El aire dentro de Nora, la Fortaleza Viviente, tenía una cualidad extraña; no era el aire del exterior, ni el de un edificio herméticamente cerrado, sino algo intermedio, con un leve aroma a tierra húmeda y vida ancestral. Kaira ajustó la pequeña mochila sobre sus hombros, el peso mínimo pero suficiente para el largo viaje. Bradley, a su lado, revisaba el ajuste de sus guantes sin dedos, su energía usual contenida en una quietud ansiosa. Estaban listos. El entrenamiento intensivo había comenzado para los demás, pero la misión de ellos dos empezaba ahora.
En una sala sencilla, cerca de la entrada principal de la base, Ryuusei los esperaba. Su figura enmascarada, inmóvil, proyectaba una sombra en el suelo orgánico. El ambiente era solemne.
—Están listos —la voz de Ryuusei era plana, sin adornos, pero cargada de una autoridad inquebrantable—. Su tarea es la base de todo. Sin el ejército canadiense, no llegamos a Rusia. Sin ustedes, no tenemos ejército.
Bradley tragó saliva, el peso de esas palabras cayendo sobre él. Kaira, siempre compuesta, mantuvo la mirada firme.
—Comprendemos la magnitud, Ryuusei —dijo Kaira, su voz clara y profesional.
—Bien —continuó Ryuusei, sus ojos dorados brillando bajo la máscara—. Su objetivo es la capital. Ottawa. Kaira, tu habilidad es lo que hace posible obtener los recursos que necesitamos. Tú eres la llave para abrir las puertas del poder.
Se dirigió a Bradley. —Tu velocidad no es solo para llegar, Bradley. Es su seguridad. Eres su transporte y su defensa. La seguridad de Kaira es tu prioridad número uno. ¿Entendido, Bradley?
—La protegeré, Ryuusei. Lo haré —respondió Bradley, con una determinación juvenil que sonó genuina. La escala de la misión, el viaje a través de un país entero, todo recaía en su velocidad y en la mente de Kaira.
Ryuusei asintió, pareciendo aceptar sus palabras. —La discreción es vital. Nadie debe saber que Operación Kisaragi está en Canadá, y mucho menos en la capital. Misión de infiltración. Manipulación. No combate abierto a menos que sea estrictamente necesario para sobrevivir. No levanten sospechas.
Kaira hizo una ligera inclinación con la cabeza. —Procederemos con la máxima cautela. Mi plan inicial es identificar figuras clave una vez que estemos en la ciudad. Utilizaré la Red Plateada para obtener información y establecer el primer nivel de control.
—Confío en tu juicio, Kaira —dijo Ryuusei. Era un raro momento de elogio directo de su líder.
La conversación terminó poco después. Las últimas instrucciones se dieron. La seriedad de la misión se grabó a fuego en sus mentes. Era hora de partir.
Salieron de la sala y se dirigieron hacia la entrada principal de Nora, la misma abertura camuflada que el equipo explorador había asegurado. El aire del exterior, el verdadero aire de los bosques de las Montañas Rocosas de Alberta, los recibió. Olía a pino, tierra y la inmensidad de la naturaleza. Era 2019, y el mundo estaba a punto de sentir la influencia de los marginados.
Bradley se colocó frente a Kaira. —Lista —preguntó, su voz un poco más suave ahora, fuera de la presencia de Ryuusei.
Kaira asintió. No había rastro de duda en sus ojos. "Sí. Tan lista como estaré nunca."
Bradley extendió sus brazos. Kaira se acercó, permitiendo que la tomara en un agarre seguro y cuidadoso. No era un abrazo, sino una sujeción funcional. Un brazo bajo sus rodillas, el otro alrededor de su espalda. La sensación era extraña, ser sostenida así por otro.
—Solo sujétate fuerte —dijo Bradley, sus músculos ya tensándose.
El mundo a su alrededor se desenfocó. No, se desintegró. El verde de los árboles se convirtió en una mancha borrosa. El suelo bajo ellos se volvió una línea ininterrumpida. El aire se convirtió en un torrente, arremolinándose y rugiendo en sus oídos. La sensación para Kaira era abrumadora; el viento golpeaba su rostro con la fuerza de un huracán, obligándola a cerrar los ojos con fuerza. Sentía la inmensa velocidad en cada fibra de su ser, una vibración constante, la tierra pasando bajo ellos a una velocidad insana. Era aterrador y… extrañamente liberador, ser llevada así, el control completamente fuera de sus manos por una vez.
Para Bradley, el mundo era una serie de instantáneas superpuestas, el paisaje un blur de colores y texturas. Su visión se ajustaba, permitiéndole navegar, pero el esfuerzo de mantener el rumbo, de evitar árboles, rocas o cualquier obstáculo inesperado en su camino a campo traviesa, era inmenso. Sus piernas bombeaban como pistones, cada paso una explosión controlada de energía. La sensación de Kaira en sus brazos era un recordatorio constante de la preciosa carga que llevaba.
Corrieron durante lo que parecieron horas. El bosque de Alberta dio paso a paisajes cambiantes. La necesidad de detenerse era física. Los músculos de Bradley ardían, y Kaira necesitaba un respiro del asalto sensorial.
Se detuvieron en un claro remoto, el aire quieto después de la furia del viento. Bradley la bajó con cuidado. Ambos respiraban agitadamente.
—Eso… fue… —Bradley se quedó sin palabras, sacudiendo un poco la cabeza.
Kaira asintió, tratando de recuperar el aliento. Su cabello estaba desordenado, su ropa pegada al cuerpo por la velocidad. "Intenso", terminó ella, su voz ligeramente temblorosa. Se alisó la ropa, recuperando su compostura habitual, aunque un poco despeinada.
Se sentaron en el suelo, el silencio del bosque un contraste con el rugido de su viaje.
—¿Estás… estás bien, Kaira? —preguntó Bradley, su preocupación genuina.
—Estoy funcional, Bradley —respondió ella, pero luego dudó—. Fue… una experiencia. Agradezco tu… habilidad. Es… eficiente.
Bradley sonrió un poco. "Sí. Es útil."
—¿Cómo lidias con eso? —preguntó Kaira, observándolo—. ¿El constante… blur?
—Te acostumbras —respondió él—. Tienes que hacerlo. Es solo… velocidad. El mundo es rápido. Yo soy solo… un poco más rápido que él.
Se quedaron en silencio por un momento, la inmensidad del bosque a su alrededor. La tensión de la misión aún estaba ahí, pero el viaje compartido y la experiencia sensorial extrema habían creado un pequeño vínculo.
—Nunca he viajado así —admitió Kaira, sorprendiéndose a sí misma hablando de algo no directamente relacionado con la misión o sus poderes.
Bradley la miró. "Es… diferente. ¿Verdad? Ver todo pasar tan rápido. Es como si el mundo estuviera… quieto, y tú fueras el único que se mueve."
—Una perspectiva interesante —murmuró Kaira, su mente analizando la metáfora.
Descansaron un poco más, comieron algo rápido de sus mochilas. La conversación se mantuvo relativamente ligera, un respiro antes de reanudar. Empezaron a preguntarse cosas pequeñas el uno al otro. Los desafíos del viaje se convirtieron en puntos de diálogo: ¿cómo evadirán ciudades más grandes? ¿Necesitarán diferentes tipos de ropa a medida que el clima cambie cruzando provincias?
Reanudaron el viaje varias veces a lo largo del día. Los paisajes cambiaron, de las montañas de Alberta a las vastas llanuras. Corrieron bajo el sol, bajo la luna. El cansancio se acumulaba, pero la determinación de la misión los impulsaba.
Se detuvieron de nuevo al amanecer, el cielo tiñéndose de naranja y rosa sobre un paisaje plano que era claramente Saskatchewan o Manitoba. Habían recorrido una distancia inmensa en menos de 24 horas. El cuerpo de Bradley dolía, pero podía seguir. Kaira se sentía agotada mentalmente por la constante adaptación sensorial y la tensión de la misión.
Se sentaron en una colina baja, observando el vasto horizonte. El silencio era diferente aquí, un silencio de espacio abierto, no de bosque denso.
—Estamos… lejos —dijo Bradley, su voz ronca por el esfuerzo y el viento.
Kaira asintió, sus ojos analíticos escaneando el horizonte. La capital aún estaba a un viaje considerable, pero habían cubierto una distancia monumental. Sentía el cansancio, pero también una extraña sensación de logro. Y una creciente… comodidad en la presencia de Bradley. No era una amistad profunda aún, sino el comienzo de una conexión forjada en la velocidad, el silencio compartido y el peso de su misión conjunta.
"Hemos recorrido un buen trecho", dijo Kaira. "Pero el viaje es largo. Y la parte difícil... aún no ha comenzado."