Tres meses habían pasado desde aquella primera noche en que Naruto blandió una espada.El niño que antes apenas podía dar un corte sin caer de bruces había cambiado. Sus manos estaban endurecidas por la madera, sus músculos más firmes, y en sus ojos brillaba una nueva determinación.
Pero no fue un camino fácil.
Gall Farion había sido implacable.—Si no puedes repetir el mismo corte diez mil veces, no lo repitas ni una sola vez. La espada no perdona la mediocridad.
Naruto había pasado días enteros practicando el Primer Corte, hasta que sus movimientos dejaron de ser torpes. Sus pies aprendieron a enraizarse en la tierra, su cintura a girar con fluidez, y sus brazos a bajar con precisión.
Sin embargo, el secreto de su avance no fue solo la guía de Gall. Fue su propia creatividad.
Una tarde, agotado, Naruto pensó en voz alta:—Si un clon puede aprender lo mismo que yo… ¡entonces podemos entrenar juntos!
Y así lo hizo.
Cientos de Kage Bunshin aparecieron en el patio, cada uno tomando una espada de madera improvisada.Mientras uno practicaba el corte vertical, otro probaba un corte horizontal.Mientras uno caía de cansancio, otro repetía el movimiento hasta la perfección.Al desvanecerse, toda esa experiencia volvía directo a Naruto.
Gall Farion observó en silencio, sorprendido.—Ingenioso… Usar clones para multiplicar la práctica. Con esto, un niño puede recorrer en meses lo que otros tardan años.
Kurama bufó desde las sombras.—Hmph… ese enano se está volviendo más molesto de lo que pensé.
Día tras día, Naruto entrenaba sin descanso.Corría con la espada a cuestas, saltaba entre tejados con el peso de rocas en su espalda, y perfeccionaba sus reflejos enfrentándose a sus propios clones en combates grupales.
A veces caía rendido, sangrando por las manos.A veces lloraba de frustración, incapaz de realizar un movimiento como Gall exigía.Pero siempre se levantaba.
Y así, en apenas tres meses, Naruto alcanzó un nivel que superaba a cualquier niño de su edad.
Una noche, Gall habló con solemnidad:—Naruto Uzumaki. Has dominado el Estilo Principiante con una determinación que pocos poseen. A partir de hoy, eres un Espadachín Intermedio del Camino del Dios de la Espada. Tu cuerpo aún es débil, pero tu espíritu… comienza a brillar como acero forjado.
Naruto, jadeando tras derrotar a veinte clones de sombra en simultáneo, levantó la espada de madera y sonrió con orgullo.—¡Lo sabía! ¡Voy a convertirme en el mejor espadachín del mundo!
Kurama rió desde su jaula.—No cantes victoria, mocoso. Espada o no, sigues siendo un crío. Cuando enfrentes un verdadero enemigo, veremos si tu "camino" sirve de algo.
Gall, en cambio, guardó silencio. No porque dudara… sino porque, por primera vez en siglos, veía en ese niño una chispa capaz de alcanzar incluso el rango Divino.
El viento de la noche sopló en Konoha.En algún rincón de la aldea, un niño rechazado por todos ya había comenzado a escribir su propia leyenda.