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Chapter 42 - Capítulo 41: La Noticia

*SOFIA*

Estaba sentada en una silla, con los brazos tensos sobre mis piernas mientras el enfermero sacaba una muestra de sangre. El frío del alcohol en mi brazo me hizo estremecerme un poco, pero no me importaba. Lo único en lo que podía pensar era en cómo Daniel había insistido tanto en traerme aquí.

"Tranquila, Sofía, todo está bien," dijo el médico, sonriendo de forma reconfortante. "A veces los mareos y náuseas pueden ser solo un síntoma pasajero de estrés o agotamiento. Aún así, vamos a hacer unos estudios para estar seguros."

Asentí, tratando de calmarme. No podía dejar de preguntarme si todo esto era realmente solo estrés, como me había dicho tantas veces. Pero una parte de mí sabía que algo no estaba bien. Esas náuseas persistentes, esos mareos que no desaparecían, la fatiga constante… tal vez mi cuerpo me estaba diciendo algo que no quería escuchar.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, el médico regresó con los resultados. Estaba acompañado de una enfermera que me sonrió con gentileza, pero algo en su rostro me hizo sentir incómoda.

"Sofía," dijo el médico, tomando asiento frente a mí. "Lo que tenemos en los resultados es un poco inesperado. Aparte del estrés y los posibles desequilibrios hormonales, hemos notado algo más."

Mi corazón dio un vuelco. Algo en su tono me hizo ponerme alerta, pero no estaba preparada para lo que escucharía después.

"Los resultados indican que... estás embarazada."

El mundo se detuvo. Un par de segundos se alargaron como si fueran minutos, y mi cerebro trató de procesar lo que acababa de escuchar, pero no podía.

Embarazada...

¿Yo?

¿Tan pronto?

La palabra resonó en mi cabeza como un eco, retumbando sin cesar. Sentí que el aire se me escapaba de los pulmones, mi visión se nublaba por un momento, y solo pude quedarme mirando al médico con los ojos desorbitados.

"¿Qué... qué está diciendo?" murmuró mi voz, que apenas pude reconocer como mía. Mi mente trataba de encontrar una respuesta lógica, algo que explicara lo que me estaba sucediendo, pero no había nada. No podía entenderlo.

"Lo sé, es un poco impactante, pero los resultados son claros," respondió el médico, claramente notando mi shock. "Es posible que no lo hayas notado debido a tus otros síntomas, pero el embarazo está en sus primeras etapas. Es probable que las náuseas y los mareos estén relacionados con los cambios hormonales."

Me sentí completamente perdida, sin palabras. Mi mente no podía detenerse, corriendo en círculos, buscando alguna razón, alguna explicación. Pero lo único que podía pensar era en lo que significaba. Estaba embarazada. ¿Y si esto cambiaba todo?

"No... no puede ser..." balbuceé, sintiendo cómo mi estómago se encogía y mi respiración se aceleraba.

La enfermera intentó sonreír de forma tranquilizadora, pero no me sentía tranquila. Estaba aterrada. Confusa. Perdida. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo era posible que no me diera cuenta antes? Todo lo que había sucedido en los últimos días, las emociones, el estrés, las cenas con los padres… ¿era eso lo que estaba haciendo que me sintiera así?

"Sofía, ¿te encuentras bien?" preguntó el médico, al ver que me quedaba en silencio, completamente atónita.

No sabía qué decir. No sabía si quería hablar o simplemente salir corriendo de allí. Pero una cosa era clara, mi vida estaba a punto de cambiar, y no tenía idea de cómo iba a manejarlo.

El silencio en el consultorio era denso, pesado. Mi cabeza seguía girando alrededor de lo que acababa de escuchar, sin poder darme una respuesta. ¿Embarazada? ¿Cómo? Si… si habíamos tomado tantas precauciones, si todo había sido tan... controlado. ¿Cómo había pasado esto?

No me di cuenta cuando entró Daniel hasta que lo escuché claramente. La puerta se abrió y su presencia se sintió como una ráfaga de aire fresco, pero la ansiedad que traía consigo me hizo tensar todo mi cuerpo. Su mirada se encontró con la mía, pero antes de que pudiera decir algo, el médico empezó a hablar.

"Sofía nos ha dado algunos indicios de su malestar, y los exámenes confirmaron que está embarazada," dijo el médico, de manera directa y profesional, como si fuera algo completamente común, pero para mí era todo lo contrario.

Daniel se quedó quieto por un momento, con los ojos abiertos de par en par, como si las palabras del médico no hubieran tenido sentido aún. Luego, de repente, puso sus codos sobre sus piernas y enterró su cara entre sus manos. La risa que soltó no era una risa alegre, sino una llena de incertidumbre y confusión, como si no pudiera procesar lo que estaba sucediendo. Era como si su mente también estuviera luchando por entender lo que le acababan de decir.

No podía dejar de mirarlo, sin poder decir nada. Mi corazón latía con fuerza, y me preguntaba lo mismo que él parecía preguntarse. ¿Cómo había sucedido esto?

Si hacía casi cinco semanas... Eso quería decir que fue esa noche. Esa noche que compartimos juntos, cuando todo se descontroló entre todos. Había sido una noche de desinhibición total, de risas y copas, de dejarse llevar por la corriente sin pensar en las consecuencias. Habíamos usado protección, lo sabía, o al menos eso pensaba. Siempre habíamos sido cuidadosos en ese sentido, y sin embargo, nada de eso parecía tener sentido ahora.

Lo peor de todo fue que, aunque usáramos protección, esa noche fue un caos. Estábamos todos tan ebrios, tan fuera de control, que ni siquiera podíamos recordar con claridad si habíamos hecho todo como debíamos. ¿Habíamos usado protección de verdad? ¿Nos habíamos dejado llevar por el momento sin pensar en nada más? La duda comenzó a crecer en mi pecho como una bola de nieve, apretándome el estómago.

No me atreví a mirarlo directamente. Estaba tan abrumada por las posibilidades, por el caos en mi mente, que no sabía ni cómo reaccionar. Y aunque sentía que esto podría ser algo que cambiaría nuestras vidas por completo, una parte de mí aún estaba buscando alguna lógica en todo esto. Algo que me dijera que esto no era más que un error, que había una explicación sencilla.

Pero no la había. La verdad estaba ahí, frente a mí, y no podía ignorarla.

Daniel levantó lentamente la cabeza, sus ojos fijos en mí, aunque su mirada parecía estar más perdida que nunca. No dijo nada al principio, solo permaneció en silencio, procesando la noticia tanto como yo.

Cuando el doctor salió, el peso de la noticia cayó sobre nosotros como una losa. La sala se llenó de un silencio ensordecedor, como si el mundo entero se hubiera detenido por un instante, dejándonos con el alma hecha pedazos. Aún con las palabras del médico retumbando en mis oídos, no podía creerlo. Estaba allí, en un hospital, con una prueba de embarazo positiva, como si todo lo que había pasado en las últimas semanas no fuera más que un sueño extraño y retorcido.

Mi respiración se volvía irregular y las lágrimas empezaron a caer sin control. No sabía cómo había llegado a este punto, cómo todo se había complicado tanto en tan poco tiempo. No era que estuviera arrepentida de la bendición que representaba un bebé, nunca podría arrepentirme de algo así, pero... era demasiado pronto. Apenas habíamos comenzado nuestra relación, apenas un mes, y hace dos semanas, esa noche había sido la chispa que encendió todo. No estaba preparada para ser madre, no ahora, no con todo lo que aún teníamos que enfrentar.

"Esto debe ser una broma..." musité entre sollozos, mis manos temblando. No podía dejar de decirlo, como si repitiéndolo pudiera hacer que todo desapareciera. "No... no me puedo arrepentir de esto, pero es tan... tan pronto. No sé qué hacer, Daniel. Lo arruiné todo... todo lo que habíamos estado luchando por construir. Esta relación... lo arruiné, todo está acabado."

Mi voz temblaba, pero no era solo miedo lo que sentía, era la culpa, la sensación de haber fallado en algo tan grande. ¿Cómo íbamos a seguir adelante con todo lo que estaba por venir? No solo con el embarazo, sino con todo lo que aún teníamos que enfrentar, con las chicas, con nuestras familias, con la relación que estábamos formando. Se me hizo un nudo en el estómago solo pensar en todo lo que habíamos planeado, en cómo se desmoronaba ante mis ojos.

Pero entonces sentí las manos de Daniel en mi rostro, deteniendo el caos en mi mente. Levantó mi cabeza, haciendo que lo mirara, y por primera vez, vi algo en sus ojos que me tranquilizó, algo que no esperaba ver. No era ira, ni frustración, ni decepción. Eran ojos llenos de comprensión, de algo más profundo.

"Sofía..." dijo con voz suave, mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. No de miedo, ni de confusión, ni de arrepentimiento. Eran lágrimas de algo más... algo que no podía identificar completamente, pero que sentía, algo que resonaba en mi pecho con una extraña mezcla de miedo y alegría. "Esto no es culpa tuya. Nada de esto lo es."

Me quedé en silencio, incapaz de decir nada, simplemente escuchándolo.

"Es cierto que es demasiado pronto para este embarazo" continuó, con una calma que me sorprendió. "Lo sabíamos, queríamos que sucediera, pero mucho más adelante, cuando todo estuviera más claro. Cuando las familias supieran de nosotros, cuando pudiéramos formalizar todo, hacer las cosas como se deben... Pero esto no es el fin, Sofía, no lo es. Al menos no para mí."

Miré a Daniel, sus ojos llenos de algo que no podía describir. Era un entendimiento profundo, una aceptación que me hizo respirar un poco más tranquilo, aunque mi mente seguía a mil por hora. Podía sentir el miedo en su voz, sí, pero también la determinación. Él no veía esto como el fin, no lo veía como el desastre que había comenzado a formar en mi mente.

"Esto no es la destrucción de todo, Sofía" me dijo, con una sinceridad que me llenó de calidez. "Esto es solo un nuevo comienzo, una nueva etapa. No es lo que esperábamos, es cierto, pero... pero lo enfrentaremos, lo haremos juntos. No importa el momento, ni cómo llegamos hasta aquí. Estoy aquí contigo, siempre."

Su voz estaba llena de certeza, y por primera vez, sentí que podía respirar con un poco de alivio. No importaba que todo hubiera sido precipitado, no importaba que estuviera asustada, ni que aún no tuviéramos todas las respuestas. Daniel no se iba a apartar, no iba a huir de mí. Y eso, por alguna razón, me hizo sentir que no todo estaba perdido.

Me acerqué a él, y entre sollozos y sonrisas tímidas, me apoyé en su hombro. No sabía cómo iba a ser todo, no sabía qué haríamos con todo esto, pero si algo había aprendido esa noche, era que no tenía que hacerlo sola.

"No me dejes, Daniel..." murmuré entre lágrimas, aferrándome a él como si fuera lo único que me quedara.

"Nunca te dejaré, Sofía" respondió con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.

***

*DANIEL*

El camino de regreso a la casa de los padres de Sofía se sentía más largo de lo que realmente era, y el silencio entre nosotros era pesado, lleno de pensamientos no pronunciados. Sofía había estado en silencio la mayor parte del tiempo, aunque su mano en la mía nunca se apartó, y eso era lo único que me mantenía con los pies en la tierra. Cada vez que necesitaba hacer un cambio en el volante o ajustar algo, soltaba su mano, pero en cuanto podía, volvía a tomarla con firmeza, como si no pudiera imaginar soltarla ni un segundo más.

Ella seguía susurrando disculpas, una y otra vez. No entendía por qué no podía dejar de hacerlo. No era necesario. No había nada que hubiera que disculpar. Pero sus palabras, cargadas de culpa, seguían saliendo de su boca.

"Lo siento tanto, Daniel... lo siento..." me decía, su voz temblando con cada palabra.

Miré hacia ella, y vi cómo se tocaba la panza con una expresión distante. ¿Cómo íbamos a salir de todo esto? ¿Cómo se suponía que íbamos a enfrentarlo? Todo parecía tan... complicado. Pero había algo más importante que esas preguntas sin respuesta. La mujer a mi lado estaba asustada, preocupada, y todo lo que necesitaba era saber que no estaba sola en esto, que no iba a cargar con el peso de todo ella sola.

"Sofía, no digas eso" respondí, apretando su mano con más fuerza. "No arruinaste nada. Ni siquiera entiendo por qué piensas eso. Lo que estamos viviendo, lo que estamos formando con las chicas... no se va a desmoronar por un embarazo. Puede que todo esté más complicado ahora, pero no es el fin."

Ella bajó la mirada y se tocó nuevamente la panza, claramente pensando en todo lo que estaba pasando. Podía ver la culpa en su rostro, la frustración, y un poco de miedo. Pero yo no podía dejar que se hundiera en eso. Teníamos un camino difícil por delante, sí, pero íbamos a enfrentarlo juntos. Ya lo había dicho: no iba a dejarla sola.

"Esto no es el fin de nada, Sofía. Y no es culpa tuya" le dije en voz baja, pero con firmeza. "Es cierto que esto lo complica todo, pero no se trata de arruinar lo que estamos construyendo. Estamos enfrentando algo nuevo, algo que nadie esperaba, pero aún podemos manejarlo."

Ella respiró hondo, y asentó levemente, aunque seguía tocándose la panza con una expresión pensativa.

"Les llamé a las chicas" continué. "Voy a pedirles que se reúnan más tarde en mi casa, después de que hablemos con tus padres. Primero tenemos que avisarles. Ellos tienen que saber lo que está pasando."

Sofía levantó la mirada hacia mí, y aunque su rostro seguía preocupado, también había una pequeña chispa de alivio. Quizás no estábamos tan perdidos como parecía en un principio. Tal vez podríamos seguir adelante, aunque aún no tuviéramos todas las respuestas.

"¿Estás seguro de que..." empezó a preguntar, pero se detuvo, como si le faltaran palabras para continuar.

"Sí, estoy seguro" respondí, mirando hacia el frente con determinación. "Ellos tienen que saberlo. Y nosotros tenemos que estar preparados para lo que venga. Pero no lo vamos a enfrentar solos, Sofía. No lo vas a hacer sola. Ni ahora, ni nunca."

El silencio en el carro seguía pesando, y aunque intentaba mantener la calma, las cosas no dejaban de sentirse abrumadoras. Decidí hacer lo que mejor podía hacer en esos momentos: aliviar un poco la tensión. Miré a Sofía de reojo, notando cómo su expresión seguía siendo una mezcla de preocupación y tristeza, y pensé que tal vez una broma, por más tonta que fuera, podría darle un respiro.

"Bueno, entre todas, parece que eres la primera en tener una cita y una noche sola conmigo... y ahora, también la primera en darme un hijo" dije con una sonrisa, aunque la ironía de mis palabras no dejaba de resaltar.

Sofía se quedó en silencio por un segundo, y luego sus labios se curvaron en una sonrisa tímida. Su risa, aunque baja, me dio un pequeño respiro en medio de todo esto. Podía ver cómo sus ojos, llenos de lágrimas, brillaban por un instante, aunque aún había un dejo de tristeza en su rostro.

"Vaya... eso sí que es algo que presumirles a las chicas" dijo, dejando escapar una pequeña risa entre sollozos. La mezcla de emociones era evidente en su voz, y sus lágrimas parecían luchar entre la alegría y el desconcierto de todo lo que estaba sucediendo.

Sofía dejó caer la cabeza hacia atrás, riendo un poco más, pero las lágrimas seguían corriendo por su rostro. No sabía si reír o seguir llorando, pero, en esos momentos, estaba claro que el peso de la noticia la estaba aplastando, aunque la broma había aliviado un poco el peso de la conversación.

"Es... demasiado pronto" dijo, como si se hablara a sí misma, con la voz quebrada por la mezcla de emociones. "Todo esto... es tan repentino."

Yo tomé su mano con fuerza, apretándola para que sintiera mi apoyo.

"Sí, lo es. Pero no vamos a dejar que eso nos detenga, ¿vale? Vamos a seguir adelante, paso a paso. Y cuando todo esto se calme, podremos mirar atrás y ver que, al final, esto fue solo un nuevo comienzo."

Sofía asintió lentamente, pero aún no podía quitar la incertidumbre de sus ojos. Sabía que las lágrimas que ahora caían de sus ojos no eran solo de tristeza, sino también de una mezcla de miedo, alegría y todo lo que estaba sintiendo.

Era una montaña rusa emocional, y aunque no teníamos todas las respuestas, lo único que podía prometerle era que no estaría sola, jamás.

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