El interior de Nora, la Fortaleza Viviente, bullía con una actividad tenue pero esperanzadora. La Operación Kisaragi se estaba asentando en su nuevo centro de mando en los bosques de las Montañas Rocosas de Alberta, en este año 2019. Algunos exploraban las vastas cámaras orgánicas del caparazón, otros verificaban el modesto arsenal, los guardias controlados por Kaira se movían en silencio por los pasillos. En lo que parecía ser una sala común funcional, algunos miembros se habían reunido, con el sonido suave de una radio sintonizada a noticias internacionales como único ruido de fondo.
Ryuusei estaba presente, observando a su equipo con esa calma calculada. Aiko permanecía lealmente a su lado. Volkhov, Brad, Amber Lee y Kaira estaban cerca, mientras Chad, Bradley y Ezequiel se movían con la inquietud de quienes aún se familiarizaban con su peculiar base. Arkadi estaba sentado, aparentemente meditando.
La voz impersonal del locutor de radio llenó la sala. "...tensiones diplomáticas escalan rápidamente entre la Federación Rusa y Japón... reportes indican movimientos militares... fuentes no confirmadas sugieren que la causa está ligada a..."
La atmósfera en la sala cambió. Las cabezas se alzaron. Volkhov, en particular, agudizó el oído.
"...se ha descubierto que el Presidente Ruso, en secreto, había estado ocultando información vital sobre un grupo terrorista conocido como Operación Kisaragi, liderado por el infame Kisaragi Ryuusei. Al parecer, este grupo ha crecido y representa una amenaza..."
Una exhalación colectiva recorrió la sala. ¿Ellos? ¿La causa de una guerra?
Chad soltó una risa seca. "Vaya. No perdemos el tiempo en hacernos notar, ¿eh?"
Bradley parecía pálido. "Nosotros... ¿Nosotros causamos eso?"
El locutor continuó, su voz ahora teñida de pánico. "¡Momento! Reportes de último minuto... caos en la plaza Roja... ¡es Aurion! ¡El Héroe Número Uno está aquí! En Moscú..."
Un silencio absoluto cayó sobre la sala. ¿Aurion? ¿En Rusia?
El sonido de la transmisión se volvió caótico. Gritos. Ruidos de batalla lejanos. Y la voz del locutor, ahora histérica.
"¡Dios mío! ¡Lo ha hecho! ¡Aurion... acaba de... acaba de matar al Presidente! ¡Aquí mismo! Puedo... puedo ver... ¡Le acaba de sacar la cabeza! ¡En vivo! ¡Es... es horrible!"
Un coro de reacciones brotó del equipo.
"¡Mierda!" Brad se puso de pie de un salto, su mano temblando ligeramente.
"¿Decapitado? ¿Aurion?" Amber Lee se llevó una mano a la boca, sus ojos muy abiertos.
Incluso la serenidad de Kaira se resquebrajó por un instante. "¿El Héroe Número Uno? ¿Un jefe de estado? Esto... esto no tiene precedentes."
Ezequiel se retorció, su paranoia disparada. "¿El flujo del tiempo está...? ¿Esto fue...? ¡No debería pasar así!"
"¡Más reportes! ¡Tropas! Un ejército... ¡Parecen japoneses! Y... ¡y algunos héroes japoneses con ellos! ¡Están tomando control de la ciudad!" El pánico del locutor se cortó abruptamente, la transmisión terminó con un ruido seco.
La sala de Nora quedó sumida en un silencio atronador, el eco de las noticias horribles aún resonando en el aire. La guerra no era una posibilidad; era una realidad, causada directamente por su existencia, y Aurion acababa de ejecutar al presidente ruso en vivo, desatando un infierno.
Ryuusei se mantuvo inmóvil por un momento, la noticia pareció golpearlo con una fuerza brutal. Sus ojos dorados se centraron, una intensidad repentina y abrumadora emanó de él.
"Rusia...", murmuró Ryuusei, y luego su voz se alzó, resonando en la sala con una resolución inquebrantable. "Tenemos que ir. Ahora."
Volkhov, siempre práctico, habló primero. "Ryuusei. Es Rusia. Es una guerra. Y acabamos de causar que la cabeza del presidente sea separada de su cuerpo. Ir allí..."
"Tengo un pacto", lo interrumpió Ryuusei, su mirada ahora dura como el acero. "Un pacto de sangre. Con aquellos que me ayudaron cuando necesitaba ayuda allí. Si Rusia está en peligro... debo responder. Debo ayudarlos."
"Pero, Ryuusei...", comenzó Brad, la preocupación palpable en su voz. "Somos solo once. Más los... guardias. No somos suficientes para intervenir en una guerra a gran escala. Nos falta gente."
"Y armamento", añadió Amber Lee, mirando alrededor de la sala. "Tenemos nuestras armas personales, lo básico de Nora... pero no equipamiento militar pesado. Nos faltan armas."
"No sabemos cómo controlar esta... esta base, Ryuusei", dijo Volkhov, su voz grave. "Acabamos de entrar. No sabemos cómo manejar a Nora. Sus sistemas. Su movimiento."
"Y si la movemos..." La voz de Kaira, inusualmente seria, se unió a la discusión. "Nora mide dos kilómetros de largo y ancho, y cuarenta metros de alto. Intentar moverla hacia una ciudad... arrasaría todo a su paso. Es una fortaleza inmensa, no un transporte rápido."
Ezequiel se frotó las sienes. "Una criatura viviente de esa escala... Intentar controlarla sin entender su flujo... podría tener consecuencias impredecibles."
Chad, la risa oscura desvanecida, solo miraba a Ryuusei, esperando. Sylvan permanecía silencioso, observando.
Ryuusei escuchó todos los puntos, las limitaciones evidentes. Tenían una fortaleza, una de las más seguras del mundo. Pero era una jaula dorada en ese momento. Una base impenetrable que no podían mover, sin personal suficiente ni recursos para una intervención a distancia.
Miró a su equipo, a los once marginados que habían reunido. Y la guerra que habían desatado resonaba en sus oídos, amplificada por el eco de su pacto de sangre. La urgencia era inmensa, la frustración abrumadora. Necesitaban ir. Pero, ¿cómo?