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Chapter 17 - capitulo 17

Capítulo 17: 25 de septiembre de 2012

El martes 25 amaneció con un cielo plomizo sobre Split. Parecía que iba a llover, pero de esas veces en que el cielo amenaza sin decidirse. Me levanté con una ligera pesadez en las piernas, probablemente por los sprints del día anterior. Nada grave, solo la consecuencia de hacer más de lo que se espera. Y yo ya me había hecho adicto a eso.

Me preparé un desayuno más cargado de lo habitual: dos huevos cocidos, pan con aceite de oliva y un plátano medio verde. Lo acompañé con un vaso de leche fría, más aguada que otra cosa, pero suficiente para engañar al estómago. Mientras comía, repasaba mentalmente el entrenamiento de la tarde. Sabía que la competencia por un puesto de titular era feroz, pero si algo había aprendido en estas semanas era que los entrenadores no se fijaban solo en el talento. Se fijaban en la constancia, en quién no fallaba ni cuando nadie lo miraba.

Aunque claro… yo sí sabía que alguien me miraba.

El tipo nuevo. El del bloc de notas.

Había estado en la práctica del domingo, y ayer lunes también lo vi de lejos en el club, aunque no se acercó. Nadie decía su nombre. Algunos pensaban que era un amigo del entrenador, otros que trabajaba con la federación. Yo tenía mis sospechas, pero no me atrevía a afirmarlo. Solo me aseguré de no bajar la intensidad.

Después del desayuno, me fui a correr por la costa. No era parte del plan de entrenamiento del Adriatic, pero sí del mío. Llevaba una camiseta vieja, corta, y un pantalón que me quedaba grande, pero no importaba. La brisa del Adriático golpeaba de frente mientras trotaba, y me ayudaba a mantener la mente clara. Pensé en mis padres. O en lo que recordaba de ellos. Poco, en realidad. Imágenes borrosas. Una voz femenina que me cantaba en croata. Un hombre con manos grandes que olía a aceite de motor. Nada más.

Pero el vacío también puede ser una motivación.

Volví al orfanato a media mañana. Me duché rápido y ayudé a la cocinera a pelar papas para el almuerzo. No me lo pidió, simplemente me pareció justo. Estaba sola, y sus manos temblaban un poco por la artritis. No dijo mucho, solo me dio una sonrisa breve. A veces, eso era más que suficiente.

Después del almuerzo, me tumbé en la cama a escribir un poco en el cuaderno. Nada muy elaborado. Solo unas frases sueltas.

> "La diferencia entre soñar y lograr es lo que hacés cuando nadie te ve."

Lo guardé y me fui al club. Llegué media hora antes. El campo estaba vacío, salvo por el jardinero, que ajustaba los aspersores. Me puse a hacer toques con el balón, primero con la zurda, luego con la derecha. Después con el empeine, los muslos, la cabeza. Me retaba a mí mismo a llegar a 100 sin que se cayera. Fallé en el 86. Lo volví a intentar. Fallé en el 73. Me reí solo. La tercera vez llegué a 112. Sonreí.

Los demás fueron llegando y el entrenamiento empezó puntual. El entrenador nos dividió en dos grupos para ejercicios tácticos. Me puso como extremo izquierdo, pero en una formación cerrada, con más responsabilidades defensivas. Al principio no me gustó, pero entendí el mensaje. Quería ver si sabía sacrificarme por el equipo.

Así que lo hice. Corrí para tapar salidas, presioné sin balón, y cuando tuve la oportunidad, lancé un centro con la zurda que terminó en gol. El delantero, un chico alto llamado Ivica, me chocó la mano con fuerza.

—Así se hace, Vuković.

—Siempre, hermano —le respondí, sin perder el aliento.

En un descanso, tomé agua y miré hacia el borde del campo. El hombre del bloc seguía allí. Esta vez, me miró directo a los ojos y asintió muy brevemente. No sonrió, no saludó. Solo ese gesto. Pero fue suficiente.

Esa noche, en el orfanato, no encendí la computadora. Tampoco vi videos ni revisé perfiles. Me acosté pronto, con el cuerpo agotado pero satisfecho.

Justo antes de cerrar los ojos, pensé en lo que vendría. No sabía si ese hombre era del Real Madrid, del Dinamo o un simple cazatalentos sin rumbo. Pero si se había fijado en mí… entonces algo estaba haciendo bien.

Y si él volvía mañana, yo estaría listo.

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