Ficool

Chapter 5 - Capítulo 3.6 — Sus Pasos, Mi Silencio

No había día ni noche.

Pero Yun Yun comenzaba a distinguir el ritmo de la Puerta por otras señales: el calor de las rocas, la intensidad de los rugidos lejanos, el modo en que el aire oprimía más cuando el peligro estaba cerca.

Ya habían pasado… ¿tres días? Tal vez cinco. Difícil de decir.El cuerpo empezaba a medir el tiempo no por horas, sino por heridas cicatrizadas, por cantidad de bocados comidos, por las veces que había abierto los ojos esperando ver algo más que sombras.

Y sin embargo…Cada vez que sentía que el silencio se volvía insoportable, su mente regresaba a él.

A ese hombre.

La primera vez lo vio desde lejos. Pero ahora, lo había observado más de una vez.

Nunca se acercó del todo. Pero mantenía una distancia prudente, casi ritual.

Él parecía saber que estaba siendo vigilado.

No hacía ningún gesto, ni buscaba contacto.

Pero tampoco la ignoraba.

Era como si se reconocieran desde el silencio mismo.Como si compartieran un idioma que no necesitaba palabras.

En su quinto día, una lluvia de ceniza comenzó a caer.

Era un fenómeno inusual incluso para la Puerta: pequeñas motas negras, como fragmentos de hueso calcinado, caían del techo invisible de ese abismo, esparciendo una bruma aún más densa.

Yun Yun se cubrió el rostro con su túnica, mientras descendía hacia una quebrada angosta donde esperaba encontrar agua estancada. Sabía que no podía beberla sin purificación… pero al menos podría limpiarse las manos.

No esperaba encontrar otra criatura allí.

Mucho menos… una larva ósea carnívora.

La bestia emergió de entre una grieta sin aviso. Era larga como una serpiente, pero tenía patas espinosas y una boca compuesta por tres mandíbulas dentadas que giraban como una flor marchita. Se lanzó hacia ella con una velocidad brutal.

Yun Yun retrocedió, pero su pie resbaló en una roca húmeda.

Cayó al suelo.La aguja de plata se le cayó de la manga.La criatura se abalanzó.

Y entonces, una roca voló en el aire.

No era un arma cultivada, ni una técnica.Era solo una piedra.

Pero fue lanzada con tanta precisión y fuerza que golpeó el centro del cráneo de la larva, desviando su trayectoria.

El cuerpo de la criatura cayó a centímetros de su rostro. Aún se retorcía.

Yun Yun se incorporó jadeando, apenas con tiempo de ver una silueta aparecer entre la niebla.

Él.

Zhu Xian.

—No deberías bajar sola a los drenajes —dijo, con tono calmo, sin urgencia.

Ella lo miró en silencio. Su corazón latía rápido. No por miedo.

Por el reconocimiento.

Por esa presencia que no tenía aura de Dou Qi, pero sí la gravedad de una montaña.

—¿Me estás siguiendo? —preguntó finalmente.

—No —dijo él—. Estaba buscando rocas.

Ella alzó una ceja.

—¿Rocas?

—Las que vibran. Sirven para meditación. Algunas aún recuerdan el Qi antiguo que hubo antes de que todo se sellara.

Silencio.

La larva seguía espasmeándose en el suelo. Él la pisó, quebrando su cuello con un crujido seco.

Y luego… se agachó para recoger la aguja de plata caída.

La limpió con su manga.

Se la ofreció sin decir palabra.

Ella la tomó. Su dedo rozó el suyo por un instante.

Fue como tocar un lago helado… que escondía fuego en el fondo.

—Gracias —dijo ella, más por necesidad que por protocolo.

—No fue un acto noble —respondió él—. Sólo no quería que esa cosa te devorara. Me habría quitado el hambre.

Yun Yun soltó una breve risa, sin querer.

Era seca, pequeña, como una flor que florece en el invierno.Pero era una risa.

Y él la escuchó.

Sus ojos se cruzaron.

Y, por primera vez desde que llegó a la Puerta, Yun Yun sintió algo que no había sentido desde niña:

Calma.

No protección.

No admiración.

No deseo.

Solo… calma.

Un alma que no intentaba atraparla. Que no la necesitaba.Pero que, de algún modo, estaba al lado de la suya.

Él se dio media vuelta.

—Ese lugar tiene menos larvas —señaló hacia un camino lateral—. Pero más neblina. No sé si te incomoda.

—No —respondió ella, caminando tras él—. Me gusta la niebla. Hace más fácil ocultarse… cuando no quieres ser vista.

Él no dijo nada.

Y así, comenzaron a caminar juntos.Aún sin hablar mucho.Aún sin revelar nombres.

Pero algo, sin duda, había comenzado.

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