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Chapter 40 - Capítulo 39: Situación Drástica

*DANIEL*

La conversación siguió fluyendo, pero la atmósfera estaba lejos de ser relajada. Los padres de Sofía parecían cada vez más interesados en conocer todos los detalles de mi vida, y aunque intentaba mantener el tono cordial, la tensión no se disipaba. Fue entonces cuando el padre de Sofía, un hombre algo serio pero con una leve sonrisa en el rostro, me lanzó una nueva pregunta.

"Bueno, Daniel, hemos hablado mucho de todo esto, pero... ¿qué pasa con tu familia? ¿Quiénes son ellos?"

Me recosté un poco en mi silla y, sintiendo un toque de humor para aliviar el ambiente, respondí: "Si se supone que me investigaron, ¿no deberían saber esos detalles ya?"

El padre de Sofía soltó una risa sincera, sin molestarse, y el ambiente se relajó un poco. Lo había visto en la sala de juntas, en ese primer encuentro tenso, cuando había dejado claro que no sería fácil intimidarlo. Parecía que apreciaba mi atrevimiento.

"Te has ganado un poco de respeto, Daniel," dijo, sonriendo antes de volverse más serio. "Pero cuéntanos, ¿qué tal tu familia?"

Suspiré, sintiendo un poco de nostalgia al hablar de ellos. "Bueno, mi familia no es muy grande. Mis padres, viven en una casa afuera de la ciudad. Mi padre, tiene un pequeño taller donde se pasa la mayor parte del día, trabajando en su pasión. Siempre está ahí, haciendo cosas, arreglando o creando. Y mi madre, ella tiene un pequeño huerto en el jardín de la casa. Le encanta pasar tiempo cultivando sus plantas."

El padre de Sofía asintió, interesado en lo que decía. "Suena a una vida tranquila," comentó.

"Sí, más o menos," respondí, con una sonrisa en los labios. "Lo más complicado a veces es la distancia, ya que no vivo cerca de la ciudad, pero en general, están bien. Ah, y tengo una hermana mayor. Tiene cinco años más que yo."

Sofía, que había estado callada durante un buen rato, intervino en ese momento. "Y también tienes un sobrino, ¿verdad?" preguntó, su tono ahora más suave.

"Sí, un pequeño llamado Mateo. Tiene casi siete años." Respondí, mirando a Sofía mientras ella asentía, mostrando que recordaba al niño. "Y bueno... es un buen chico."

Fue entonces cuando Sofía, con una sonrisa en los labios, dijo algo que me hizo detenerme. "Por cierto, Mateo lo llama papá," comentó, casi en un susurro.

Su padre levantó una ceja al escuchar eso. "¿Por qué te llama papá?" preguntó, claramente sorprendido.

Me tomé un momento para responder, no queriendo que la situación se volviera incómoda. "Bueno, la verdad es que he cuidado mucho a Mateo, he estado allí para él. Lo he ayudado en lo que pude, y con el tiempo, nos apegamos mucho. Supongo que por eso me llama así. Se siente cómodo conmigo, me considera una figura paternal."

La mamá de Sofía, que había estado callada durante toda la conversación, hizo una pausa antes de preguntar algo más. "¿Y el padre de Mateo? ¿Qué ocurrió con él?"

El silencio se hizo más denso al escuchar esa pregunta. Miré hacia Sofía antes de responder, sabiendo que ya era algo que debía ser aclarado. "Su padre murió en un accidente hace unos años. Es algo que ustedes también deberían saber si me investigaron bien," dije, con una leve sonrisa amarga, tratando de aliviar la tensión. "Era un buen hombre, y su partida fue difícil para todos, especialmente para Mateo."

Los padres de Sofía intercambiaron miradas, procesando la información que les había dado. No era algo fácil de hablar, pero había sido parte de mi vida, y no iba a ocultarlo.

El ambiente en la cena había comenzado a sentirse pesado, como si la conversación que habíamos tenido hasta ahora hubiera dejado una marca indeleble en todos los presentes. Los padres de Sofía seguían haciendo preguntas, cada una más detallada que la anterior, pero lo que más me preocupaba era cómo Sofía había estado actuando desde que llegamos. Se veía nerviosa, más de lo habitual, y aunque intentaba disimularlo, podía notar cómo sus manos temblaban ligeramente cada vez que tocaba su copa o se ajustaba en la silla.

Yo trataba de mantenerme calmado, pero el ambiente cargado se estaba volviendo cada vez más incómodo. El olor de la comida que nos servían no ayudaba a relajar la situación, y el suave tintineo de los cubiertos apenas sonaba sobre la mesa mientras la tensión crecía. Sofía estaba más callada de lo usual, y a veces, al mirarla, podía ver que se perdía en sus propios pensamientos, como si intentara lidiar con algo que no podía expresar.

De repente, su padre hizo otra pregunta, algo que parecía sacada de la nada, pero que sabía que formaba parte de la lista de cosas que quería saber.

"Daniel, ya sabemos bastante sobre tu familia... pero dime, ¿qué te hizo decidir unirte a esta relación con Sofía y las demás? ¿Qué es lo que te atrae de ella? ¿Y de las otras?"

La pregunta me dejó un poco descolocado, ya que se había vuelto un tema recurrente en las últimas horas, pero era la primera vez que me lo preguntaban directamente en medio de esta cena tan formal.

Sofía, al escucharla, respiró profundamente, como si el aire la pesara más de lo normal. Al mirarme, sus ojos brillaron con una mezcla de ansiedad y algo más que no supe identificar. Ella intentó sonreír, pero fue evidente que no estaba del todo cómoda con el rumbo que había tomado la conversación.

"Lo que... lo que me hizo decidir fue... algo muy personal", comencé, mirando a Sofía por un momento antes de centrarme en su padre. "Es complicado de explicar, pero... desde el principio, Sofía fue quien me hizo ver que había algo más, algo que no esperaba en mi vida. No solo ella, sino todo lo que hemos vivido juntos." Hice una pausa, dándome cuenta de que no estaba respondiendo la pregunta completamente. "Es difícil de explicar, pero ella, como persona, me atrajo de una forma que nunca creí que podría pasar, y las otras... también me importan."

Sofía bajó la mirada, y por un segundo pensé que estaba a punto de decir algo, pero su respiración se volvió más acelerada, y eso me hizo preocuparme. Pensé que tal vez lo que estaba sucediendo era solo el resultado de la tensión en la cena. Ella había estado cada vez más nerviosa desde que llegamos, pero la pregunta parecía haber afectado mucho más de lo que esperaba.

Su padre asintió lentamente, procesando mi respuesta, pero antes de que pudiera decir algo más, Sofía levantó la mano, interrumpiendo la conversación.

"Lo siento, tengo que ir al baño," dijo rápidamente, casi sin mirarme, y antes de que pudiera reaccionar, se levantó de la mesa y se dirigió hacia la puerta del comedor.

Me quedé observándola mientras se alejaba, sintiendo que algo no estaba bien. La tensión había alcanzado un punto crítico, y sin saber por qué, una sensación de incertidumbre se apoderó de mí. Quería preguntarle si estaba bien, pero no sabía si eso sería lo correcto en ese momento.

Tras unos momentos de silencio, el padre de Sofía, sin mirarme directamente, dijo: "No te preocupes, Daniel. Ella está... pasando por algo. A veces, es difícil para ella manejar todo lo que está sucediendo."

No entendí del todo lo que quiso decir con eso, pero asintiendo, me quedé en la mesa, esperando, el estómago revuelto por la tensión de la noche.

Fue en ese momento cuando Sofía regresó al comedor, pero ya no era la misma. Su rostro estaba pálido, y sus ojos reflejaban una preocupación que no había visto antes. Se sentó nuevamente, sin decir nada, pero sus manos, ahora frías, temblaban ligeramente mientras las colocaba sobre la mesa.

****

*SANTIAGO/PAPÁ DE SOFÍA*

Me quedé mirando a Sofía mientras regresaba al comedor, claramente alterada. Algo no estaba bien, pero no podía identificar qué. La vi tomar asiento de nuevo, su respiración algo agitada. Su rostro pálido y los ojos cansados me decían que no era solo el nerviosismo de la situación. Había algo más. Miré de reojo a Daniel, quien estaba igualmente desconcertado, pero no me atreví a preguntarle nada todavía.

"¿Te encuentras bien, Sofía?" le pregunté, intentando sonar lo más natural posible.

Sofía asintió lentamente, pero su gesto fue débil. "Sí, papá. Solo... necesito un poco de aire," murmuró, su voz vacilante.

El silencio se alargó entre nosotros, con la tensión colgando en el aire. Yo sabía que algo estaba pasando, pero no tenía idea de qué. Observé cómo Sofía jugaba nerviosamente con su copa, el nerviosismo palpable en sus movimientos. No era común que ella se comportara de esa manera. Podía ver que algo la estaba afectando más de lo que quería admitir.

"Sofía, si hay algo que te preocupa, puedes decírmelo," intenté suavizar el tono, aunque el nudo en mi estómago no desaparecía.

Ella me miró brevemente, luego desvió la mirada. "No es nada, papá. Solo... estoy cansada, supongo."

El ambiente seguía siendo pesado, con preguntas sin respuestas flotando en el aire. Miré a Daniel, esperando que pudiera tomar la iniciativa en la conversación, pero él también parecía perdido, atrapado en los mismos pensamientos que los míos. No sabíamos qué estaba pasando con Sofía.

La cena continuó, pero sin la misma fluidez de antes. La falta de respuesta de Sofía a cada pregunta parecía aumentar la tensión, y su incomodidad era evidente para todos en la mesa, incluso si no entendíamos por qué.

"¿Entonces, Daniel?" preguntó mi esposa, intentando desviar la atención de Sofía. "¿Cómo planeas manejar esta relación a largo plazo? ¿Con las demás chicas?"

Daniel parecía pensar por un momento antes de responder, y su voz era más firme de lo que había estado durante la conversación hasta ahora. "Haré lo que sea necesario para que todos estemos bien. No tengo todas las respuestas, pero estoy comprometido con Sofía y con las demás. Eso es lo que importa."

Sofía no reaccionó, su cabeza agachada, su mano apretando la copa con más fuerza. La incomodidad era tan palpable que me sorprendió que no dijera nada al respecto. Miré a mi esposa, que parecía preocupada, y me di cuenta de que algo más estaba ocurriendo. No podía ser solo el nerviosismo por la cena.

Pero lo que más me desconcertaba era que no sabía cómo abordar la situación. Algo había cambiado en ella, pero no entendía qué.

"Papá, no te preocupes," Sofía murmuró finalmente, rompiendo el silencio con voz baja. "Estoy bien. Solo... no quiero que esto nos afecte más."

Mis ojos se encontraron con los de Sofía, y aunque ella intentaba sonreír, la preocupación era evidente. No podía quitarme la sensación de que algo estaba ocurriendo en su interior, algo que aún no podía ver.

******

*SOFÍA*

Me sentía completamente fuera de lugar, mi cuerpo no respondía como debería. Cada palabra que salía de la boca de mi padre, de mi madre, incluso de Daniel, parecía multiplicarse en mi mente, pero yo no podía concentrarme en nada. Mi estómago se revolvía, y no de una manera normal. No era solo ansiedad; había algo más, algo mucho más profundo que no podía explicar. Tragué saliva, pero la sensación no desapareció.

La comida ya no tenía sabor, y todo lo que decía mi padre me parecía distante. Cada vez que trataba de responderle, mi voz salía temblorosa, y mis manos comenzaban a sudar. Sentí una presión creciente en mi pecho, como si todo estuviera a punto de estallar.

Cuando me levanté para ir al baño, lo último que esperaba era lo que sucedió a continuación. Apenas llegué al lavabo, mi estómago dio un vuelco y, sin previo aviso, sentí el impulso de vomitar. El calor me envolvió, mi cuerpo se tensó y mi respiración se volvió errática. Mi corazón latía con fuerza, y todo a mi alrededor giraba. No me podía concentrar.

Casi de inmediato, supe que algo no estaba bien. Era como si mi cuerpo me estuviera gritando que algo había cambiado, pero no sabía qué. Lo peor de todo es que no tenía idea de qué lo estaba provocando, solo pensaba que era la ansiedad de la noche, todo el estrés, las expectativas... quizás todo eso estaba afectándome más de lo que pensaba.

Me enjuagué la boca y me miré al espejo. Ahí estaba yo, con la piel pálida, la respiración agitada y los ojos ligeramente vidriosos, tratando de hacer sentido de lo que estaba sucediendo. Sabía que no podía quedarme en el baño para siempre. Tomé una profunda respiración, traté de calmarme y me dirigí de nuevo a la mesa.

Cuando regresé al comedor, mis piernas temblaban un poco, y aunque intenté disimularlo, sentí como si cada uno de mis movimientos fuera observado. Miré a Daniel, y me preocupó ver que su expresión reflejaba la misma preocupación que sentía mi padre y mi madre. Ellos, al menos, no parecían entender lo que estaba pasando, pero el silencio se había vuelto insoportable. Todos estaban esperando una respuesta que no tenía.

"¿Estás bien, Sofía?" preguntó Daniel, su tono suave pero preocupado.

"Sí... sí, estoy bien," respondí con una voz que apenas salía, mi mano temblando ligeramente mientras me sostenía de la mesa. "Solo... no me siento muy bien, supongo."

El rostro de mi padre se frunció, y pude ver cómo intentaba buscar una respuesta lógica en mi actitud, mientras que mi madre, siempre tan perceptiva, no dejaba de mirarme con preocupación. Intenté dar una sonrisa, algo que pudiera aliviar el ambiente, pero sabía que era inútil. El malestar no me abandonaba.

La conversación continuó, pero ya no podía escuchar las palabras. Solo estaba enfocada en la presión de mi estómago, en la extraña sensación que me recorría, como si algo más grande estuviera ocurriendo dentro de mí. Podía sentir los ojos de todos sobre mí, pero lo único que quería era escapar, esconderme en algún lugar donde pudiera entender qué estaba pasando.

La ansiedad me embargó nuevamente, y aunque trataba de parecer tranquila, mi mente estaba al borde de un colapso. No era solo la cena, no era solo la tensión con mis padres... había algo más que no podía identificar, algo que aún no sabía que estaba sucediendo, pero que de alguna manera lo sentía en lo más profundo de mi ser.

Mi respiración se hizo más difícil, y mi pecho comenzó a oprimir. Estaba a punto de explotar, pero ni yo misma sabía cómo.

Entonces, antes de que pudiera reaccionar completamente, escuché a mi padre preguntar por algo, pero sus palabras se desvanecieron en el aire. Todo comenzó a desvanecerse también, como si mi mundo entero hubiera dejado de girar por un segundo. Pero ni Daniel ni los demás sabían lo que realmente estaba pasando. Pensaron que era solo el estrés de la noche. Yo tampoco lo sabía, pero algo me decía que no iba a poder ignorarlo mucho más tiempo.

El malestar en mi estómago creció de nuevo, más fuerte que antes. Intenté mantener mi postura, pero sentí como si el mundo estuviera comenzando a girar demasiado rápido. La comida ya no estaba en mi mente, y mis pensamientos se disolvieron con cada pulso de dolor que recorría mi cuerpo. Sin poder evitarlo, sentí otra ola de náuseas que me hizo sudar frío. Era como si todo lo que había estado ignorando hasta ese momento hubiera decidido apoderarse de mí.

De repente, mi visión se desdibujó y antes de que pudiera hacer algo, me doblé hacia adelante, mi mano buscó desesperadamente la mesa para apoyarme, pero el vómito salió de mí sin previo aviso. Caí de rodillas frente a todos, mi respiración entrecortada, mi cuerpo entero temblando. El sonido de mi vómito llenó la habitación, y el frío que recorría mi cuerpo me hizo sentir aún más vulnerable de lo que ya me sentía.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras trataba de recomponerme, y fue solo cuando levanté la cabeza que vi a Daniel frente a mí, su rostro se transformó de la preocupación a la alarma.

"Sofía... ¿estás bien? ¿Qué está pasando?" Su voz sonaba distante, como si no pudiera creer lo que veía.

Mis padres se levantaron al instante, acercándose a mí con el mismo pánico en sus ojos. Mi madre me rodeó con un brazo, ayudándome a levantarme mientras mi padre comenzaba a preguntar sin parar qué había sucedido, qué me había causado esa reacción.

Intenté hablar, pero mi garganta estaba cerrada por completo. Las palabras no salían. Solo podía mirar a Daniel, y aunque mi mente estaba completamente desordenada, algo dentro de mí sabía que esto no era normal. No podía ser solo el estrés.

"Lo siento," fue lo único que logré decir, aún sosteniéndome con dificultad en los brazos de mi madre.

Mi padre estaba a mi lado ahora, con una expresión grave, y me miraba con esa mezcla de preocupación y confusión. "¿Qué te pasa, Sofía?" insistió.

Daniel no dejaba de mirarme, pero su expresión había cambiado, como si finalmente entendiera que algo no encajaba. "Tal vez deberíamos ir a un hospital, Sofía, esto no parece normal..."

"No es necesario, sólo fue un... un mal rato. Estoy bien", respondí rápidamente, pero mi voz sonaba vacía. Algo me decía que no era solo un mal rato, algo estaba ocurriendo dentro de mí, y aunque no sabía qué.

Mis padres intercambiaron una mirada rápida entre ellos, y mi madre, preocupada pero calmada, me ayudó a sentarme. "Voy a buscar algo para que te sientas mejor", dijo con voz suave, casi temerosa.

Daniel no se movió de mi lado. Me miraba intensamente, sin hablar, como si estuviera esperando una explicación que ni yo misma podía darle. Los minutos parecían alargarse, pero mi mente seguía nublada, mi cuerpo todavía en shock, y el único pensamiento que dominaba mi cabeza era el mismo, no podía continuar con esto mucho más tiempo. Algo había cambiado en mí, y no podía seguir ignorándolo.

"Daniel..." murmuré, apenas levantando la mirada hacia él. Mi voz estaba débil, casi inaudible, pero sabía que él me escuchaba. "Quiero irme a casa... no me siento bien."

Él asintió con rapidez, su expresión se suavizó, y me tomó la mano con delicadeza, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romperme en pedazos. "Lo entiendo, Sofía. Vamos en seguida, te sacaré de aquí, no te preocupes."

Pero antes de que pudiera moverme, la puerta se abrió y vi a mi madre regresar, mirándome con una preocupación que no intentaba ocultar. "Sofía," dijo suavemente, acercándose. "No creo que debas irte así. Tu habitación sigue aquí, descansa un poco más, por favor."

La miré, demasiado agotada para responder con palabras, solo asentí levemente. Quería irme a casa, sí, pero también quería escapar de esta sensación de que algo estaba por cambiar y no sabía qué. Mi madre, al ver mi falta de respuesta, entendió que no podía seguir presionándome. "Deja que te lleven a tu habitación, hija. Quédate aquí. Estás agotada."

Miré a Daniel, mi cabeza llena de confusión, de preguntas sin respuesta. Él no dudó ni un segundo. Sin decir palabra, se acercó a mí con un gesto de firmeza, y sin pensarlo, me levantó en brazos, me sentí liviana en su agarre, como si no tuviera fuerzas para sostenerme por mí misma. Mi corazón latía a toda prisa, pero no podía pensar, no podía protestar. Solo lo miré, buscando alguna respuesta en sus ojos, pero no la encontré.

El paso por la casa se sintió interminable, pero lo único que sentí fue el abrazo cálido y protector de Daniel, que me acunaba en sus brazos mientras mis padres nos guiaban. Cada paso me hacía sentir más débil, más vulnerable, y la sensación en mi estómago seguía creciendo, como si algo estuviera a punto de estallar, algo que aún no entendía. Solo cerré los ojos, dejando que Daniel me llevara a la habitación, sin hablar, sin saber qué pasaría después.

Cuando llegamos a la habitación, él me recostó suavemente en la cama. Mi madre me cubrió con una manta mientras mi padre se quedó cerca, pero su mirada seguía siendo cautelosa. Daniel se quedó junto a la cama, vigilante, preocupado, pero sin saber cómo ayudarme. El ambiente se cargó de silencio, y aunque no era lo que había planeado para esa noche, ya nada parecía importar. Sólo quería descansar, alejarme de la ansiedad que me perseguía.

"Me quedaré aquí, Sofía," dijo Daniel, rompiendo el silencio. "Voy a quedarme contigo hasta que te sientas mejor."

Lo miré, una sonrisa débil asomando en mi rostro, agradecida por su presencia, pero también desconcertada por todo lo que sucedía. No podía hablar, no podía decirle lo que estaba pasando en mi interior, pero en ese momento, él parecía ser lo único que tenía sentido. Lo único en lo que podía aferrarme.

Pero el miedo seguía ahí, oculto, una sombra que no se podía ignorar. Y lo peor era que ni siquiera sabía qué esperar de todo esto.

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