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Chapter 164 - Capítulo 8: Luz en la tormenta

La furia fría bullía bajo la piel de Ryuusei. La discusión en la sala común de Nora había terminado, dejando al equipo cara a cara con su frustración. Tenían una base impenetrable, una fortaleza viviente sacada de las leyendas, pero estaban atados, incapaces de proyectar su poder donde más se necesitaba. Rusia. La guerra que habían provocado. El pacto que obligaba a Ryuusei.

Se retiró a sus aposentos dentro del vasto caparazón de Nora. Su habitación era espartana pero funcional, las paredes curvas y orgánicas de la tortuga fusionadas con superficies lisas y tecnología discreta. Era un refugio, pero esta noche, se sentía como una jaula. Se dejó caer en la camastro, la molestia y el peso de la impotencia aplastándolo. Cerró los ojos, buscando un descanso que parecía inalcanzable.

Cayó en el sueño, pero no encontró la paz. El entorno se disolvió. No era el Limbo, no esta vez. Era un espacio sin color, vasto y silencioso, donde el aire mismo parecía helado.

Y entonces, apareció Ella.

No caminó. Simplemente Estaba. En el centro del espacio vacío. Una figura de una belleza etérea y deslumbrante. Su cabello era como una cascada de hielo resplandeciente que caía hasta sus pies. Su piel, pálida como la nieve fresca, parecía irradiar una luz fría. Sus ojos... eran del color de un glaciar, profundos y antiguos. Su presencia era sobrecogedora, imbuida de un poder inmenso y una calma gélida que hizo que el aire a su alrededor pareciera congelarse.

A pesar de su propio poder y el control que ejercía, Ryuusei sintió un escalofrío recorriéndole la espina dorsal. Una sensación de estar ante algo que trascendía su comprensión, algo más antiguo y poderoso que él. Por un instante, el miedo lo atenazó.

Instintivamente, reaccionó. Su cuerpo se tensó, adoptando una posición de combate, su mirada se volvió aguda, buscando amenazas invisibles, sus manos listas para conjurar dagas o empuñar martillos.

— ¿Quién eres? —, la voz de Ryuusei, aunque tensa, era firme, cargada de la autoridad que exigía respuestas. —¿Qué eres? ¿Cómo... cómo has llegado aquí?—

La figura etérea lo observó, sus ojos glaciares sin mostrar emoción aparente. Cuando habló, su voz era como el susurro del viento invernal a través de picos montañosos, fría pero clara.

—Me llaman Snow—, dijo, el nombre resonó suavemente en el vacío. —Una visitante... de espacios que no te conciernen... aún.—

No respondió a sus otras preguntas, pasando directamente al grano.

—Has desatado una guerra, Kisaragi Ryuusei. Las consecuencias se extienden como una plaga. Rusia caerá. Japón... prevalecerá. Pero el dominio total tomará tiempo.—

La información lo golpeó con fuerza. —¿Cuánto tiempo?

—Tres meses—, respondió Snow. —En tres meses, el control de Japón sobre Rusia será prácticamente absoluto. La ventana de oportunidad... es limitada.—

Tres meses. Un plazo. La urgencia se intensificó.

—Has visto tus limitaciones—, continuó Snow, su voz era desapasionada como el hielo.

—Poderosos... pero pocos. Capaces de la brutalidad... pero carentes de la fuerza bruta de un ejército. Con una fortaleza... pero una que no puedes mover a tu antojo.—

El resentimiento de Ryuusei creció. —Lo sé—, espetó. —

¿Por qué me dices esto? ¿Acaso te burlas?

—Te ofrezco soluciones—, dijo Snow, y por primera vez, hubo un indicio de algo más allá de la calma gélida en su voz. —Dos llaves. Para abrir tu jaula y forjar tu ejército.—

Snow comenzó a explicar, y cada palabra fue una instrucción precisa.

—Primero—, dijo. —Tu equipo es poderoso en sus singularidades. Pero inútil en combate sostenido, la mayoría. Tienes tres meses. Durante este tiempo... los entrenarás. A los ocho. Les enseñarás las artes de la guerra.—

Snow enumeró las disciplinas, y cada nombre resonó con la promesa de habilidad. —Wing Chun, Jujitsu, Kali/Arnis, Karate, Kung Fu. Les darás los fundamentos. Convertirás sus poderes en herramientas de combate coordinado. Deben volverse... expertos combatientes en la medida de lo posible. Su singularidad combinada con disciplina marcial.—

Ryuusei escuchó, la idea plantando una semilla de determinación en su mente frustrada. Era un desafío titánico, pero... necesario.

—Segundo—, continuó Snow. —Necesitas hombres. Recursos logísticos. Algo que Nora, por ahora, no puede proveer rápidamente. Tu telepata... Kaira. Su habilidad... es la llave.—

Snow le dio la instrucción más audaz y maquiavélica. —Kaira debe abandonar la base. Ir a las ciudades de este país. Utilizar su control mental para infiltrarse... y tomar el control del gobierno Canadiense.—

Ryuusei se quedó inmóvil ante la audacia de la orden. ¿Controlar un gobierno entero?

—Una vez que el gobierno esté bajo su mando—, dijo Snow, su voz se hizo más fría aún. —Ellos te proporcionarán lo que necesitas. Militares. Armamento. Recursos logísticos. El ejército canadiense... será tu ejército temporal. Bajo el control de Kaira. Mandarán las tropas para 'ayudar' a Ryuusei Kisaragi."

La magnitud del plan era asombrosa. Ryuusei procesó la información: entrenamiento intensivo para los suyos, y una toma de control encubierta de un gobierno para obtener el apoyo militar que necesitaban. Era un plan audaz, peligroso, y moralmente... dudoso en extremo.

—Tres meses—, repitió Snow. —Tu tiempo empieza ahora.—

La figura de Snow comenzó a disiparse, volviéndose etérea, como niebla helada al sol.

"Luego volveremos a hablar, Kisaragi Ryuusei", fueron sus últimas palabras, un susurro gélido que se desvaneció en el vacío.

Ryuusei abrió los ojos. La oscuridad familiar de su habitación en Nora. El silencio. La sensación de la camastro bajo su cuerpo. No había niebla helada, no había una figura etérea. Pero las palabras... las instrucciones... resonaban con una claridad absoluta en su mente. El cronograma. El entrenamiento. El plan para Kaira.

No había duda. Era el camino a seguir. El único camino para responder.

Salió de su habitación, la frustración de antes reemplazada por una determinación fría y calculada. La audacia del plan de Snow encajaba con su propia naturaleza. Era hora de actuar.

Reunió al equipo de nuevo en la sala común. Sus caras mostraban la tensión que había. Ryuusei no perdió el tiempo.

—Tenemos un cronograma—, anunció, sus ojos dorados recorriendo a cada uno. —Tres meses.— Explicó concisamente la información recibida (omitiendo quizás la fuente o dándole un origen ambiguo - una visión). —Japón dominará Rusia en tres meses. Tenemos que intervenir antes.—

Procedió a exponer el plan que —había ideado—. —Dos frentes. Primero, nosotros. Aiko, Volkhov... ustedes tres saben pelear. El resto..." Su mirada se posó en los otros ocho. "No saben. Eso cambia. Ahora mismo. Nora tiene salas de entrenamiento."

—Ryuusei... ¿entrenamiento?— Brad frunció el ceño. —¿En tres meses? ¿Para pelear?—

—Intensivo—, respondió Ryuusei. —Les enseñaré. Wing Chun, Jujitsu, Kali/Arnis, Karate, Kung Fu. Cada día. Cada hora. Convertiremos sus poderes en armas de combate. Los volveremos... competentes. Expertos. Necesitamos que los ocho puedan luchar.—

Las reacciones variaron. Asombro. Escepticismo. Determinación. Aiko y Volkhov asintieron con entendimiento.

¿Y el personal?

¿El armamento?

¿Cómo llegamos a Rusia?

preguntó Kaira, siempre pragmática.

Ryuusei se giró hacia ella, una mirada intensa en sus ojos enmascarados. —Esa es tu misión, Kaira. La segunda parte del plan. La más... delicada.— Expuso la audaz directiva de Snow: salir de Nora, ir a una ciudad canadiense, controlar el gobierno y utilizar al ejército canadiense.

Las reacciones a la misión de Kaira fueron aún más fuertes. Desconcierto. Preocupación. Era una manipulación política a una escala sin precedentes.

Pero la determinación de Ryuusei era inquebrantable. —No hay otra forma—, dijo. —Nora no puede moverse rápido. No tenemos personal. Pero un gobierno controlado... tiene ejércitos y logística.—

El equipo procesó el plan. Era audaz. Peligroso. Moralmente gris en el mejor de los casos. Pero la urgencia era real. Rusia. El pacto de Ryuusei. La guerra que habían causado.

Poco después, la Operación Kisaragi se dirigió a las salas de entrenamiento de Nora. Vastos espacios con suelos acolchados y equipamiento básico. La atmósfera se llenó con el sonido de golpes, gruñidos de esfuerzo y las instrucciones nítidas de Ryuusei.

—Postura—, corrigió Ryuusei a Bradley, cuya super velocidad lo hacía impaciente con los movimientos lentos. —La velocidad sin base... es inútil en combate cercano.—

—¡Arriba esa guardia, Amber!— Ryuusei bloqueó un intento de golpe descuidado. Amber Lee, más acostumbrada a la ballesta, lidiaba con la proximidad. —¿Cómo se supone que esto me ayude a envenenar a alguien?— preguntó, frustrada. —Te enseñará a defenderte cuando tu veneno no sea suficiente—, respondió Ryuusei con calma.

Chad, a pesar de su intensidad, encontraba difícil controlar la fuerza bruta para los movimientos precisos. —¡Maestro, creo que acabo de romper mi propio nudillo!— exclamó después de un golpe fallido. —El dolor te enseña—, fue la lacónica respuesta de Ryuusei.

Brad, con su conexión a la tierra, mostraba una sorprendente solidez en las posturas bajas, pero la fluidez del Wing Chun lo desafiaba. —Es como enseñarle a una montaña a bailar—, bromeó Kaira, que, aunque analítica, luchaba con la memoria muscular de las formas de Karate. —Solo necesitas encontrar el ritmo oculto—, le respondió Brad, con una sonrisa sudorosa.

Ezequiel, lidiando con su propia percepción del tiempo, encontraba la coordinación particularmente difícil. —Es como si mi cuerpo estuviera un microsegundo por detrás de mi intención—, se quejó. —Ajusta el flujo... no del mundo, sino de tu propio movimiento—, instruyó Ryuusei.

Arkadi, el Sabio Arcano, a pesar de su edad, abordaba el Jujitsu con una concentración silenciosa, su mente aguda compensando la rigidez física. Aprendía lentamente, pero con una comprensión profunda.

El entrenamiento comenzó. Los primeros esfuerzos eran torpes, llenos de frustración, sudor y dolor. Pero bajo la tutela implacable de Ryuusei, había destellos de progreso. Bradley empezaba a usar su velocidad no solo para moverse, sino para esquivar y golpear. Brad encontraba solidez en las posturas y los bloqueos.

Chad canalizaba su intensidad en golpes enfocados. Kaira empezaba a memorizar las secuencias. Ezequiel encontraba una extraña sincronización con el tiempo de sus propios movimientos. Amber Lee ganaba confianza en la distancia corta. Arkadi aprendía a usar la fuerza del oponente.

El camino para convertirse en expertos combatientes en tres meses era arduo, casi imposible. Pero la urgencia de Rusia, la promesa de Snow y la determinación de Ryuusei impulsaron a la Operación Kisaragi a empezar.

Mientras el entrenamiento en Nora comenzaba, en otra parte de la vasta base viviente, Kaira se preparaba para su audaz misión. La manipulación política a gran escala. El primer paso para controlar un gobierno.

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