Han pasado ya dos meses desde que me uní al Shishigumi. Dos meses de tareas sin descanso y entrenamientos que hacen parecer suaves los anteriores. Malditos explotadores laborales... esas noticias sobre Japón y su cultura de trabajo extremo no eran ninguna broma.
Además de entrenar, me han estado usando como intermediario en ciertas negociaciones. Según ellos, no intimidado tanto, así que soy “más adecuado para tratar con herbívoros”. Qué consideró.
Hace unos días
—Escucha bien. No faltes el respeto a nadie, pero tampoco te dejes pisotear. Recuerda que representa al Shishigumi, la familia criminal más poderosa del mercado negro y los distritos cercanos —me repite Dolf, mirándome con seriedad.
—…Ok —respondo sin entusiasmo.
—Sé que sueño insistente…
No pasa nada, no pienso enojarme no arregla nada… pero igual molesta que me trate como a un niño. ¡Por el amor de Dios, ya mate gente! Sobreviví como vagabundo varias semanas, pasé por cosas que casi me matan. Al menos un poco de respeto...
—La verdad es que insisto tanto porque, como debes haber notado, mi compañero anterior, Agata, era bastante… impredecible. Pero cumplió el trabajo. Aun así, insisto contigo como si fueras un crío. No quiero tener los mismos problemas.
Ante eso, sólo levanto una ceja. Es raro que Dolf pueda así. Normalmente es más directo: “camina aquí”, “mata allá”, “esto no es así”, gruñidos y órdenes secas. Después de mi entrenamiento y la primera misión, se decidió que él sería mi compañero: tanto para apoyarme como para castigarme, si es necesario. Malditos leones.
—Trataré de no causarte problemas —digo de forma robótica, ocultando cualquier rastro de ira o sarcasmo.
En ese momento, se oye un auto acercándose. Frena junto al muelle de carga. Nosotros estamos ocultos entre varios contenedores, esperando a nuestros posibles proveedores. La oscuridad es nuestra aliada esta noche.
—Así que es cierto… un simio se unió al Shishigumi. ¿Será que están bajando los estándares? —se burla un cocodrilo corpulento, al bajar del auto con su séquito.
—Humano… —responde.
—¿Qué?
—Humano. Esa es mi raza —repito, mirándolo fijamente con ojos apagados pero decididos—. No soy un simio maldito. Si no fuera por los negocios, ya te habría roto la cara.
—...Está bien. Al grano: ¿van a aceptar nuestras condiciones?
-Si. Si el producto que ofrecen cumple con lo prometido, eso dice el jefe —responde Dolf.
—Pues dile que no se preocupe. El gran Kairyū-gumi siempre cumple su palabra.
Le entregamos un maletín con dinero.
—Esperamos el cargamento a la hora acordada.
—De acuerdo. Hasta luego.
Los vemos alejarse entre la bruma del muelle.
—Lo hiciste bien… —me dice Dolf, calmado.
—...Gracias.
—Porque me enviaron en este tipo de negociación, acaso no les servía mejor, para cuando al negociar es necesario generar más confianza o no era necesario intimidar tanto?
—Sí... pero si hay una debilidad en ti, es que no tienes presencia. Esencia. Algo necesario para nosotros los del Shishigumi. Nosotros no ganamos sólo por la fuerza, sino por intimidación, amenazas y manteniendo el control desde las sombras sobre instituciones privadas y gubernamentales.
—Mmm… tienes razón —admito.
Esto no es como lo imaginado. Cuando me dijeron que eran una mafia, pensé en mafias italianas o carteles latinoamericanos… pero esto… esto es otra cosa. Si así de brutales son ellos, no quiero ni imaginar cómo serán las demás organizaciones como la mafia italiana, rusa, carteles mexicanos o los clásicos mafiosos de EE.UU. Un escalofrío me recorre la espalda.
Punto de vista de Dolf
—Y así se resolvió la negociación sin mayores complicaciones —informo.
—Eso me alegra, Dolf. Me alegra que el entrenamiento del chico esté funcionando. No es fuerte ni intimidante, pero su mente y personalidad… son demasiado firmes para su tamaño. Lo admito: al principio dudé de ti, Ibuki. Asumiste un riesgo con ese chico. No veía en él más que un enano exótico. Pero como siempre, tu intuición no falla.
—No hay de qué, jefe. Es mi deber como parte del Shishigumi. Aunque también es mérito de Dolf por el entrenamiento que le dio a Darwin —responde Ibuki, con voz calmada.
—No hay de qué —agrego yo—. En verdad, yo tampoco tenía muchas esperanzas. Un enano, no muy fuerte, origen incierto, lleno de ira… No sé cómo Ibuki vio su potencial. Pensé que se rebelaría a la mínima oportunidad. Pero ese chico… no deja de sorprender. Tiene una tenacidad que le permite seguir avanzando, sin importar cuán pesada sea la carga que deba arrastrar.
—¡Vamos, déjen de hablar tanto! ¡La carne se enfría! —dice el jefe mientras nos exclama desde la mesa—. Además, ¡deberíamos brindar por este gran hallazgo! ¿No lo creen?
—¡Sí, jefe! —exclamamos al unísono, inclinándonos mientras servimos sake en su copa, como muestra de respeto.
Ojalá todo siga marchando igual de bien…
Punto de vista de Darwin
En estos dos meses, además de entrenar, he estado investigando el mundo que me rodea y el alcance real del Shishigumi. Estoy buscando cualquier ventaja posible.
Tal como sospechaba, comer carne está prohibido por ley y es duramente castigado por la sociedad. Pero lo que no esperaba era que muchos carnívoros, agobiados por los prejuicios y la represión social, recurrieran a la carne de forma clandestina para aliviar su frustración.
¿Y quiénes facilitan eso? Nosotros. Las mafias. Con el mercado negro, donde se vende carne de funerarias y hospitales.
El Shishigumi controla gran parte del mercado negro en este distrito. Las otras porciones están en manos de los Dokugumi, Inarigumi y Madaragumi. No sé mucho de ellos, ni me interesa. Mientras no se metan con nosotros, todo bien.
Esto me recuerda un cierto anime de furros… nunca lo vi, porque no soy furro . Estar aquí solo ha intensificado esos desinterés hasta convertirlo en ira y desprecio por estos seres.
Odio todo esto. Odio tener que estar aquí. Odio tener que socializar para sobrevivir. Pero la naturaleza es cruel, y adaptarse es la única opción. Al menos aquí tengo el privilegio de comer carne, que ayuda a desarrollar músculo y recuperar energías, una diferencia de antes, que a duras penas conseguía para comer y el alquiler.
Cómo odio ser tan débil…