Ficool

Chapter 41 - Capítulo 40: Quietud

*DANIEL*

La habitación estaba sumida en un silencio profundo, solo interrumpido por el suave sonido de mi respiración y el susurro de mis movimientos al cuidar de Sofía. Ella estaba profundamente dormida, su rostro relajado pero pálido, algo que me preocupaba. Sus mejillas, normalmente tan llenas de vida, estaban ligeramente pálidas y su respiración era más superficial de lo que debería ser.

Me acerqué con cautela, tomando un paño húmedo de la mesa que estaba cerca. Lo pasé suavemente por su frente, intentando calmar su fiebre que parecía no ceder. Observaba su rostro, notando pequeños detalles que no me había dado cuenta antes, como las líneas de estrés que se habían formado bajo sus ojos y los ligeros temblores en sus labios. Era evidente que no se encontraba bien, pero aún así, no me sentía capaz de identificar qué era lo que realmente le ocurría.

Mi mente estaba en constante agitación. La cena había sido mucho más que lo que había esperado, y aunque mis padres parecían relajados, algo en Sofía me decía que ella no estaba completamente tranquila.

Me molestaba que no pudiera decirme lo que pasaba, pero al mismo tiempo, entendía su silencio. Si algo podía ser más complicado que todo lo que ya estaba sucediendo entre nosotros, era tratar de desentrañar lo que realmente sentía.

Con cuidado, comencé a quitarle el vestido. No quería invadir su espacio, pero sabía que necesitaba estar cómoda para descansar. La madre de Sofía había dejado ropa de repuesto, y decidí ponerle algo que le quedara bien, un conjunto cómodo que la ayudara a sentirse mejor. La vi allí, tan vulnerable y tan diferente a la mujer fuerte y decidida que siempre había mostrado ser.

El tiempo parecía estancarse mientras la observaba. Mi mente no paraba de dar vueltas, de preguntarse si había hecho bien al dejar todo esto llegar hasta este punto, si tal vez, todo esto era algo que no sabíamos manejar, algo que se nos había escapado de las manos sin darnos cuenta.

Cuando terminé de acomodarla, me recosté cerca de ella, apenas dejando espacio entre nuestros cuerpos. Sofía seguía dormida, pero su rostro se mantenía tenso, como si estuviera lidiando con algo dentro de sí misma. Y me preguntaba si alguna vez lo sabría, si alguna vez podría comprender qué la estaba consumiendo por dentro. Solo podía seguir aquí, ser el apoyo que ella necesitaba, aunque las preguntas seguirían sin respuesta.

Desde afuera, oía a su padre murmurando en voz baja con su madre, pero no entendía lo que decían. Tal vez estaban hablando de mí, de la situación, tal vez estaban preocupados por Sofía, lo que era natural. No podía culparlos por eso. Nadie en esta casa parecía tener las respuestas, ni yo. Pero lo que sí sabía es que no podía dejar que nada malo le pasara a Sofía. Y si algo tenía que hacer para protegerla, lo haría sin pensarlo.

Su respiración cambió un poco, pero se mantenía tranquila. Al final, dejé de pensar en todo lo que no podía controlar y me concentré en ella. En cómo podía ayudarla, cómo podía estar a su lado hasta que todo esto pasara. Aunque no tenía ni idea de lo que iba a pasar después, lo único que deseaba era que se sintiera mejor, aunque fuera por un momento.

Me quedé allí, en silencio, observando su rostro y esperando a que la tormenta dentro de ella, cualquiera que fuera, se calmara. Pero algo en mi interior me decía que esta no sería una tormenta que se disipara fácilmente. Y aunque no lo supiera aún, algo mucho más grande estaba comenzando a tomar forma.

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mi ensimismamiento. Al levantar la mirada, vi a su padre entrar en la habitación. Su rostro, usualmente serio, estaba marcado por una preocupación que se percibía en sus ojos. Había algo en su postura que me decía que no estaba solo preocupado por Sofía, sino también por todo lo que estaba sucediendo.

"¿Cómo está?" preguntó, su voz grave y tensa.

Miré a Sofía, todavía dormida, pero la fiebre seguía marcando su rostro. No quería que él viera mi propio nerviosismo, pero era evidente que la situación me sobrepasaba.

"No lo sé, no parece mejorar" respondí, sin apartar la vista de ella.

Un suspiro pesado escapó de mis labios. Me sentía agotado, agotado de todo. El estrés de la cena, de las preocupaciones que se acumulaban como nubes oscuras sobre mí, todo eso me estaba afectando más de lo que pensaba. Y entonces, sin poder evitarlo, mis pensamientos tomaron forma en voz alta.

"Tal vez esto es mi culpa..." murmuré, sin mirar al padre de Sofía.

Él me miró, confundido, sin entender completamente lo que quería decir. Su mirada se tornó más fija, como si estuviera esperando que explicara mis palabras.

"¿Qué quieres decir con eso?" preguntó, acercándose un poco, como si de alguna manera pudieran hallar una respuesta en mí.

Respiré hondo, la culpa pesando sobre mi pecho como una losa. Sabía que no era el momento adecuado para tener esa conversación, pero era como si mi mente no pudiera dejar de procesar todo lo que había sucedido.

"Debería haberme negado..." comencé, mis palabras saliendo a tropel, como si finalmente se estuvieran desbordando. "Cuando ellas me confesaron sus sentimientos, debí haberme alejado. Debí haberlo hecho. Hubiera sido lo correcto. Pero... no pude. No quería. Y ahora aquí estamos, y Sofía..." me detuve, incapaz de continuar.

Las palabras sonaban vacías, incluso para mí. Mi mente me recriminaba, pero al mismo tiempo sabía que no podía cambiar lo que había hecho. Si hubiera tomado otra decisión, quizás todo esto no estaría sucediendo.

El padre de Sofía se quedó en silencio un momento, observándome. No lo culpaba, pero sentía que no podía evitar la sensación de que me estaba hundiendo en una tormenta que no sabía cómo enfrentar.

"Lamentarse ahora no sirve de nada, muchacho" dijo al fin, su tono firme, casi como una advertencia. "El hubiera ya no existe a este nivel."

No pude evitar mirarlo, una mezcla de frustración y alivio cruzando por mi mente. Tenía razón, pero esa verdad no me quitaba el peso del remordimiento que cargaba.

"Tal vez esto sea una oportunidad para ustedes..." dije, mi voz más baja ahora, llena de incertidumbre. "Una forma de alejarme de Sofía. Tal vez están esperando el momento para hacerlo... Ella está así por todo el estrés, todo lo que ha pasado desde que supieron que estamos saliendo, y luego, cuando les conté sobre la relación... Y después la confrontación, todo... Es demasiado para ella. Yo... tal vez no debería estar en su vida, no de esta manera."

El padre de Sofía me miró, su expresión un tanto incomprendida al principio. Pero entonces, lentamente, sus labios se curvaron en una ligera sonrisa de resignación, como si hubiera escuchado lo que no quería oír.

"Es cierto que esta situación... no es fácil" admitió. "Pero... no me voy a interponer entre ustedes. No lo haré. Vi cómo enfrentaste todo esto, cómo defendiste esa relación extraña, cómo defendiste a mi hija. Y sé lo que eso significa. Si ella está dispuesta a estar contigo, incluso compartiéndote con otras mujeres, entonces yo no puedo quitarle eso."

Mi respiración se detuvo un momento, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Pensé que esperaba escuchar más reproches, más palabras llenas de desdén, pero no fue así. En lugar de eso, su voz se suavizó un poco, aunque seguía marcando la incomodidad que sentía hacia todo esto.

"No me gusta la idea, Daniel. No lo voy a negar. Pero, al final, esa es la decisión de Sofía, y como padre, debo respetarla. Aunque no me guste, no la alejaré de ti."

Esas palabras, aunque no lo creía en ese momento, fueron un alivio para mí. No sabía si era lo que quería escuchar, pero al menos no me sentía como un extraño, un intruso en la vida de su hija. Sabía que su aceptación no llegaba sin conflictos internos, pero era un comienzo.

La tensión en mi pecho se relajó un poco. La conversación no había sido fácil, pero sentí que, por primera vez, algo se había resuelto. Al menos una parte de mí podía descansar, al menos un poco. Y Sofía... Sofía aún seguía dormida, pero había algo en mi corazón que me decía que, aunque las tormentas seguirían, no la dejaría. No ahora. No después de todo lo que habíamos compartido.

"Gracias..." dije, sintiéndome algo avergonzado por lo que acababa de decir, pero agradecido de alguna manera.

El padre de Sofía asintió, y con un último vistazo hacia su hija, se dirigió a la puerta.

"No me agradezcas. Solo cuídala. Ambos lo necesitan."

La puerta se cerró tras él, y el silencio volvió a envolvernos. Sofía seguía allí, ajena a todo lo que había pasado, pero aún así, yo no podía dejar de pensar en lo que vendría después.

El silencio en la habitación era denso, pero mientras veía a Sofía descansar, sentí la necesidad de darles una explicación a las chicas. Era mejor que supieran, aunque no sabía si algo de lo que estaba pasando era realmente tan grave. Después de todo, no quería preocuparlas innecesariamente.

Saqué el celular del bolsillo y abrí el grupo de WhatsApp en el que siempre conversábamos. El nombre del grupo me hizo pensar en todo lo que habíamos compartido, en cómo las cosas habían cambiado, en cómo todo lo que había pasado nos había unido más, a pesar de las complicaciones. Con los dedos un poco temblorosos, escribí rápidamente.

Yo: "Chicas, no regresemos esta noche. No los esperen, Sofía está un poco enferma y está descansando en casa de sus padres. Yo me quedaré con ella. Cualquier cosa, les aviso rápidamente."

Apreté el botón de enviar y me recosté un poco en la silla, mirando a Sofía. Me sentía culpable por haberles enviado ese mensaje, pero sabía que era lo mejor. Ellas se preocuparían, era natural, pero no podía decirles más sin preocuparlas aún más. Mi prioridad ahora era Sofía.

No pasaron muchos minutos cuando el teléfono vibró. Laura fue la primera en responder, seguida por Mariana y Valeria.

Laura: "¿Estás bien? ¿Qué pasó con Sofía?"

Mariana: "¿Ocurrió algo grave? ¡Por favor dime que no es nada serio!"

Valeria: "¿Seguro que estás bien? Si necesitas algo, avísanos."

Leí cada mensaje con rapidez, pero mi mente seguía centrada en Sofía. Respondí lo más tranquilo que pude, sabiendo que no podía preocuparlas más de lo necesario.

Yo: "Está descansando, no es nada grave, pero está un poco débil. Solo quiero asegurarme de que se recupere bien. No se preocupen, todo estará bien. Si pasa algo, las aviso inmediatamente."

Esperé a ver si llegaban más respuestas, pero no lo hicieron. Supongo que ellas confiaban en mi palabra, aunque el tono de sus mensajes aún reflejaba una mezcla de preocupación y sorpresa. La situación estaba lejos de ser sencilla, y aunque quería tranquilizarlas, sabía que había muchas cosas que aún no sabían.

Lo único que podía hacer ahora era quedarme aquí con Sofía, vigilarla, y esperar que su salud mejorara. No podía hacer nada más por el momento. Pero algo en mi interior me decía que este sería solo otro obstáculo más que tendríamos que superar, y si estaba a su lado, no importaba lo que viniera.

***

La mañana llegó de manera tranquila, el sol filtrándose por las cortinas mientras el leve sonido de los pájaros me despertaba. Sentí una presión en el brazo y un suave toque, como si alguien tratara de llamar mi atención. Abrió los ojos con pesadez, sintiendo el dolor en el cuello por haber dormido en una posición incómoda, con la cabeza apoyada en la cabecera de la cama. Me estiré ligeramente, algo aturdido, hasta que miré hacia abajo y vi a Sofía, despertando lentamente.

Su rostro, aunque aún algo pálido, parecía mucho mejor que la noche anterior. Ya no había ese tono ceniza en sus mejillas ni esa expresión tensa de incomodidad. Sus ojos, aunque cansados, tenían una chispa de calma.

"Sofía…" murmuró, mientras me veía abrir los ojos. Su voz sonaba suave, casi tímida. "¿Te quedaste dormido ahí todo el tiempo?"

Asentí sin poder evitar una ligera sonrisa, pero el gesto se desvaneció rápidamente cuando pensé en lo que había sucedido. Me acomodé mejor, sin apartar los ojos de ella.

"¿Cómo te sientes?" pregunté, algo preocupado, aunque su mejoría era evidente.

Sofía suspiró, llevando una mano a su frente, como si aún sintiera el resquicio de la fiebre que la había abrumado la noche anterior.

"Me siento mejor… Solo fue el estrés y la ansiedad, supongo," dijo con una leve sonrisa. "Tuve fiebre por eso… Estaba tan tensa por la cena, por todo lo que ha pasado." Hizo una pausa antes de mirarme fijamente. "Lo siento."

Mi corazón dio un vuelco al escucharla. Ya sabía que había estado pasando por momentos difíciles, pero aún así, sentí una punzada de culpabilidad. Me incliné un poco hacia ella.

"¿Por qué no me dijiste que te sentías mal?" le pregunté, algo frustrado. "Te dije que me avisaras si no te sentías bien. ¿Por qué no lo hiciste?"

Sofía miró hacia un lado, como si evitara mi mirada por un momento. Luego, con una suave risa triste, respondió.

"No quería arruinar la cena," susurró, jugando con las sábanas. "Era para que mis padres te conocieran mejor, que vieran que las cosas entre nosotros iban bien. No quería que mi… preocupación les hiciera pensar que algo no estaba bien."

Mi pecho se apretó al escucharla. ¿Por qué había intentado cargar con todo eso sola? Sabía que había sido un momento tenso para ella, pero no podía permitir que se sacrificara de esa manera.

"Eso no importa, Sofía," le dije, tomando su mano con delicadeza. "Podíamos haber dejado la cena para otro día, tus padres habrían entendido. Lo único que importaba era que estuvieras bien."

Ella me miró entonces, con los ojos brillando ligeramente, una mezcla de culpa y alivio. "Lo sé. Solo quería que todo saliera bien… por ti."

No pude evitar suspirar, acariciando suavemente su mano. "La próxima vez, por favor, dímelo, ¿sí? No importa lo que pase, tú estás primero."

Sofía asintió lentamente, aún mirando mis manos entrelazadas con las suyas. "Lo prometo," dijo en voz baja, como si realmente entendiera el peso de mis palabras.

Pasaron unos segundos de silencio, donde el ambiente se llenó de una extraña sensación de cercanía, como si todo lo demás se desvaneciera por un momento. Aunque había pasado mucho durante la noche, parecía que ahora, en este momento, solo importaba que estábamos aquí, juntos, y que nada de lo que habíamos enfrentado podía separarnos.

Finalmente, rompí el silencio con un suspiro y sonriendo levemente. "Y aunque sea difícil de creer, tus padres no van a dejar de gustarme por una cena mal planeada. No te preocupes por eso."

Ella sonrió, más aliviada, y cerró los ojos un momento, como si pudiera relajarse finalmente. "Gracias por quedarte conmigo anoche," murmuró.

"No haría otra cosa," respondí, apretando su mano un poco más.

Sofía asintió, sonriendo débilmente, pero de repente su rostro se tornó serio, y noté cómo su expresión cambió. Se apartó ligeramente, llevándose una mano a la frente y cerrando los ojos con un pequeño suspiro.

"¿Sofía?" pregunté, sintiendo una punzada de preocupación al ver su rostro pálido. "¿Te sientes bien?"

Ella intentó sonreír, pero la mueca no pasó desapercibida para mí. En su rostro pude ver un destello de incomodidad, como si estuviera aguantando algo.

"Solo un poco mareada," respondió finalmente, su voz algo apagada. "Desde anoche he tenido muchas náuseas... Aunque... creo que ya llevaba unos días sintiéndome así. Pensé que era solo estrés, sabes, con el trabajo, la cena, todo lo demás..."

Suspiró, dejándose caer un poco más contra las almohadas, como si todo el peso de esos días la estuviera agotando. "No he dormido mucho últimamente, y con lo de la pelea con mis padres... pensé que todo eso era solo un cúmulo de estrés."

Mis cejas se fruncieron mientras la observaba, incapaz de ignorar la preocupación que crecía dentro de mí. Me incliné hacia ella, tocando suavemente su brazo.

"¿Por qué no me dijiste nada antes?" le pregunté con suavidad, aunque ya sabía la respuesta. Tal vez ella pensaba que todo era solo por el estrés y que desaparecería solo, pero no podía dejarlo pasar tan fácilmente.

Sofía soltó una pequeña risa, pero la preocupación en sus ojos no desapareció. "Pensé que solo era eso, de verdad… El estrés… Pero anoche, después de todo… me sentí peor, y ahora no sé qué pensar."

Mi mente comenzó a dar vueltas, buscando una explicación. Había algo que no me estaba cuadrando, y no podía ignorarlo.

"Podrías estar agotada, o podría ser por todo lo que pasó anoche… ¿Pero por qué no me dijiste que te sentías mal? Sofía, no tienes que cargar con todo esto sola," le dije, con un tono firme pero lleno de cuidado.

Ella bajó la mirada, avergonzada, pero me miró nuevamente, esta vez con una mezcla de incertidumbre y algo más que no pude identificar. "No quería que pensaras que soy una carga, Daniel. He estado… tratando de mantener todo bajo control."

Yo sólo suspiré, sintiendo cómo el peso de la situación se hacía cada vez más pesado. No podía dejar que se siguiera sintiendo así. "No es una carga, Sofía. Y lo sabes. Si te sientes mal, lo mejor es que lo digas. No tienes que cargar con todo esto sola, te lo prometo."

Ella asentía lentamente, como si esas palabras pudieran aliviar un poco la presión que llevaba encima. Pero algo en mi interior me decía que lo que sentía no era solo el estrés. Algo más podría estar ocurriendo, y no iba a quedarme de brazos cruzados.

"Voy a decirles a tu padre que te llevaré al médico, ¿de acuerdo?" le dije, aún preocupado, sin querer darle tiempo a pensar en excusas. "Es mejor que te revisen, por si acaso."

Sofía pareció dudar, pero luego asintió lentamente, como si estuviera dispuesta a dejar que alguien más se ocupara por una vez. "Está bien," susurró, casi en un suspiro.

Me quedé a su lado, observándola un momento más, sabiendo que lo que fuera que estuviera ocurriéndole, no iba a dejar que lo enfrentara sola.

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