La sociedad actual no es la misma de siempre. En 1994, un cometa impactó la Tierra, pero en lugar de causar daños masivos, liberó radiación que alteró los genes de la población mundial. Después de eso, la tasa de criminalidad mundial aumentó. Nadie estaba a salvo; ni siquiera en los países más seguros del mundo había protección.
Hasta 2014, un grupo de personas salió a confrontar al mundo, y a partir de ahí, se creó una nueva profesión: los héroes, encargados de proteger al mundo de villanos y personas malvadas.
Estamos en Santo Domingo, República Dominicana, en una noche cálida, en un callejón oscuro de la ciudad. Un grupo de ladrones amenazaba a una persona.
El ladrón habla con voz ronca y se acerca con una sonrisa torcida
"Escucha con atención, imbécil. Danos todo lo que tienes... y quizás te dejemos algo."
Mientras hablaba, sacó lentamente la mano del bolsillo. Empezó a transformarse grotescamente: los dedos se alargaron, se fusionaron, el brazo se afiló en una reluciente hoja de metal. Con un movimiento brusco, colocó la hoja justo en la garganta del hombre, rozando apenas la piel.
Ladrón: te recomiendo que no lo hagas enfadar y así que as te dice.
El hombre se quedó paralizado de miedo... pero de repente, un resplandor iluminó su rostro. El ladrón, desconcertado, se giró para ver qué causaba la luz. Entonces lo vio.
Un chico avanzaba con paso firme. Vestía un abrigo blanco, un traje de protección para motociclista y un pasamontañas que solo le cubría la boca. En sus manos sostenía la empuñadura de una espada… pero no era de metal: era fuego puro, ardiendo con furia contenida.
El ladrón alzó la voz con nerviosismo:
¡Ni un paso más o lo mato!
Pero el chico no se detuvo.
Sin dudarlo, blandió su espada como un rayo. La hoja ardiente cruzó el aire y se incrustó en la cabeza del secuestrador. Cayó muerto al instante.
Los otros ladrones retrocedieron, horrorizados. Frente a ellos ya no había un chico… sino un demonio. El desconocido se golpeó el pecho con fuerza, como para recargar energías, y luego atacó.
Dejó sin aliento a uno de ellos de un solo golpe en el pecho. Dobló al otro sobre sí con una patada precisa en la entrepierna.
Poco después, ya en la parte trasera de una patrulla, los delincuentes observaron al hombre que, para su sorpresa, seguía con vida. Estaba bien.
La verdad era diferente: cuando la espada le tocó la cabeza, el chico la partió hábilmente en dos, simulando una ejecución. Todo era una ilusión. El hombre solo fingió, sabiendo que era la única manera de salvarse. Entonces, al ver al chico de cerca, se quedó paralizado. Su expresión cambió del alivio al terror absoluto. ¡Los rasgos... coincidían!
El abrigo blanco.
La espada de fuego.
La mirada oculta tras la máscara.
En definitiva no podía ser nadie más que ese héroe…
Era él. El héroe número uno, el justiciero de las sombras, el que empuña una espada de fuego puro y castiga sin piedad a quienes hacen el mal.
Era Firestorm.
Su rostro seguía siendo un misterio, pero en las calles, y especialmente entre criminales, mafiosos y asesinos, ya un caso estos se ocultaban por el temor que le tenían a este hombre. Un fantasma entre rumores. Una sombra que muchos afirmaban haber visto... justo antes de caer.
Y ahora estaba allí, frente a ellos. Real. Vivo.
Y letal.