La aldea estaba llena de murmullos.Un niño de cabello rubio corría por las calles, ignorando las miradas de odio y desprecio. Nadie le sonreía. Nadie lo aceptaba.
Naruto Uzumaki, apenas con siete años, ya había aprendido que el mundo podía ser cruel.Golpes, insultos, desprecio… era todo lo que recibía.
Esa noche, cansado de llorar en soledad, se dejó caer en la cama de su pequeño departamento. El silencio lo envolvía. Hasta que…
—Hmph… tanto ruido… ¿acaso este es el niño al que fui confiado? —una voz grave y antigua resonó dentro de su cabeza.
Naruto se levantó de golpe, mirando a todos lados.—¿Q-Qué…? ¿Quién anda ahí?
Otra voz, más áspera y llena de odio, respondió desde lo profundo:—No le hagas caso, mocoso. Esa voz no me gusta nada.
Naruto tragó saliva.—¿Kurama…?
La voz grave volvió a hablar, imponente, como un guerrero observando desde las alturas:—Así que este zorro conoce mi presencia… interesante. Niño, escúchame bien. Soy Gall Farion… el Dios de la Espada.
Los ojos de Naruto se abrieron de par en par.—¿Dios… de la espada? ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
Gall soltó una risa profunda.—Eres débil. No porque te falte poder, sino porque no sabes cómo usarlo. Dentro de ti late la furia de una bestia, pero tu espíritu… es vacío. Yo puedo llenarlo. Yo puedo enseñarte el camino de la espada, un poder que corta montañas y divide el cielo.
Kurama gruñó, su chakra hirviendo de ira.—¡Ja! No le llenes la cabeza de mentiras, extranjero. Este niño apenas sabe atarse los zapatos.
Naruto apretó los puños. Su corazón latía con fuerza.Toda su vida había sido señalado como inútil… ¿y ahora alguien le ofrecía una salida?
—¿De verdad… puedo volverme fuerte con eso? —preguntó con voz temblorosa.
Gall Farion calló por un instante. Luego, con una solemnidad que pesaba como el acero, declaró:—No cualquiera puede heredar mi camino. Solo alguien con una voluntad indomable, alguien que nunca retrocede, aunque el mundo entero lo rechace… Ese eres tú, Naruto Uzumaki. ¿Quieres caminar el sendero de la espada junto a mí?
El rubio sonrió, con lágrimas en los ojos, pero con el brillo de la determinación encendiéndose en su mirada.—¡Sí! ¡Quiero ser fuerte! ¡Quiero demostrarles a todos que yo también puedo convertirme en alguien importante!
Gall Farion dejó escapar un suspiro satisfecho.—Entonces, escucha bien, muchacho. Desde hoy, cada caída de tu espada será un paso hacia la divinidad. Comenzaremos desde lo más bajo: el Estilo Principiante. Prepárate… porque tu viaje hacia el título de Espadachín Divino acaba de comenzar.
En lo profundo de la oscuridad de su mente, la silueta de una espada gigantesca brilló por un instante. Y con ella, nació el primer vínculo entre un niño despreciado y el Dios de la Espada.