—En ver lo que no debían. Bienvenidos al Dreamscape.
El suelo volvió a vibrar ligeramente. Las luces parpadearon. Todo temblaba como si ese simple encuentro estuviera rompiendo una regla.
Y entendí algo.
Habíamos cruzado un punto sin retorno.