El último roce sutil contra la piel de mi hermanastra, Rina, había tenido efecto surtido. Tres preciosos puntos de vida (LP) fluyeron hacia mí, elevando mi reserva total a 20 LP . Sabía que si esa cifra llegaba a cero, sería el fin. La urgencia me empujó a crear una habilidad de curación antes de ir a trabajar. Tal vez así podríamos cambiar nuestra desesperada situación. Menos mal eran solo las dos de la tarde; Aún tenía tiempo. Dejé a Rina sumida en un sueño inquieto y me despedí de mi madrastra, Elara, con la promesa de volver con algo de dinero.
Al salir de nuestra humilde choza, en los afueras de la aldea, respiramos el aire húmedo. Nuestro pequeño campo de ocho metros cuadrados yacía baldío, un recordatorio mudo de oportunidades perdidas que algún día podría aprovechar. Cogí la hacha maltrecha y el destartalado carruaje de madera, rumbo al bosque. La tala era lo único que podía hacer para ganar unas monedas.
Los guardias en la salida de la aldea asintieron con gesto cansino al verme pasar. El camino al bosque fue silencioso, solo roto por el crujir de las ruedas del carromato. Talé cinco árboles de crecimiento rápido, los más fáciles pero también los menos valiosos. El esfuerzo me dejó jadeante y con los músculos ardiendo. Cargué la madera con dificultad y regresó al centro de la aldea, directo a la casa del alcalde.
En el camino desidi crear la habilidad que me facilitaria un poco las cosas y curarme a mi ya mi hermana.
*«Crear habilidad: Cura Menor (F) - Alivia dolores musculares leves y distensiones grado 1-2. Costo: 15 MP por uso.»*
La orden mental fue un grito silencioso. Un vacío arrepentido y desgarrador me atravesó, como si arrancaran un pedazo de mi ser. Un dolor agudo, punzante, recorrió mi torso. [LP: 20 -> 5] . ¡ Cinco! ¡Solo quedan cinco! Casi me desplomé, agarrándome con fuerza. La visión se nubló, un zumbido ensordecedor llenó mis oídos. Había subestimado grotescamente el costo, incluso para una habilidad F. ¡Idiota! ¡La creación siempre exige un precio! Pero estaba hecha.
Llegue donde el alcalde un hombre, regordete y con aire de suficiencia, examina la madera con desdén. "Madera corriente, muchacho. No vale mucho". Depositó ocho monedas de cobre en mi mano sudorosa. Un pago miserable, pero suficiente para otorgarme +4 LP , elevando mi total a 9 LP . Un suspiro de alivio apenas mitigó la humillación. Con dos monedas compré un pan duro como una piedra en la tahona; la carne seguía siendo un lujo impensable. Las cinco monedas restantes y el pan eran todo mi botón al regresar a casa.