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Chapter 13 - Capítulo 13: La Reacción de Franklin y un Mensaje Inesperado

Franklin aparcó el Adder en un garaje discreto que Michael había sugerido, lejos de los habituales escondites de Lamar. La adrenalina aún corría por sus venas, pero esta vez no era la excitación salvaje de una persecución de la policía. Era algo diferente, más profundo.

"Michael, eso fue... eso fue demente", dijo Franklin, bajando del lujoso coche con una reverencia casi respetuosa. "Ni un solo disparo. Ni una sirena. Simeon me hubiera hecho robar esa cosa a la vista de todos y luego me habría dejado en la estacada. Tú... tú lo planeaste como un cirujano."

Michael sonrió, apoyándose en el coche. "Es la diferencia entre ser un matón y un estratega, Franklin. La violencia es el último recurso, no el primero. Un verdadero profesional entra y sale sin dejar rastro. La reputación lo es todo en este negocio. La nuestra empieza hoy."

Franklin lo miró con nuevos ojos. "No es por ofender, Michael, pero siempre te vi como un tipo que vivía de las viejas glorias, un poco cascarrabias. Esto... esto es otra cosa. Esto es lo que necesito. Un plan. Un mentor de verdad."

"Podrías tenerlo", respondió Michael, la seriedad regresando a su voz. "Pero significa hacer las cosas a mi manera. Sin tu primo Lamar en cada operación, al menos no al principio. Sin tonterías. Y si vamos a hacer esto, Franklin, vamos a diversificar. No solo coches robados. Necesitamos algo más grande, algo que nos dé influencia real, no solo dinero de bolsillo."

Franklin asintió con una determinación que Michael no había visto en él antes. "Estoy contigo, Michael. Dime qué hacer."

"Por ahora, mantente al margen de Simeon y Lamar por un tiempo. Deja que el polvo se asiente. Y piensa en tus habilidades. ¿Qué más puedes hacer, aparte de conducir rápido? Porque si vamos a trabajar juntos, necesito saber qué aportas a la mesa. Y sobre todo, necesito confianza ciega. Si te digo que algo es un secreto, es un secreto. Ni una palabra a nadie, ¿entendido?"

"Entendido, Michael", dijo Franklin. "Mi boca está cerrada. Y mis habilidades… puedo adaptarme. Lo que necesites."

Michael le dio las instrucciones para vender el Adder a un comprador específico que conocía, alguien que no haría preguntas y que pagaría un precio justo, asegurando que Franklin se llevara una parte considerable del beneficio, una demostración de la confianza de Michael. Se aseguró de que Franklin se quedara con un buen porcentaje, no el mísero cut de Simeon. La idea era solidificar la lealtad de Franklin.

Mientras Franklin se marchaba, Michael sintió que había dado un paso importante. No solo había completado una misión del juego, sino que había comenzado a moldear a Franklin, a alejarlo del camino autodestructivo que el guion original le tenía reservado.

De regreso en la mansión, Michael encontró a Amanda en la cocina, preparando un té. La tarde transcurría con una calma que empezaba a sentirse casi normal.

"¿Todo bien?", preguntó Amanda, con una ligera sonrisa.

"Perfectamente", respondió Michael, sentándose en el mostrador. "Unas cuantas gestiones. ¿Y los niños?"

"Tracey está investigando escuelas de arte y actuación en línea. Dijo que quizás pueda empezar por ahí, con cursos en línea, antes de lanzarse a la piscina", informó Amanda, con una nota de alivio en su voz. "Y Jimmy... está en el jardín, intentando cortar el césped del vecino para ganar dinero para el control. Es un desastre, pero al menos lo intenta."

Michael sonrió. Ver la iniciativa, la chispa de responsabilidad en sus hijos, era una recompensa mayor que cualquier atraco.

De repente, el tono familiar de un móvil sonó. No era el suyo, era el de la casa, un viejo teléfono de línea fija que rara vez se usaba. Michael y Amanda intercambiaron una mirada de confusión. ¿Quién usaría el teléfono fijo?

Amanda atendió. "Hola... ¿Sí, quién habla?... Ah... ¿Trevor?... No, él no está aquí ahora mismo... No, no puedo tomar un mensaje, está ocupado... No, no sé cuándo volverá... ¡Escuche, señor, usted no puede hablarme así! ¡Soy la esposa de Michael!"

El rostro de Amanda se fue poniendo pálido mientras escuchaba la voz al otro lado. Los ojos de Michael se abrieron. Trevor. La llamada de la tormenta. Era el momento.

Amanda le pasó el teléfono a Michael, con una expresión de horror. "Es… es él. Trevor."

Michael tomó el teléfono, sintiendo el peso de un destino inminente. El guion de su vida estaba a punto de volverse mucho, mucho más complicado. Su preparación mental, sus visualizaciones de Trevor irrumpiendo, ahora se sentían dolorosamente relevantes.

"¿Trevor?", dijo Michael, su voz era un trueno silencioso que resonaba en el teléfono. "Me sorprende que hayas tardado tanto."

La respuesta fue un gruñido gutural, seguido de una diatriba cargada de rabia y viejas heridas. La voz de Trevor, rasposa y llena de una ira desatada, era un sonido que había temido y, a la vez, anticipado.

"¡¿Michael?! ¡Hijo de puta! ¡Sé que eres tú! ¡Sé que estás vivo! ¡Estás en Los Santos, viviendo como un maldito rey mientras yo me arrastro por la arena del desierto! ¡Voy a encontrarte, Michael! ¡Y cuando lo haga, te juro que te voy a…"

Michael no dejó que terminara la frase. "Cálmate, Trevor. Estoy aquí. Estoy vivo. Y podemos hablar de todo esto. Pero no por teléfono. Y no a gritos. Ven a mi casa. Te esperaré."

Silencio. Trevor estaba tan aturdido por la invitación que por un momento no pudo responder. "¡¿A tu… a tu casa?! ¿Estás loco, Michael? ¿Crees que puedes simplemente invitarme a tu mansión después de todo lo que pasó?"

"Tengo muchas preguntas, Trevor", dijo Michael, manteniendo su voz neutral, como si estuviera hablando del tiempo. "Y sé que tú también las tienes. Si quieres respuestas, si quieres saber la verdad de lo que pasó en North Yankton, ven aquí. Ven solo. Y ven en son de paz. Si vienes a armar un escándalo, juro por Dios que esta será la última conversación que tengamos."

La línea se quedó en silencio por un largo momento, solo el sonido de la respiración pesada de Trevor al otro lado. Michael podía casi ver la mente de Trevor procesando la oferta, la mezcla de ira y la curiosidad mórbida por la "verdad".

Finalmente, Trevor gruñó. "Vas a desear no haberme invitado, Michael. Voy. Y es mejor que tengas una buena explicación." El teléfono se cortó.

Michael bajó el teléfono lentamente, sintiendo el peso del metal en su mano. Miró a Amanda, que lo observaba con una mezcla de pavor y asombro.

"Va a venir, ¿verdad?", susurró Amanda.

Michael asintió. "Sí. Va a venir."

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