La alarma del celular me despertó indicando las siete de la mañana. Pude conciliar el sueño por algunas tres horas. Mi cuerpo pesado hizo el esfuerzo de levantarse. Cuando lo logró, apagué la alarma, me alisté para ir a la escuela, salí de la habitación y caminé por el pasillo en dirección a donde supuse estaba la cocina. Me quedé paralizado a la entrada al ver a un señor comiendo cereal.
—Buenos días —dijo el señor, al percatarse de mi presencia.
—Buenos días —traté de imitar su relajado tono, pero una voz nerviosa salió de mi boca. Era obvio que aquí vivían algunos héroes de La Unión pero…, ¡¿Conocer a los dos héroes más famosos del mundo en menos de 24 horas?! ¡Aparte vivir en la torre de La Unión! Al pensarlo bien, llegué a la conclusión que estaba viviendo una fantasía. «¡Por favor, no me despierten!», pensé, pero no dije.
Dejando el drama y la emoción a un lado, examiné la situación en que estaba. El señor que desayunaba como si fuera una persona normal era Persa, un fundador más de La Unión. Él era increíble. No creía que era increíble porque me consideraba su fan ni mucho menos, sino porque su poder era tan increíble. Además él siempre había sido el encargado de examinar a los que toman la prueba, así que lo mejor era estar de su lado.
—¿Eres el chico que Wilson trajo? —preguntó, sin quitar la mirada de su desayuno.
—Sí, un placer. Me llamo Michael pero me dicen Mikey —respondí cortésmente. El nombre de nacimiento de Persa era Marcus Johnson. Sí, es el hermano pequeño de Kyle Johnson.
—Un placer — Dijo—. Marcus — Se presentó aunque no había necesidad alguna. Dudaba que existiera una persona a miles de kilómetros que no supiera quién era él.
Aunque Persa no me estuviera mirando, podía apreciar sus ojos azules. Esos ojos que combinaban perfectamente con su pelo rubio, y que comparados con los ojos verdes de Champion se veían mucho más celestiales. Pero esa mirada celestial le daba una apariencia más añeja, cosa que me parecía graciosa teniendo en cuenta que Marcus, el grandioso Persa, tenía uno o dos años menos que el fuerte Champion.
No quería pasar por la cocina, pero tenía que hacerlo ya que solo pasando por allí y por la sala podría llegar al ascensor y, al fin, salir de la torre.
—Bueno, me tengo que ir — Dije, mientras salía apurado hacia el ascensor. Ya eran las 7:57, el bus me iba a dejar si no me apuraba.
—Nos vemos — Escuché la voz de Marcus a lo lejos mientras me acercaba al ascensor.
El ascensor era bastante grande, fácilmente podrían entrar 15 personas, pero en ese momento estaba solo en el ascensor. Me di la libertad de mirar a mi alrededor y apreciar esa grandiosa soledad. Un gran espejo estaba ubicado en el lado izquierdo y derecho del ascensor en los cuales podía ver mi reflejo. «En serio necesito un corte de pelo», pensé y luego suspiré, mientras observaba mi cabello negro, largo y descuidado. Después de mirar mi cabello, bajé la mirada y admiré mis ojos amarillos. Los había heredado de mi abuelo.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, mi visión captó una multitud. La primera planta era pública y en las mañanas siempre había muchas personas. Los turistas y locales que deseaban ver la estatua de Aquiles o que querían entrar en la zona de trofeos de La Unión compraban boletos para recibir una guía por las instalaciones. En la zona de trofeos se encontraban las armas de villanos, que siempre había dudado si son reales o no, y trajes de héroes para que las personas puedan verlos. Yo lo consideraría un mini museo, nada comparado con el Museo Aquiles.
Pasando a través de la multitud, logré llegar a la puerta. Después de respirar aire fresco, miré la hora en mi celular.
—¡Maldición, dudo poder llegar a tiempo! — Vociferé, al notar que el teléfono marcaba las 8:04. Las personas a mi alrededor me miraron raro por mi lenguaje—. Lo siento, lo siento — Me disculpé a las personas que me miraron con asombro. Empecé a correr, pero después de correr durante 5 minutos recordé que no tenía ni idea de cuál bus tenía que tomar. La zona en la que vivía quedaba muy lejos de mi zona actual, pero mi escuela no debería quedar tan lejos. Empecé a flotar. Al igual que mi adrenalina, mi cuerpo se elevaba más y más. Con un sonido de explosión, comencé a volar hacia donde creía que estaba mi preparatoria.
Ese sentimiento era bastante adictivo, se sentía tan bien: el cielo azul y el sol ocultándose detrás de las nubes, nubes las cuales amenazaban con humectar la superficie de la tierra. Esas horrendas nubes que me iban a obligar a despedirme de ese sentimiento adictivo y me obligarían a recordar momentos llenos de disgusto. Odiaba la lluvia. Desde pequeño le tenía miedo a los truenos. El sonido de la lluvia cayendo me inquietaba, no quería revivir el pasado, así que aceleré la velocidad. Cuando un edificio grande y viejo apareció en mi panorama, bajé de altura y velocidad hasta aterrizar delante de mi escuela.
Los guardias revisaron mi mochila y, luego de verificar que no cargaba nada que se considere un arma, me dejaron pasar. Ridículo. No digo que el trabajo de esos guardias sea totalmente inútil, solo que en esta época no se necesita de un arma o un cuchillo para hacer una masacre. Las veces que he escuchado en la noticia sobre un atentado escolar realizado por alguien con poderes son incontables. No había escuchado de un atentado escolar hecho por un humano sin poderes desde aquella vez.
Alejando los pensamientos negativos de mi mente, me dirigí a mi primera clase y al llegar me saludó la expresión de enojo de mi maestra.
—¿Cuál es el motivo de llegar tarde, Señor Santana? — Cuestiona con enojo, mi maestra, Chrisley Bount.
La señorita Bount me odiaba. No porque yo era un mal estudiante, ya que no lo era, sino que todo se debía a que un villano se obsesionó con su hija y terminó matándola. Desde ese entonces mi maestra le tiene un terrible odio a los villanos. Y bueno, como soy hijo de unos villanos creo que su odio se extendió hasta mi. No la culpo y la entiendo, ya que está actuando desde sus sentimientos y trauma, pero no estoy de acuerdo con su forma de actuar. Después de todo yo no tengo la culpa de las cosas que mis padres hicieron, hacen o harán.
—Me acabo de mudar de casa y perdí el bus, así que tuve que venir corriendo —le respondí a la señorita Bount, mientras me dirigí a mi silla ignorando las miradas de mis compañeros.
—Que no vuelva a suceder, Señor Santana — Reprochó mi maestra. Yo solamente asentí mientras me sentaba y acomodaba mi mochila.
—¡¿Ey, qué tal?! — Pronunció una voz familiar. Solo tenía dos amigos en todo el mundo: uno era miembro de La Unión y la otra era Luna, la chica que me acababa de saludar. Luna era mi amiga de la infancia, suponía que por eso me hablaba. Cuando éramos pequeños, mi abuelo y su abuela eran muy buenos amigos. Por tal motivo ella y yo nos convertimos en amigos, pero luego su abuela murió y sus padres se mudaron. Aún así, dos años atrás nos encontramos en la escuela. Gracias a «los hilos del destino», como algunos dirían. De verdad no me esperaba asistir a la misma preparatoria con ella.
—¡Ey!, todo bien. ¿Tú cómo estás? — Repliqué, mientras sacaba un cuaderno y un lápiz.
—No mientas, mis padres me contaron... Se murió tu abuelo, ¿no? — habló. Una expresión de tristeza y comprensión apareció en su cara. Los chismes se propagan rápido—. Lo siento — añadió.
—No tienes porqué decir que lo sientes.
La voz de la profesora nos interrumpió.
—Ustedes allá atrás, dejen de hablar o les pondré una F — Gritó, para luego seguir explicando la clase—. Bueno, cómo iba diciendo: en el año 1998 un grupo de cinco adolescentes encontraron un meteorito en una cueva ubicada al noroeste de Seattle. El contacto entre estos adolescentes y el meteorito provocó lo que ahora se llama El Despertar. Miles de personas alrededor del mundo adquirieron poderes y el caos fue notable ya que personas con disfraces empezaron a aparecer, pero el verdadero cambio sucedió dos años después. Antes de hablar sobre lo qué pasó en el 2000, tengo una pregunta para ustedes. ¿Cómo se llamaban los adolescentes que encontraron el meteorito? ¿Alguien sabe?
Está hablando sobre El Despertar, cuando un grupo de prácticamente niños encontraron el meteorito llamado NE-96. Es extraño porque los científicos calculan que ese meteorito estaba ahí desde antes de la era de los dinosaurios, pero aún así nadie nunca había estado en contacto con él hasta 1998.
Alguien levantó la mano. Miré hacia la persona que la levantaba y la identifiqué de inmediato. Michelle Jones... MJ para los amigos. Lástima que yo no era su amigo. MJ era la hermana menor del superhéroe Silver, un pilar de La Unión, yo lo considero el humano vivo más rápido del mundo.
—Adelante, señorita Jones —dijo la señorita Bount, dándole permiso a Michelle de hablar.
Michelle se levantó y se propuso a decir los nombres de los adolescentes.
—Kyle Johnson, Marcus Johnson, Wilson Oliveira, Thomas Santana y por último, Elizabeth Roccuzo —respondió.
—¿Sabes las edades de ellos cuando ocurrió El Despertar? —le preguntó la profesora, recibiendo un no como respuesta—. Siéntate, ahora explicaré más a detalle — Ordenó. Michelle asintió y se sentó—. Se llaman como nos dijo Michelle, Wilson y Kyle eran los más grandes, ambos teniendo solo 15 años. Después le seguía Thomas con 14 años y por último estaban Marcus y Elizabeth con 13. Estos cinco adolescentes entraron a la cueva e iniciaron El Despertar. Ellos fueron las primeras personas en adquirir poderes, y supongo que todos ustedes los conocen ya que son fundadores de La Unión — Tomó su laptop y colocó texto en la pizarra inteligente—. Ahora, quiero que anoten esto en sus libretas y mientras tanto iré pasando lista.
De repente la mirada de Michelle era atenta. Desde mi asiento podía observar perfectamente sus movimientos y expresiones.
—¿Cómo puedes estar enamorado de una persona que ni se da cuenta de ti? —preguntó Luna, soltando un suspiro al verme observando a Michelle. Tenía razón, ¿cómo puede alguien estar enamorado de una persona que ni lo mira? Pues el corazón es bastante idiota, siempre se fija en aquellas cosas inalcanzables. Es como enamorarte de una actriz o cantante famosa, el hecho de saber que no puede ser tuyo es el motivo por el que se vuelve tu crush. Lo mismo aplica para las populares, te sientes atraído a ellas porque sabes que nunca se fijarán en ti, después de todo, eres un don nadie. Pero no lo reconoces, tienes falsas esperanzas y fantasías irreales.
Los gritos estruendosos de los estudiantes corriendo por los pasillos interrumpen mi hilo de pensamiento. Acto seguido, escuché la alarma escolar.
«Estudiantes y maestros, un grupo de personas no identificadas han irrumpido en las instalaciones. Favor de dirigirse al gimnasio. Esto no es un simulacro, repito, esto no es un simulacro. Estudiantes y maestros, deben dirigirse al gimnasio», la voz de la directora informó a través de las bocinas escolares. Todos los estudiantes empezaron a salir del salón y correr hacia el gimnasio.
—¡Esperen! ¡Salgan en líneas organizadas! —gritó la señorita Bount, sin ningún estudiante hacerle caso. Todos estaban enfocados en llegar rápido al gimnasio y estar en un lugar seguro.
Me levanté de mi asiento y miré a Luna, la cual tenía unos ojos asustados y parecía estar en un estado de shock. Seguro que era su primera vez en una situación cómo está, aunque era normal que en la escuela primaria sucedieran estas cosas.
—¡Hay que salir de aquí e ir al gimnasio, Luna! —le recordé. Al escuchar mi voz en todo este bullicio pareció tranquilizarse. Me miró y se levantó de su asiento. La agarré de la mano y salimos del aula. Mi aula está en el último piso y el gimnasio está en el primero, en total había 4 pisos. Por suerte las escaleras estaban cerca.
Nos movimos a través del mar de estudiantes, pude visualizar a algunos estudiantes empujándose entre sí debido al poco espacio en los pasillos. Un estudiante se resbaló justo en las escaleras, todas las personas le estaban pasando por encima y pude notar que nadie tenía el interés en detenerse a ayudarlo.
—Oye, ¿estás bien? — Pregunté, aproximándome al chico. Mientras tanto los estudiantes me estaban empujando, y sus gritos eran bastante molestos.
—E-estoy bien. Pero me duele el tobillo — Habló el chico. Estaba lleno de heridas y parecía tener el tobillo roto, así que solté la mano de Luna y cargué al chico en mi espalda.
—Agárrate de mí y no me sueltes por nada — Le dije a Luna. Ella asintió y se agarró de la parte de abajo de mi abrigo.
Empezamos a bajar las escaleras, integrándonos al océano viviente de estudiantes. Era bastante incómodo bajar las escaleras con tanta gente empujando mientras cargas a alguien herido y una persona te agarra del abrigo. Si quería salir victorioso ante alguna persona, le retaría hacerlo sin caerse. Pero bueno, aún así llegamos al primer piso y me dirigí a la derecha para ir al gimnasio. Sin embargo, noté que los estudiantes se habían quedado quietos, algo estaba pasando en el frente. De repente todos los estudiantes empezaron a retroceder, sonidos de disparos y gritos de agonía eran los que llegaban a mis oídos. Luna había vuelto a quedarse paralizada y el chico encima de mi no paraba de temblar.
—Vamos a m-morir — Gritó el chico. Apreté mis manos y le di una cachetada a Luna.
—¡Reacciona! — Exclamé. Sus ojos volvieron a la normalidad y parecía estar enojada por el golpe—. Tenemos que subir y dar la vuelta — Añadí. Subí las escaleras hasta el segundo piso. Había muchísimo menos estudiantes, la mayoría estaba en el primer piso huyendo de esos locos y los que no, estaban en el gimnasio—. Iremos hacia el salón de química y bajaremos las escaleras que están al lado del salón, así entraremos a la enfermería y por la enfermería pasaremos al gimnasio — Expliqué mientras corría hacia el salón de química. No veía ningún rastro de sangre, así que supuse que aún no habían llegado hasta aquí.
Al llegar al salón pude visualizar las escaleras a su derecha. Bajamos las escaleras para el primer piso y justo delante de nosotros estaba la enfermería. Abrí la puerta de la enfermería, pero justo en ese momento escuché el recargar de una escopeta.
—¡Alto ahí! — Escuché una voz al final del pasillo. Me volteé y logré ver a un enmascarado con una escopeta apuntándonos. «¡Mierda! ¡Estamos tan cerca!», me quejé en mi mente. Faltaba tan poco para estar a salvo.
—Creo que podré pasar un buen rato — Dice el asqueroso. Su mirada emanaba lujuria mientras analizaba el cuerpo de Luna. Juraría que podía escucharlo hasta lamerse los labios. Luna empezó a temblar y su agarre se soltó, sus manos se colocaron en su pecho, cubriéndose esa zona. Seguro que se sentía desnuda por la mirada que le daba ese pervertido. Un sentimiento de asco la invadió, pude verlo reflejado en su cara.
—¡Entra rápido! — Le grité a Luna. Entramos a la enfermería. Escuché un tiro de escopeta pero Luna ya había entrado. Cerré la puerta rápidamente y le coloqué seguro. Observando mi entorno, localizé la puerta que daba hacia el gimnasio.
—La puerta va a aguantar un poco, entremos al gimnasio — Hablé. La cara de Luna estaba pálida, seguro creía que saldría lastimada. Siendo sincero pensé que no íbamos a poder entrar pero el tipo se distrajo observando el cuerpo de Luna. Un segundo bastó para que el disparo fallara, tal vez pensó que no haríamos algo tan arriesgado.
Pude escuchar personas hablando detrás de la puerta del gimnasio, ese sonido de los disparos debió alertarlos.
Abrí la puerta y vi cómo los estudiantes estaban en una esquina del gimnasio, colocados en la zona más lejana de las dos puertas principales. La principal y el vice-principal estaban en la puerta derecha junto a otros dos maestros y unos cinco maestros más estaban en la puerta izquierda. Tres maestros y la señorita Bount estaban organizando a los estudiantes. ¿Cómo llegaron tan rápido? Suspiré. También pude divisar a mis compañeros de clase y a Michelle.
—Venga, déjame al chico. Yo me haré cargo de él. Ustedes vayan donde los demás estudiantes — Dijo un maestro de los que estaban donde la señorita Bount y se llevó al chico de mi espalda. Ví como se llevó al chico donde estaba la enfermera.
Me dirigí junto a Luna hacia donde estaban los demás estudiantes. La principal cerró la puerta de la enfermería. Tuvimos suerte de que no la hubieran dejado cerrada desde adentro.
—Vi que los terroristas tienen a alguien con poderes. ¿Ya llamaron a La Unión? — Escuché preguntar a un maestro. Su voz sonaba tranquila pero sus manos no dejaban de temblar.
—La principal ya llamó a La Unión, pero tendremos que esperar. Escuché que La Unión estaba en New York luchando contra un gorila gigante — Le respondió el otro maestro que estaba ahí.
—Lo importante es que van a llegar, sé que vendrán — Habló la señorita Bount. La señorita tenía un rosario y estaba rezando. Parecía haber dicho eso más para ella misma que para los otros maestros.
—¡Cierto, La Unión nunca nos abandonaría! Yo confío en ellos — Exclamó un estudiante.
—Bien, chicos. Por ahora estaremos a salvo, ellos no… — Habló la señorita Bount, pero fue interrumpida por el sonido de una explosión.
La puerta izquierda del gimnasio salió volando unos metros. Los maestros que estaban ahí fueron enterrados entre el metal y la madera. Un silencio horrible llenó la estancia, todos estaban en shock. Pude ver a un hombre en la recién rota puerta.
—¡Hola! — Vociferó el tipo. Este tipo no tenía máscara y ya de por sí eso era mala señal. Era pelirrojo con ojos azules, su mirada vacía y muerta, su ropa estaba llena de sangre. Ese tipo daba miedo, su simple presencia gritaba «¡Peligro!»—. ¿Quieren jugar un juego? — Preguntó mientras una sonrisa macabra aparecía en su cara.