*DANIEL*
Estaba de pie frente al espejo, ajustando la corbata, un nudo en la garganta que no tenía nada que ver con la tela que sujetaba mi cuello. La cena de esa noche sería algo más que un simple encuentro entre dos familias, era el principio de algo que no podía predecir, algo que ya no podía deshacer. Sabía que me enfrentaría a los padres de Sofía, que los recibiría como si nada pasara, pero en el fondo, no era tan sencillo. Todo lo que había pasado, cada paso, cada conversación, había puesto todo en una cuerda floja, y esa noche, todo el peso recayó sobre mí.
Miré mi reloj. Había llegado el momento. Me ajusté los puños y tomé una respiración profunda antes de salir de la habitación. Aunque intentaba mantener la calma, mi mente no dejaba de correr en círculos. Sofía... ella también debía estar sintiendo todo lo que yo. ¿Estaría tan nerviosa como yo, o había encontrado alguna forma de calmarse?
Al llegar a su puerta, la vi ahí, en la entrada, ajustando su vestido. Sus ojos, normalmente brillantes, estaban opacos por la ansiedad. Su respiración se aceleraba cada vez que nos mirábamos, y podía ver cómo sus manos temblaban un poco mientras terminaba de arreglarse.
"¿Estás lista?", pregunté, intentando sonar más seguro de lo que me sentía.
Sofía asintió con una sonrisa forzada, pero sus labios temblaron ligeramente. "Sí, más o menos...", respondió, pero no parecía convencida ni por un segundo.
La miré detenidamente, y fue entonces cuando lo noté. Su piel estaba un poco más pálida de lo normal, y había algo en sus ojos, como si estuviera distraída, como si hubiera algo más detrás de su ansiedad. A veces, cuando las personas están nerviosas, pueden tener ciertos síntomas, pero lo que veía en ella no parecía ser solo eso. Quizás un malestar en el estómago, o alguna otra incomodidad, pero en ese momento, no sabía si era la tensión de la cena lo que la hacía sentirse así.
"Tranquila", dije, acercándome para tomar su mano. "Todo va a estar bien."
Sofía se esforzó por sonreír, pero sus hombros se encogieron un poco como si intentara soportar una presión invisible. "Lo sé... es solo que... no sé cómo reaccionarán mis padres. No sé qué esperar."
Yo entendía lo que sentía. Era un paso grande, no solo por mí, sino por ella también. Había tantas cosas que podría decir, tantas preguntas sin respuesta... pero, en ese momento, solo podíamos avanzar. No había vuelta atrás.
Al bajar al coche, noté cómo Sofía se aferraba a la puerta con más fuerza de la habitual, como si estuviera en una especie de trance, luchando con algo que ni siquiera entendía. Y entonces, un par de veces, tomaba una respiración más profunda de lo normal, como si intentara calmar algún dolor que venía de adentro. Pero no le pregunté. No quería parecer más preocupado de lo que ya estaba, no cuando ambos teníamos que mantener la compostura.
"Va a estar bien", repetí para ambos, aunque ya no sabía si me lo decía a mí o a ella.
Mientras conduje hacia la casa de sus padres, no podía dejar de pensar en cómo se desarrollaría la noche. Sabía que Sofía estaba en la misma situación que yo, en un mar de incertidumbre.
Sofía no dejaba de mirar por la ventana, sus manos sobre sus piernas, casi rígidas. Cada vez que respiraba, lo hacía de manera profunda, como si intentara controlar algo dentro de ella. Podía ver el esfuerzo en su rostro, pero sabía que estaba tan nerviosa como yo.
"Es solo... que no quiero que pase nada raro", dijo Sofía, rompiendo el silencio. Su voz estaba un poco temblorosa, como si todo lo que había dentro de ella estuviera a punto de desbordarse. "Esta vez, todo será diferente. Los conocerás de la forma adecuada, formal... como debe ser. Sin sorpresas, sin que me interrumpan en medio de todo."
La miré rápidamente, asintiendo. "Tienes razón. Esta vez no habrá interrupciones, ni sorpresas. Es solo una cena... entre dos familias. Es lo que siempre has querido, ¿no?"
Sofía respiró hondo y se giró hacia mí, con una pequeña sonrisa nerviosa en sus labios. "Sí, pero aún así... me siento rara. Me siento como si fuera la primera vez que te los presentará. La última vez fue... más confuso, ¿no? Ellos no sabían nada sobre ti, sobre nosotros. Todo fue tan... improvisado."
Le di un apretón a su mano, tratando de darle algo de seguridad, aunque no estaba seguro si ella realmente podía sentirlo en ese momento. "Lo sé, yo también lo recuerdo. Pero esta vez, todo es diferente. Lo haremos bien."
Sofía asintió, pero pude ver cómo la preocupación seguía reflejada en sus ojos. No quería presionarla más, así que decidí centrarme en el camino y mantener la concentración, aunque mi mente también estaba llena de preguntas y expectativas.
¿Cómo sería todo esta vez? ¿Qué pasaría cuando sus padres me conocieran verdaderamente? Sabía que la conversación que teníamos por delante sería importante, y aunque intentaba no pensar demasiado en ello, sentía el peso de la incertidumbre, como si una bomba de relojería estuviera a punto de estallar.
Cuando llegamos a su casa, ella tardó un momento en salir del auto. Se detuvo antes de abrir la puerta, casi como si estuviera dudando, como si algo dentro de ella la frenara. La miré, esperando que me hablara de nuevo, pero el silencio volvió a caer entre nosotros.
Finalmente, respiró profundo, como si tomara una última bocanada de aire antes de sumergirse en lo inevitable.
"Vamos", dijo Sofía, casi en un susurro, como si las palabras le costaran más de lo normal. "No hay vuelta atrás."
Asentí, y con una sonrisa tímida, la seguí.
La puerta se abrió con suavidad, y apareció el mismo hombre que había visto fuera de la sala de juntas la última vez que me encontré con los padres de Sofía. Su rostro mostraba una expresión neutral, pero al vernos, sus ojos brillaron con algo que podría haber sido reconocimiento o solo una simple cortesía.
"Buenas noches, señor Daniel", dijo, con una sonrisa contenida y una ligera inclinación de cabeza. "Soy el asistente del señor, y me han pedido que los acompañe al comedor. Los están esperando."
Sofía se tensó un poco a su lado, pero asintió con una sonrisa forzada. Yo, por mi parte, respondí con un saludo educado y seguí al asistente por el pasillo que se abría ante nosotros. Mientras caminábamos, pude notar cómo las paredes de la casa parecían absorber el eco de nuestros pasos, añadiendo una atmósfera de quietud que solo intensificaba la sensación de tensión en el aire. Sofía caminaba a mi lado, pero su cuerpo estaba rígido, como si tratara de mantener el control de sí misma en medio de una tormenta interna que solo ella conocía.
El asistente nos condujo por un largo corredor hasta llegar a una puerta doble de madera, cuya estructura era imponente, como si anunciara la importancia de lo que estaba por suceder tras ella. Con un gesto, el hombre abrió las puertas y nos invitó a pasar. Al otro lado, los padres de Sofía ya estaban sentados a la mesa, esperándonos con una sonrisa amable, pero sus ojos reflejaban la misma curiosidad que había visto en ellos la primera vez.
"Buenas noches, Daniel", dijo el padre de Sofía, levantándose para darnos la bienvenida. "Es un placer finalmente tenerlo aquí de forma formal. Por favor, tomen asiento."
La madre de Sofía también sonrió, pero había algo en su mirada que era difícil de descifrar. Sofía, en cambio, parecía aún más nerviosa, sus manos apretadas sobre su regazo, y aunque intentaba ocultarlo, su respiración se notaba ligeramente entrecortada.
Me acerqué y tomé asiento, sintiendo cómo el peso de la situación me caía sobre los hombros. Este era un momento clave, el inicio de algo más grande, y podía sentir que el futuro de nuestra relación comenzaba a tomar forma a medida que las palabras se iban entrelazando en esta mesa.
"Gracias por recibirnos", respondí, sonriendo levemente mientras me acomodaba en mi silla, esperando a que la conversación comenzara.
La cena estaba siendo más pesada de lo que había anticipado.
Los padres de Sofía seguían observándonos detenidamente, y aunque intentaba mantener la compostura, el ambiente se volvía cada vez más tenso.
El padre de Sofía se recargó ligeramente sobre la mesa, mirando a Sofía primero y luego a mí. No dijo nada de inmediato, pero pude sentir el peso de su mirada. Luego, al fin, habló.
"Daniel, sabemos que todo esto no es sencillo. Lo hemos investigado hace tiempo, no hace poco, y entendemos que tienes un pasado, igual que Sofía", dijo, pausando como si ponderara sus palabras. "No estamos aquí para juzgarlo, pero sí para entender qué los llevó a tomar estas decisiones. ¿Por qué ella decidió unirse a una relación como esta? ¿Por qué aceptó estar en algo tan... complicado?"
No era la primera vez que me preguntaban esto, y seguramente no sería la última. Sofía y yo ya habíamos hablado sobre esto, y sabía que nuestras razones no se comprendían fácilmente desde afuera. A veces ni siquiera nosotros mismos entendíamos todo lo que pasaba entre nosotros. Pero lo que sentíamos era real, y eso era lo único que importaba.
"Lo entiendo," respondí con calma, aunque en el fondo me sentía incómodo. "Sé que no es fácil de entender. Pero lo que hay entre nosotros, con ella, con todas... es algo que simplemente sucedió. No fue planeado, no fue por capricho. Simplemente se dio, y tanto Sofía como yo hemos tomado nuestras decisiones. Y, aunque no todos entienden, estamos bien con ello."
El padre de Sofía asintió lentamente, como si pensara que quizás esa era la respuesta más honesta que podría esperar. Pero aún no parecía satisfecho.
"No buscamos respuestas inmediatas, Daniel. Lo que queremos saber es cómo llegamos aquí. Entender qué te llevó a involucrarte con ella, con todas ellas," dijo, ahora con un tono más directo, como si ya no hubiera más rodeos.
La tensión en la mesa creció un poco. Sofía, que había estado callada durante la mayor parte de la conversación, parecía cada vez más incómoda. Sus manos temblaban ligeramente sobre la mesa y su respiración se volvía más rápida, aunque trataba de ocultarlo. La comida ya no parecía tan apetecible, y sus ojos se mantenían fijos en el plato, como si buscara encontrar algo de calma en el gesto más simple.
"Nosotros lo sabemos. Sabemos lo que hicimos, por qué lo hicimos... y no hay respuestas definitivas para todo esto," Sofía finalmente intervino, su voz temblorosa pero firme. "Pero estamos comprometidos, y eso es lo que importa ahora."
El padre de Sofía la observó en silencio por un momento, como si evaluara cada palabra que había dicho. Yo, por mi parte, me sentía un poco más aliviado al escucharla, aunque sentía que la incomodidad aún flotaba en el aire.
Sofía se recargó un poco en su silla, como si quisiera buscar un poco de aire. Un leve sudor había aparecido en su frente, y su rostro parecía pálido. No sabía por qué, pero algo en ella había cambiado desde que entramos en la casa. Ya no estaba tan tranquila, no era la misma Sofía de antes, aunque trataba de ocultarlo. Sus movimientos eran más lentos y sus gestos, aunque disimulados, delataban un creciente nerviosismo.
El padre de Sofía dejó escapar un suspiro, finalmente. "Lo que más nos preocupa, como ya sabes, es que esto no es un camino fácil, Daniel. Y más allá del amor, la relación, las mujeres... está el futuro. ¿Qué pasará cuando las cosas se compliquen? ¿Qué pasará cuando las emociones cambien, cuando el amor ya no sea suficiente? Nadie sabe lo que depara el futuro, pero no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué les espera a todos ustedes?"
No pude evitar sentirme un poco más desconcertado por sus palabras, pero era claro que tenían razón en sus dudas. Nadie podía prever lo que pasaría, y aunque creía firmemente en lo que teníamos, no podía negar que la situación estaba lejos de ser ideal. Pero en este momento, lo que más me preocupaba era Sofía. Su expresión mostraba incomodidad, y aunque intentaba disimularlo, podía ver cómo luchaba con sus propios pensamientos.
El ambiente estaba tenso, y Sofía, aparentemente perdida en sus propios pensamientos, de repente se llevó una mano al estómago, apretando ligeramente. Aunque nadie más lo notó, yo lo vi, y mi mente trató de apartar esa imagen de inmediato. Tal vez solo estaba cansada, o nerviosa, por todo lo que estaba pasando. Al fin y al cabo, esa noche no era fácil para ninguno de los dos.