Ficool

Chapter 240 - Capítulo 84: El Despertar de la Lanza

El silencio que siguió a la caída de Strovel fue más aterrador que los gritos. Era el silencio de la muerte, del depredador que había matado y que ahora olía a su presa. En la habitación 38, Hitomi podía sentirlo, una presencia abrumadora que se había posado justo fuera de su puerta. Los golpes de Matt contra las puertas de las otras habitaciones, los gritos de sus víctimas, los disparos que habían matado al héroe, todo eso había sido ruido.

Ahora, solo había silencio. Y eso era lo que le daba más miedo. Pero el miedo, en el corazón de una Valmorth, era como una chispa en un barril de pólvora. Podía consumirla, o podía encenderla, y Hitomi, por primera vez en su vida, sintió que la chispa se encendía.

Se levantó de la cama, sus manos temblorosas pero decididas. Su corazón latía con una furia fría, una rabia que no era suya, sino la de su linaje. Había huido de su familia. Había intentado ser "normal". Había soñado con una vida sencilla, con lápiz y papel. Pero el mundo no la dejaba ser normal. Los monstruos la habían encontrado, y los monstruos merecían ser tratados como tales. Su única opción era la supervivencia. Y la supervivencia, en el mundo de los Valmorth, era sinónimo de aniquilación. Con el rostro endurecido, se dirigió a su mochila, sacó su cuaderno y lo arrojó a un lado. No había tiempo para sueños.

Sacó su Lanza de la Aurora, un objeto que, aunque inactivo, era una extensión de su alma. La Lanza brilló con una luz etérea, un reflejo de su poder. Sombra, el gatito, se despertó con un maullido de sorpresa, pero se acurrucó en un rincón, como si sintiera que el aire de la habitación había cambiado.

—Lanza de la Aurora, despierta. El enemigo está en la puerta —susurró Hitomi, su voz un eco fantasmal en la habitación. No eran palabras; eran un pensamiento, una conexión telepática entre el portador y su arma. La Lanza respondió. Una luz brillante la rodeó, una explosión de energía que no solo iluminó la habitación, sino que también envolvió el cuerpo de Hitomi.

Era su armadura, una manifestación de su poder, una capa de energía pura que la protegía del daño físico. Era la armadura de la Lanza, una extensión de su poder. Era una segunda piel, una protección invisible pero poderosa. Hitomi sintió la energía fluir por sus venas, sintió el poder de su linaje en su interior. Ya no era la chica asustada que se había escondido en la estación. Ahora era una Valmorth. Y el depredador se había convertido en la presa.

Matt, que estaba recuperando el aliento, con la mandíbula todavía dislocada y la sangre escurriendo por su rostro, se detuvo. Sus oídos se levantaron. Había escuchado un sonido. Un sonido que no había escuchado en el hotel antes. Era el zumbido de la energía. El sonido de un poder. Y, de repente, se dio cuenta. No había ganado. Se había metido en la boca del lobo. Miró a la puerta de la habitación 38, y una sensación de miedo, que no había sentido en años, le recorrió la espalda. Estaba al borde del peligro.

—¿Qué es eso? —susurró Matt, su voz ronca por el dolor y la sorpresa. Se volvió hacia sus perros. Garra, que había estado lamiendo la sangre del cuerpo de Hayes, se detuvo, su nariz se movió, sus ojos se abrieron de par en par. Susto, que estaba afuera, en la parte de atrás del hotel, también se agitó, sus orejas se movieron, sus ojos fijos en la ventana de la habitación 38.

Justo en ese momento, un brillo de luz salió de debajo de la puerta de la habitación 38. Era una línea fina de luz, que rápidamente se expandió, y, con una velocidad sobrehumana, una lanza, de pura energía, salió disparada. La Lanza de la Aurora. Matt solo tuvo tiempo de gritar, pero era demasiado tarde.

La lanza, como un rayo de luz, le atravesó la cabeza a Ladrido. Ladrido, que había estado parado al lado de Matt, cayó al suelo, su cabeza perforada por la lanza, su cuerpo inerte. La sangre brotó a borbotones, un chorro de vida que se derramó por el suelo, un charco de muerte. El horror fue absoluto.

Hitomi, al otro lado de la puerta, sintió el golpe. El golpe de la Lanza, que había atravesado un cuerpo. El puño se cerró sobre su boca, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Había matado a alguien. Por primera vez en su vida, había matado a alguien. El asco, el horror, el shock, todo se mezcló en su interior. Sentía que el estómago se le iba a salir. Se tambaleó, sus piernas le fallaban, y se apoyó contra la pared, intentando no vomitar. Era una sensación que nunca había sentido antes, el peso de una vida que le había quitado. La sangre que había derramado. Su sangre. La de un Valmorth.

—¡Vete! —murmuró Hitomi, su voz temblorosa, apenas audible. —Vete... o vas a salir herido.

Matt se quedó quieto, sus ojos fijos en el cuerpo inerte de Ladrido. Había matado. Había asesinado. Pero no lo había hecho con la crueldad de su linaje. Lo había hecho con la frialdad de un cazador. Había usado su arma, su poder. Pero, ¿por qué? Matt no podía entender. Su "perro" había muerto. Garra, que estaba a su lado, gimió, una mezcla de dolor y furia.

—¡Maldita perra! ¡Has matado a mi perro! —gritó Matt, su voz llena de ira. —¡Lo mataste!

—Tú mataste a todos en este hotel —respondió Hitomi, su voz un eco tembloroso desde el otro lado de la puerta. —¡Eres un hipócrita!

—Ellos no eran nada. No eran nada. ¡Pero él era mi perro! —gritó Matt, con una rabia que no había sentido antes. La muerte de Ladrido, la pérdida de uno de sus "perros", era la única cosa que le importaba. No le importaba la gente que había matado. No le importaba Strovel. Solo le importaba Ladrido.

Con una furia ciega, Matt se lanzó contra la puerta de la habitación 38. Garra, a su lado, se unió a él, su cuerpo se abalanzó contra la madera con una fuerza brutal. La puerta, que había aguantado el impacto de Strovel, cedió con un gemido y se abrió. Pero no había nadie. Hitomi había roto la ventana de la habitación 38. La habitación estaba vacía. Matt se asomó por la ventana, y la vio. Hitomi se había lanzado al aire, su cuerpo brillando con la luz de la Lanza. Sombra, en su jaula, estaba en los brazos de Hitomi.

—¡Te tengo! —gritó Matt, saltando por la ventana. Garra, su "perro", lo siguió, saltando por la ventana también.

Los dos cayeron por el aire, sus cuerpos chocando contra el suelo con un golpe sordo. El hotel estaba a una altura considerable. El impacto de la caída fue brutal. El cuerpo de Matt rebotó contra el suelo, y un sonido de huesos quebrándose se escuchó. Pero se levantó, su cuerpo se recuperó con una velocidad sobrehumana. Hitomi, por su parte, se levantó más lentamente, su cuerpo le dolía. Había usado su armadura, pero no la había protegido por completo. La caída había sido brutal.

Matt se lanzó sobre ella, su rostro una máscara de furia. La atacó con una brutalidad que no había usado con Strovel. Sus puños llovían sobre el cuerpo de Hitomi, cada golpe un martillo. Hitomi, que no había luchado con nadie en su vida, se defendió instintivamente, sus brazos bloqueaban los golpes, su cuerpo se movía con una agilidad que no sabía que tenía. Pero no era suficiente. Matt la golpeó en el rostro, y una luz roja brilló.

La armadura de Hitomi se resquebrajó, una línea de energía se desvaneció. El golpe de Matt era demasiado fuerte. Y Hitomi, por primera vez, sintió que la sangre le escurría por la nariz. Se sentía indefensa. Sombra, el gatito, gimió de miedo, su pequeño cuerpo se acurrucó más cerca de ella. La lucha a muerte había comenzado. Y Hitomi estaba perdiendo.

More Chapters